Topía, en su aniversario 25, al cual pocas revistas llegan y, por lo cual, hay que felicitar a sus directivos calurosamente, nos ha convocado para discutir sobre el neoliberalismo -y su persistencia- desde distintas perspectivas y a mí me han dado como tema el de “La creencia neoliberal”, para lo cual considero necesario revisar el sentido del término.
El Diccionario de la Real Academia Española define el término creencia como “firme asentimiento y conformidad con alguna cosa” y, también: “dar firme asenso a las verdades reveladas por dios y propuestas por la iglesia”. Es decir, es un término muy relacionado con la fe y, particularmente, con la fe religiosa, lo cual nos remite al discurso premoderno, medieval, que fuera sustituido en la Modernidad por un discurso centrado en lo humano más que en la deidad, pero con el mismo supuesto de realización futura ya no en el paraíso sobrenatural, sino en la realización de un progreso permanente en la tierra, lo cual se convierte en la nueva utopía.
¿Cómo se mantiene ese modelo económico cuándo hay una flagrante contradicción entre los ideales consumistas y los recursos disponibles para alcanzarlos en grandes sectores de la población?
Esta confianza o fe en el futuro es rota en la Postmodernidad donde aparece el escepticismo sobre el futuro y domina el tiempo presente, lo cual fue y es característico de la cultura de la pobreza cuyas limitaciones económicas e inestabilidad de vida les impiden tener un horizonte de futuro, pero ahora abarca a todas las capas sociales y económicas que tienen que aprender a vivir en la incertidumbre y la inestabilidad neoliberal. Por ello en esta etapa contemporánea, más que creencia en verdades absolutas se habla de discursos, de propuestas donde la verdad y la realidad son construcciones sociales, propuestas posibles en vez de verdades absolutas, discursos que ya no se sostienen ni en la fe, ni en la ciencia, sino en la propaganda de los medios de difusión que crean ideales y modelos: ideales individualistas, hedonistas, narcisistas y consumistas; modelos centrados en la imagen, la juventud y la banalidad.
¿Qué sostiene entonces al discurso y la práctica neoliberal, cuando su realidad es de concentración de la riqueza en pocas manos y consecuente empobrecimiento y marginación de grandes masas de la población, que no tienen acceso al empleo o son expulsados del mismo en los recortes continuos de personal que se realizan tanto en las empresas privadas como en los gobiernos?, ¿cómo se mantiene ese modelo económico cuándo hay una flagrante contradicción entre los ideales consumistas y los recursos disponibles para alcanzarlos en grandes sectores de la población?
Intentaré responder a estos interrogantes no sólo desde la reflexión teórica, sino desde la realidad; para lo cual tomaré como ejemplo de sus efectos concretos a México, dónde se ha aplicado por más de treinta años. Aquí, en el ejercicio de dominación del régimen neoliberal sobre la población, circulan tres discursos con sus correspondientes prácticas: el discurso del miedo y el terror, el discurso disciplinario y el discurso de la transparencia y el rendimiento autoexplotador.
En el modelo neoliberal hay amplios sectores afectados, pero también hay algunos beneficiados: esencialmente el capital financiero así como las grandes empresas y sus empleados, en particular, las transnacionales, así como los políticos y tecnócratas que promueven y sostienen ese sistema económico.
Después vienen los sectores que conservan ingresos suficientes, relacionados con empresas industriales, comerciales y de servicios.
Le sigue un sector de trabajadores precarizados, frecuentemente mediante la tercerización, y un sector de marginados en la pobreza, de cuantía variable en los diversos países latinoamericanos, pero siempre de gran extensión.
Estas amplias capas marginales de la población no están incorporadas a los beneficios del desarrollo capitalista, pero suelen estar incorporadas al consumo de productos industriales como ropa, alimentos, televisión y telefonía móvil, promovidos intensa y eficazmente mediante propaganda en los medios de difusión, lo cual les da una ilusión de pertenencia al sistema y fuentes de diversión banales, pero apreciadas; estos aparatos electrónicos logran entretenimiento, control social y adhesión al régimen en torno a una cultura mediática y de la transparencia.
Las luchas políticas y sociales en América Latina, desde los setentas1, han mostrado que estos sectores marginales pueden ser capaces de organizarse para algunas acciones de supervivencia como invasión de terrenos, pero no son capaces de sostenerse en acciones políticas en torno a organizaciones estables y autónomas. En cambio, han sido sujetos de formas de organización desde el poder estatal a través de su manipulación mediante el clientelismo, paternalismo o compra del voto y esta situación ha sido un importante factor de sostenimiento del régimen neoliberal.
Después de 33 años de economía neoliberal, México tiene -como consecuencia- una de las peores situaciones económicas, políticas y sociales de su historia
En los sectores beneficiados opera la búsqueda de mantener sus grandes o pequeños privilegios y no solo es en relación a grandes fortunas en el país o depositadas en paraísos fiscales y de ocultamiento, sino los privilegios de las capas medias de tener trabajo y un buen pasar, para lo cual se asimilan a la ideología y discurso oficiales y si aparecen movimientos políticos de oposición o atrocidades represivas como las cometidas en Ayotzinapa, tienden a repetir las versiones oficiales o voltear para otro lado.
