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Perversiones

 

El tema perversiones trae muchas cuestiones a dilucidar que no vamos a agotar en este número. Una de ellas es si el psicoanálisis es un tratamiento “normalizador” o su objetivo es dar cuenta del deseo inconsciente. De esta manera debemos formularnos una pregunta ¿Cómo sitúa el psicoanalista su discurso sobre las perversiones para que estas hallaran un fundamento sin caer en un lugar normativo y su autor perdiera su condición de analista?
Es interesante señalar que para Freud, a lo largo de su obra, nunca representa un problema como concepto psicopatológico. Lo podemos observar desde Tres ensayos de teoría sexual (1905) hasta La escisión del yo en el proceso defensivo (1938). Si Freud no habla de una estructura perversa es porque se dedica a estudiar la sexualidad del sujeto llamado “normal” para decirnos que esta es fundamentalmente perversa. Por ello la ausencia de una elaboración metapsicológica del concepto de perversión no debe entenderse como un olvido en sus formulaciones teóricas sino, por lo contrario, implica que considera a la perversión como una disposición del aparato psíquico. Es decir, para Freud todo deseo es perverso dada su característica sexual.
El término perverso tiene una ambigüedad conceptual entre perversidad y perversión, ya que el adjetivo sustantivado “perverso” se confunde con una doble referencia a ambos conceptos. De allí la extensión de su uso. Sin embargo desde Freud no hay otra perversión que la sexual. Entendiendo como sexual todas las manifestaciones de la vida que llama Eros. Como planteamos en el artículo editorial, cuando habla de Eros no es para relativizar lo sexual sino para llevar lo sexual a todos las manifestaciones de la vida. Su opuesto y complementario es la pulsión de muerte. Pero, no hay trabajo de la muerte. Esta no trabaja, es la vida (Eros) la que hace trabajar a la pulsión de muerte. Una estasis pulsional lleva a que la pulsión de muerte conduzca a Eros a la violencia destructiva y autodestructiva, la sensación de vacío, la nada, en definitiva el desorden entrópico.
Es en relación a los efectos de la pulsión de muerte donde aparece la necesidad de entender un síntoma perverso en que vamos a encontrar un sujeto con ciertas modalidades de su aparato psíquico: renegación, escisión del yo, angustia automática, compulsión y pasaje al acto. En este sentido queremos destacar que salvo que el terapeuta realice una clínica psiquiátrica, médico-legal o utilice un discurso moralista-normativo, desde el psicoanálisis es imposible hablar acerca de las perversiones en el sentido que se lo usa comúnmente si quiere dar cuenta del estatuto que justifica su practica: interpretar el deseo inconsciente, trabajar con la transferencia, la resistencia y lo resistido. Por ello esos pacientes que a veces nos solicitan una intervención terapéutica por el desequilibrio materializado en su pasaje al acto sexual requieren para escucharlos que no nos ubiquemos como delegados del superyó, ya que un tratamiento psicoanalítico intenta ubicar al sujeto en relación a su propio deseo. Pero para no caer en un “política del deseo”, debemos tener en cuenta que el deseo, en última instancia, es deseo de muerte. En este sentido el sujeto considerado perverso pone en juego los límites del deseo (principio de realidad). De allí que sus síntomas, a veces bordean la ley característica de cada cultura.
Para finalizar es necesario decir que cambiar de nombre a la perversión, como hace el DSM IV que las denomina “parafilias”, es para apartarlas de la condición propia de todo sujeto humano. Por ello hablar de “sexualidades diferentes” para referirse a ciertas prácticas sexuales presupone que los supuestos “normales” tendrían una sexualidad igual. Como siempre, los diferentes son los otros aunque desde lo “políticamente correcto” ya no se los aparte como bárbaros. Todos tenemos una sexualidad diferente o, dicho de otra manera todos tenemos una sexualidad perversa que habla de las particularidades del deseo.
Como dijimos al principio de esta introducción, el tema perversiones plantea una multiplicidad de problemas que continuaremos en otros números. Desde diferentes perspectivas, los artículos que se pueden leer a continuación, tratan de aportar algunas respuestas posibles para pensar la práctica clínica.
Enrique Carpintero
 

 

Articulo publicado en
Marzo / 2005

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