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El populismo de izquierda en la estructura marxista: una aporía elocuente

 
Sobre la polémica Jorge Alemán, Eduardo Grüner y Horacio González

El psicoanalista Jorge Alemán, quien fuera agregado cultural en España bajo el gobierno kirchnerista, publico un artículo en Página/12 refiriéndose al Frente de Izquierda y los trabajadores como quienes “deberían revisar su marxismo esencialista y testimonial para ingresar al arduo problema de cómo se construye una mayoría popular capaz de gobernar en un sentido contrahegemónico al poder neoliberal.”[1]Se basa, para esa afirmación, en que el FIT no puede diferenciar al kirchnerismo del macrismo al homologarlos como “representantes de los mismos intereses del capital y la burguesía”. La nota pretende ser un llamado aleccionador a la izquierda que aún no comprende las bondades del gobierno nacional y popular durante doce años.

Eduardo Gruner, intelectual reconocido en el ámbito académico y simpatizante del FIT ha publicado una respuesta a este artículo[2] y, finalmente, el sociólogo y ex director de la Biblioteca Nacional en el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner, Horacio González también decidió intervenir sobre esta polémica refrendando, en esencia, los conceptos de Aleman[3].

 

En el caso de Alemán, se trata de quien ha escrito, en varias ocasiones, reiteradas críticas al marxismo en nombre de las renovaciones teóricas que este debería asumir desde el campo del psicoanálisis lacaniano y la filosofía de Heidegger para dejar atrás su presunto “esencialismo” y el “maridaje con la metafísica” que lo acosa hace tiempo. [4]

En el artículo mencionado, el objetivo no es otro que volver a “reinterpretar” el marxismo pero apostando a la posición política histórica superadora que significaría el populismo, razón por la cual, como lo ha hecho en varias ocasiones, refiere a la obra de otro intelectual kirchnerista, el fallecido Ernesto Laclau.

El “método” para este propósito consiste en elogiar “la genialidad” de Marx al descubrir las bases esenciales del modo de producción capitalista reflejadas  en las exposiciones del fetichismo de la mercancía y su secreto pero invalidar que de allí se puedan extraer las conclusiones políticas que el propio Marx dejaba de manifiesto.  Dice Alemán: “La mercancía, tal como el genio de Marx fue capaz de desentrañar no es un objeto material, es una estructura portadora de un jeroglífico social que vehiculiza el modo en que las relaciones sociales de producción se ocultan y desenvuelven. Es lo que clásicamente nombró Marx como “fetichismo de la mercancía”. Pero éste es un hecho de estructura que no permite una derivación política inmediata.” ¿Cual sería esa “derivación política inmediata” que no podemos permitirnos sacar? La necesidad de la revolución política y social que deja atrás al capitalismo ¿quizás? En el caso de Alemán, sin duda la alternativa no es otra que el populismo de izquierda,  “categoría” por la cual el autor está muy preocupado ya que, a partir de la victoria de Trump y el ascenso de las derechas nacionalistas y xenófobas en Europa, en los medios académicos y periodísticos se ha generalizado el término populista en forma masiva tanto para entender experiencias políticas “de izquierda” como de derecha”. Alemán reclama la potestad del populismo sólo para la izquierda, pero dejemos esa cruzada que no es el objetivo central aquí.

Para Aleman, el FIT pretende representar a los explotados sin entender  que “…el neoliberalismo ha logrado superar la “alienación” y ya produce subjetividades a su medida. El Frente de Izquierda elude esta cuestión situándose como representando directamente a los explotados y eludiendo cualquier lectura política de lo que implica la estructura actual del poder neoliberal contemporáneo”.  Tenemos entonces dos interpretaciones “curiosas” sobre Marx: de un “hecho de estructura” no se permite una “derivación política inmediata” y la teoría de la alienación se encuentra superada porque el neoliberalismo “produce subjetividades a medida”. El mensaje es claro: el único marxismo aceptable es el que puede asimilarse al populismo de izquierda, es decir: ya no se trata del marxismo. Veamos.

 

LA MUTILACION DE MARX O EL POPULISMO DE IZQUIERDA:

Es inexplicable no atenerse a derivas políticas “inmediatas” del hecho “de estructura” que Marx desarrolló en el fetichismo de la mercancía. Bajo la producción de mercancías, en el contexto del capitalismo analizado por Marx, los hombres producen en la modalidad de trabajos privados e independientes, esto es sin la dependencia personal que existia en otros modos de producción y lo que las mercancías encubren es el carácter social del trabajo, el trabajo necesariamente invertido en su producción.  El producto del trabajo, bajo la egida del “trabajo abstracto”, tiene la exclusividad de ser producido únicamente con vistas al cambio y su carácter social resalta específicamente en el cambio. El “valor de cambio” que prima ante la conciencia de los hombres, parece “brotar” misteriosamente de las mercancías como si estas contuvieran el “fundamento” para establecer una equivalencia que permite su intercambio con otras. Por eso, Marx afirma:

“Si los objetos útiles adoptan la forma de  mercancías, es pura y simplemente, porque son productos de trabajos privados independientes los unos de los otros. El conjunto de estos trabajos privados forma el trabajo colectivo de la sociedad. Como los productores entran en contacto social al cambiar entre sí los productos de su trabajo, es natural que el carácter específicamente social de sus trabajos privados sólo resalte dentro de este intercambio. También podríamos decir que los trabajos privados sólo funcionan como eslabones del trabajo colectivo de la sociedad por medio de las relaciones que el cambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores. Por eso  ante éstos, las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, no como relaciones directamente sociales de las personas en sus trabajos, sino como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas[5]

El propósito de Marx no es otro que explicar cómo bajo estas relaciones de los seres humanos, cuyos trabajos son “privados e independientes”, aquellos están condenados a subordinarse a una potencia que le es ajena y su conciencia no puede asimilar qué parte del producto social les corresponde realmente, atribuyendo únicamente el carácter social del trabajo a la posibilidad del cambio, léase a las “fuerzas de mercado” en virtud de los “poderes” de sus propios productos. Ello es así porque lo que se encuentra ausente es una regulación del proceso social de la producción donde hombres y mujeres lo dirijan conscientemente de acuerdo a un plan común y bajo la propia socialización de los medios de producción arrancados de la propiedad privada. Difícil no “derivar” de esto conclusiones políticas “inmediatas”. Es, sin embargo, en el propio proceso de producción de mercancías donde encontramos la dilucidación y orientación para el problema planteado.

La asignación de la capacidad total de trabajo de la sociedad bajo sus formas concretas útiles a través de la forma de mercancía tomada por el producto del trabajo social presupone la ausencia de toda relación directa que someta la voluntad de un individuo a la de otro. Pero ahora vemos que el más puro cambio de mercancías que caracteriza de manera específica al modo de producción capitalista-la compraventa de la fuerza de trabajo-engendra por sí una relación directa de sometimiento de la voluntad del obrero a la del capitalista. Se trata de una relación directa que alcanza a la universalidad del vínculo establecido de manera indirecta entre capitalistas y obreros a través de la compraventa de la fuerza de trabajo. Por lo tanto, no se trata de la relación de sometimiento de una persona a otra, sino de una personificación de mercancías a otra. Sin embargo, no se trata de una relación que vincula al capitalista y al obrero de manera general. Sólo rige al interior de cada proceso de trabajo realizado de manera privada e independiente, y mientras dura la jornada de trabajo por la cual se ha vendido la fuerza de trabajo.

