Los cien años que nos separan de Tres ensayos sobre una teoría sexual necesariamente implican transformaciones teóricas y clínicas. Es por ello que decidimos proponerles tres preguntas a tres psicoanalistas para pensar acerca de la vigencia y la actualidad de las propuestas de esta obra para poder pensar las propuestas de Tres ensayos hoy.
1- A 100 años de 3 ensayos para una teoría sexual, ¿que conceptos planteados allí por Freud considera que tienen vigencia en la actualidad y cuales reformularía?
2- ¿Que lugar ocupa en su practica clínica el trabajo con la sexualidad infantil del paciente?
3- En el primer ensayo Freud afirma que la disposición bisexual interviene de algún modo en la llamada 'inversión sexual'. ¿Que lugar le otorga usted a la tesis de la bisexualidad en su practica y por qué?
Emilce Dío Bleichmar
1- Obra considerada junto a la Interpretación de los Sueños la más trascendente y original contribución de Freud al conocimiento humano resulta relevante plantearse su vigencia y sumarnos a lo que el mismo Freud pensaba en 1909– en un prólogo a la segunda edición, -curiosamente suprimido como se hace notar en la edición de Amorrortu-: “El autor que no se llama a engaño sobre las lagunas y oscuridades de este pequeño escrito…es su ferviente deseo que este libro envejezca rápidamente, a causa de la aceptación universal de lo que antaño fue su nuevo aporte, y del reemplazo de las deficiencias que contiene por las tesis correctas” (p. 117).
La sexualidad infantil, sus manifestaciones, sus fuentes, las teorías sexuales y la sobrestimación del objeto sexual son los conceptos fuertes del descubrimiento freudiano que desde hace mucho tiempo cuentan con la aceptación y legitimación social, siendo el esclarecimiento y la educación sexual parte del curriculum de la escuela primaria en gran parte del mundo desarrollado. A su vez, también debemos recalcar la anticipación freudiana a los hallazgos neuroendócrinos –la química de la sexualidad- como también una cierta apertura a la polivalencia causal de la homosexualidad, y sobre todo vinculado al estudio de las variaciones sexuales, la no correspondencia obligada entre la pulsión y su objeto.
¿Qué debiera ser revisado o quizá dicho de modo más contundente reemplazado un siglo más tarde como el mismo Freud aconsejaba?
En primer lugar, la concepción de la sexualidad como la única causa de las perturbaciones mentales dando lugar a concepciones modulares de la mente que admiten una multiplicidad de sistemas motivacionales como factores intervientes tanto en el desarrollo normal como en el patológico. No podemos seguir sosteniendo la diversidad de condiciones de sufrimiento del ser humano derivadas exclusivamente de las vicisitudes de la sexualidad infantil, ni tampoco concebir teorías clínicas o intervenciones en las cuales se habla de déficit tempranos del vínculo, trauma, violencia, ausencia de mentalización, migraciones y que todo sin excepción quede explicado en términos del complejo de Edipo. Sobran factores y falta teoría que los articule y explique en su incidencia psíquica. La idea que las neurosis son el negativo de las perversiones se basa, en un modelo, por un lado, lineal y reducido del desarrollo que no alcanza para explicar la complejidad psíquica, y por otro, en una idea patográfica del desarrollo que nos ha hecho pensar las etapas tempranas como estados psicóticos o perversos.
No menos importante es que para entender en rigor la importancia del concepto freudiano de psicosexualidad, debemos introducir en la teoría psicoanalítica el concepto de género indisociable de la sexualidad, pero que requiere ser estudiado en su propio dominio, que es el de la estructura del self o si se quiere del yo. Si el concepto de pulsión se considera el punto de ruptura con el instinto ¿no debiéramos de pensar, desde el paradigma de la intersubjetividad y de la prioridad del otro en la psique humana, que el fantasma de feminidad y masculinidad es un contenido implantado precozmente por el adulto y que el yo es desde su origen una representación del sí mismo/a genérico? Que lo que nos diferencia como humanos no sólo es que no existe correspondencia entre la pulsión y su objeto, sino que hombres y mujeres en virtud de una normativa que rige la diferencia entre masculinidad y feminidad valoran, tienen disposición y disponibilidad diferencial para la vivencia erótica.
El yo en tanto imagen de sí mismo/a, el yo representación de Laplanche, o el imaginario del yo de Lacan constituye el dominio pertinente del concepto de género. El yo en la subjetividad nunca es neutro. Y será desde ese sí mismo -varón o nena- que se inscribirán las identificaciones a los padres, identificaciones que llamamos preedípicas o edípicas resumiendo en estas condiciones un sinnúmero de aspectos de los padres que no pasan por su rol sexual sino por cómo funcionan en todos los demás dominios de la vida. Si el hijo se ve afectado en su masculinidad por la personalidad dependiente del padre ¿seguiremos pensando que se trata de sus fantasmas edípicos de ataque al padre por su deseo sexual por la madre o por la falta de un modelo de padre luchador que dé fuerza al sí mismo del niño?
Tener en cuenta el sistema sexo/género permitiría una revisión más comprensiva del primer ensayo de teoría sexual cuando Freud se ve en figurillas tratando de explicar “las aberraciones sexuales”, «El hermafroditismo psíquico ganaría en verosimilitud si con la inversión del objeto sexual corriera paralelo al menos un vuelco de las otras propiedades anímicas, pulsiones y rasgos de carácter, hacia la variante que es peculiar del otro sexo. Pero semejante inversión del carácter sólo se encuentra con alguna regularidad en las mujeres invertidas. En los hombres, la más plena virilidad anímica es compatible con la inversión» (p. 129). Freud se refiere al homosexual misógino, quien rechaza todo signo epidérmico y contacto con cualquier forma de feminidad. "La más plena virilidad anímica" se refiere al género, es decir, a un hombre que se identifica como tal, se rige por pensamientos y sentimientos acordes con la masculinidad de su medio, probablemente con apariencia física masculina, pero cuya orientación del deseo es homoerótca. Resalta el comentario sobre las mujeres que no sólo cambian la orientación del deseo sino también sus rasgos de carácter, o sea su género, hacia la masculinidad.
Freud agrega notas y notas al pie tratando de ofrecer claridad a algo que continua confuso: “El problema de la inversión es sumamente complejo y abarca tipos muy diversos de actividad y desarrollo sexuales. Debería trazarse una neta distinción conceptual entre diferentes casos de inversión según que se haya invertido el carácter sexual del objeto o el del sujeto » (p. 132).
« En 1920, se vale de Ferenczi (1914) para aclarar el tema “ha preparado una serie de importantes puntos de vista sobre el problema de la inversión. Critica, con razón, que bajo el nombre de <homosexualidad> (que él propone sustituir por el más adecuado de <homoerotismo>) se confundan una cantidad de estados diversos, de desigual valor tanto en lo orgánico como en lo psíquico. Pide que se distinga con claridad al menos entre estos dos tipos: el homoerótico en cuanto al sujeto, que se siente mujer y se comporta como tal, y el homoerótico en cuanto al objeto, que es enteramente masculino y no ha hecho más que permutar el objeto femenino por uno de su mismo sexo» (p. 133).
Examinando estos fragmentos del primer ensayo nos encontramos con lo que continúa siendo, aún en la actualidad, uno de los síntomas de insuficiencia de conocimiento que salta a la vista en la oscuridad y dificultad que encuentra cualquier autor para describir, para presentar la fenomenología de las variantes sexuales. Freud "sabía" de tal déficit y exhortaba a su clarificación. Ferenczi lo intentó en su tiempo, pero sólo cuando se incluye el concepto de género -como lo ha hecho Robert Stoller a lo largo de su obra (1968-1991)- se logra algún grado de elucidación.
