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Falsedad, error y evidencia

Verdad. Mentira. Cambiante estatuto el de la verdad y la mentira para el psicoanálisis. Cambiante, aun, dentro del psicoanálisis para lxs diferentes autorxs. Porque en el análisis, cuando aparece la verdad, cuando esa verdad se revela, lo hace como mentira pretenciosa que solo aspira a ser reconocida como verdadera. De modo tal que en el reino de la mentira deberemos situarnos; dominio de las mentiras que son pretenciosas porque intentan decir lo inefable, porque se construyen con la clara intención de ayudarnos a tolerar la insoportable ausencia de palabras; la intolerable presencia de una verdad sin lenguaje; de una verdad que no tiene nombre. Si la verdad nunca se entrega del todo, nunca se obtiene plenamente, si la verdad es mentirosa; si la mentira siempre es una verdad a medias y algo del inconsciente revela, el par antitético de la verdad no es la mentira. Para el psicoanálisis el par antitético de la verdad y la mentira es el olvido. Y por olvido, aludo a aquello que cae y queda preso de la represión para hacerse visible solo como síntoma individual y social. Pero ocurre que el olvido, como par antitético de la verdad y la mentira, nos conduce irremediablemente a la memoria y, de ahí, al recuerdo, tan falaz, siempre, como la propia mentira.

Si la verdad es mentirosa; si la mentira siempre es una verdad a medias y algo del inconsciente revela, el par antitético de la verdad no es la mentira. Para el psicoanálisis el par antitético de la verdad y la mentira es el olvido

La degradación de la palabra

Un fenómeno indispensable para repensar la Educación

Introducción

Es necesaria la palabra ya que es el eje de nuestros compromisos afectivos, políticos y sociales.

El pensamiento reflexivo y crítico que sustenta la palabra, ha sufrido cambios desde que la Cultura Clásica fue reemplazada por la Cultura del Simulacro. En la misma existe una tergiversación engañosa de la realidad, de las ideas, del comportamiento perdiéndose el objetivo de arribar a una verdad posible.

En reivindicación de Sándor Ferenczi, el terapeuta de la ternura

“NiUnaMenos”. Vivas nos queremos. Vivas, potentes y vitales. Inmersa en las intensidades vividas en la marcha “NiUnamenos” realizada el 3 de junio pasado, he decido comenzar estas líneas recordando un escrito al que llamé “En defensa de la ternura”.(1)

¿Qué nombre poner a esa emoción que me invadió cuando frente al Congreso vi a esos niños con cartelitos cuya leyenda denunciaba “NiUnaMenos”? Caminaba junto a mis amigas, con las que nos acompañamos desde tiempos inmemorables por esa Avenida de Mayo, con una emoción particular ¿la podré llamar ternura? Invadida por ese estado, me crucé con aquel amigo sesentón, como quien escribe, caminando por la plaza con su hija treintañera. Me sigue acompañando la ternura que me despertó ver a esas dos generaciones, ese padre y esa hija, en esa plaza por “NiUnaMenos”.

Patologías del neoliberalismo

Editorial Revista Topía #77 Agosto/2016

Lo que se denomina neoliberalismo define las formas actuales en que el capitalismo ejerce su dominación. Para ello construye una subjetividad sometida al capital donde naturaliza sus características presentando su política económica ajena a intereses particulares, es decir, desvinculándola de cualquier referencia a las relaciones de producción; no hay modo de producción capitalista y su obvio conflicto de clases, género y generación.

Neoliberalismo y Violencia

La implantación del neoliberalismo a nivel mundial en los últimos cuarenta años ha venido acompañado con la expansión de un mito fundador, creado por sus principales ideólogos. Ese mito fundador sostiene que el neoliberalismo se ha impuesto por la superioridad intrínseca del mercado y que, por libre competencia, han sido liquidadas aquellas formas de organización social que trataban de impedir el funcionamiento armónico y automático de los mercados, así como reducida la injerencia de los estados en la actividad económica de los capitalistas y sus empresas. En este mito se resalta que la imposición del neoliberalismo, como una nueva fase en la historia del capitalismo, ha sido pacífico y sin mayores contratiempos.