Del simple productor directo que rige por sí mismo su trabajo individual de manera privada e independiente al obrero doblemente libre media, pues, una mutilación en el desarrollo de las potencias productivas del trabajo libre individual. Pero media, también, el desarrollo de la capacidad para controlar conscientemente el ejercicio del trabajo libre individual como una potencia colectiva. Se trata de una potencia colectiva que surge de la asociación del trabajador con el no trabajador que lo explota en una relación directa que, a su vez, se encuentra regida de manera general por la relación indirecta establecida mediante la compraventa de la fuerza de trabajo”.[6]

La fuerza de trabajo libre es, entonces, la mercancía cuya compraventa sostiene el conjunto del sistema capitalista. Y ella es capaz de producir un valor que supera al costo necesariamente invertido en su producción cuya expresión en el equivalente de cambio general, el dinero, encuentra su concreción en el plusvalor. Son las relaciones sociales capitalistas las que asumen forma de mercancía y ello sucede fundamentalmente con la fuerza de trabajo humana al existir quienes pueden disponer de ella, a cambio de pagar un salario, pero porque poseen jurídica y materialmente los medios de producción, bajo la propiedad privada, para el empleo de esa misma fuerza de trabajo, resultando así en la explotación de una clase, la burguesía, contra otra, la clase obrera.  Sin ello no hay capitalismo posible.  Continuemos un poco más:

“La reproducción del capital social se realiza necesariamente, entonces, haciendo que la relación indirecta que lo obreros individuales establecen entre sí como vendedores de la misma mercancía, la competencia entre ellos, tome forma concreta en su opuesto. Esto es, esa competencia toma forma concreta en una relación directa de cooperación, la solidaridad obrera mutua, en el proceso de su circulación de su mercancía fuerza de trabajo. La venta de la fuerza de trabajo por su valor trasciende las potencias del obrero individual. Pero también trasciende las del colectivo de obreros recortado por el carácter privado de cada capital individual. Y trasciende aún las de la suma de estos colectivos en cada esfera especial de la producción social. Lo mismo ocurre respecto de la representación de estos capitales por sus capitalistas. Por lo tanto, la compraventa de la fuerza de trabajo por su valor toma necesariamente forma concreta en la determinación de obreros y capitalistas, no ya simplemente como personificaciones antagónicas que se enfrentan de manera indirecta e individual a través de la compraventa de la fuerza de trabajo, sino como clases de personificaciones que se enfrentan entre sí de manera directa. Esto es, dicha compraventa se realiza tomando necesariamente la forma concreta de la lucha de clases”[7]

¿Cómo desarticular el problema del fetichismo de la mercancía, su generalización a la fuerza de trabajo humana como mercancía misma, la personificación del capital en sus clases sociales fundamentales, y, en definitiva de la lucha de clases, de “derivaciones políticas inmediatas”?  Iñigo Carrera afirma, siguiendo a Marx, también que:

“La forma de mercancía que toma la relación social general en el modo de producción capitalista lleva en sí la disolución de todas las relaciones directas de interdependencia personal, sustituyéndolas por relaciones indirectas de interdependencia general respecto de las cosas. Pero, vemos ahora que la realización de la acumulación del capital social engendra por sí misma una relación social directa entre los individuos que se enfrentan desde el mismo polo de la enajenación de sus potencias humanas como potencias del capital, a saber, la clase obrera y la clase capitalista. Y es esa misma organización autónoma general la que sólo puede realizar sus propias potencias tomando forma concreta a través de una relación social general directa que subsume a las que determinan a cada clase, la lucha de clases. No se trata ya de una relación directa circunscripta al interior del carácter privado e independiente con que se realiza cada porción de trabajo social. Se trata de que este carácter engendra necesariamente una relación directa de alcance universal”[8]

Se pueden hacer varias disquisiciones acerca de que la sola producción, en forma endógena no “garantiza” la hegemonía de la clase obrera sino que dicha hegemonía debe construirse, como de hecho lo afirma Alemán en su artículo, pero lo primero que debe ponerse de relieve es la necesaria conexión entre el problema de la mercancía descubierto por Marx y las consecuencias políticas que surjan de ello. Y si el objetivo es suponer que existe “por un lado lo que Marx descubrió” y por el otro “la propuesta del populismo de izquierda” no queda más que admitir una aporía insalvable.

