A pesar de la fuerza con la que fue irrumpiendo la tecnología en las últimas décadas, resulta muy asimétrica la relación con el escaso trabajo de investigación realizado en el cruce de lo que ofrecen desde el interior de la sociología los estudios CTS -desde la perspectiva socio / tecnológica- por un lado; y los aportes que -fundamentalmente desde el psicoanálisis- se tienen acerca del lugar que ocupan las nuevas tecnologías en la constitución del psiquismo.
Hay una clara necesidad de análisis e interpretación sobre este entrecruzamiento. Esto arrojaría desde nuevas lecturas posibles a la luz de fenómenos actualmente vigentes -a los que asistimos de modo permanente en el trabajo con niños2 en el consultorio- y sus posibles determinaciones en la construcción de subjetividad; hasta de modo más específico, nuevas herramientas para ampliar el conocimiento del complejo proceso que supone la fundación y constitución del psiquismo.
A partir del trabajo de supervisión e intercambio con Silvia Bleichmar, comencé a incorporar tímidamente -en el consultorio- a la computadora como un elemento dentro de la caja de juegos
El acompañamiento de adolescentes en nuestra época es un gran desafío. Estamos embarcados con ellos en la travesía de una experiencia que conocemos poco y mal: ser adolescente en una época de plena expansión tecnológica es una vivencia que nos es completamente extranjera. Al mismo tiempo, los desafíos, atravesamientos y dificultades de la adolescencia son universales y comunes a todas las épocas.
Aunque muchos adultos seamos totalmente inútiles tecnológicamente, seguimos siendo los garantes, los iniciadores de la cultura, de la ley y del tejido de las relaciones
Ejerzamos la zoilez que Charles Baudelaire (1999) invitaba a practicar: la crítica violenta, hasta maliciosa en el sentido intelectual, aunque no por eso se pierde del todo la idea de aporrear a quienes -como dice Baudelaire- son cómplices del error, cómplices de la estafa. Hablamos entonces de los actores capaces de ejercer la rebelión en contra de la cultura de la simulación, los jóvenes y que, sin embargo, no lo hacen.
Los jóvenes viven ensimismados en los nuevos medios tecnológicos, lo que impide, en gran medida, que levanten la voz
Nancy Caro Hollander es una psicoanalista e historiadora residente en Los Ángeles, California. Es miembro del Centro Psicoanalítico de California y presidente electa de la sección de “Psicoanálisis para la responsabilidad social” de la Asociación Norteamericana de Psicología. Es profesora de historia de la Universidad de California. Ha publicado artículos sobre diversos temas como el capitalismo patriarcal y las mujeres en América Latina, la historia del psicoanálisis en la Argentina y la vida y obra de Marie Langer. Milita en diferentes organizaciones comunitarias de EEUU. Entre 1969 y 1974 vivió en Buenos Aires y recorrió el resto de Latinoamérica. Escribió un libro donde relata los procesos sociales y políticos y su relación con el psicoanálisis en la Argentina y Latinoamérica durante las décadas del 60’ y el 70’: El amor en los tiempos del odio. Psicología de la liberación en América Latina (2000).
Considero que podemos expandir los horizontes del tratamiento psicológico en nuestro trabajo clínico cuando buscamos localizar dónde y cómo los patrones neoliberales de responsabilidad, privatización, marketing y negación del otro se manifiestan
El objetivo de este artículo es transmitir una experiencia clínica en la que la escritura ha tenido una función específica en el transcurso de la cura. El uso de esta herramienta resulta de suma utilidad en el trabajo con adolescentes y jóvenes que tienen dificultades para expresarse verbalmente. Asimismo, como puente entre sesión y sesión, pensando al proceso de escritura como un fenómeno transicional. Aquí me referiré específicamente al trabajo con pacientes con problemas de adicción en el último tramo del tratamiento, que es ambulatorio.
Cuando un sujeto escribe sobre una experiencia vivida, encara el armado del rompecabezas de sí mismo y de su propia historia, se enfrenta con los propios dolores y padecimientos, y con la expectativa de superarlos
La urgencia de un hospital es una frontera entre la vida y la muerte, entre la internación y el alta, entre la desesperación del síntoma y su alivio, entre la salud y la enfermedad. La palabra urgencia viene del latín urgentia y hace referencia a la cualidad de urgente, o sea, aquello que urge de atención. Según la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) (1) la definición de urgencia es:
"la aparición fortuita (imprevisto o inesperado) en cualquier lugar o actividad de un problema de causa diversa y gravedad variable que genera la conciencia de una necesidad inminente de atención por parte del sujeto que lo sufre o de su familia".
En Cien años de soledad de Gabriel García Márquez se puede leer la siguiente frase: “el tiempo ya no viene como antes”. Se la puede entender de distintos modos. Uno es el remanido “todo tiempo pasado fue mejor”. Otro modo de leerse es que todo tiempo pasado fue distinto. El tiempo victoriano de Freud en Viena con el ritmo de carretas, trenes, valses, no es el nuestro. Freud nació apenas 67 años después de la Revolución Francesa. La vida era más corta, la vejez llegaba antes, la madurez también. Recordemos que Freud no recomendaba tratamientos a gente de más de cincuenta años. Los consideraba ya muy mayores. El tiempo subjetivo en la época de Freud era más lento y menos simultáneo. Un ejemplo es la comunicación por carta. Un género hoy en desuso que se nutría de la demora y de la ausencia. Cuando uno escribía, el que leía no estaba. Cuando uno leía, el que escribió ya no estaba. Escritura y lectura se dan en dos momentos separados de tiempo. Cada una se ejerce sin interrupción. Sin las dos rayitas azules del chat, que apuradas le avisan al que escribe que el que lee está leyendo, mientras el que escribe no terminó de escribir. El tiempo simultáneo del chat mató el tiempo sucesivo de la carta. Se inventó una nueva temporalidad. O mejor: nuevas temporalidades. Como dice el Premio Nobel de Química Ilya Prigogine: “cinco minutos de rotación terrestre no equivalen a cinco minutos de Beethoven”.
Sofía acude a una primera entrevista. Luego de unos minutos aclara que ya hizo terapia algún tiempo atrás, pero que no notó cambios. A la pregunta por la duración del anterior tratamiento responde sin titubear: cuatro sesiones.
¿Qué decimos cuando decimos tiempo? ¿Cómo definimos los términos rápido o lento? ¿De qué manera se entrecruzan en cada uno de nosotros el tiempo objetivo, el de los relojes, con el tiempo subjetivo, esa otra medición que nos habita?
Seguramente todos hemos tenido fuertes discordancias al respecto. Un film que nos aburre se nos hace muy largo, en tanto otro que nos interesa o conmueve finaliza antes de lo que quisiéramos
Horacio Amigorena es un psicoanalista argentino. Fue profesor en la Universidad de Buenos Aires, de Córdoba, de Rosario y co-fundador de la carrera de Psicología en la Universidad de Tandil. Radicado en París desde 1972, ha dictado cursos y conferencias en la Universidad de París, en el Colegio Internacional de Filosofía y ha dirigido el coloquio “Lo masculino, ficciones, identidad y diseminación” en el Centro cultural internacional de Ceris. Publicó el libro L’amour du fantasme (2009), y artículos en las revistas Critique, Revue Française de Psychanalyse, Chimères, Les Cahiers du Grif, Le Coc-Héron, Che-Voi, Lettres Modernes. El autor nos envió este impactante trabajo clínico especialmente para la publicación en nuestra revista.
Liliana pinta. Pinta que te pinta. Pinta cuadros, acuarelas, cada vez más lindas, cada mes más reconocidas en el medio.
Liliana no siempre ha pintado, aunque siempre lo ha deseado. Durante estos treinta años de casada se ha dedicado a su profesión de médica, a la clínica que tienen con su marido, también médico, y fundamentalmente, a sus hijos. Ellos están grandes, ya no la requieren tanto, así que Liliana pinta. Acuarelas con transparencias, cuerpos sexuados, algunas mujeres, muchos hombres, mucha sexualidad implícita en sus transparencias.
¿Qué impacto nos produce ver al sadismo entrar al consultorio de la mano de una probable psicopatía? ¿Cómo intervenir con una niña que sufre, pero no tiene angustia y, por lo tanto, no pide ayuda, pero le hace insoportable la vida a quienes conviven con ella? ¿Cómo trabajar con el sadismo que se pone en juego en la transferencia? ¿Cómo usar la contratransferencia?
Cuando Freud escribe su trabajo Recuerdo, Repetición y elaboración (1914) aparece un nuevo concepto que denomina “agieren” (actuación). En inglés fue traducido como “acting out”. Define “agieren” como una “repetición” en oposición con la capacidad de recordar; es “un empuje a repetir el pasado infantil en acto sin recordarlo”. Es decir, en el análisis el sujeto revive “experiencias emocionales reprimidas de la infancia” en la figura del analista o con aspectos del encuadre.
El concepto de actuación en psicoanálisis supone un curso de acción impulsivo, con características de descarga, claramente identificable, que repite situaciones infantiles de modo inconsciente y expresa el deseo de forma simbólica y distorsionada.
Surge en la transferencia -eventualmente a efectos de desconocerla-, puede manifestarse fuera o dentro de la terapia e incluso intentar destruirla, funcionando como defensa ante el deseo inconsciente.
Ya hace muchos años, exactamente hace 34 años, publicamos junto a David Liberman, Ruth Podetti e Irene Miravent un manual de Psicopatología infantil, que se diferenciaba agudamente de los manuales clásicos, porque tomaba como base el desarrollo de la conducta del niño en la sesión Psicoanalítica, a semejanza del maravilloso libro de David que apareció bajo el título de La Comunicación en Terapéutica Psicoanalítica (1962). El nuestro tomó el título Semiótica y análisis de niños (1983) porque habíamos aplicado al juego la famosa tripartición de Pierce que divide la semiótica en tres áreas. A saber: las áreas sintáctica, semántica y pragmática. De la preeminencia de la distorsión en alguna de esas tres áreas se derivaba una construcción psicopatológica. A raíz de la gentil invitación de Topía, publicación a la que me une un lazo de profundo respeto, de presentar un escrito clínico sobre la actuación, me decidí a releer con temor “aquello” que habíamos escrito ya hace tanto tiempo sobre el tema. Y fue para mí una gran sorpresa que “eso” no estaba nada mal, más bien todo lo contrario. Muchísimas observaciones clínicas ya daban cuenta de la gran cantidad de experiencia que habíamos acumulado en el psicoanálisis de niños, un análisis, por decirlo así pre lacaniano. Quiero trasladar a este escrito las observaciones generales que hicimos sobre los niños actuadores en su modo de manifestarse en la sesión de “juego”. Es decir, su estilo. Comentábamos que encontrábamos un nexo entre algunos niños que veíamos en la clínica y los pacientes adultos que habían sido estudiados y descriptos en la clínica psicoanalítica sobre neurosis impulsivas y perversas -como por ejemplo- lo hecho por O. Fenichel (1945), B. Joseph (1960), P. Greencare (1945), H. Rosenfeld (1965) y por los trabajos dedicados a neurosis impulsivas y perversiones de Liberman y Maldavsky en 1962 y en 1964. Como observarán, ya había un gran trabajo previo a la impronta que luego dejó Lacan y que tememos puede haberse perdido ante su enorme influencia. Este pequeño escrito clínico es en parte un homenaje a esa época.
Este escrito cuenta una experiencia. Busca organizar algo de todo lo vivido, lo experimentado, dando cuenta de las intervenciones construidas, de los aciertos y de las dificultades encontradas. Crear un dispositivo exige un esfuerzo imaginativo y es también un pequeño salto hacia lo desconocido.
¿Por qué hacer un grupo? Emerge del interés en ver qué pasa con estos niños cuando “se los pone” con otros, partiendo de la sospecha de que algo nos iba a sorprender. ¿Cómo será su estar-ser con otros? ¿Cómo funcionaremos nosotros en un actuar terapéutico distinto al clásico dispositivo “individual”? ¿En qué devendremos?
“Son revoltosos”, “no les interesa nada”, “no puedo dar la clase”, “son apáticos”. Éstas son las frases más comunes que escuchamos cuando nos acercamos a una escuela para trabajar con la comunidad educativa (directivos - docentes).
Nuestras acciones están motivadas fundamentalmente por dos vectores que confluyen, pero que no necesariamente obedecen al mismo objetivo: 1) la demanda de las escuelas y 2) la escasa concurrencia de lxs adolescentes al hospital y al centro de salud.1 Por las características de la población citada, sólo consultan por cuestiones puntuales, por ejemplo: alguna dolencia física y algunas chicas, en el mejor de los casos, para informarse sobre métodos anticonceptivos, cuando no, ante un embarazo.
Se cree que el sueño es un proceso fisiológico vital a través del cual el organismo logra su restauración, homeostasis y conservación de la energía. La importancia del sueño y el descanso así como la forma en que dormimos (horarios, cantidad de horas, dónde y con quién dormimos) fue variando a lo largo del tiempo a la par de los cambios en la sociedad y en la cultura. En el contexto de cierta desvalorización respecto de esta necesidad, se presenta a la vez la dificultad para dormir, de la que nos ocuparemos en esta nota.
A 40 años del inicio de la última cívico-militar en Argentina es necesario también recordar que esta política se aplicó de distintos modos en Latinoamérica. Es por ello que publicamos un trabajo sobre las formas de elaboración que se vienen dando en Uruguay.
El análisis es una experiencia. Esta experiencia se llama transferencia, donde no solo está el cuerpo del paciente, sino también el del terapeuta que lo implica en la contratransferencia. De esta manera se constituye la situación analítica ya que se instaura un espacio virtual de la cura que permite soportar la emergencia de lo pulsional. Esto que llamo espacio-soporte tiene un orden de realidad peculiar que debe ser entendido, desde una doble inscripción, como metafórica y al mismo tiempo libidinal y se configura a partir del establecimiento de un marco de referencia (encuadre). Este permite el funcionamiento del dispositivo analítico en el cual la relación terapéutica se define como relación cuerpo a cuerpo. Allí se deja hablar al cuerpo donde éste no habla de sí mismo, y el terapeuta habla también desde un cuerpo atravesado por la red de significaciones que se juegan en la contratransferencia-transferencia.
La transferencia se manifiesta tardíamente en la obra de Freud y lo hace en el desarrollo de una teoría y una técnica ya constituidas. Pero no sólo en la historia del psicoanálisis la transferencia está en segundo lugar, sino también en el tratamiento analítico.
Muchas veces cuando me invitan a escribir un caso, me piden que se trate de la “Contratransferencia”.
Este término es complicado, porque está compuesto de dos movimientos psíquicos:
1) Es una transferencia. O sea el individuo transporta experiencias, emociones, expectativas, de una relación anterior a otra relación más actual, más presente. Los ejemplos más conocidos son, por ejemplo, el psicoanalista es percibido por el paciente como el padre o la madre. Suelo contarle a mis alumnos una situación divertida como ejemplo de Transferencia:
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra