Los efectos psicológicos, digamos el manejo libidinal adecuado o inadecuado del dinero, se reducen aquí a una indagación dentro de la era capitalista. Evidentemente, la historia humana no se inicia con la era capitalista, ni con el dinero. Desde luego, en la era pre-capitalista había intercambio de bienes, aunque generalmente se trataba de intercambiar prestaciones de servicios. Nada escapa al hecho antropológico basal de dar y recibir como instaurador del vínculo primario con la madre. Incluso, ese hecho llevó a Freud a especular sobre lo excrementicio, lo anal inscrito tempranamente en el lactante dentro de la dinámica de que el lactante entrega hacia afuera algo de su posesión. Desde luego, el manejo del dinero se inscribe paralela e intrínsecamente con el asunto de la propiedad privada y, como ya señalé arriba, con el dar y recibir en general. Freud investiga leyes y formas de desarrollo de la energía libidinal. No en balde habla expresamente en su Metapsicología del punto de vista económico. Investiga la economía libidinal dentro de los modelos físicos que da del aparato psíquico aportada por las excitaciones que surgen de las necesidades básicas.
Comenzaré este trabajo relatando mi relación con el dinero y el psicoanálisis. Ésta empieza en 1964 con mi ingreso a la carrera de Psicología en la vieja Facultad de Filosofía y Letras en la calle Viamonte de la ciudad de Buenos Aires.
En aquellos momentos los profesores de las materias psicoanalíticas eran miembros de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Desde un comienzo se nos enseñaba que una parte importante de la formación de los psicoanalistas era el propio análisis. Cuestión que comprobé posteriormente en mi vida profesional. Además, que para que aquél fuera valorizado “debía ser caro”. El número de sesiones era de tres o cuatro semanales. Esto era aceptado como una verdad absoluta y todo lo que no encuadrara en este formato era calificado: “Eso no es psicoanálisis”.
Nos preguntábamos cómo los psicoanalistas, en nombre de la neutralidad y la abstinencia, podían mantener al dispositivo analítico al margen de los acontecimientos socio-políticos y afirmar que eso era el oro, la pureza del verdadero psicoanálisis
La música llena cada espacio de nuestra vida urbana. Quienes la crean son los músicos. Pocas veces se los ve como lo que efectivamente son: trabajadores que producen músicas en sus distintos escenarios; componiéndola, tocando en vivo, grabándola, enseñándola y en demás acciones en el camino de la hechura de esa experiencia que llamamos música.
Los debates frente a las “descargas ilegales” y piratería posibilitadas por la conexión a internet, encubren lo que efectivamente sucede con las grabaciones “legales”
Quien pasee por la ciudad de Ámsterdam será atraído por sus originales casas inclinadas, si se detiene a observar detenidamente verá que las ventanas de las mismas no tienen cortinas, nada impide ver el interior de las mismas. La razón de esa visibilidad absoluta está en cómo el protestantismo entendía los riesgos de la intimidad, era preciso no ocultar nada. Su lógica exigía estar siempre a la luz, lo contrario era quedar a merced del pecado. Lo oculto es peligroso, dado que por allí se instaura el demonio. Por eso, austeridad y visibilidad es una parte imprescindible de ese proyecto, no sólo se trata de vivir acorde a esos mandatos religiosos, es necesario estar permanentemente bajo la mirada y el control de los otros. Las ventanas sin cortinas, de los deslumbrantes y antiguos edificios de la ciudad de Ámsterdam, demuestran que la visibilidad y el control social vienen de lejos. Dan a entender que en el interior de esos hogares no anida ningún pecado y ningún secreto. Invitan a mirar para constatar que adentro todo es transparente.
Los mecanismos de vigilancia que quienes detentan el poder implementan, nunca abandonan el sueño del control absoluto y cotidiano de cada persona
Es destreza de la psiquiatría haber desarrollado, con rigor a veces, con fantástica inventiva otras, una capacidad descriptiva que agrupando rasgos, modos de ser, impulsiones, restricciones, tics conductuales... concibió variopintas entidades nosológicas. Y dado que se responsabilizaba al suceder somático de lo que resultara ajeno a la conciencia, la intervención clínica quedó circunscripta al lema de las casi 2000 páginas del Vademecum Clínico de Fattorusso-Ritter: del síntoma a la receta.
Una creencia generalizada y sin fundamento alguno que pueda sustentarla de manera sensata, ha hecho mantener la suposición romántica que en el amor, ese amor que se tiene hacia los otros y, en especial, hacia la pareja con la que se está seguro que se comparte, repito que en ese amor no aparecería cosa alguna de contenido egoísta. Vale decir, ingenuamente se cree que todo lo que sucede en las relaciones amorosas es de un altruismo puro, tan puro como el amor que se profesa hacia el otro.
Sin embargo, todo esto es de una falsedad absoluta, como intentaré comprobar de aquí en adelante con ejemplos que el lector bien puede reconocer en su experiencia, de haber existido en su vida y, a la par que las hallará en las de aquellos con quienes ha compartido experiencias amorosas plenas, no solamente las de las experiencias circunstanciales o pasajeras, como son las de los hoteles transitorios, eso poco importa.
Ingenuamente se cree que todo lo que sucede en las relaciones amorosas es de un altruismo puro
Este es un artículo poco frecuente e importante, remite a la historia de la Izquierda Freudiana. Por ello, podemos tomar como un punto de partida teórico a Wilhelm Reich, quien en Psicología de masas del fascismo (1933) afirmaba que “la psicología reaccionaria se dedica a descubrir motivaciones irracionales para explicar el robo o la huelga, [pero] para la psicología social el problema se presenta de modo inverso: no se ocupa de las motivaciones que impulsan al hombre hambriento o explotado al robo o a la huelga, sino que intenta explicar por qué la mayoría de los hambrientos no roba y por qué la mayoría de los explotados no va a la huelga.” A partir de entonces, hubo experiencias de intervenciones de Trabajadores de Salud Mental en diferentes luchas obreras. Algunos lectores recordarán la intervención que los miembros de nuestra revista realizamos en la fábrica recuperada Grissinopoli en 2001. Algunas de estas experiencias se encuentran reflejadas en el libro Produciendo Realidad. Las empresas comunitarias, compiladores Enrique Carpintero y Mario Hernández, Ed. Topía, 2002.
En este artículo, su autor muestra sus intervenciones y a la vez intenta conceptualizar la experiencia misma de lo que implica subjetivamente la toma de una empresa para los trabajadores.
El psicoanalista Jorge Alemán, quien fuera agregado cultural en España bajo el gobierno kirchnerista, publico un artículo en Página/12 refiriéndose al Frente de Izquierda y los trabajadores como quienes “deberían revisar su marxismo esencialista y testimonial para ingresar al arduo problema de cómo se construye una mayoría popular capaz de gobernar en un sentido contrahegemónico al poder neoliberal.”[1]Se basa, para esa afirmación, en
El nombre de la mujer que me inspira estas páginas revela a una de las más notables féminas del siglo XIX y las primeras dos décadas del XX. Ella fue un personaje de formación teórica en el pensamiento marxista y aquella formación la condujo a la práctica revolucionaria. Pero esto no fue óbice para que tuviera una participación tangencial en favor de los movimientos feministas y sufragistas de su época.
La profundidad de sus ideales revolucionarios llegó a extenderse más allá de su entonces. Cabe recordar que en más de una oportunidad los jóvenes rebeldes de las décadas de los ’60 y 70 del siglo pasado la levantaron como un estandarte de la lucha antiimperialista.
Conozco un poco a Jorge Alemán, y le tengo genuino aprecio personal. Además, hace ya varios años, cuando él era agregado cultural de la embajada argentina en España, tuvo la gran gentileza de invitarme, junto a otros intelectuales (Horacio González, Germán García y los recordados Nicolás Casullo y Josefina Ludmer), a una discusión con filósofos españoles en Madrid. Fue una experiencia bien interesante, por la cual le estaré siempre agradecido.
Me resulta importante empezar por aclarar lo anterior, porque me propongo debatir con cierta firmeza con su artículo publicado hace no mucho en Página 12 (“El momento político del ¿Qué hacer?”, 12/01/17). Estoy seguro de que comprenderá que se trata de una discusión política, siempre bienvenida y necesaria entre quienes grosso modo estamos del mismo lado, y mucho más necesaria en estos momentos catastróficos que vive nuestro país y el mundo en general.
Reflexionar, sobre los signos de la época y las problemáticas del consumo, nos exige sin dudas, admitir que la constitución del Sujeto, descansa en el a priori histórico que lo condiciona. La época imprime sus marcas en el devenir de una cultura, una sociedad y por lo tanto en la constitución subjetiva del individuo.
No son tiempos fáciles, el mundo capitalista junto a la revolución tecnológica de los últimos años han producido un cambio estructural. Vivimos casi a merced de nuestros nuevos amo: la ciencia y la tecnología. El mundo cibernético-virtual está entre nosotros. Bienvenidos al mercado.
Las patologías del consumo no han quedado exentas de estas transformaciones, hoy visualizmos las marcas de la época en el campo de las adicciones y esto genera una revisión profunda de nuestra práctica y de nuestro encuentro con el Otro. En la clínica diaria es inevitable considerar a fondo las contingencias histórico-culturales.
Fue en el transcurso de una sesión de análisis. Llevado por sus ocurrencias, el paciente había entrado en el difícil tema de la trasgresión y puso como ejemplo paradigmático el atrevimiento de Adán al probar el fruto prohibido. Advertido del modo en que la culpa enredaba su intimidad, intervine para distinguir lo que llamé seudo trasgresión, que aparenta vencer una prohibición pero termina consolidando la posición anterior. En el caso de Adán, el Bien como paraíso perdido y el Mal como pecado y culpa. Fue allí que recordó haber leído un libro escrito por Elie Wiesel, en el que se ocupa de Adán de un modo que ahora le resultaba afín a mi interpretación. “Quién diría –dijo-, resultar hermanado con el primer hombre”. La frase tuvo otras resonancias, que abrieron líneas asociativas, y quedó flotando la referencia al autor mencionado. Cuando a la sesión siguiente me trajo en préstamo su ejemplar de “Mensajeros de Dios”, de Wiesel, yo había hecho mi propia investigación: publicado en 1989 por el Seminario Rabínico Latinoamericano, no se encuentra en librerías, pero en la AMIA conseguí un ejemplar. El primer capítulo es “Adán o el misterio del principio”.
El arquitecto Paul Virilio formulaba hace un tiempo la idea de “ciudad pánico”. El terror nos recorre y ha sido ya naturalizado. Esto implica que la civilización actual (con todas sus diferencias en el planeta) no funciona de sostén -espacio-soporte-, sino que promueve la amenaza cotidiana. La desestructuración subjetiva toma la forma de pánico. Las salidas pueden ser varias, bien la paranoia, bien la ilusión de un consumismo que brinde una ilusoria seguridad que dura mucho menos que las cuotas.
La ciudad, debido a la gran concentración de sus habitantes, muestra espacialmente lo que se inscribe en la subjetividad de quienes la habitan. En la ciudad actual prevalece lo privado sobre lo público y el individualismo utilitario sobre el trato solidario.
Muchas noticias que aparecen en los medios de comunicación muestran el malestar que atraviesa la actualidad de nuestra cultura. Algunas son ejemplos paradigmáticos de una subjetividad construida en el individualismo de una sociedad que ha generado nuevos tabúes. Entre ellos la vejez y la muerte.
Pedro Grosz es un psicoanalista argentino que vive en Zürich desde hace muchos años. Integró Plataforma Internacional en Suiza. Desde hace tiempo contribuye con sus textos sobre clínica psicoanalítica en nuestra revista.
En este caso le solicitamos este artículo sobre la cuestión del pánico desde la particular perspectiva de uno de los países más “seguros” del mundo.
Decido enviar un mensaje. Abro mi computadora y con solo poner la primera letra del destinatario se me aparece el nombre y la dirección completa. ¿Cómo lo supo? ¿Quién está allí espiándome? ¿Cómo sabe mi computadora antes de que yo lo escriba a quién quiero dirigirme? Peor aún: solo puse una letra y aflora la dirección y el nombre de otros a quienes debía escribirle y lo había olvidado. ¡Gracias por recordármelo! Pero ¿A quién debo agradecer? ¿Quién sabe antes de que yo lo escriba a quién iba a dirigirme, y quién sabe lo que yo he olvidado y debería recordar?
Es necesaria la palabra ya que es el eje de nuestros compromisos afectivos, políticos y sociales.
El pensamiento reflexivo y crítico que sustenta la palabra, ha sufrido cambios desde que la Cultura Clásica fue reemplazada por la Cultura del Simulacro. En la misma existe una tergiversación engañosa de la realidad, de las ideas, del comportamiento perdiéndose el objetivo de arribar a una verdad posible.
¿El neoliberalismo ha vuelto? El capitalismo nunca se fue y atraviesa nuestros cuerpos. El problema es hasta donde avanzó. “Es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo” ironiza Fredric Jameson. La profundización de la hegemonía del capitalismo actual cala de distintos modos en la subjetividad de hoy. Ocupa todo nuestro horizonte y parece haberse convertido tanto en una usina de injusticias como en el único mundo posible.
Algunos prefieren llamar este momento “neoliberalismo”, para confrontarlo con otras formas posibles dentro del capitalismo. Hace un tiempo fueron opciones de “capitalismo con rostro humano”, la “tercera vía”. Más cerca, el llamado “progresismo” o “populismo”, que está mostrando su fracaso en distintos lugares del planeta. Por supuesto, desde ese lugar, la culpa la tiene el neoliberalismo y no las propias limitaciones de dichos proyectos.
La implantación del neoliberalismo a nivel mundial en los últimos cuarenta años ha venido acompañado con la expansión de un mito fundador, creado por sus principales ideólogos. Ese mito fundador sostiene que el neoliberalismo se ha impuesto por la superioridad intrínseca del mercado y que, por libre competencia, han sido liquidadas aquellas formas de organización social que trataban de impedir el funcionamiento armónico y automático de los mercados, así como reducida la injerencia de los estados en la actividad económica de los capitalistas y sus empresas. En este mito se resalta que la imposición del neoliberalismo, como una nueva fase en la historia del capitalismo, ha sido pacífico y sin mayores contratiempos.
Robert Kiyosaki es empresario, inversionista y escritor. Es un mentor de la autoayuda financiera, una propuesta donde en el capitalismo actual, vende la ilusión de que cada cual es dueño de hacerse rico. Es autor de numerosos libros que fueron éxitos de venta. Padre rico, padre pobre (1996) fue el primero. Escribió varios, entre ellos El cuadrante del flujo del dinero (1999). En 2012 publicó Queremos que seas rico en coautoría con el actual candidato a presidente de USA, Donald Trump.
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra