Este artículo da cuenta de una perspectiva muchas veces soslayada: la necesidad de diferenciar en la clínica psicoanalítica el encuadre del dispositivo. Como venimos sosteniendo desde el suplemento Topía en la Clínica muchos analistas realizan dispositivos con encuadres novedosos en los que se establecen reglas necesarias (encuadre) donde se instaura un artificio (dispositivo) cuyas condiciones propician y permiten escuchar el inconsciente.
… tales son algunos de los términos que se utilizan para designar un campo de problemáticas sumamente heterogéneo. Distinguirlos, no se trata de una simple exquisitez lingüística, sino que la forma de nominar la temática y a los sujetos que sufren un problema relacionado con el uso de drogas nos habla más de quien emite el enunciado, que del enunciado mismo.
La invitación a participar con una Conferencia en un reciente Coloquio realizado sobre la obra de Jean Laplanche determinó en mí una exigencia: repensar y compartir las reflexiones que uno va haciendo sobre las transformaciones impresas a su propia práctica.
El objetivo de este trabajo es arrojar luz sobre algunos dispositivos, en gran parte sutiles, que sostienen el rechazo, la condena y/o la patologización de la homosexualidad y sus posibles efectos en la subjetividad de las personas homosexuales e indagar la presencia de la homofobia en la clínica psicoanalítica actual2. La relevancia de nuestro recorrido está justificada en el análisis de tres situaciones:
a. bibliografía que aún sigue considerando la homosexualidad como una patología;
b. psicoanalistas que realizamos nuestra práctica en esta sociedad y en este momento histórico, internalizando la homofobia social, con los consecuentes efectos sobre nuestras prácticas;
c. sujetos cuya elección de objeto es homosexual y, por diversos motivos, demandan un psicoanálisis.
Los cien años que nos separan de Tres ensayos sobre una teoría sexual necesariamente implican transformaciones teóricas y clínicas. Es por ello que decidimos proponerles tres preguntas a tres psicoanalistas para pensar acerca de la vigencia y la actualidad de las propuestas de esta obra para poder pensar las propuestas de Tres ensayos hoy.
Patricio es un jovencito de poca estatura, pero con la contextura, vestimenta, peinado y actitud de “todo un hombre” Se muestra serio, más bien atemorizado.
Lo que sorprende es enterarse que tiene apenas 12 años y cursa 6º grado.
¡Qué solos estamos en ese espacio intersubjetivo, soportando la emergencia de lo pulsional, metiendo nuestro cuerpo y atravesados por ese fenómeno de la transferencia –contratransferencia que hace hablar al paciente y al analista! ¿Pero qué nos pasa? ¿De qué galera sacamos las interpretaciones y señalamientos? ¿Qué hacemos con los aburrimientos, los dolores, los miedos y no sé cuántas cosas más que nos provocan nuestros pacientes? En ese espacio donde a la asociación libre del paciente le corresponde la atención flotante del terapeuta, nos ocurren cosas. Paso a relatarles, a través de dos resúmenes de historias clínicas, algunas de las que a mí me sucedieron.
No se puede pensar el abuso sexual de niños y niñas si no se lo ve a partir del estado de dependencia que el niño tiene respecto del adulto, y del poder que esa dependencia le otorga al mismo, en una sociedad en la cual las desigualdades sociales instituyen modelos abusivos.
Es una intrusión de parte de un adulto que abusa de ese poder habiendo desarrollado una patología en la que no está instalada la alteridad con reconocimiento del objeto. Suelen ser sujetos que sufrieron en su infancia pasivamente lo que ahora realizan activamente, aunque ésta no es condición imprescindible.
Corría el año 79 el equipo de psicología del CAMI (Consejo Argentino de Mujeres Israelitas) recibió de la comisión directiva de la institución la propuesta de realizar una serie de talleres sobre el amor en el club Edad de Plata -a la sazón el sector de la institución que agrupaba a los adultos de la tercera edad. Las razones: “Hay dificultades con las personas que se ponen en pareja dentro del club. Se dan situaciones de reprobación y censura, los que se animan a esas relaciones suelen sentir sentimientos de culpa y exclusión. Se han constituido dos bandos: los que tienen parejas que se forman dentro del club -son los menos- y los que no. Estas últimas, son viudas que hacen un frente común ante estas parejas”.
