La música llena cada espacio de nuestra vida urbana. Quienes la crean son los músicos. Pocas veces se los ve como lo que efectivamente son: trabajadores que producen músicas en sus distintos escenarios; componiéndola, tocando en vivo, grabándola, enseñándola y en demás acciones en el camino de la hechura de esa experiencia que llamamos música.
Los debates frente a las “descargas ilegales” y piratería posibilitadas por la conexión a internet, encubren lo que efectivamente sucede con las grabaciones “legales”
Al día de hoy algunos mitos insisten:
1- los músicos tienen la suerte de hacer algo muy placentero y, además, ganan mucho dinero por ello.
2- La piratería y las descargas ilegales hacen que los músicos estén empobreciéndose, porque hay quienes (nosotros) nos apropiamos ilegalmente de su trabajo.
Estos mitos, como muchos de este capitalismo tardío, funcionan como encubridores. Son funcionales a mantener velada la situación concreta de la mayoría de los músicos como trabajadores precarizados y lo que sucede en un sector que atraviesa constantes crisis de transformación y crecimiento desde el último siglo: la industria musical. Una de las de mayor crecimiento en el último siglo, que llevó a que estemos llenos de música a cada momento. Hasta es posible que haya música de fondo mientras el lector avanza en estas líneas.
Los músicos que ganan mucho dinero son una minoría ínfima de la población de los trabajadores musicales. Tal como en el resto de la sociedad. Aunque hay una creencia de que hay muchos músicos que ganan mucho dinero, generalizando lo que sucede con algunas “estrellas”, como sucede con los jugadores de fútbol. La inmensa mayoría tiene que subsistir vendiendo su fuerza de trabajo en algunas de sus facetas como músicos: desde la docencia (con las reglas de cualquier docente), tocando en diversos lugares asiduamente (eventos, fiestas, recitales, etc.), haciendo grabaciones, arreglos musicales, etc. Y, como todo trabajo en el capitalismo tardío, no es fácil en ningún lugar del mundo. Menos si lo que se produce se reduce a un “arte inmaterial”, despojando a la música de su cuerpo presente.1
En un mercado en permanente expansión como la música, no existe siquiera teoría del derrame, ya que los músicos tienen cada vez menos ingresos por las grabaciones
Un ejemplo de esto es cómo las propias organizaciones de músicos intentan defender sus derechos como trabajadores. En noviembre de 2016, casi como “festejo” del día de la música, una serie de organizaciones de músicos argentinos convocaron a un Taller Internacional para músicos con un título que es gráfico: “Cómo vivir de la música”. Allí se intentó dar a los músicos las herramientas para el reconocimiento de sus derechos y cómo defenderlos en cada una de sus actividades. Es que desde hace mucho tiempo, las organizaciones de gestión colectiva de los músicos son la base para poder gestionar y defender sus propios derechos como autores o intérpretes frente a los avances de las diferentes formas de ganancias involucradas en la industria musical. Desde defender derechos de autor frente a quienes imprimían partituras hace 300 años a cuánto se obtiene por cada reproducción digital hoy. Desde que en 1877 comenzó la era de la grabación y reproducción musical, mucho ha cambiado. Desde los primeros discos, las reproducciones de radio a los CD y las escuchas online de hoy ha pasado mucha agua bajo el puente.
Muchos afirman que la música es “sanadora”, pero trabajar de músico “enferma”
Los debates frente a las “descargas ilegales” y piratería posibilitadas por la conexión a internet, encubren lo que efectivamente sucede con las grabaciones “legales”. ¿Cuánto ganan con la venta de un CD? Un dólar por disco vendido, si era producido por una discográfica. El valor es mucho más si la producción es por parte de los propios músicos.2 Adrián Iaies, un músico de jazz argentino, reconoce cómo el aumento de la tasa de ganancia de los mercados va aniquilando el sentido de la producción de discos para los músicos: “A mí me gustan los discos, los considero valiosos. Me eduqué con ellos… Lo que hay que encontrar es una manera de lograr una idea en la que creo y es que un disco tiene que poder financiar al disco siguiente. O, al menos, no dejarlo a uno en bancarrota. Lo que sucede es que el sistema está totalmente corrompido. Yo entro un día a Yenny y veo una caja triple de mis discos a 300 pesos. Yo recibo 10 por cada una. Pregunto en el sello cómo puede ser y ellos me explican que la caja se vende a la disquería a 70 y que, si se descuentan los gastos, 10 es una regalía absolutamente razonable. Lo que ellos no pueden explicar es por qué la cadena de disquerías pretende obtener más de un 300 por ciento de ganancia sobre ese objeto. Ahí uno pierde las ganas y empieza a pensar que es más lógico hacerlo digital y listo. Pero yo no quiero dejar de hacer discos.”3
La situación de las descargas digitales de la música estuvo envuelta con las discusiones sobre la piratería ilegal. Hace poco tiempo dejaron de tener las primeras planas, cuando algunas empresas encontraron una nueva vuelta de tuerca al negocio. Las reproducciones legales “gratuitas” con publicidad (la mayoría) y los servicios “Premium”, sin publicidad, pagando US$ 10 al mes. El caso más conocido es el de YouTube, que brinda música y videos con publicidad. Lo que pagan de derechos de autor y de reproducción bajó de 0,002 a 0,001 US$ por cada reproducción entre 2014 y 2015.4 En números, para obtener 1000 dólares tienen que tener un millón de clicks. La situación es un poco más favorable en Spotify. Pero, ¿cuánto? Spotify dice pagar un 70% de sus ingresos a las discográficas, quienes luego pagan también a los músicos. En números, entre 0,006 y 0,0084 por cada click.5 O sea, frente al millón de clicks son entre 6000 y 8400 dólares. Por supuesto, este monto es el que dirigen a las discográficas, que dan su parte a los músicos. Todo esto confiando en los registros fieles… de las propias empresas. Samuel Orson, un músico independiente norteamericano, hizo público que las cifras son aún más bajas de lo que dicen: 0,0004 por click en YouTube y 0,004 en Spotify.6
Alguien que trabaja en la música tiene tres veces más posibilidades de tener ataques de pánico y depresión
Como vemos, tampoco hacerlo digital es la solución. La cuestión central es cómo en un mercado en permanente expansión como la música, no existe siquiera teoría del derrame, ya que los músicos tienen cada vez menos ingresos por las grabaciones. El resto de sus posibles trabajos tampoco tienen mejores condiciones. Las presentaciones en vivo suelen ser muy mal pagas (y vale recordar que muchas discográficas ante la pérdida de ganancia se han transformado en productoras de eventos que hacen que los músicos vivan “de gira” permanente). En la docencia, va de la mano con el resto de los docentes. En síntesis, los músicos corren con la misma lógica de cualquier trabajador de este mundo, donde la mayoría de las veces es trabajo informal en “negro”. Y esto tiene sus consecuencias.