La distinción aportada por John Money entre identidad de género y orientación del deseo puesta a trabajar por Stoller en la comprensión del transexualismo, la homosexualidad femenina y masculina, el travestismo fetichista heterosexual, el travestismo homosexual , permite entender y definir con mayor rigor, a mi modo de ver, la diferencia que tanto Freud como Ferenczi plantearon en torno a la inversión del sujeto o del objeto. ¿Que es un homoerótico en cuanto al sujeto? Un homosexual feminizado, que se siente mujer y se comporta como tal, tiene prevalentemente una identidad femenina (gusto por la apariencia corporal, actividades y sentimientos "femeninos"). O sea, su género es prevalentemente femenino y su orientación del deseo homosexual, hacia el igual. La segunda categoría propuesta por Ferenczi, el homosexual en cuanto al objeto puede ser un misógino homosexual, su homosexualidad no tiene que ver con ninguna valoración de lo femenino, todo lo contrario, puede existir un rechazo absoluto a la misma, es también homosexual en la orientación de su deseo, es decir, su orientación sexual es homosexual y su identidad de género es masculina. La diferencia pasa, en ambos, por el género no por la orientación sexual que en ambos es invertida.
Otra grave insuficiencia de la teoría psicoanalítica de la sexualidad es la androginia prevalente de sus propuestas mayores. Nuestra tesis es que Tres ensayos de teoría sexual son básicamente ensayos de comprensión de la constitución del significado sexual de los varones y de los hombres, y que el ensayo sobre la teoría sexual de la niña y la mujer, está todavía en vías de formulación. Un intento de contribución a un conocimiento específico de la sexualidad femenina es mi trabajo de tesis doctoral pubicado en el texto La Sexualidad Femenina. De la Niña a la Mujer, en el que muestro el cúmulo de bibliografía existente y publicada por órganos oficiales del psicoanálisis que aportan conocimiento divergente a las tesis freudianas sobre el desarrollo de la sexualidad en la niña. En la subjetividad de las niñas lo que existe es temor al pene y si en las mujeres se constata envidia al hombre no es a su pene –aunque pueda ser ésta la representación simbólica- sino a su condición de privilegio, a su género no a su sexo; que la violencia sexual tiene una incidencia mayor en su subjetividad, tanto en los casos de abuso como en la simple constatación de los riesgos que la puesta en acto de la sexualidad entraña para la mujer, lo que convierte a la pubertad en el período de mayor ansiedad para la chica ya que la violencia y los riesgos se hacen realidad y que es el temor a la violencia sexual la verdadera ansiedad de castración femenina.
2.- Variable, ya que la incidencia de la sexualidad infantil en la subjetividad es una condición no universal de patología, si entendemos la psicopatología basada en un amplio espectro de condiciones disfuncionales: trastornos del vínculo de apego, de la narcisización de su self, de la regulación de sus emociones, entre otras. No obstante, en el caso de las mujeres en las últimas décadas hemos asistido al fin del enmascaramiento del abuso y del incesto al que con frecuencia se ven sometidas, lo que hace que la investigación de la sexualidad infantil nos enfrente con un escenario que para nada se circunscribe a la subjetividad fantasmática, al autoerotismo o al complejo de Edipo sino a la más cruda sexualidad traumática.
3.- La supuesta bisexualidad biológica en la obra freudiana se aplica sobre todo a la mujer. En rigor la teoría freudiana sobre la feminidad y la sexualidad femenina se podría calificar de “transexualista”, ya que sostiene que la niña instintivamente se halla preparada para la masculinidad, que desde que descubre la diferencia de sexos se siente castrada, desea ser hombre y ver su cuerpo transformado poseyendo un pene. Freud (1897-1905) sustenta la teoría de la disposición bisexual congénita a partir de las ideas sugeridas por Fliess sobre el sexo dominante y el recesivo y la mantiene a lo largo de toda su obra otorgándole una gran importancia (1919, 1922, 1923, 1931, 1933). Tal es así que en Análisis Terminble e Interminable sigue afirmando que la bisexualidad influencia tanto la identidad sexual como la elección de objeto, y que su naturaleza biológica constituye uno de los obstáculos insalvables (“la roca”), y uno de los límites que el psicoanálisis encuentra en tanto terapia.