La creencia neoliberal

Topía, en su aniversario 25, al cual pocas revistas llegan y, por lo cual, hay que felicitar a sus directivos calurosamente, nos ha convocado para discutir sobre el neoliberalismo -y su persistencia- desde distintas perspectivas y a mí me han dado como tema el de “La creencia neoliberal”, para lo cual considero necesario revisar el sentido del término.

El Diccionario de la Real Academia Española define el término creencia como “firme asentimiento y conformidad con alguna cosa” y, también: “dar firme asenso a las verdades reveladas por dios y propuestas por la iglesia”. Es decir, es un término muy relacionado con la fe y, particularmente, con la fe religiosa, lo cual nos remite al discurso premoderno, medieval, que fuera sustituido en la Modernidad por un discurso centrado en lo humano más que en la deidad, pero con el mismo supuesto de realización futura ya no en el paraíso sobrenatural, sino en la realización de un progreso permanente en la tierra, lo cual se convierte en la nueva utopía.

Neoliberalismo, la reforma del sector salud y mercantilización

La década del 80 en Latinoamérica es conocida en la literatura especializada como “la década pérdida”, por tratarse de un período marcado por bajo crecimiento económico y diversos problemas estructurales entre los que destaca la elevada inflación.

El gobierno de Raúl Alfonsín, que representaba el sector más progresista de la Unión Cívica Radical, intentó la reconstrucción del estado en base a la expansión del gasto social en un contexto internacional desfavorable para las economías latinoamericanas. La victoria de Ronald Reagan en Estados Unidos y de Margaret Thatcher en Gran Bretaña inauguró un período de fuerte contracción monetaria en los países centrales, enmarcada en lo que se conoce como la “revolución conservadora”.

Neoliberalismo y Aparato Psíquico: “La libertad me esclaviza”

A 116 años del comienzo de la maduración del psicoanálisis, Freud sigue siendo un conjunto informe de citas y textos; el movimiento psicoanalítico no ha logrado integrar su teoría en un paradigma organizado y organizador de posteriores “aportes”; y no hablemos de presuntas reorganizaciones que han terminado de hundir al fundador en el olvido. Pocos admiten que las dos tópicas históricas se interpenetran en una sola: El Aparato Psíquico, que es el articulador simbólico-afectivo entre lo biológico y lo histórico cultural. “Psicología de la Masas” es claro en decir que el psicoanálisis es por derecho y de hecho “una psicología social”, sin sociologismos, psicologismos, ni biologismos: Hipercomplejidad. Este es el gran motivo de la resistencia permanente a Freud: fue un pionero de las epistemologías de la hipercomplejidad. Pensar complejo cansa. Salvo que se repita lo que no se entiende.

Muchos psicoanalistas también consideran “los escritos sociales” como un aditamento que Freud hubiera escrito para mayor cultura de sus seguidores; se dan como seminarios aparte sin relacionarlos con la ontogénesis ni las tópicas, algunos estudiantes los hacen y otros no. “Moisés y el Monoteísmo” plantea claramente la historicidad del Aparato Psíquico, el Superyó Cultural cambia y, por lo tanto, los Superyoes individuales cambian con los cambios histórico-culturales, ergo, cambian el Yo Realidad Definitivo y si estos cambian, lo hacen el esfuerzo y la calidad de la Represión Primaria o la Censura entre sistemas…, por lo tanto, cambia el Ello-Inc.

Padre Rico, Padre Pobre

Columna

Robert Kiyosaki es empresario, inversionista y escritor. Es un mentor de la autoayuda financiera, una propuesta donde en el capitalismo actual, vende la ilusión de que cada cual es dueño de hacerse rico. Es autor de numerosos libros que fueron éxitos de venta. Padre rico, padre pobre (1996) fue el primero. Escribió varios, entre ellos El cuadrante del flujo del dinero (1999). En 2012 publicó Queremos que seas rico en coautoría con el actual candidato a presidente de USA, Donald Trump.

Mirar y Comer

El trigo y el arado

El trigo y el arado se mancomunaron para iniciar la revolución de la agricultura que cambió el mundo, una transformación que hizo que la población del planeta aumentara en forma exponencial. A partir de los surcos hechos por el arado y las semillas que allí crecerían, se modificaron radicalmente los hábitos alimentarios, las formas de la sociabilidad, los cuerpos y los gustos. Como consecuencia de estas transformaciones, la alimentación variada y más completa de los cazadores-recolectores se perdió para siempre.1

La dieta se basó en la producción de granos, verduras y hortalizas (cebada, trigo, arroz, espinaca) y en los pocos animales que el mismo agricultor logró domesticar (pollos, porcinos, vacas). Esto obligó a los campesinos a establecer una relación estrecha con la tierra y sus animales de cría, de esta forma nacieron las aldeas. En ellas comenzó una valorización del sedentarismo, necesario para cuidar los cultivos y antagónico al desplazamiento constante de los grupos humanos nómades. La vida se centró en la producción agrícola y en la propiedad privada, en ese mundo más pequeño y parcelado se establecieron las bases de las futuras ciudades.2 Es impactante el crecimiento del sedentarismo sistemático en todo ese proceso.

La insoportable levedad del consumo musical

Los jóvenes de ayer discutíamos algunas cosas que hoy parecen insólitas. Una de ellas era la oposición entre la “música comercial” y la “música no comercial”. Por supuesto, quienes dividíamos de este modo las artes, descalificábamos todo lo que entrara en la primera y estábamos resueltamente a favor de la segunda. En el primer grupo entraba la música hecha con el lucro como principal propósito. Allí entraba desde cierta música “melódica”, la música hecha para bailar (pasaron algunos años hasta conocer los orígenes de la música disco como música de minorías), todo el “pop” diseñado para atraer a todos y todas (aunque entonces no hacíamos dichas distinciones). En fin, todo lo hecho sólo para “vender”. Del otro lado estaba el rock, el jazz, el jazz rock, nuevos aires de tango y folklore. En síntesis, todo lo que fuera búsqueda y experimentación. La discusión terminó en los 80. Algo había cambiado, pero no era la música solamente. Pero me llevó tiempo entenderlo.

No hay músicas por fuera de nuestros tiempos. Una obviedad, pero hay muchos que consideran que la música no sólo es inmaterial, sino atemporal. Las experiencias musicales siempre estuvieron determinadas por los tiempos económicos y políticos, tal como lo demuestra Jacques Attali en su libro de 1977, Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música. En el momento de publicación de dicho texto, se estaba produciendo la transmutación de la economía y la política mundial del capitalismo del llamado Estado de Bienestar al actual capitalismo financiero. Attali intuye los cambios al denunciar la repetición y la mercantilización de la música, pero se ilusionaba con la posibilidad del surgimiento de una sociedad y una música nueva, en lo que designa como “composición”, donde surgiría el acto libre y el “disfrute del ser en lugar del tener”: “la composición libera el tiempo para vivirlo y no ya para almacenarlo. Ella se mide, pues, según la amplitud del tiempo vivido por los hombres, viniendo a sustituir al tiempo almacenado en mercancías.”

Cuerpos Capitales

Del cuerpo como capital generador de plusvalía, al control de la subjetividad

Muchos de nosotros somos hijos o nietos de inmigrantes, gente trabajadora que llegó al país escapando de persecusiones o guerras a partir de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Quienes se establecieron en el campo, generalmente formaron familias con muchos hijos. La prole numerosa era un activo importante para trabajar, con tareas diferenciadas a partir del sexo y la edad. Un importante potencial de trabajo físico en las tareas rurales, donde los cuerpos eran un capital significativo, que convenía producir (procrear) y mantener (alimentar) para aumentar la producción y las ganancias. La posibilidad de incrementar el patrimonio estaba en relación a la cantidad de hijos, a la cantidad de cuerpos que pudieran realizar y multiplicar las tareas laborales y las necesarias para sostenerlas. Digo las necesarias para sostenerlas porque la vida en función del trabajo implica que mantener los cuerpos, alimentarlos, es una tarea estratégica en función del trabajo. No estamos hablando aquí de gusto, ocio o creatividad, ya que este plus será decodificado en este momento histórico como una anomalía, como sucesos extraños aislados producidos por personas que se resisten a cumplir su destino familiar y social de construcción de ciudadanía a partir del trabajo.

Hágase la luz: La electricidad y los cambios culturales

El planeta insomne. Una subjetividad que no duerme

Desde la oscuridad

El Génesis ubica a la luz, en la creación del mundo, en tercer lugar, después del cielo y la tierra, con el objetivo de separar la noche del día. A la humanidad le costó siglos llegar a apretar un botón y que “la luz se haga”. Fue un proceso que comenzó con el dominio del fuego, la lámpara de aceite, etc. hasta llegar a la luz eléctrica. Una vez dominada la electricidad fue tan potente como energía que, desde sus comienzos, volvió a implantar los sueños de los antiguos alquimistas que trataban de convertir lo inanimado en animado.1 Un ejemplo claro es el libro Frankenstein o el Prometeo moderno que trata de una resurrección producida por la unión de la medicina y la electricidad.

¿Trastornos de sueño o transacciones psíquicas?*

Existen diferencias y similitudes entre lo que privilegia cada ciencia en las perturbaciones del estado del dormir, soñar y despertar.

Dos cuadernos Alma, cuerpo, escritura

El implacable relato de una recuperación

He sido una viajera impenitente y obcecada. Llena de pasión, y me viene de lejos, de la infancia y sus inventos. Porque la imaginación fue mi primer medio de transporte, pero a lo largo de años -los muchos años aunque yo no tenga conciencia del tiempo pasado como pérdida, sino como acumulación- abordé todo tipo de vehículos. Desde los grandes trasatlánticos a los barcos de carga, a la feluca egipcia, y los aviones a hélice y los jumbos, y los ricksahws y los tuc-tucs y hasta algún manso camello para no hablar de caballos de todo tipo, de monta y de tiro.

El discurso racista de invisibilización de los afroargentinos

Editorial de Revista Topía n°74 Agosto/2015

Había transcurrido más de media hora de la entrevista y María seguía muy confusa. Lo único que aparecía con claridad era su motivo de consulta: “Tengo mucho miedo de tener hijos.” Estaba casada hacía 5 años. Sentía un gran amor por su marido, pero desde hacía 2 años, cuando decidieron que quedara embarazada, comenzó a evitar las relaciones sexuales. Aún más, las tenía durante el período en que no era posible el embarazo. Igual estaba con miedo de que ese recurso fallara. La sensación que trasmitía era de pánico.

¿Rehabilitar a la normalidad?

Al vulgum pecus, un cierto Romanticismo le oponía la figura del poeta maldito. Y exaltaba la melancolía, considerada la forma electiva de la lucidez y el recurso final de la potencia creadora. Con el Surrealismo, es la locura la que suplanta a la melancolía, por la proliferación de formas de pensamiento que hace surgir y por su imprescriptible impertinencia respecto del conformismo y de la razón.

Vida cotidiana en la Argentina: Entre la vulnerabilidad y el cambio sociocultural

¿Cómo viven los argentinos hoy? ¿Es igual la vida cotidiana en esta época, que hace 20 o 30 años atrás? ¿Qué factores inciden en la cotidianeidad argentina? ¿Existe una cotidianeidad por clase social, por edad o por género? Todas estas preguntas nos dispararon a reflexionar en este artículo en torno a dos cuestiones, que desde mi punto vista aparecen como una tensión en la sociedad argentina.

La recuperación de la capacidad interpretativa

Un desafío para la vida cotidiana

Es evidente que estas preguntas exigen un ensayo, no 14.000 caracteres. Nos serviremos entonces de ellas sólo a modo de excusa para profundizar en una idea ya formulada hace años y que el tiempo, lejos de desmentir, confirma. Comencemos afirmando que si algo delimita la vida cotidiana, es la vastedad de sus confines. Más allá de las definiciones sociológicas que tuvieron en el filósofo Henri Lefebvre a un pionero, digamos que la vida cotidiana es la vida misma; aquella que los sujetos sentimos como nuestra propia vida, aquella donde la vida se realiza, se hace real.

Cine y vida cotidiana en la Argentina actual

Para indagar sobre la problemática de la vida cotidiana actual en la Argentina, a través de la mirada del cine, deberíamos en principio articular la presente y supuesta “década ganada”, con el pasado más reciente, para poder proyectarlo hacia un futuro más que incierto. O sea tener en cuenta de hecho el período histórico que va desde fines de los 90, pasando por el 2000 –crisis incluida-, hasta nuestros días, con el consecuente fin de “un relato” cada vez más inverosímil e increíble.

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