¿Cómo poder medir de alguna manera qué efectos tienen estas cuestiones sobre la propia subjetividad de los músicos? Una investigación reciente hecha sobre músicos de Gran Bretaña muestra datos elocuentes.7 En una encuesta autoadministrada, 2211 trabajadores de la música de distintos ámbitos, 71,1% afirma que tuvo episodios de ansiedad y ataque de pánico; mientras que 68,5% siente haber experimentado episodios depresivos. Según los propios datos de dicho país, implica que alguien que trabaja en la música tiene tres veces más posibilidades de tener ataques de pánico y depresión. Y, además, más de la mitad de los músicos tienen dificultad de encontrar ayuda en el sistema de salud por lo bajo de sus ingresos y los elevados costos. Entre las diferentes citas de esta investigación, se dice cómo les afecta que se les diga “tienen que buscar un trabajo en serio”. Muchos afirman que la música es “sanadora”, pero trabajar de músico “enferma”.
Quedan invisibilizadas las situaciones de los músicos como trabajadores, cuyas condiciones continúan precarizándose, mientras mucho del valor de su producción… queda en manos de otros
Esto es una clara consecuencia de las condiciones del trabajo de los músicos. Christophe Dejours sostiene la centralidad del trabajo en nuestra subjetividad y en la propia salud mental. Las formas del trabajo en las sociedades actuales generan sufrimiento. Los músicos también son parte de esto. En la investigación antes citada, algunas frases son elocuentes: “yo amo a mi trabajo, pero mi trabajo no me ama”, “no es duro ser músico, es duro poder vivir de la música”. Esto muestra el sufrimiento. Pero es necesario recalcar las formas de encubrimiento del sufrimiento de quienes trabajan como músicos.8 Los mitos con los cuales comenzamos estas líneas son una variante: por un lado, los músicos ganan mucho dinero y, si les falta, es por culpa de quienes “pirateamos” su música. De este modo, quedan invisibilizadas las situaciones de los músicos como trabajadores, cuyas condiciones continúan precarizándose, mientras mucho del valor de su producción… queda en manos de otros.
Para ello es necesario denunciar la persistencia de estos mitos encubridores, así como la idea generalizada de que la música es un “arte inmaterial”. Y no, fruto del trabajo humano que posibilita experiencias corporales que nos atraviesan hasta los huesos… que no existiría, en definitiva, sin la actividad de los músicos.
Notas
1. La cuestión de la música “sin sujeto” la hemos desarrollado en varios textos, entre ellos, Vainer, Alejandro, “Siete notas para el amor a la música”, en www.topia.com.ar
2. http://www.informationisbeautiful.net/2010/how-much-do-music-artists-ear...
3. Fischerman, Diego, “Es un disco para no dejar de hacer discos”, en Página/12, Bs. As., 10 de junio de 2015. Nadie podría suponer que Iaies tiene siquiera aroma de izquierda, porque es quien apoya al gobierno de Macri públicamente desde sus inicios en la ciudad.
4. Holmes, David, “La nueva guerra de la industria musical: todos unidos contra YouTube”, en La Nación, 12 de septiembre de 2016.
5.https://www.theguardian.com/technology/2013/dec/03/spotify-analytics-mus...
6. El testimonio de Samuel Orson se encuentra en https://www.reddit.com/r/Music/comments/5h2lmk/i_am_an_independent_music...
7. Gross, Sally Anne y Musgrave, George, “Can music make you sick? Music and depression. A study into the incidence of musicians’ mental health”, University of Westminster, MusicTank, Noviembre 2016, disponible en https://www.helpmusicians.org.uk/assets/publications/files/1st_nov_can_m...
Vale aclarar que quien apoya estas investigaciones es una organización llamada “Help Musicians UK”, una fundación que desde 1921 se ocupa de ayudar a músicos.
8. Dejours, Christophe, La banalización de la injusticia social, Topía, Segunda Edición, Bs. As., 2013.