Cuando a Mao Tse Tung le preguntaron qué pensaba de la Revolución Francesa contestó con un exceso de prudencia que todavía era prematuro sacar una conclusión. Es más que justificado responder lo mismo con respecto a las consecuencias de la pandemia de covid en la vida humana. Lo cierto es que la humanidad estuvo en peligro. La muerte circuló con su indiferente guadaña llevándose a alrededor de veinte millones de personas. Más que en la Primera Guerra Mundial y un poco menos que en la segunda. El General Covid mató sin piedad, sin odio, sin maldad y generó un terror colectivo que no se sabe aún qué herencia habrá dejado. Y por cuántas generaciones.
La pandemia y el crecimiento mundial y viral del fascismo han obligado a pensar una clínica del infortunio común. Una fortuna adversa que no reemplaza a lo neurótico, pero lo resignifica
Ya llevamos más de un año de pandemia y de distintos confinamientos alrededor del mundo. En los inicios de las cuarentenas muchos de los tratamientos continuaron a distancia con diversas tecnologías. Aunque había debates previos sobre esta modalidad de abordaje, la mayoría del mundo psi dejó dichos debates y polémicas bajo el manto de “al menos se pudo continuar”. Lo cual es cierto, para muchísimos pacientes y analistas.
La transformación en los dispositivos psi de este tiempo es la más importante desde sus inicios hace más de un siglo. No se puede avanzar sin poner a trabajar qué implican estos cambios. Es necesario rescatar el pensamiento de su adormecimiento entre las amenazas de subsistencia y el alivio de poder seguir trabajando, como sea. Este libro rescata debates previos y actuales sobre qué implica esta transformación que modifica y modificará nuestros abordajes clínicos.
La neurosis obsesiva es una religión particular, y la religión una neurosis obsesiva universal, distinguió Freud (demostrando otra vez que toda psicología individual es también social).
Ambas se basan en ceremoniales. En la religión, en cada religión se les adjudica un sentido. En cambio, al neurótico obsesivo esos ceremoniales se le presentan sin sentido, aunque es incapaz de abandonarlos, pues cualquier desvío respecto del ceremonial se castiga con una insoportable angustia que enseguida fuerza a reparar lo omitido. Freud agrega que puede describirse el ejercicio de un ceremonial obsesivo como si obedeciera a una serie de leyes no escritas.
Se escucha a epidemiólogos e infectólogos como si fueran sacerdotes que nos permiten y proponen a todos una serie de rituales que hay que cumplir a rajatabla. Para los no obsesivos se les vuelve una tarea pesada, opresiva e inevitable
El libro que hoy presentamos fue escrito por dos teclados, uno el de computadora de Alejandro, el otro el de su piano. Un concierto entonces para dos teclados. La invitación a presentarlo me compromete musicalmente. Me obliga a tocar mi propio teclado. A interpretar, en sentido musical, lo que leí. Como soy un negado para la improvisación me traje mi partitura. Para no guitarrear.
En Cien años de soledad de Gabriel García Márquez se puede leer la siguiente frase: “el tiempo ya no viene como antes”. Se la puede entender de distintos modos. Uno es el remanido “todo tiempo pasado fue mejor”. Otro modo de leerse es que todo tiempo pasado fue distinto. El tiempo victoriano de Freud en Viena con el ritmo de carretas, trenes, valses, no es el nuestro. Freud nació apenas 67 años después de la Revolución Francesa. La vida era más corta, la vejez llegaba antes, la madurez también. Recordemos que Freud no recomendaba tratamientos a gente de más de cincuenta años. Los consideraba ya muy mayores. El tiempo subjetivo en la época de Freud era más lento y menos simultáneo. Un ejemplo es la comunicación por carta. Un género hoy en desuso que se nutría de la demora y de la ausencia. Cuando uno escribía, el que leía no estaba. Cuando uno leía, el que escribió ya no estaba. Escritura y lectura se dan en dos momentos separados de tiempo. Cada una se ejerce sin interrupción. Sin las dos rayitas azules del chat, que apuradas le avisan al que escribe que el que lee está leyendo, mientras el que escribe no terminó de escribir. El tiempo simultáneo del chat mató el tiempo sucesivo de la carta. Se inventó una nueva temporalidad. O mejor: nuevas temporalidades. Como dice el Premio Nobel de Química Ilya Prigogine: “cinco minutos de rotación terrestre no equivalen a cinco minutos de Beethoven”.
La clínica de lo traumático se diferencia de la clínica de lo neurótico tanto como el policial inglés se diferencia de la novela negra norteamericana. Siguiendo con la comparación usual entre analista y detective, el detective del policial inglés es una persona sedentaria que con su inteligencia resuelve enigmas sin que se le apague la pipa. En cambio, los detectives de Dashiell Hammet o Raymond Chandler son seres que se meten en el barro de la experiencia, se sumergen en lo que investigan, ponen el cuerpo, lo exponen y pueden llegar a salir magullados de lo que vivieron.
La noción de “auto” tiene su tradición en psicoanálisis. Así existen los conceptos de autoanálisis, autoerotismo, auto-agresiones. ¿Pero no hay algo de esta denominación que chirría un poco dentro de la teoría del aparato psíquico?
El Williams de Thompson y Williams, el Chavez de Gath y Chavez, Sancho Panza, Watson el elemental, hay una larga lista de personajes secundarios. De segundos que hacen brillar a un primero. De laderos; los que están al lado, pero también los dejados de lado. Un mal lado.
Escuela Argentina de Psicoterapia para Gradados: Marilú Pelento | Nora Rabinovich
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LA VIDA DE UN VIAJANTE
Eduardo Muller
Psicoanalista y Crítico de libros
Cuando un libro tiene una introducción más larga que sus capítulos, algo ahí hay que leer. Es parte de la extensión del psicoanálisis leer los modos de extensión de los distintos productos psicoanalíticos.
Una introducción que se extiende, algo da a leer más allá de lo que esa introducción diga.
Una Proyección
En 1952, dos jóvenes argentinos llamados Ernesto Guevara y Alberto Granado emprenden un viaje por carretera en una desvencijada motocicleta por América Latina, en busca de aventuras. Después de múltiples peripecias, terminan en un leprosario en la selva amazónica, anunciando en sus diferentes miradas, lo que sin saber ya empezaban a ser. Lo que va ocurriendo frente a la mirada del espectador, es la manera en que ese viaje hacia lugares extraños, se duplica en un viaje hacia sí mismo. El joven Ernesto, que todavía no es el Che, va conociendo simultáneamente, el corazón real de América Latina al mismo tiempo que su propio corazón. Lo que ve de la vida de los otros, rebota creativamente en lo que comienza a ver de él. Y el mismo viaje cambia de sentido. Pasa de la contemplación al compromiso. Y a pensar en alguna medicina que pueda suturar las venas abiertas de América Latina.
Paciente nuevo. Suena el timbre. Todavía no abrimos la puerta; en esa brevísima demora la ansiedad ante lo (ante el) desconocido se conjuga con la curiosidad ante lo (ante el) que se está por conocer. La breve información que nos dio el derivador, la particular voz del que consulta registrada por el contestador, las palabras y los tonos con los que nos pide la entrevista: todo eso entreverado será contrastado con alguien que al presentarse ante nosotros será siempre distinto a lo que imaginamos. Al abrirse la puerta se pasa del entrevero a la entrevista.
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra