Artículos escritos por Eduardo Grüner | Topía

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Eduardo Grüner

La cuestión del Estado (Un estado de la cuestión)

Platón, como se recordará, propone expulsar de su proyecto de Politeia (en latín res publica) a los poetas, los retóricos y los sofistas. Vale decir, a quienes tienen por profesión discutir, e incluso cuestionar, el sentido de las palabras (quizá hoy tendría que añadir a los psicoanalistas). Es lógico: el Estado Perfecto no puede tolerar que se ponga en duda la significación de las normas. Es tan así, que el gesto platónico todavía seguirá insistiendo dos mil años después, cuando en 1651 aparezca ese libro que pasa por ser fundacional para la filosofía política moderna, a saber, el Leviatán de Thomas Hobbes, quien entre otros epítetos llama al Estado el Gran Definidor: o sea, el poder absoluto que decide inapelablemente sobre los significados, como sucede con la “neo-lengua” de 1984 de Orwell.

Hay un consenso burgués básico en cuanto a la lógica de funcionamiento del Estado, que es la de garantizar el marco jurídico-político e ideológico para la reproducción permanente de las relaciones de producción capitalistas

La multitud por fin encarnada. O, de cómo Baruch de Spinoza se hizo marxista

Es altamente improbable que Karl Marx -“el filósofo de Tréveris”- haya podido ver el autorretrato perdido de Baruch de Spinoza -“el filósofo de Ámsterdam”-, en el que al parecer éste había colocado, en lugar de su rostro, el de Masaniello (Tommaso Aniello d’Amalfi), pescador napolitano que había conducido una masiva rebelión contra el virreinato español. De haberlo hecho, con toda seguridad hubiera incorporado una copia del retrato (se dice que Marx era un dibujante razonablemente apto) a ese curioso artefacto llamado los Cuadernos Spinoza. El joven Marx, en efecto, tenía la costumbre de transcribir en gruesos cuadernos, párrafos o citas de los pensadores que por alguna u otra razón le interesaban. Conocemos más de treinta de esos cuadernos. En el caso de Spinoza, reproduce largas citas del Tratado teológico-político, en una secuencia aparentemente arbitraria, y con la curiosidad ulterior de que firma el conjunto con su propio nombre, como si hubiera tenido la intención de publicarlo como obra suya. No vamos a psicologizar a Marx hablando de una obvia identificación -ya que poner su nombre en lugar del otro no es poca cosa-. Limitémonos a decir que es una operación intelectual notable: no se trata desde ya de un burdo plagio, sino de un montaje que anticipa en casi un siglo ciertos recursos surrealistas, o más específicamente el Libro de los Pasajes de Benjamin.

La potencia del individuo concreto conserva toda su irreductible singularidad, pero está  “sobredeterminada” por la potencia de la multitud

 

El espejo del estadio. El “narcisismo de masa”, entre el fascismo y el neoliberalismo

En el verano de 1936 se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos mundiales en la ciudad de Berlín, organizados por el régimen nacionalsocialista. Para el evento, Hitler hizo construir un monumental estadio, diseñado por su arquitecto favorito, el técnicamente genial Albert Speer. La intención manifiesta del Führer era que el estadio y los juegos se levantaran como un gigantesco espejo de la Vaterland, para que reflejara ante el mundo entero la grandeza de la Nueva Alemania, esa que iba a durar un milenio de poder imperial indestructible. Para documentar la monumentalidad misma del acontecimiento, se le encargó a la gran cineasta Leni Riefenstahl la filmación de lo que desde entonces -e independientemente del inequívoco contenido ideológico- se sigue estudiando en las escuelas de cine de todo el planeta como ejemplo paradigmático de un extraordinario documental, Olympia.

El narcisismo “hace masa”, como se dice, y disuelve al sujeto en la lengua y la imagen del Poder. Y eso no es patrimonio de un solo formato político del poder

La insoportable (pero histórica) precariedad del ser

Hay que hacerse cargo: según lo ha mostrado la biología o la etología, pero también ciertas ramas de las llamadas humanidades (la arqueología, la antropología tanto física como cultural, la prehistoria, etcétera), el ser humano -es decir, parlante, sexuado, mortal- es un ente extremadamente precario. Al contrario de lo que sucede con otras especies animales, su nacimiento es siempre prematuro, inmaduro, excesivamente anticipado. Su carácter social -al cual muchos, idealistamente, le atribuyen una originalidad congénita- no es, pues, una “excepción”; o bien, si lo es, lo es en tanto respuesta a su insuficiencia. Por lo tanto, desde su propio nacimiento y durante muchos años, su precariedad tiene como contrapartida necesaria una situación estructural de dependencia: cada ser naciente, precario recién iniciado, requiere el soporte de algún/os Otro(s), precarios con mayor experiencia, simplemente para sobrevivir: para que su precariedad no retroceda nuevamente hacia la Nada. Una de las definiciones posibles de la palabra sociedad, entonces, es que se trata de una estructura sumamente compleja de articulaciones entre precariedades “desiguales y combinadas”.

Cada ser naciente, precario recién iniciado, requiere el soporte de algún/os Otro(s), precarios con mayor experiencia, simplemente para sobrevivir

Dar en el blanco: La obsesión del origen

Después de “Heidegger” ¿se puede escribir “Adorno”? Eduardo Grüner. UBU ediciones, 202 páginas.

El autor es sociólogo, ensayista, profesor universitario y crítico cultural. Representante ineludible de la Teoría Crítica en Argentina, ha escrito innumerables libros, prólogos y ensayos sobre antropología del arte, literatura, cine y teoría política. Es colaborador de nuestra revista y autor, entre otros, de los libros: Un género culpable (1995), Las formas de la espada (1997), El sitio de la mirada (2000), La cosa política (2005) y La oscuridad y las luces (2010).

“Heidegger”: también este nombre hay que escribirlo así, con comillas, para darle su valor emblemático, aunque esta vez en su pleno estatuto de síntoma. Curiosamente -por esas retorsiones de la dialéctica, o de la para-doxa- éste tendría que haber sido el nombre más inasimilable para la sociometabólica “filosófica” del Capital, por una razón muy sencilla: el pensador más influyente, dicen, del siglo XX, resultaba ser aquel que estuvo comprometido -ya discutiremos con qué aporéticos retorcimientos- con lo peor del Capital; supo propinarnos aquello que a toda costa el capital quería olvidar (pero, claro: esto solo podía ser una pretensión “central”: ¿cómo los “periféricos” de Videla y de Pinochet hubiéramos podido olvidar lo peor?). Allí hubiera habido que decir: sí, claro, aceptamos a “Heidegger” no solamente por lo que, a pesar de todo, podamos aprender de él (esto pasa con cualquiera, cuando uno es capaz de adoptar esa deslectura creativa que recomienda Harold Bloom), sino principalmente para no permitir que el Capital “olvidara” que lo más influyente que nos había dado en el plano del pensamiento era también -entre otras cosas, si se quiere, pero de manera decisiva- una contrapartida de lo peor (por lo menos, hasta ahora) de que su sociometabólica material era capaz.

Crónicas marcianas

Es archiconocida la anécdota de la transmisión radial que, en el año 1938, hizo Orson Welles de fragmentos de la famosa novela de su casi homónimo H- G. Wells, La Guerra de los Mundos. La actuación de Welles fue tan extraordinaria que hizo entrar en pánico a miles de personas que salieron a las calles huyendo de la supuesta invasión marciana.

Se recordará que en la novela (así como en el film clase B que dirigió Byron Haskin en los años 50, hoy un objeto de culto) los invasores extraterrestres, aparentemente invencibles por medio de las armas, son finalmente derrotados cuando, bajando de sus platillos voladores, se exponen a la atmósfera terrestre y por lo tanto a la acción de los invisibles microbios, gérmenes y bacterias que en ella pululan, y para los cuales los alienígenas no tienen defensas, ya que en su planeta “rojo” (en los maccartistas años 50 la alegoría no podía ser más transparente) son desconocidos.

Llama la atención la celeridad con que se naturalizó esa militarización del lenguaje. En verdad, uno podría discutirlo. Finalmente, no ha habido declaración de guerra, ni Estados en conflicto, ni ejércitos, ni uniformes, ni despliegues estratégicos perceptibles

Depresión o trascendencia

(sobre algunos cambios de palabras)

A partir de los años 80, con el pleno triunfo del llamado neoliberalismo (un eufemismo, como el de globalización, para la mundialización de la ley del valor del capital1), entró en escena un nuevo personaje protagónico, con -no podía ser de otra manera- un nuevo lenguaje. El personaje es un curioso sujeto colectivo, proteico y multiforme: se llama Los Mercados. Otro eufemismo, claro. Antes, en los sesenta y setenta, hablábamos de la burguesía o de la clase dominante. La burguesía podía ser “nacional” -aunque algunos creíamos poco en ella- o “multinacional” -más directamente ligada a los intereses entonces llamados imperialistas, y no “globalizados”-.

Como hubiera dicho Freud, se empieza por ceder en las palabras, y se termina concediéndole todo al enemigo

Fascismos ¿eran los de antes?

Dícese “facho” -apócope de “fascista”-, entre nosotros, de alguien que es declaradamente reaccionario, racista, anticomunista, misógino, homofóbico, etcétera, ostente uno, varios o todos esos rasgos (que, por otra parte, suelen asociarse en diversas proporciones). Si es una mujer, correspondería “facha”, aunque ello resultaría confuso para un español, que llama facha a todo/a fascista, sea del sexo / género que sea. En cambio “facha”, entre nosotros, se usa de otro modo (derivado del italiano faccia, “cara”), en coloquialismos ajenos a la política: “Qué linda facha”, “Qué facha de culo”, y así.

Las democracias occidentales demostraron su completa inoperancia -combinada con impotencia ideológica- para contener la descomposición, hasta el grado de abyección, de lo que suele llamarse el “lazo social”

“¿Y dónde están ahora…?” (De las aporías del “pensamiento crítico”)

“Una vez como tragedia, otra como farsa”. La obviedad de esa referencia que todos hemos usado hasta el hartazgo, y que -como hubiera dicho mi abuela- sirve para un barrido como para un fregado, no la hace sin embargo menos pertinente en tanto metáfora de las oscilaciones del así llamado pensamiento crítico en el último, digamos, siglo y medio. Procuraré volver sobre el asunto. Permítaseme por ahora anticipar que, en nuestra época, estamos decididamente del lado de la farsa. Muy premonitoriamente, un rock nacional de los años 70 preguntaba: ¿Y dónde están ahora los filósofos críticos? La respuesta era ciertamente desencantada: Vendiendo sus palabras a intereses políticos. La frase, hay que anotarlo, dice intereses, no ideales. Trasladada a nuestra actualidad, sigue siendo una generalización, pero no demasiado abusiva. No se trata de los individuos, siempre existentes en alguna parte, sino de un estado de cultura, que en las últimas décadas ha degradado la potencia del pensamiento -y la escritura- insubordinado. Las múltiples y complejas maneras por las cuales el “sistema” ha conseguido eso serían imposibles siquiera de enumerar aquí: desde la disolución de la distancia crítica entre “las palabras y las cosas” vía la superficialidad de las imágenes virtuales, hasta el sometimiento de muchos intelectuales a las dispersiones blandengues del pensamiento débil (una contradicción en los términos: el pensamiento, o es fuerte, o es nada), pasando por la renuncia a por lo menos imaginar un horizonte de transformación radical, “revolucionaria”, de la realidad, la mediocridad elevada a ideal virtuoso justifica la repetición de aquella pregunta rockera: ¿dónde están, en efecto, los Sartre, los Benjamin, los Adorno, los Marcuse, incluso los Foucault?

Muy premonitoriamente, un rock nacional de los años 70 preguntaba: ¿Y dónde están ahora los filósofos críticos? La respuesta era ciertamente desencantada: Vendiendo sus palabras a intereses políticos

El ser yo y la nada

Sartre y el (¿cuál?) psicoanálisis

Empecemos por lo más general: la pregunta por ese Hombre cuya disolución (primero en las “estructuras”, después en las dispersiones del significante, o lo que fuere) tan enfáticamente se nos ha diagnosticado en los tiempos postmodernos. Permítasenos, a este respecto, formular una hipótesis: Sartre está más allá -es decir: en otro lugar - de esta discusión.