Hoy todos sabemos que la histeria, de acuerdo a los síntomas predominantes —«somatizaciones» en un caso, fobias en el otro—, se clasifica en histeria de conversión e histeria de angustia. Y también sabemos que, a pesar de presentar sintomatologías tan distintas, tienen idéntica estructura: en ambos casos es la represión y el retorno de lo reprimido el mecanismo que las produce. Ahora bien, ¿cómo lo sabemos? Tanto la represión como el retorno de lo reprimido no son fenómenos observables, sino teóricos mecanismos intrapsíquicos que se postulan para explicar ciertos hechos.
En Inhibición, síntoma y angustia están planteadas las coordenadas básicas de la dependencia.
Por un lado;
-la continuidad y semejanza entre el estado intrauterino y el de la temprana infancia: “La vida intrauterina y la primera infancia están en mucha mayor continuidad que lo que nos deja creer la impresionante cesura del nacimiento” “el objeto materno reemplaza para el infant la situación fetal biológica.”
“De la nada, nada viene” enseñaba Pasteur. El psicoanálisis implicado vino de algo. Y ese algo fue la formulación que realizara hace varios años Roberto Castel1. Y del profundo análisis que León Rozitchner realizara de la obra de Freud confrontándola con el individualismo burgués2. Por eso la primaria tarea teórica y política del psicoanálisis implicado fue pensar si el denominado psicoanalismo era un instituido inmanente a la invención freudiana. Y si los límites que todo individualismo plantea, quizá el burgués con trazos más gruesos, podían pensarse apenas como limitaciones de la cultura represora.
El tema perversiones trae muchas cuestiones a dilucidar que no vamos a agotar en este número. Una de ellas es si el psicoanálisis es un tratamiento “normalizador” o su objetivo es dar cuenta del deseo inconsciente. De esta manera debemos formularnos una pregunta ¿Cómo sitúa el psicoanalista su discurso sobre las perversiones para que estas hallaran un fundamento sin caer en un lugar normativo y su autor perdiera su condición de analista?
Introducción
¿Es posible el psicoanálisis de la perversión? La respuesta no es sencilla. Propongo en este texto un marco para discutir esta difícil cuestión.
1-Marco general sobre perversión
1-1-La perversión: problema conceptual y clínico.
Si bien el psicoanálisis ha realizado sobre la perversión un enorme trabajo teórico, tenemos que tener en cuenta como Jaqueline Amati-Mehler (1995)1 sugirió, que "cada vez que la palabra 'perversión' es usada, requeriría de una redefinición conceptual y clínica".
La novedad de este trabajo sobre la clínica de personas transgénero nos permite pensar por fuera de la mirada clásica, que las trataría dentro del amplio espectro de las perversiones. El desafío, tal como señala la autora, implica “incluir múltiples perspectivas” en sus abordajes teóricos y clínicos para avanzar en nuestro conocimiento.
Trabajar en salud pública en un momento tan crítico para nuestro país no es nada fácil. El incremento de las problemáticas que nos convocan (como el alcoholismo, la depresión, los intentos de suicidio) no se ve acompañado del aumento de servicios de salud mental, sino que estos (como para la población en general) han disminuido sus puestos de trabajo. Si esto ya es complicado tanto mas lo es desde la postura del psicoanalista capacitado por lo general en la atención individual de los casos y con un tiempo prolongado de tratamiento ya que no piensa su clínica desde los tiempos cronológicos sino lógicos de un proceso particular.
Un artículo publicado en el diario Página/12, del 15/9/04, titulado “La concentración de la pobreza” dice: “Contra todo lo que se puede suponer, el segundo cordón del conurbano bonaerense es la región más pobre del país, situación que da por tierra con las teorías de las ‘regiones inviables’ cuando se analiza el noreste y noroeste del país.
La palabra perversión no es psicoanalítica. Aunque introducida en la Psiquiatría en el siglo pasado y aún utilizada por Freud, considero que no es psicoanalítica porque incluye en si misma una categorización moral y porque alude a perversidad, a la maldad, es decir, al deseo de hacer el mal.
Ninguna otra palabra de la nosografía psicoanalítica involucra en una descalificación moral al observador, al que la emite y obviamente al propio sujeto.
Cuando hablo de perversión me refiero únicamente a la perversión sexual en tanto pienso que no existe otra.
En esta sección se publican algunos relatos de situaciones clínicas enviadas por los lectores a nuestra redacción donde Emilio Rodrigué agrega breves reflexiones
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra