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La Federación Argentina de Psiquiatras

 
Memorias para el futuro 6

Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental Número 18, diciembre 1999

En 1999 se ha formado la Asociación de Residentes de Salud Mental. Es un valioso hecho que va contra la corriente. No parece un momento favorable para la agrupación y la solidaridad. La ideología individualista del ‘sálvese quien pueda’ ha calado hondo en el mundo, y aun más en la sociedad argentina. Las posibilidades de agrupación y agremiación en nuestro medio nunca quedaron por fuera del momento y el contexto social que las produce. La historia de una de las gremiales más importantes de la salud mental pueden aportar para sacar herramientas del rico baúl de la memoria.

El 8 de octubre de 1959 en la ciudad de San Luis, en el marco de las III Conferencia de Asistencia Psiquiátrica, se creó la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP). La iniciativa provino de la Asociación de Psiquiatría de América Latina. Esto se incluía en los cambios a nivel mundial que proponían el pasaje de la psiquiatría manicomial a la llamada ‘salud mental’, promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La FAP fue la sucesora natural de otra agrupación de psiquiatras: La Comisión Argentina Asesora de Salud Mental, creada unos años antes. Desde su creación se propuso como un organismo científico, profesional y gremial. La FAP se intentó organizar federativamente, dividiendo el país en siete regiones: Noroeste, Nordeste, Centro, Litoral, Sur, Cuyo y Capital Federal. Cada regional nombraba sus autoridades, que a su vez estaban representadas en las asambleas generales por los delegados.

En ese momento el país estaba gobernado por el gobierno desarrollista de Arturo Frondizi.

Durante la mayor parte de la década del 60 la FAP fue un organismo formal que sólo organizaba Congresos de Psiquiatría. Gregorio Bermann, en 1964, decía: "Con una buena dirección, la FAP puede llegar a ser, no sólo el organismo que unifique a los psiquiatras del país, sino también un poderoso factor de progreso de la especialidad". A fines de 1966 comenzaron los cambios cuando es elegida una nueva Comisión directiva presidida por Guillermo Vidal, mediante una alianza de psiquiatras del interior y de Buenos Aires. La posibilidad de encontrar acuerdos básicos fue clave en el salto cualitativo que daría la FAP a fines de la década. La apuesta fue sumar y atraer a psiquiatras de diferentes tendencias con objetivos comunes. En lo político estaban contra la dictadura de Onganía, y en lo profesional contra de la manicomialización de la psiquiatría. A favor de los nacientes nuevos dispositivos: Servicios de Psicopatología en Hospitales generales, trabajo comunitario, comunidades terapéuticas, Hospitales de día, etc. La posibilidad de unidad contando con enemigos claros potenció sus esfuerzos como organismo gremial, científico y profesional. Vale destacar los esfuerzos para conseguir afiliaciones y participación mediante múltiples y efectivas actividades científicas y gremiales.

En 1967 comenzó la publicación de la Gaceta Psiquiátrica, el boletín oficial de la FAP, que funcionaría como órgano de difusión de los psiquiatras del país.

En 1969 la FAP tomaría protagonismo con las movilizaciones políticas conmovieron al país a partir del ‘Cordobazo’. No solamente por sus frecuentes actividades políticas y científicas, sino también por su federalismo. Las regionales comenzaron efectivamente a funcionar a pleno. Buenos Aires no era el centro del universo.

Los nombres suelen encubrir movimientos grupales y sociales más importantes. Pero en la historia de la FAP no se puede dejar de mencionar a Gervasio Paz, Marie Langer, Sylvia Bermann y Emiliano Galende. Como personajes muestran la calidad de quienes tuvieron cargos directivos en la FAP.

En 1969 en las elecciones nacionales de la FAP triunfan listas de unidad con la consigna de defender “nuestros intereses, que no son otros que los intereses del pueblo”. En la Regional Capital de la FAP es elegido Emilio Rodrigué como presidente. Ese año se organizan exitosos movimientos de apoyo a colegas detenidos debido al Estado de Sitio impuesto por la dictadura de Onganía.

A fines de 1971, luego de la sonada renuncia a la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) de los Grupos Plataforma y Documento, la misma Regional Capital de la FAP junto con la Asociación de Psicólogos, de Psicopedagogos y de Asistentes Sociales crearon la Coordinadora de Trabajadores de la Salud Mental. Los profesionales de “la Salud Mental” eran “Trabajadores”. Dentro de ella, durante la gestión de Fernando Ulloa, se organizó el Centro de Docencia e Investigación (CDI) que estimuló una propuesta de formación a la vez conjunta y específica.

Pero era la década del 70. La política era dueña excluyente de la escena. La unidad alcanzada comenzó a fracturarse especialmente a partir de 1973. Las luchas se intensificaron entre los distintos grupos dentro de las organizaciones de la salud mental. Muchos pensaban que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Peleaban por quien llegaba antes y por qué camino.

En 1975 el ataque sistemático a las organizaciones gremiales por parte de la Triple A primero, y luego por la dictadura del ’76 obligó a un repliegue de la FAP y de la Coordinadora. Hasta la búsqueda de mejoramiento de la calidad de vida de un paciente podía ser acusada de ‘subversiva’. En esos momentos se producen muchos exilios y desapariciones de Trabajadores de Salud Mental. La FAP y la Coordinadora debieran integrar la larga lista de desaparecidos.

Es comprensible que hoy sea difícil asociarse. Ciertos miedos han quedado en el imaginario social de los Trabajadores de Salud Mental. Pero contra la marea de la globoludización (como la llama James Petras) se crean nuevas organizaciones como la Asociación de Residentes. En honor a ella, un refrán anónimo que le debo a uno de mis maestros, Enrique Carpintero: ‘Unicamente los peces muertos nadan con la corriente’.

 
Articulo publicado en
Diciembre / 1999