Para romper la enajenación que la conciencia de los hombres sufre ante las mercancías que se les colocan como poderes extraños y un proceso de producción con vistas al cambio cuyo fin es la valorización del capital en todas las relaciones sociales atravesadas por éste, esto es relaciones de explotación, es una exigencia lógica y necesaria la superación del propio modo de producción capitalista bajo la dirección política de la clase obrera.  Marx se hallaba lejos de pensar otra perspectiva cuando afirmaba:

“La forma del proceso social de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su mando consciente y racional. Más, para ello, la sociedad necesitará contar con una base material o con una serie de condiciones materiales de existencia que son, a su vez, fruto natural de una larga y penosa evolución”[9]

Basta recordar desde “El manifiesto comunista” en adelante, especialmente, cuál debía ser la clase y cuál debía ser la orientación de esa clase, que tenía que formar su propio partido, para construir ese proceso “obra de hombres libres y socializados” y “puesta bajo su mando consciente y racional”. No obstante ello, no podemos dejar de referir a las observaciones de Horacio González dando razón a Aleman aunque admitiendo “mediaciones” entre “la estructura” y “las derivaciones políticas”: “Si por un lado es cierto lo que dice Jorge “lo que clásicamente nombró Marx como “fetichismo de la mercancía” es un hecho de estructura que no permite una derivación política inmediata”, no habría problemas en postular las mediaciones correspondientes –sabido que son dificultosas-, para crear ámbitos de discusión política e incluso frentes de izquierda con la derivación dialéctica que surge luego de cancelar los obstáculos evidentes que desde siempre, de Kornilov en adelante, se oponen a las posiciones “anticapitalistas”. No obstante, nadie consciente de la decisión anticapitalista que ha tomado, mira todos los puntos de conflicto de una sociedad para aplicarla unánimemente, por ejemplo, a la reivindicación de género, a las distintas categorías del empresariado, a las desiguales formas laborales, a lo que en las últimas décadas se llamó trabajo inmaterial, a los trabajadores informáticos y los periodistas de los medios concentrados, a los medios concentrados mismos, a los despedidos del Estado, de las metalúrgicas o de Clarín, a las distintas remuneraciones según especialidades laborales, desde Silycon Valley a los “desocupados blancos de Detroit” de los que tan bien se ocupó Trump. Esa iluminación unánime sobre toda la escena con un anticapitalismo esencialista, precisa, es evidente, distintas elaboraciones políticas, de distinta historicidad, formas expositivas diversas y disposiciones pedagógicas que nunca son las mismas”.[10]

El “esencialismo” que Gonzalez le atribuye al anticapitalismo en cuestión y su conocida trayectoria como la cara mas visible de la agrupación de intelectuales kirchneristas son prueba suficiente que su apuesta es por la “mediación populista” y que, en su caso, no escatima fuerzas para reclamar la vuelta de Cristina Fernandez de Kirchner, es decir todo lo contrario a cualquier “esencia” anti capitalista. Importarán en esos “frentes de izquierda con la derivación dialéctica” los antecedentes de haber gobernado con las “corporaciones” de Monstanto, la Barrick, Chevron, la burocracia sindical de Gerardo “Batallon 601 Martinez y el asesino Pedraza, el proyecto X, un 30% de pobreza, un 40% de trabajo en negro, y el genocida Milani? Cuál es la síntesis que arribará esa “derivación dialéctica” en su desarrollo de contrarios?

¿SUPERACION DE LA ALIENACION O POSMODERNISMO PLENO?

No es la primera vez que Aleman arremete contra la teoría de la alienación, poco tiempo atrás expresaba:   Ya no se trata de la clásica alienación, esa parte extrañada de uno mismo, ahora el neoliberalismo se propone fabricar un “hombre nuevo”, sin legados simbólicos, sin historias por descifrar, sin interrogantes por lo singular e incurable que habita en cada uno. Todo esta dimensión de la experiencia humana debe ser abolida al servicio de un rendimiento, que esta por encima de las posibilidades simbólicas con las que los hombres y mujeres ingresan al lazo social.”[11]

El extrañamiento que ya no debería ser considerado, según Aleman, no es otro que las potencias de la clase obrera, en tanto que clase como explicamos antes, confiscadas por el capital para su reproducción y valorización. Marx llevo hasta las últimas consecuencias, en El Capital, los fundamentos que ya había desplegado en sus Manuscritos Economicos Filosóficos, inéditos en vida del autor, para entender de qué manera el trabajo alienado reduce al hombre a sus funciones animales y, convirtiendo al trabajo en un medio para la subsistencia y no en un fin para la realización del hombre, éste se degrada más y más en sus condiciones de vida.