Después de 33 años de economía neoliberal, México tiene -como consecuencia- una de las peores situaciones económicas, políticas y sociales de su historia, además de una dependencia extrema con los Estados Unidos.
Daré algunos datos estadísticos que muestran el tamaño del desastre:
En 2013 fuimos el único país en América Latina y el Caribe donde, según datos de la CEPAL, la pobreza aumentó.2 La Comisión Nacional de Evaluación (CONEVAL) en su informe de 2014 reportó casi la mitad de la población en situación de pobreza (46.2 %) de acuerdo a su método para definirla. Pero en un apartado del informe señalaba que solamente 20 % de la población estaba libre de alguna carencia.3
El desempleo está generalizado, por lo cual la tasa de trabajadores informales está en poco más de 60 % en las maquilladas cifras oficiales, población que, como consecuencia, carece de seguridad social y jubilación. El ingreso laboral promedio de dos de cada tres personas que trabajan, se ubica por debajo de 2,400 pesos mensuales (alrededor de 133 dólares en mayo de 2016 y el peso se sigue devaluando), una cantidad insuficiente para atender las necesidades de una familia si se considera que el valor de la canasta básica por persona es de 1,335 pesos mensuales (alrededor de 74 dólares).4 La desigualdad económica es enorme, de tal manera que el ingreso del uno por ciento más rico de la población equivale al del 90% de menores ingresos. La élite es dueña del 32.6 de la riqueza del país.5
El malestar social derivado de toda esta opresiva situación ha dado lugar a su contención mediante una sangrienta represión política encubierta tras la violencia de la llamada “guerra contra el narcotráfico” que ha generado más de 150.000 muertos y desaparecidos,6 17.000 de ellos solamente durante 2015; en un país sin declaración de guerra o de estado de excepción, una cantidad mayor que en Irak o Afganistán, aseguró el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.7 Dentro de esta cauda de muertes es de destacar el alto número de periodistas asesinados: 113 de 2000 a la fecha,8 muchos de ellos con sospecha de implicación de autoridades gubernamentales. En los cuatro años del sexenio de gobierno de Peña Nieto se han reportado 83 desapariciones forzadas cometidas en contra de luchadores sociales y defensores de derechos humanos9 y se considera que hay más de 500 presos políticos en el país.10 Esta situación tan grave ha conducido a que 73% de las denuncias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) durante 2015 sean contra el Estado mexicano, afirmó el secretario ejecutivo de dicho organismo,11 lo cual concuerda con la denuncia del Comité Monseñor Romero de que el Estado utiliza la desaparición forzada como estrategia para reprimir a los disidentes.12
Esta es la faz de los mecanismos de control social más primitivos y sanguinarios que actúan mediante la inducción de miedo o terror: aquellos que apelan al dilema de la vida o la muerte por medio de asesinatos, desapariciones forzadas o a la aniquilación económica y social mediante extorsiones, linchamiento mediático o desempleo, así como otras más sutiles que se exponen y discuten adelante.
Michel Foucault, en su investigación histórica-filosófica que le llevó a campos poco o nada explorados previamente por la filosofía, da un giro radical a la perspectiva clásica de la política y abre una nueva dimensión al tema del poder.
Sus teorizaciones se ubican inicialmente en espacios de reclusión como las cárceles o los asilos, pero al avanzar la construcción de su obra, aborda el tema del poder en poblaciones abiertas a partir de sus conceptos de biopolítica y biopoder sobre las relaciones entre la política y la vida. Éstas permiten establecer, como formas de ejercicio del poder político, prácticas de control disciplinario sobre el cuerpo social que son ejercidas en el ámbito del conocimiento durante el proceso de formación de los individuos, para influir en sus subjetividades y hacer del cuerpo una máquina de producción. El poder disciplinario es un poder normativo, negativo, que crea a un sujeto obediente.
La biopolítica es la forma de gobierno de la sociedad disciplinaria que corresponde al periodo del capitalismo industrial y persiste en esos ámbitos aplicado a trabajadores y obreros.
Quien continúa y actualiza las reflexiones de Foucault es Byung-Chul Han, un coreano que es la nueva estrella de la filosofía en Alemania, quien considera que el control subjetivo y social propio del neoliberalismo recurre más a la positividad de la seducción narcisista que a la negatividad, inhibitoria y no permisiva, del poder disciplinario, propia de la etapa histórica anterior del capitalismo.
El control subjetivo y social propio del neoliberalismo recurre más a la positividad de la seducción narcisista, que a la negatividad, inhibitoria y no permisiva del poder disciplinario
Esta nueva forma de ejercicio del poder político es la Psicopolítica que el autor mencionado define como la técnica de dominación del capitalismo financiero neoliberal que estabiliza y reproduce el sistema dominante por medio de una programación y control psicológicos,13 donde “instituye entre los individuos una rivalidad interminable a modo de sana competición, como una motivación excelente. La motivación, el proyecto, la competencia, la optimización y la iniciativa son inherentes a la técnica de dominación psicopolítica del régimen neoliberal” (p. 33).
A este sistema más sutil y positivo que motiva y estimula más que prohibir lo considera más eficiente y concluye: “En lugar de hacer a los hombres sumisos, intenta hacerlos dependientes” (p. 29). Este poder amable y seductor no sólo es más poderoso que el poder represivo, sino también es menos visible, suele pasar desapercibido al sujeto, que se siente libre. Cuatro elementos son los centrales de este régimen:
- La explotación de la libertad,
- La dictadura de la transparencia,
- El Big Brother amable que se acompaña del Big Data, y
- El capitalismo de la emoción, junto con la ludificación.
La explotación de la libertad
En cuanto a la situación actual de la libertad considera que “El neoliberalismo es un sistema muy eficiente, incluso inteligente, para explotar la libertad. Se explota todo aquello que pertenece a prácticas y formas de libertad, como la emoción, el juego y la comunicación. No es eficiente explotar a alguien contra su voluntad. En la explotación ajena, el producto final es nimio. Solo la explotación de la libertad genera el mayor rendimiento” (pp. 13-14). Esta explotación se logra convirtiendo al trabajador en empresario. “Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una persona” (p. 17).
A este sujeto del rendimiento se le explota mediante el estímulo a su individualismo y a su narcisismo que se complementa con el me gusta que elimina la libre elección por la decisión entre varias ofertas.
La dictadura de la transparencia
El control y la vigilancia de la sociedad disciplinaria tenía su modelo en el panóptico de Bentham, ese dispositivo utilizado en muchas prisiones para ver sin ser visto. Ahora esa vigilancia y control se han vuelto menos visibles y coactivos y en lugar del big brother orwelliano aparece el big data, donde no hay que perseguir la información ya que la gente espontánea e ingenuamente la ofrece. “Los residentes del panóptico digital se comunican intensamente y se desnudan por propia voluntad. Participan de forma activa en la construcción del panóptico digital”.
El sistema neoliberal convierte al ciudadano en consumidor y la transparencia logra efectos adicionales al desarticular ampliamente el sentido de la otredad y de la interioridad en aras de lograr una comunicación sin limitaciones y genera un efecto de conformidad. Además, afecta negativamente a la capacidad de una acción política por la pasividad que induce.
Los datos circulantes en la red permiten, también, trazar un perfil de intereses individuales y colectivos con capacidad de predicción del comportamiento, susceptibles de ponerse al servicio de la propaganda tanto comercial como política y favorecer el control social.
El capitalismo de la emoción y
la ludificación
Han contrasta el capitalismo industrial descrito por Weber, que sigue una lógica racional, con el capitalismo neoliberal que explota las emociones tanto para incrementar el consumo como para incrementar la productividad y el rendimiento.
Se utilizan las emociones “para influir en las acciones a este nivel prerreflexivo” en el control psicopolítico del individuo (p. 75). El juego se aprovecha para funciones semejantes en el mundo de la vida y del trabajo.
El grado de penetración de estas nuevas modalidades de control social varía de acuerdo al grado de desarrollo del país, del ámbito en que se trabaje y de la clase social a que se pertenezca.
El sujeto narcisista del rendimiento requiere de ámbitos que lo favorezcan y se da especialmente entre los ejecutivos altos y medios de las grandes compañías nacionales y transnacionales. Ahí se promueve esta ideología de manera formal en los cursos de capacitación y de manera informal en la organización del trabajo, donde tiene un lugar relevante el uso creciente del home office.
Este poder amable y seductor no sólo es más poderoso que el poder represivo, sino también es menos visible, suele pasar desapercibido al sujeto, que se siente libre
Los otros elementos descritos, que se instrumentan mediante los medios masivos de comunicación, influyen al gran conjunto de la población y el Estado mexicano lo favorece mediante la distribución gratuita de televisores y tablets en las capas sociales de bajos recursos, donación que simultáneamente utiliza para comprar votos y estimular adhesiones partidistas.
Notas
1. Zermeño, Sergio (1978). México, una democracia utópica, el movimiento estudiantil del 68. Siglo XXI Editores, México, Octava edición, 1991, pp. 305-319.
2. La Jornada, viernes 6 de diciembre de 2013, p. 31.
3. La Jornada, 23 de julio del 2015, Informe del Secretario Ejecutivo del CONEVAL sobre Medición de la Pobreza 2014.
4. La Jornada, 18 de mayo de 2016, p. 18.
5. La Jornada, 18 de mayo de 2016, Enrique Galván Ochoa, p. 8.
6. Revista Proceso, 31 de enero de 2016, p. 56.
7. La Jornada, viernes 6 de mayo de 2016, p. 21.
8. La Jornada, miércoles 4 de mayo de 2016, p. 3.
9. La Jornada, jueves 26 de mayo de 2016, p. 9.
10. La Jornada. Viernes 27 de mayo de 2016, p. 44.
11. La Jornada, domingo 29 de mayo de 2016, p. 9.
12. La Jornada, domingo 29 de mayo de 2016, p. 12.
13. Byung-Chul Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Herder, España, 2014.