Los hallazgos de los mecanismos neurohumorales en embriología demuestran que sólo si el cerebro fetal, el hipotálamo, es activado por andrógenos la conducta masculina se desarrolla. El estado neutro, inicial para los mecanismos centrales del sexo, así como los rudimentos de los órganos sexuales son femeninos; si la corriente de andrógenos (a partir del cromosoma Y) es bloqueada, retoma el comando el cerebro fetal femenino. O sea que neurofisiológicamente el cerebro del hombre resulta ser un cerebro hembra androgenizado y embriológicamente el pene es un clítoris masculinizado. Los casos que impresionaban a Fliess y a Freud, lo que se entendía en la época como hermafroditismo en realidad corresponden a trastornos cromosómicos (síndrome de Turner), insensibilidad andrógena y trastornos del lóbulo temporal. En su mayoría afecta a sujetos XY que desarrollan grados variables de feminización.
Emilce Dío Bleichmar
Psicoanalista
bleichmar [at] aperturas.org
Isabel Lucioni
1- Sin duda fue un hallazgo vigente hoy la ampliación del concepto de sexualidad, desde la genitalidad heterosexual hasta sus fuentes, como sexualidad perverso polimorfa infantil, la cual plantea a todo el cuerpo y a sus funciones como origen de erogeneidades, decisivas en las primeras inscripciones del otro, del yo y de las relaciones entre ambos.
Los pequeños montajes de las pulsiones sexuales parciales van circunscribiendo la representación luego unificada del Yo y preludian la diversidad creativa de relaciones con el objeto, en el contexto de la dialéctica Vida y Muerte.
Mas allá de los 100 años pero teóricamente contigua a ésa extensión de la sexualidad, existe una segunda gran extensión de la categoría de sexualidad como Superpulsión Eros, mas abarcativa y básica que la sexualidad de los 3 Ensayos y que junto a la otra Superpulsión: Muerte, constituirán en la dialéctica intrincación-desintrincación a la sexualidad polimorfa y revolucionaria de 1905.
La propia letra freudiana abandona la dualidad pulsiones de autoconservación vs sexualidad la que es insuficiente, sobre todo por el narcisismo como investidura libidinal del Yo que asume la autoconservación y por la presencia de la destrucción-autodestrucción junto a la sexualidad.
En el sistema hipotético deductivo freudiano Eros y Muerte aunque sean llamadas simplemente pulsiones, tienen un estatuto de hipótesis de partida de las cuales derivarán lógicamente las pulsiones sexuales parciales y la función narcisista de autoconservación.-Una de mis propuestas es llamarlas como lo hice: Superpulsiones definidas sólo por la meta: construcción ( de organizaciones mas altas de complejidades) y desconstrucción, (simplificación hacia un estado de organización anterior) y por sus empujes, para diferenciarlas de las pulsiones sexuales parciales definidas por la fuente el objeto, la meta, el empuje y el representante afecto, componentes todos de la vorstelllung-repräsentanz o agencia representante, lugar en el que se consuma la transformación de energías corporales y perceptivas del mundo exterior en investiduras o huellas mnémicas, constituyentes del psiquismo.
A diferencia de la época freudiana donde el SuperYo se oponía a la sexualidad, nuestra época ha desarrollado un SuperYo complaciente con el deseo, multiplicado y estimulado como emblema narcisista del Yo, las tesis de 1905 se ven corroboradas por una práctica social que está dando salida precisamente a diferentes formas de sexualidad, de emparejamiento, de procreación y de constitución familiar. Necesitaremos algún tiempo todavía para evaluar sus efectos psicosociales, pero dicha apertura abreva seguramente de las variabilidades y vicisitudes de la sexualidad pluriforme del Ello.
Si bien antaño la angustia disparaba represiones sobre el espectro de Eros-Muerte, el hombre actual no se salva de las angustias precisamente ante la disponibilidad de opciones, aunque se valore la libertad, y ante la inestabilidad identificatoria y objetal que asumir ese espectro conlleva.
2- La pregunta podría remontarse a esta otra ¿Qué lugar ocupa en mi clínica la repetición? Un gran lugar, pero como también lo ocupan los problemas actuales entreverados con las repeticiones. Así, es tan grande esa labor reconstructiva como la de que el análisis lo acompañe al paciente en la resolución libre y creativa de sus nuevos proyectos, limpiados ya, hasta donde sea posible, de las ansias, los miedos y los traumas infantiles. Los deseos sexual y agresivos de la niñez, los temores lejanos, los traumas repetitivos no hay que ir a buscarlos siendo analista, simplemente no hay que ser sordo ante su sonora presencia en las diversas transferencias y en la transferencia sobre el analista.-Sexualidad infantil encontrada como predominios pulsionales relativos, como narcisismos preedípicos e incestuosos fijados en el Yo ideal, como fragmentos de objeto y objetos tan pulsionales como narcisistas (fusionales, espejo , prótesis del Yo, y endogámicos) previos al Naufragio del Complejo de Edipo.
Desde la historia del presente que el Yo se esfuerza en aclarar, siempre reconstruímos una historia infantil cuyas elecciones libidinales, idealizaciones, odios, no dejan de insistir por repetición placentera de estilo alucinatorio aunque se realice sólo como transferencia, por repetición de esperanzas mágicas que no se abandonan, por repetición traumática, por venganzas eternas que no acaban de ser satisfechas. Un adolescente se arruina toda la dentadura durmiendo noche tras noche con un caramelo en la boca desde que es chico, la dulzura del pecho esperado, anhelado, repite su destrucción acaramelada y, al mismo tiempo, la destrucción de sus dientes culpables de asir, desgarrar a una madre inasible autopresentada como hna. dada la juventud con la que lo tuvo y que se pelea con él de igual a igual.
Otra bella señora no sabe porque no se casa hasta que descubrimos que no se quiere casar, ahíta de investidura libidinal, gloriosamente narcisificada por ambos padres, teme que los hombres la “agarren” asfixiantemente como siente que lo hizo la madre con ella( en realidad estorbándole el idilio con el padre) y además ningún hombre podrá competir jamás con la devota entrega que hizo el padre hacia ella estorbando hasta ahora la exogamia.
3- La disposición bisexual enraíza en el cuerpo con elementos del otro sexo, pero soportada por eso, es fundamentalmente, una doble corriente identificatoria a ambos géneros que culmina infantilmente con las dos tendendencias del Edipo Completo: hetero y homosexual, la resolución por la femineidad o la masculinidad exógamas será siempre una cuestión de predominio neto de una de las corrientes sobre otra. La bisexualidad pues ocupa su lugar en todo análisis de lo que pueda llamarse “normoneurótico”. No obstante en la ontogénesis y previo a lo que describí aneriormente, entre el narcisismo neto y la elección objetal existe una transición a la que llamativamente Freud llamó homosexual, aunque no pertenezca a dicha corriente del C. De Edipo Completo que es posterior a la caída de la premisa universal del falo y constitutiva de las dos posiciones preheterosexales: lo tiene o no lo tiene, pero a la que alimenta. Es el enamoramiento del doble del Yo, aún antes de que se constituyan las posiciones hetero y homo como antagónicas, enamoramiento en el cual se elige al doble siguiendo ciertos rasgos superficiales, fundamentalmente a predominio imagen y guiado por las señales de diferencia genérica que brinda desde el principio la cultura. Se elige pues a la imagen del propio género como doble narcisista del Yo en un intento primero de salvar de algún peligro fragmentante la unidad y la integración del self, pero el doble no es otro establemente diferenciado y la unión posible con él significa la muerte psíquica “el almicidio” schreberiano, el cierre persecutorio de la inestable diferencia entre el otro y el sí mismo.
No descartamos como posible fijación o corriente psíquica a representaciones que desmientan la castración y reafirmen la premisa universal del falo constituyendo a un núcleo perverso.
