Un siglo después –tolerado ya por la comunidad científica, arrinconado durante períodos autoritarios, asimilado por la psiquiatría universitaria, relegado cíclicamente por recursos “verdaderamente” eficaces, ramificado de divergencias–, la pregunta ¿qué es el psicoanálisis? sigue en pie, pendiente de respuesta aun para los mismos psicoanalistas enfrascados en más urgentes discusiones proselitistas.
“Anoche soñé con una esfera gélida. Yo estaba dentro, encerrada en esa cápsula de hielo. Mi mejilla apoyada en el hielo. Entonces, aparecía un rayo de luz. Un haz tibio y fulgurante. Yo quería alcanzarlo y no podía. Me esforzaba por atraparlo, me desesperaba intentándolo, y no lo lograba.”
En el magnífico anfiteatro de la Sorbona y durante cuatro intensos días se reunieron los “Estados Generales del Psicoanálisis” . Una convocatoria a discutir el provenir del psicoanálisis. Los analistas fueron citados mas allá de sus pertenencias institucionales o mas allá de que no pertenecieran a ninguna institución. ¿ La institución psicoanalítica hace obstáculo a pensar el futuro del psicoanálisis?
No nos esforzamos en nada, ni queremos, apetecemoso deseamos cosa alguna porque la juzguemos buena; sino que, por el contrario, juzgamos que una cosa esbuena porque nos esforzamos hacia ella, la queremos, apetecemos y deseamos.
Una viñeta para empezar a pensar
Juan tiene 36 años y es un desocupado más en la Argentina de estos días. Desde los 20 años fue realizando distintos trabajos en empresas medianas y grandes, en trabajos administrativos, en lo que denominaría una segunda línea de gerenciamiento. Puestos de jefatura o coordinación, con una jerarquía media que le permitía vivir en un nivel de clase media “restringida”. No ha finalizado estudios universitarios, cada tanto los retoma y avanza. Está casado, tiene dos hijos, su mujer trabaja en puestos más o menos similares a los que él tenía, pero con una mayor estabilidad.
Si el psicoanálisis mantiene su vigencia en la sociedad actual, es por haber logrado establecer un sitio, un baluarte donde las ansiedades propias de la condición humana pueden expresarse, allí rige la más absoluta libertad de palabra.
La soledad, el desamor, el miedo a la muerte, la incompletud, encuentran en el diálogo psicoanalítico un espacio para decirse y elaborarse.
Es una idea compartida entre las diversas corrientes psicoanalíticas que la interpretación es su instrumento específico. Desde que Freud definió que los sueños, los síntomas, los actos fallidos o los chistes encierran sentidos, hallarlos se convirtió en meta. La propuesta introduce un corte radical: no se trata de hallar la causa sino el sentido. Si ante el despliegue iracundo de un paciente un analista señalara la posible relación de esa rabia con conflictos con la madre, se referiría a la causa.
*(Al pie): Este artículo es la versión ampliada y corregida de la intervención en la mesa redonda que, con la coordinación de Mirta Segoviano, se realizó en la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Fue publicado en Topía revista N° 28/ mayo de 2000.
Posiblemente lo más inquietante del sentimiento de pasaje de este siglo al próximo consiste en saber que quienes fuimos parte del siglo XX, y nos consideramos los más avanzados de este milenio, seremos, inevitablemente, la antigüedad del próximo. Por eso mi mayor aspiración consiste en que este pasaje se produzca, mínimamente, en condiciones de honestidad tal que permitan llevar aquello que consideramos más fecundo para los tiempos futuros.
“Me doy cuenta que siempre supe lo que acabo de saber”, es una expresión que en psicoanálisis alude a cómo un acontecido saber ha quebrado el suceder de la desmemoria. En el orden individual esto supone el atravesamiento de algún núcleo patógeno promotor de resistencia. Algo equivalente puede darse en una comunidad cuando ceden las condiciones intimidatorias frente a las cuales un individuo, o muchos, pretenden refugiarse en la renegación (negar y negar que se niega).
“El futuro está en nuestro pasado”. Traducción aproximada del viejo póster familiar impuesto en una de las paredes de la habitación de mi infancia. La imagen era extraña: una vieja vasija de barro, algo dañada. En su interior veía a través de rajaduras y partes faltantes, un recipiente de vidrio con un líquido azulado intenso y moderno tan atrayente como misterioso, se fue quedando en el mismo lugar, rodeándose luego de novedades adolescentes efímeras. Vivió el mismo tiempo que yo en ese lugar. Nunca supe el por qué de su permanencia y menos su destino. Hasta hoy.
Encasillados en el sistema decimal, la inminencia del próximo milenio nos urge a imaginar cómo entraremos en él, qué puede ser lo que se viene. En estas circunstancias, Topía me ha solicitado alguna reflexión acerca del mal con el que habremos de ingresar al año que cambia los cuatro dígitos. Intentaré examinar algunas invariantes que desde siglos nos inquietan, para intentar una apuesta prospectiva.
1. Es necesario, en el origen de la vida, que se produzca sobre el psiquismo la violenta imposición de un mundo (social) de sentido, para que este abandone su estado originario, que es cerrado sobre sí mismo, y así incorpore y se incorpore a la cultura. Piera Aulagnier denomina violencia primaria a ese acto, del cual se hacen cargo las figuras parentales, y que ubica al sujeto en lo que conocemos como malestar en la cultura.
Casi en la misma época en que Freud suscribe “Por momentos me encuentro en la interesante posición de no saber si lo que voy a decir, debe ser considerado como algo familiar y evidente”, llega a su consulta en la ciudad de Viena una mujer que padece de alucinaciones visuales, ya que advierte que en ciertos espacios exteriores pueden aparecer frases o signos que la comprometen oscuramente en su sentido.
Este texto fue publicado en Topía revista N° 26/ agosto de 1999. El mismo es una reelaboración de un trabajo presentado en el Colleque du Collège de Psychanaystes de France, “Violences et Subjetivation” en Octubre de 1992.
A los argentinos “civilización y barbarie” nos evoca el “Facundo”, ese decisivo libro de Domingo Faustino Sarmiento, que tanto nos influyó en nuestra adolescencia y juventud. Más aun a los de mi generación que vivimos, con escasos interregnos de racionalidad, inmersos en regímenes políticos e institucionales cambiantes, la mayoría autoritarios, arbitrarios y algunos hasta sanguinarios.
La historia del psicoanálisis está tan llena de controversias, que para un extraño a la misma parecerá que nada puede ser sostenido como algo que ha sido firmemente establecido. Mi propia creencia, sin embargo, es que esas disputas son un signo de vitalidad. Lo que ha sostenido mi interés en este tema durante las últimas cuatro décadas ha sido precisamente el significado de las contiendas entre puntos de vista rivales.
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra