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Toda subjetividad se desvanecerá en el aire

 

Artículo aparecido en Topía revista N° 27/ noviembre de 1999.

Mientras David Bowman (único tripulante de la nave Discovery), se precipitaba hacia una de las lunas de Saturno, una profunda sensación de vértigo me asaltó, e ignoro si fue percibida por mi padre. La última parte del viaje de Bowman se había realizado en medio de una aceleración tal de la velocidad, que culminaría con la abolición de la temporalidad y el espacio: una vertiginosa "montaña rusa" cósmica, con imágenes en desarticulación, mundos que mutan sus formas-colores-textura, hasta disolverse y fundirse en el blanco de una habitación. Todo se detiene abruptamente, y allí está Bowman hombre maduro, anciano, niño, y finalmente feto unido por su cordón umbilical al cosmos, hijo del universo, pero a su vez devenido demiurgo.

Treinta y dos años más tarde, aquellas escenas de "2001, Odisea del espacio", film de Stanley Kubrick, reflejan de modo insuperable la odisea que la subjetividad ha atravesado a lo largo de este siglo, bajo el signo del capitalismo. Una subjetividad sumida en un vértigo como el que atisbé aquella tarde otoñal en compañía paterna.

La última escena de dicha obra - que no está en el film pero si en el libro de Arthur Clarke - es la del gratuito, indolente e in-significante gesto de ese Dios, que destruirá la Tierra. "Luego esperó, poniendo en orden sus pensamientos y cavilando sobre sus poderes aún no probados. Pues aunque era el amo del mundo, no estaba muy seguro de qué hacer a continuación. Mas ya pensaría en algo".[1]

El capitalismo ha ejercido una fascinación irrefrenada en los últimos 500 años. En uno de sus momentos más álgidos, el de la Revolución Industrial, Goethe reescribe el mito de Fausto en clave capitalista. Según Marshall Berman[2], puede decirse que lo que escribe es la primera tragedia del desarrollo. En ella el Diablo le transmite a Fausto un deseo de desarrollo, que incluye la autodestrucción. Debe coadyuvar a que la humanidad libere sus enormes cantidades de energía reprimidas, las que liberadas permitirán el desarrollo. En este devenir ocurrirán catástrofes, pero éstas quedarán incorporadas como consecuencias inevitables. Un desarrollo ilimitado, en un movimiento mediante el cual lo "viejo" deberá ser constantemente superado por lo "nuevo". Marx, a su vez, crítico de la burguesía, nunca dejó de admirarla en términos del desarrollo propugnado por ésta. Un mundo de hombres que habrían conseguido liberar el desarrollo de toda atadura - ya que la burguesía en realidad es un obstáculo para éste - es lo que advendría en una sociedad comunista. "Una revolución contínua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido osificarse. Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado, y los hombres al fin se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas " [3].

La producción, puesta en primer plano, se revoluciona, al instituirse la idea de que es ilimitada. Esto es sancionado positivamente; todo debe renovarse contínuamente, y los sujetos también están obligados - para subsistir - a renovarse. Un nuevo modo de la temporalidad hace su aparición, junto con la asimilación del desarrollo al progreso. Lo que obstaculice dicho desarrollo, está condenado a desaparecer. Objetos, ciudades, modos de comunicación, tecnologías, etc., serán tomados por estas significaciones, y arrastrados, junto con los individuos, por ellas. Esa velocidad de la Revolución Industrial, no ha dejado de acelerarse. Hoy vivimos uno de sus apogeos, que cada vez se hacen más violentos.

Marx alertaba sobre algo que los propios capitalistas se ocultan y ocultan: todo lo que el capitalismo crea es creado para ser destruído, de lo contrario, el constante movimiento del desarrollo, de acumulación de capital y plus-valor, se detendría. Esta es la "racionalidad" capitalista. Pese a ésto, desde los primeros tiempos de la Revolución de Octubre, el llamado modelo socialista de producción incorporará el modo de producción capitalista, ubicará al desarrollo en el centro, sin interrogarlo, sin interrogarse acerca de la racionalidad de dicho desarrollo, sus fines, su lógica, el tipo de sujeto que produce.

Entonces, el capitalismo logró instituir de modo universal la certeza en el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas y de la producción, en el dominio de la naturaleza y de la técnica, instilando sed de consumo y de posesión de dinero, y haciendo equivaler este conjunto a la felicidad. Logró que se dé por natural dicho estado de cosas. Fundamentalmente, logró instituir a la economía en el centro del imaginario social, y logró plasmar un mito: el del desarrollo[4]. Estas significaciones, incorporadas a la subjetividad, dieron origen a un sujeto reproductor, a su vez, del capitalismo.

                                                             II

En 1937 - dos años antes de su muerte - Freud [5] comparaba los intentos de acelerar el método psicoanalítico para adaptarlo al tempo capitalista (específicamente al de los EEUU), con la actitud de bomberos que de lo único que se ocuparan al producirse un incendio fuera de retirar lo que le dio origen. En esa época Freud se preguntaba acerca de los límites del psicoanálisis, es decir, del carácter de terminable o interminable del mismo, y hablaba de una "roca viva" frente a la cual la labor de éste se detendría inexorablemente. Hoy sabemos que para que la elaboración psíquica tenga lugar hay una exigencia de tiempo que en general es prolongada; y que dicha elaboración es y hace a la trama misma de la psique, a la ligazón entre representaciones, deseos y afectos. De este entramado se deriva el sujeto, que no es el sujeto cartesiano de la consciencia, al tener en el inconsciente a su instancia fundamental.  Y ni siquiera el psicoanálisis puede promover la existencia de un sujeto que - si esto tuviera algún sentido - hubiera "agotado" su inconsciente, apoderándose del mismo. Lo que éste llama castración - es decir, que no todo deseo es posible, o que la satisfacción absoluta del deseo es un sinsentido, y también que no somos infinitos, es decir, que la muerte es el límite a nuestro narcisismo tanto como lo es la existencia de los otros - también lo alcanza. Ya a principios de siglo Freud ponía sobre aviso de la existencia de un punto - el que denominaba ombligo del sueño - por el cual el psiquismo se ligaba a lo desconocido, al deseo inconsciente, más allá de lo cual era imposible avanzar.

En relación a los límites, en la Grecia Antigua existía un término - hybris - para designar una forma de soberbia y de transgresión de los límites propia de la desmesura. Esta se opone a la justicia, en cuanto que la injusticia es una forma de hybris, al ser la transgresión de los límites de las relaciones con los demás hombres. Su consecuencia es la tragedia. Ya en la Odisea, Ulises deberá deambular llegando inclusive hasta el Hades - lugar donde habitaban los muertos, lugar donde ningún humano llega - a causa de no haber hecho el sacrificio a los dioses de modo adecuado, sacrificio que recordaba a cada hombre su carácter de mortal. Antes de su viaje, había intentado no participar de la contienda, engañando a los suyos, hasta que su estratagema es descubierta y debe ir hacia la guerra, en la cual se transformará en un valiente guerrero. Su odisea es producto de no aceptar los límites, de caer en la desmesura, de querer ser inmortal.

Por distintos caminos, en diferentes momentos históricos, en distintas sociedades, la mortalidad es desconocida como inherente al sujeto humano: este desconocimiento empuja a la tragedia, al producir desmesura, hybris; y así aparece la injusticia - como hybris -  en el no respeto a las leyes de la ciudad, que son las que regulan a los seres humanos. Ulises las desconoció tanto en el momento de intentar eludir el destino de su ciudad - la guerra - , como en el de desafiar la mortalidad; y Fausto, por pretender la inmortalidad y por liberar energías - como aprendíz de brujo - sin que importen las consecuencias (el aniquilamiento de todo aquello y aquellos que estorben el progreso, incluída la naturaleza), y envolviendo a la sociedad toda en ese gesto. El capitalismo, de inicio, aparece ligado a la hybris, por promover la tendencia al desarrollo ilimitado, incuestionado, sobre la base de la negación de la mortalidad del ser humano.

                                                            III

Por este camino, llegamos a la proposición de Castoriadis, referida al carácter democrático de la tragedia[6], la cual nos recuerda nuestra mortalidad, la limitación radical a la cual los sujetos y el conjunto estamos sometidos. La democracia - también para este autor - en el sentido radical de la misma, es un régimen que posee a dicha limitación en su núcleo: es un régimen trágico, ya que nunca se sabe cuándo podemos pasar a la hybris; es un llamado a la autolimitación, y un señalamiento de que pueden existir en la ciudad razones opuestas, como en el conflicto expuesto en Antígona. Es decir, que se construye sobre el conflicto, y que es conflicto. Lejos está de cualquier llamado a lo ilimitado, ya que debe construir sus leyes en relación a la conflictiva de los ciudadanos. No admite su reducción a procedimientos (elecciones, sistema legal, producción de instituciones,etc.) que coexisten con una escasa o nula participación de los ciudadanos en el gobierno. Como régimen se diferencia de toda delegación del poder, la cual a lo sumo debe ser transitoria y sometible a revocación, incluyendo mecanismos de democracia directa, y sus instituciones están al servicio de los ciudadanos, y no al revés, como es lo habitual. Por supuesto que esta es solo una dimensión del espacio social instituído: la explícita. Pero en ella es posible la institución de espacios autónomos del poder estatal, democráticos, donde su eje sea el favorecer la autonomía de sus integrantes. Junto a la lucha por la obtención del poder del Estado para (re)establecer límites que instituyan un régimen democrático, no ocupa un lugar inferior la creación de espacios de autonomía.

Si el capitalismo ha debido adoptar mecanismos democráticos, es debido a las luchas de aquellos que intentan limitarlo, durante las cuales dichas conquistas le fueron arrancadas, o fueron instituidas por el poder para impedir su propio cuestionamiento. Pero la que ha permanecido incuestionada es la idea del desarrollo como eje de la sociedad, aún en aquellos países donde el llamado desarrollo no ha llegado, y que eufemísticamente son denominados "en vías de desarrollo". Qué es el desarrollo, para qué, de qué, cómo, a qué precio ... son preguntas ni siquiera formuladas.

"Todo lo sólido se desvanece en el aire": toda subjetividad se desvanece en el aire del capitalismo, en las turbulencias provocadas por su aceleración, que des-socializa a la sociedad, que quita puntos de apoyo al psiquismo para su conformación; y también por la negación que lleva a cabo de la idea de mortalidad, lo que le permite crear la ilusión de lo ilimitado. El triunfo de la significación imaginaria del capitalismo, es decir, de la idea de que hay una finalidad central de la vida humana que es el crecimiento ilimitado de la producción y de las fuerzas productivas, es, sobre todo, consecuencia de la incorporación de ésta por parte de los sujetos en su psiquismo.

Pero esta incorporación no permite hablar de una imposición absoluta. Si el capitalismo es opuesto a la democracia, la significación de ésta no ha sido hecha desaparecer bajo su peso. Hay muchos ejemplos en las última décadas que hablan a las claras de que existen modos de limitar el desarrollo devastador (de la ecología, la sociedad y la psique) del capitalismo, a partir de la actividad de grupos que al producir autonomía se instituyen de modo distinto en la sociedad, produciendo cambios en ésta. Así se aprecia en los movimientos de las mujeres y los jóvenes, en las luchas antirraciales en los EEUU, en el accionar ciudadano contra la guerra de Vietnam, que terminó con ella, etc. Y en estos últimos tiempos, esto es igualmente apreciable en otros movimientos que también se producen por fuera del aparato estatal, como el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, el del zapatismo en México, la tarea de los organismos de Derechos Humanos en Argentina y otros países, etc., tanto como el surgimiento a nivel mundial de la preocupación y acción por la preservación ecologica del planeta - uno de los bastiones en la lucha por frenar al capitalismo - , aunque intenten ser incorporados por el capitalismo a los manuales del pensamiento "políticamente correcto" que secreta como antivirus. Cada procedimiento democrático, cada conquista de autonomía, cada recuperación del privatizado espacio público, enseña que el sujeto no ha desaparecido, que aún en condiciones tan adversas puede encontrar posibilidades de instituirse en un sentido diferenciado del dictado por la significación dominante en la sociedad actual.

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Mientras la enorme pantalla del cine era cubierta por uno de aquellos también enormes telones y sonaban los acordes de Así habló Zaratustra, giré y vi a toda esa gente, con la sensación de que la nave ahora debía ser abandonada, arrojados a la incertidumbre y a las posibilidades de nuestras propias fuerzas y deseos.

[1] Clarke, Arthur C.: 2001 una odisea espacial. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, 1977.

[2][2] Berman, Marshall: Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 1997. El título de este trabajo está inspirado en el de este autor, quien a su vez lo toma de una frase - citada más adelante - del Manifiesto Comunista.

[3] Engels, Fredrich; Marx, Karl. Manifiesto Comunista. Versión de Marshall Berman, ob.cit., pág. 338.

[4] Ver Castoriadis, Cornelius: en El mito del desarrollo, sus artículos ¿Existe un modelo socialista de desarrollo?, y Reflexiones sobre el "desarrollo" y la "racionalidad" . Editorial Kairos, Barcelona, 1980.

[5] Freud, Sigmund: Análisis terminable e interminable. O.C., Ed. Biblioteca Nueva. Madrid, 1973

[6] Castoriadis, Cornelius: El avance la la insignificancia. Especialmente los artículos Imaginario político griego y moderno y La democracia como procedimiento y como régimen.  EUDEBA, Buenos Aires, 1997

 
Articulo publicado en
Noviembre / 1999