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Interrupción por Contratransferencia

 

Muchas veces cuando me invitan a escribir un caso, me piden que se trate de la “Contratransferencia”.

Este término es complicado, porque está compuesto de dos movimientos psíquicos:

1) Es una transferencia. O sea el individuo transporta experiencias, emociones, expectativas, de una relación anterior a otra relación más actual, más presente. Los ejemplos más conocidos son, por ejemplo, el psicoanalista es percibido por el paciente como el padre o la madre. Suelo contarle a mis alumnos una situación divertida como ejemplo de Transferencia:

En una sesión me sorprende que mi paciente me grita y habla siempre en voz muy alta. Le pregunto porque me habla así y me contesta: “porque usted es sordo.” Asombrado pregunto ¿Yo? hay un momento de silencio, luego dice ruborizándose : “mi papá es sordo.”

La Contratransferencia deja de ser “negativa” o no deseada para convertirse en un instrumento de trabajo fundamental en la técnica clínica

2) La “Contratransferencia” es una transferencia que le sucede a los psicoanalistas en su trabajo cotidiano. O sea reviven a veces emociones, percepciones, sentimientos, que tienen que ver con sus experiencias de vida, anteriores a la relación con el cliente que están tratando. O sea que su reacción no corresponde a la situación actual, sino que se relaciona inconscientemente con experiencias significativas anteriores.

La introducción de este concepto, fue revolucionario en psicoanálisis porque secularizó la personalidad del psicoanalista, convirtiéndolo en una persona que también tiene un inconsciente que le puede hacer sus jugadas... Por ejemplo, con Transferencias con el paciente, confundiendo su percepción “objetiva” analítica. Dejó de ser el Médico-Autoridad, siempre claramente orientado en su quehacer profesional por la razón y la lógica, entendiendo el inconsciente.

El psicoanalista podía proyectar, tener prejuicios, intenciones personales en las cuales muchas veces se escondían razones de interés personal e ideológicas.

Las intervenciones e interpretaciones podían ser forzadas, inadecuadas, erróneas. Podían confundir al paciente y frenar el proceso de cura. Se dedujo la necesidad irrevocable del Análisis Didáctico para ejercer la profesión del psicoanalista. El equilibrio emocional en las sesiones fue definido como esencial para fomentar el proceso del análisis.

Para Sigmund Freud la Contratransferencia tenía el efecto de confundir y complicar la objetividad científica del analista. Sus consejos para la técnica del tratamiento consistían en la necesidad irrevocable de tratar a los pacientes con la sobriedad de un cirujano, sin dejarse influenciar por los propios estados de ánimo, realizar el trabajo interpretando el inconsciente. La complejidad y las dificultades de discernir y diferenciar las emociones del analista con su paciente resultaba intrincado y merece la mayor atención.

En un principio fue difícil que se reconocieran los trabajos sobre Contratransferencia que publicaron Paula Heimann en Londres y Heinrich Racker colaborando con Jeanne Lampl-de-Groot en Europa, quien después de su migración a Argentina, continuó elaborando el concepto con Ángel Garma y Marie Langer en Buenos Aires.

Ocupándose de la personalidad de los profesionales que iban a ejercer como psicoanalistas, de su formación.

La Contratransferencia deja de ser “negativa” o no deseada para convertirse en un instrumento de trabajo fundamental en la técnica clínica.

Se describe el valor y también el uso de la Contratransferencia como significativa no solo para el diagnóstico, sino también para el tratamiento.

Yo oí el relato aturdido, veía como electricidad en el aire... Me di cuenta que transpiraba un sudor frío, helado... Me esforcé para no temblar. Tuve ganas de pegar y de gritar, no lo hice...

Se sobrentiende, entonces, que el encuentro con el paciente despierta sentimientos en el profesional.

No todas las emociones pueden ser consideradas contratransferenciales. Simpatía y antipatía, agresiones y ternura, empatía y la no comunicación, todo lo que ocurre en la psique del analista puede ser significativo.

Se solicita que a través de la formación, quién va a ejercer la profesión esté en condiciones de “manejar” este ámbito tan complejo de la interacción. Se solicita del psicoanalista que elabore conscientemente sus propias reacciones, al estar en contacto con el paciente. Muchas veces se enlazan los movimientos emocionales de ambos, peligra la abstinencia en el encuadre del tratamiento, provocando en el profesional una reacción que tiende a provocar actuaciones e interpretaciones que no aportan al proceso del análisis.

En este capítulo entra en juego la situación personal y la evolución de la personalidad del psicoanalista. Según su disponibilidad está mas o menos dispuesto y condicionado para soportar y mantener el rumbo en el trabajo.

Hermann Argelander investigó la conversación preliminar a los tratamientos psicoanalíticos. Demostró cómo aparecen muchos elementos de la relación que se va a constituir en el futuro entre paciente y analista desde el inicio, dándole importancia fundamental a los elementos de la transferencia y contratransferencia.

Invita en sus trabajos a imaginarse la relación como poniéndola en escena, utilizando los elementos y detalles que surgen de la entrevista inicial.

 

Excusándome por la larga introducción cuento una situación que me ocurrió en 1978 en mi consultorio en Zürich. Había regresado a Suiza. De Argentina me tuve que ir.

Un arquitecto de 35 años venía a las consultas preliminares.

Nos pusimos de acuerdo que vendría unas cinco veces, para conocernos y decidir si íbamos a trabajar juntos.

Él quería hacer un psicoanálisis. Su esposa estaba en tratamiento con una colega y ella le había dado mi nombre.

Era un señor elegante, inteligente, su nombre tenía una cierta reputación y en dos conversaciones me había convencido que si bien vendría porque su esposa se lo aconsejaba, él también estaba dispuesto y convencido que un psicoanálisis podría traerle mucho provecho. Se imaginaba que podría aprovechar de una perspectiva psicoanalítica.

A mí me gustaba la idea de trabajar con él, solo que su disponibilidad no me daba confianza.

Aparentaba como si fuera solo de interés profesional, tal vez académico, hacer un psicoanálisis. Yo apenas si me rendía cuenta que me esforzaba en ser optimista y disponible.

Me contó de su niñez y de su familia:

Era el hijo menor de una familia con 5 hijos. Fueron 2 hermanas y luego nacieron ellos, 3 varones. Entre la primogénita hermana y él, había 12 años de diferencia. Esta hermana fue y seguía siendo muy importante porque fue como una segunda mamá. Ella había cuidado y educado a sus hermanos. Para “Ema” él era el preferido porque era el menor. Ambos padres médicos trabajaban muchísimo. Siempre tuvieron una señora empleada que se ocupaba de los quehaceres domésticos y también cuidaba a los niños.

Fue a la escuela pública. Era buen alumno. Acotó que nunca fue el mejor de la clase, pero que le iba bien. Después del bachillerato hizo un aprendizaje como dibujante. Lo explicó diciendo que quería hacer algo concreto y no seguir estudiando en una universidad.

Conoció así el trabajo de arquitectura y entonces, estudió en Suiza y en Francia.

Ahora tenía un estudio con empleados. Decía que participaba de importantes concursos para obtener contratos y que le iba bien. Sonriendo y como si no fuera importante dijo que los empleados a veces se quejaban, como su esposa por el trato que tenía con ellos... pero él había decidido no darle demasiada importancia.

En esta tercera charla tratábamos de ver como podríamos fijar fechas para que viniera regularmente.

Rápidamente nos pusimos de acuerdo.

Quedaba algo de tiempo y lo aproveché usando el espacio para preguntar si tenía algún hobby, si hacía algo especial en su tiempo libre.

De repente cambió su postura en la silla y su semblante. Me contó que él solía ir de caza... acotó que esto podría afectar la regularidad de las sesiones. Y agregó que lo hacía solo, no en grupos y que era algo que a su esposa no le gustaba para nada. Pero él no se dejaría quitar lo que tanto le gustaba... acotó con una sonrisa, tampoco por el Psicoanálisis... Le pregunté qué y cómo cazaba. Relató:

-Yo no soy un cazador común. Me hace falta hacer mi deporte, de tiempo en tiempo. A mi esposa no le gusta que vaya, pero a mí me hace falta y no me lo dejo poner en duda o quitar. Como dije, no soy un cazador como otros. A mí me gusta como los psicoanalistas ir acercándome de a poco...yo lo hago así con mis presas...

-¿Cómo lo hace?

-Bueno, a mí me gusta acercarme lentamente, imagínese un ciervo... Hay demasiados y hay que reducir el número, sino devoran los pastos y lo que hay en los campos... Pues si yo tengo un ciervo en la mira, le apuntó por ejemplo primero a la oreja... entonces escapa, pero ya está herido... luego le apunto por ejemplo a una anca... Empieza a cojear... Lo sigo. Le pego un tiro a la otra pata... Así, lentamente hasta que se desploma y entonces lo mato de un tiro final...

Yo oí el relato aturdido, veía como electricidad en el aire... Me di cuenta que transpiraba un sudor frío, helado... Me esforcé para no temblar. Tuve ganas de pegar y de gritar, no lo hice... Terminé la sesión...

No todas las emociones pueden ser consideradas contratransferenciales

Creo que me preguntó algo al salir. Saludé como un automático... Estaba exhausto.

¡¡ Verdugo de mierda!! ¡Sádico despiadado!!

Luego se lo conté a mi esposa... ¡¡Argentina!! ¡Soy Judío! Mis amigos, mi familia... Lloré, a la noche tuve un “chucho de frío”. Me enfermé... Lo llamé gripe.

Fui a ver una colega amiga lejana con la que hicimos unas sesiones de terapia.

Llamé por teléfono al arquitecto. Nos vimos una vez más en la cual le di las direcciones de otros colegas.

Sin dar explicaciones le dije que no haría el tratamiento. El no preguntó nada.

No lo vi más.

 

 

*Fue integrante de Plataforma Internacional (movimiento que surgió en 1969 criticando al psicoanálisis oficial de la IPA) y Director del Seminario Psicoanalítico de Zurich.

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Articulo publicado en
Abril / 2016