“El capital, producto del trabajo social de la población obrera, priva a esta de su capacidad para participar en la realización del trabajo social. Esto es, el capital, realización del ser genérico humano de la población obrera, despoja de su mismo ser genérico humano a la población obrera que determina como sobrante. La condena así a muerte. Tal es el grado en que el capital se erige en el sujeto concreto de la vida social, enfrentándose a sus propios productores como una potencia que le es ajena”[12]

El proceso histórico por el cual el capital se convierte “en sujeto” no es un legado “material y simbólico” que pueda borrarse en nombre de “nuevas subjetividades” que el neoliberalismo habría creado para dejar atrás, como teoría superada, “lo extraño” que era ·”propio” de la clase obrera y sin lo cual no existiría la explotación capitalista. Es difícil, mas allá de las particularidades que asuma la producción en la fase actual del capitalismo y sus severas crisis, entender cómo esto perdería relevancia a la hora de producir un auto, un servicio informático o un trabajo “inmaterial”. No en vano, Eduardo Gruner refiere al respecto “El Frente de Izquierda no parece reconocer ese duelo, cuestión crucial, especialmente cuando el neoliberalismo ha logrado superar la “alienación” y ya produce subjetividades a su medida” (otra vez, las comillas en “alienación” son de Alemán). Juro que he leído este párrafo una y otra vez, y no logro que entre en mi dura cabezota. Tal vez haya un problema de redacción, pero, vamos a ver: producir “subjetividades a su medida”, lejos de ser una “superación”, ¿no es el colmo de la alienación (sin comillas)? ¿O se trata de alguna forma inédita de la hegeliana Aufhebung?”[13]

La contraposición entre “lo material de la teoría clásica sobre la alienación” y “lo simbolico en la subjetividad” es la encerrona habitual que plantean los fundamentos posmodernos para tachar la jerarquía que Marx y Engels le asignaron a las relaciones sociales de producción en el curso histórico. Las  subjetividades deben buscarse en la ontología discursiva de lo social, tal como lo enunciaba Laclau y Aleman convalida, o con los aportes del psicoanálisis. Ello lleva a pensar una serie de cuestiones que exceden largamente el objetivo de este espacio pero que no podemos dejar de mencionar.  Que Aleman le mande al FIT “darse una vuelta por las obras de Gramsci y Laclau” es toda una declaración de principios en ese sentido.  La propuesta “posmarxista” de Ernesto Laclau intenta vaciar el carácter material e histórico del concepto de ideología para reemplazarlo por un interminables juegos de "equivalencias y diferencias" en una cadena significante que sustituye y omite los anclajes de clase, buscando eliminar cualquier diferencia entre un obrero luchando en la ocupación de una fábrica y un "significante" que se desplaza constantemente, en una retórica lingüística sin fin, con primacía de la “dispersión de sujeto” y de las “formaciones discursivas”. Recurriendo al auxilio del psicoanálisis lacaniano, elabora su concepto de “significante vacío”, que bien analizado, termina superponiéndose y hasta confundiéndose con la simple noción de signo lingüístico. Todo su planteo propone un progresismo político que “superaría” el marco de la lucha de clases y “racionalizaría” la consolidación de los liderazgos populistas tras un programa que nunca fue otro más que la conicliación de clase. Cuando este autor sustituye la “conflictualidad material, concreta e histórica” de clases por la “conflictualidad discursiva” reduce severamente la teoría del conflicto social a un juego lingüístico donde el pasaje de la “subordinación” a la “opresión y la dominación” poco tiene que ver con la lucha de clases, reemplazándola por un “discurso” que ordena, en formaciones “antagónicas”, las instancias enfrentadas. En última instancia, para Laclau, sobre todo con sus desarrollos respecto al populismo, es el liderazgo populista el único articulador legítimo y concreto, tanto de la “unidad obrera” como de cualquier otra que destaque el espíritu del “pueblo”, palabra encumbrada y lo suficientemente desarticulada de las posiciones irreconciliables de clase que ella supone.[14] Bajo estas referencias, la paráfrasis del título de Aleman “Que hacer” a la obra de Lenin no encuentra el menor sustento. También son difíciles de asimilar estas afirmaciones de Horacio González ya que la lógica discursiva de Laclau ha sido durante años la misma con la cual se ha propuesto revisar a los clásicos del marxismo. González dice: “Conozco, como todos, el concepto de lo “desigual y combinado”. ¿Se extraen de él las consecuencias más profundas? Concebido en su significación extensa, no sería extraño que lo podamos conjugar con la decena de páginas que escribe Laclau a propósito de este núcleo fundamental del pensamiento de Trotsky, en “Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo”, un libro antiguo de él, poco leído”.[15]

En su lectura de Gramsci, Laclau reformula el concepto de hegemonía también de acuerdo a los parámetros que le impone la omnipotencia del Discurso, esto es, la ausencia de toda supuesta positividad social que no encaje en un sistema de diferencias como lo están los signos lingüísticos en el sistema del lenguaje. Ello significa que cada identidad social sólo se constituye en relación a otra, y esta a otra, y a otra, hasta que una de ellas logre “hegemonizar” como un significante vacío, desprendido de todo sentido rígido y abrochado a priori (de ahí el rechazo a la determinación de clase como fundamental), dando “sentido” a todas las demandas de un conjunto de identidades y ejerciendo el antagonismo en nombre del “pueblo” contra otras identidades por fuera de una política que represente “el sentir popular”: el líder populista contra la “oligarquía”, las “corporaciones”, “los mercados”, etc. . La ideología es más el producto de ese libre juego de “ofertas significantes y demandas significadas” que las determinaciones concretas que cualquier anclaje material, de clase y concreto pueda brindar a los sujetos sociales devenidos políticos. Si antes no se trataba ya de Marx, ahora tampoco se trata ya de Gramsci.

El giro lingüístico, el psicoanálisis absolutamente desvirtuado de su incumbencia clínica y el posmodernismo se combinan en un cóctel político y teórico para seguir bebiendo la savia del populismo y dejar atrás el marxismo definitivamente, bajo los argumentos de aggiornar las “partes rescatables” o “genialidades” de la obra de Marx.

 

El Frente de Izquierda y los trabajadores seguirá desarrollando su programa político de independencia de clase con el objetivo de construir un gobierno de trabajadores y el socialismo mientras “el psicoanálisis populista” subsiste en sus “derivaciones políticas inmediatas” siempre bajo el capitalismo.

 

 

[4] Ver, por ejemplo, de su autoria:  Jorge Alemán, "Para una izquierda lacaniana… Intervenciones y textos", Grama Ediciones, Buenos Aires, 2009

[5]Marx,K. “El fetichismo de la mercancía y su secreto”, en El Capital, Ed. Cartago, 1987. T1, Libro 1, Secc. 1, cap 1, pto. IV, pág. 38

[6] IÑIGO CARRERA, J. El Capital: Razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia., Ed. Imago Mundi., Bs. As, 2008., págs. 13-14

[7] Iñigo Carrera,J. Op.cit, págs. 14-15

[8] Iñigo, Carrera, J. Op cit., pág. 15

[9] Marx, K. Op cit., pág. 44

[12] Iñigo Carrera, J. Op cit. Págs.. 18-19, el subrayado es nuestro.

[14] Para mayor explicaciones sobre este tema, remito al artículo “Critica de la Razon Populista” http://www.acheronta.org/acheronta27/ramirez.htm

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Articulo publicado en
Marzo / 2017