Hoy sabemos que la práctica de la homosexualidad puede responder a varias constelaciones metapsicológicas y no sólo a una estructuración por desmentida de la castración. Pero además estamos asistiendo a nuestra cultura posmoderna, narcisista y hedónica, la que cancela represiones que indudablemente en otras épocas cerraban el paso a la decisión conciente y a la acción sobre muchos deseos. Décadas de mi propio consultorio me están haciendo asistir a algunos cambios notables, adolescentes o jóvenes que “prueban” la relación homosexual, relaciones homosexuales en alguna edad madura neurótica, con incertidumbre acerca del rumbo definitivo que tomará la nueva elección; cambio de la elección heterosexual ejercida hasta la edad media de la vida con certeza acerca de la nueva dirección, todos hechos que prueban la existencia antaño reprimida de corrientes de reorganización identificatoria y objetal que nos hacen comprender mejor las antiguas homosexualidades, algunas consagradas pedagógicamente como la griega.
Isabel Lucioni
Psicoanalista
ilucioni [at] ciudad.com.ar
Fernando Ulloa
Comenzaré por ubicar aquello que de los Tres ensayos para una teoría sexual, a 100 años de su publicación, considero que aun mantiene vigencia. Lo mantiene, por ejemplo, su estilo de escritura metapsicoanalítica, y de hecho, los efectos que siguen produciendo en los analistas. Me considero uno de los deudores de esos efectos metapsicológicos. Señalo lo anterior, aun tomando en cuenta aquello que llevó al mismo Freud a decir, respecto de la teoría metapsicológica que era: “…por momentos, nuestra mitología”. Claro que con mayor justeza también dijo: “la metapsicología es a la par lo más importante y la menos acabada de nuestras teorías”. Se diría que estos comentarios bien pueden analogarse con lo propio de la sexualidad infantil, de cuya presencia –desde los inicios de la vida se los niños- se ocupa Freud, largamente, en el capítulo II de este texto centenario. Pues bien, retomando la anunciada analogía con las pulsiones, en esta sexualidad tempranísima tanto se puede reconocer las imaginarias e inacabadas míticas teorías sexuales infantiles, como el hecho de ser, en sí misma, la materia instintiva que, por efecto de la cultura, se irá trocando –propongo mutando- en el equipamiento pulsional inherente a todo sujeto humano. Una mutación ocurrida en el campo virtual de las representancias, donde se da el encuentro de las representaciones del instinto metonímico con las representaciones culturales, que por serlo revisten un carácter más metafórico. Entonces este carácter metonímico de la materia instintual a la que se le reconoce una fuente somática y un camino de sentido único, en busca de un destino objetal también tirando a único, por el accionar de las representaciones culturales, lo cual altera parte de la fijeza instintiva -inherente a la natura- abriendo paso al surgimiento de las pulsiones, ya una supra estructura, con esbozos metafóricos propios de la cultura.
En este proceso operan sobre el infantil sujeto dos producciones socioculturales antitéticas y contemporáneas: la ternura y la crueldad. La ternura constituye, en los adultos, un resultado de la sublimación sexual; no así en el tierno infantil sujeto donde reina una sexualidad pura; lo ejemplifican el placer de órgano de la lactancia y por fuera de ella, el chupeteo donde “los labios besan a los propios labios” -al decir de Freud. Un argumento más para pensar que la sexualidad está desde los comienzos de la vida de un sujeto. ¿Qué decir de la crueldad, ese fracaso de la ternura en su faz sublimada del buen trato? Sólo diré que el instinto no es cruel, es agresivo porque opera en la reproducción y en la alimentación, donde se juega la vida de la especie. Cuando por este fracaso de la ternura sólo se logra un precario establecimiento pulsional que no alcanza para hacer frontera a la agresividad del instinto, a la manera de una denomino proto-represión -esencial para entender metapsicológicamente a la crueldad- no sólo no existe tal frontera, sino que la precariedad pulsional ‘corrompe’ al instinto abriendo paso a la crueldad, también una producción cultural.
La ternura/buen trato -así formulada- designa con el primer término, al tierno recién nacido, y con el segundo, a los adultos a cargo de los suministros materiales: abrigo frente a los rigores de la intemperie, y alimento frente a los del hambre. También –y ésto importa- las correspondientes donaciones simbólicas que emanan de las maneras, como modos culturales, conque se aplican estos suministros. Maneras culturales, este trato, que organiza en el niño las estructuras psíquicas, a su tiempo aptas para receptar la palabra, desde el inicio presente en los cuidados del niño. De ser la crueldad la que prevalezca en los suministros materiales, serán las maneras ríspidas, brutales, de la que no se puede esperar donaciones simbólicas, sino imposiciones concretas. El resultado imprime una impronta cultural cruel con riesgo de reproducirse generacionalmente, si antes no juega alguna instancia reparadora de buen trato.
Cabe señalar que en el mejor de los escenarios de la ternura/buen trato, conviven ambas producciones culturales ejerciendo su tratamiento, el propio de las artes y oficios para procesar la materia con que estos trabajan. Cuando se trabaja criando un niño, de este tratamiento resultará “el contrato pulsional”, tallando su psiquismo.
*He resumido sólo algo de lo más vigente a mi entender y desde una perspectiva metapsicológica, este texto freudiano y centenario. Un resumen hecho desde mi práctica clínica psicoanalítica, donde lo metapsicológico no queda reducido a designar el valor de un texto teórico sino que así entiendo la metapsicología, como disposición clínica incluso consigo mismo. No en vano Freud inaugura el psicoanálisis con los que en varios textos denomina el ‘acontecer freudiano, que así entiendo su autoanálisis. Al comienzo me extrañaba esta nominación por convocar directamente lo autoerótico. Proponía -sigo proponiendo- la expresión ‘propio análisis’ como una adquisición posible e irrenunciable en todo psicoanalista que ha arribado a las proximidades de un fin de análisis. Más tarde entendí que era legítimo lo de Freud, pues recurre al saber auto erótico y su pregnancia infantil. Una manera directa para explorar en sí mismo y desde una perspectiva metapsicológica, la validez de la sexualidad infantil en la estructuración, no ya del psicoanálisis, sino de todo sujeto. Autoanálisis que le permitió perfilar los complejos básicos de la metapsicología, el de Edipo y el de castración; también atravesar mitologías infantiles y culturales fundando los inicios de la clínica psicoanalítica con “La interpretación de los sueños” y “Tres ensayos de una teoría sexual”. Al final de sus días nos legó lo que considero su testamento psicoanalítico, no tanto por sus contenidos teóricos –que los tiene- sino por las circunstancias en que fueron escritos: cáncer que avanza, nazis en Viena y el exilio definitivo de su país y de su vida. Como respuesta compone su texto “La escisión del Yo en el proceso defensivo”. Texto inconcluso, en el que hay razones para suponer cierto compromiso autobiográfico entorno a la propia sexualidad infantil. Inconcluso a la manera de un comentario freudiano que afirma: “…la metapsicología es a la par lo más importante y lo menos acabado de nuestras teorías”. En este trabajo se vuelve a ocupar de la noción de desmentida (Verleugnung); mecanismo esencial en el complejo de castración. Lo que no termina en este texto lo retoma, en parte, en las páginas finales, ahora sí de su último trabajo: “Esquema del Psicoanálisis” (1940), donde amplía su idea según la cual la desmentida, de esa escisión yoica, se produce no sólo en el fetichismo y en las psicosis, sino en las neurosis, en general frente a circunstancias en extremo difíciles como las que él estaba viviendo. Tanto es así que Stephan Zweig, compañero de exilio en Londres, dice: “Freud considera serenamente su propia muerte como una circunstancia extra-personal”. ¿Será que optimizó, desde su escisión yoica, la Verleugnung?
Algo de este mecanismo he constatado personalmente, en análisis de pacientes próximos a su muerte; también, y ésto resulta de interés, cuando no es en el fin de una vida sino en el fin de un análisis, surge otro aspecto curioso de la desmentida, curioso por cobrar forma de lo contrario: una suerte de ‘malentendido’ –un como sí- con significación de futura propia muerte del analizante, o tal vez del analista. Ésto recrea un clima transferencial que en ocasiones, no siempre, permite trocar la angustia de muerte, en tanto angustia real de castración, en vivencia de muerte; aquí la vida –expresada como vivencia- funciona como soporte dialéctico de la muerte, un ensayo de inscripción, en el inconsciente, de la muerte, que no la tiene. Tal vez algo de ésto permitió a Freud vivir hasta su propia muerte eludiendo, a su pedido, ‘vivir’ una muerte ya instalada. La vida siempre es inconclusa, por qué no había de serlo lo que considero su testamento.
Haber asistido y hablado acerca de todo ésto con Mimi Langer en el transcurso de su muerte, va en la misma línea. Lo documento en un trabajo donde también me ocupo de la muerte de Freud: Las campanas solidarias doblaron por Mimi Langer.
Vuelvo a “La escisión del Yo…”. Freud duda, al comienzo, en hablar acerca de algo ya muy conocido y por ello de poco interés. Finalmente opta por escriturar su experiencia y señala que muchas décadas atrás el infantil sujeto, “descubre” en los genitales de una niña pequeña, la castración; algo que anuncia la posibilidad de perder su propio pene. A partir de eso desarrolla, junto con la irrupción de su práctica masturbatoria, un síntoma que aterra su ánimo: teme ser devorado-castrado por su padre. Verleugnung mediante, organiza un ingenioso dispositivo, por un lado acepta la castración como inherente al principio de realidad; por el otro, disfruta de la sexualidad, respondiendo al principio del placer. Vale pensar que lo de “muy conocido” aludía a su propia memoria infantil, perelaborativamente activada en su autoanálisis, expresada en “… muchas décadas atrás el infantil sujeto…”, como propias décadas.
En los términos de una común neurosis, funciona así este ingenioso dispositivo; señal que la escisión yoica se mantiene en los límites de una división dialéctica que permiten la convivencia del principio de realidad (castración) y el principio de placer (disfrute sexual). No sucede ésto cuando los términos de la escisión están desacoplados, como ocurre tanto en el fetichismo como en la psicosis.
¿Qué decir acerca de la última cuestión que propone Topía respecto de la inversión y la bisexualidad, conque inicia Freud sus “Tres ensayos…”? Me valdré de párrafos extraídos de su trabajo, principalmente de las conclusiones del apartado “A” del primer ensayo: “…La experiencia recogida con los casos considerados anormales nos enseña que entre pulsión sexual y objeto sexual no hay sino una soldadura, y corremos el riesgo de no ver a causa de la regular correspondencia del cuadro normal, donde la pulsión parece traer consigo al objeto. Ello nos prescribe que debemos aflojar, en nuestra concepción, los lazos entre pulsión y objeto. Probablemente la pulsión sexual es, al comienzo, independiente del objeto, y tampoco debe su génesis a los encantos de éste”.
Encuentro esencial el párrafo anterior, principalmente en relación al aflojamiento entre pulsión y objeto. También me parece importante advertir que la calificación de anormal y la referencia a la normalidad, aún con valor de estadísticamente habitual, aproxima, en un tema tan sensible, los riesgos de la discriminación. El mismo Freud en un agregado hecho en 1915, remarca: “La investigación psicoanalítica se opone terminantemente a la tentativa de separar a los homosexuales como especie particular de los seres humanos. En la medida en que se estudian otras excitaciones sexuales, además de las que se dan a conocer de manera habitual, el psicoanálisis sabe que todos los hombres (y mujeres, agrego, explicitando géneros) son capaces de elegir un objeto de su mismo sexo, y aun lo han consumado en su inconsciente (…) En todos los tipos sexuales (obvio la expresión ‘los invertidos’ incluida en este agregado, por la carga peyorativa del término. Además hay argumentos -más allá de los prejuiciosos- para no considerar a la homosexualidad como lo inversa a lo hétero), es posible comprobar el predominio de constituciones arcaicas y de mecanismos psíquicos primitivos…”.
Sólo propongo, sin espacio para desarrollarlo, que mucho de lo que dije anteriormente acerca del buen trato y del distrato, se relaciona directamente con esta “constitución arcaica de mecanismos primitivos”.
Fernando Ulloa
Psicoanalista
foulloa [at] sion.com