El “humanismo” sartreano está virado hacia la búsqueda de la singularidad: no es, para nada, ese humanismo abstracto del cual los estructuralistas y los pensadores “post” hicieron su bête noire

El psicoanálisis en la revolución de octubre

Enrique Carpintero (Compilador), Eduardo Grüner, Alejandro Vainer, Hernán Scorofitz, Juan Carlos Volnovich, Juan Duarte, Lev Vygotski, Alexander Luria
Tapa del libro "Psicoanálisis en la revolución de octubre"

Edicion Impresa

$ 7.000,00

LIBRO EN OFERTA DURANTE EL MES DE NOVIEMBRE

Reseñas y entrevistas:

Extracto publicado en el diario Pagina|12 | Entrevista a Enrique Carpintero en el sitio rebelion.org | Reseña en Prensa Obrera | Reseña en Lobo Suelto 

La historia oficial construyó un relato donde el Psicoanálisis y la Revolución de Octubre fueron por caminos separados. Una Revolución, que supuestamente abjuró del psicoanálisis. Un Psicoanálisis, que siguiendo las instrucciones de Freud, se opuso a cualquier encuentro con el marxismo.

Sin embargo, la historia fue otra. Este libro pone luz sobre aquellos sucesos que fueron enterrados por las hegemonías. Un conjunto de investigaciones ideadas y compiladas por Enrique Carpintero toman distintos tópicos de lo sucedido en el psicoanálisis atravesado por la Revolución de Octubre. Eduardo Grüner recorre los diferentes momentos de la revolución. Concluye con una lectura actual del fracaso revolucionario: “Y bien, el sueño revolucionario podrá ser ´infantil´. Habrá que hacerlo madurar. Pero dejar que se pierda del todo es someterse al Terror naturalizado como cotidianidad inerme. Para volver aún a Benjamin: si eso gana, ni los muertos van a estar a salvo.” Enrique Carpintero detalla el intenso desarrollo del movimiento psicoanalítico en Rusia antes y luego de la Revolución. Afirma como “en la Sociedad Psicoanalítica de Moscú se forma el primer Instituto de Psicoanálisis del país que fue el tercero en el mundo junto al de Viena y Berlín. Su originalidad estaba dada por ser la única institución mundial sostenida financieramente por el Estado ya que se consideraba que el psicoanálisis podía desempeñar un papel importante en la construcción del socialismo.” Alejandro Vainer relata los efectos de la Revolución Rusa en Europa donde rompe con el mito de la historia oficial, cuando dice que el psicoanálisis comenzó exclusivamente como una práctica para señoras burguesas de la Viena victoriana, silenciando la práctica gratuita en los llamados Policlínicos en la década del ´20. Juan Carlos Volnovich en “Sabina Spilrein. Expropiación intelectual en la historia del psicoanálisis” relata la vida de esta psicoanalista que fue la primera mujer que produjo un impacto teórico significativo en la historia del psicoanálisis, quien luego de la Revolución, vivió y trabajó en la Unión Soviética. Hernán Scorofitz plantea como Trotsky comienza a interesarse por la obra freudiana desde los años inmediatos posteriores a la Revolución de 1905 en su exilio vienés. Sin embargo, detalla cómo la devoción de Trotsky con Freud nunca fue un “amor correspondido”. En el Apéndice transcribimos el “Prólogo a la traducción rusa de Más allá del principio del placer de Freud” escrito en 1925 por Lev Vygotski y Alexander Luria. Este texto fue traducido por Juan Duarte, quien en la introducción presenta la importancia de ambos autores.

Hablando de frente

(Una modesta polémica con Jorge Alemán)

Conozco un poco a Jorge Alemán, y le tengo genuino aprecio personal. Además, hace ya varios años, cuando él era agregado cultural de la embajada argentina en España, tuvo la gran gentileza de invitarme, junto a otros intelectuales (Horacio González, Germán García y los recordados Nicolás Casullo y Josefina Ludmer), a una discusión con filósofos españoles en Madrid. Fue una experiencia bien interesante, por la cual le estaré siempre agradecido.

Me resulta importante empezar por aclarar lo anterior, porque me propongo debatir con cierta firmeza con su artículo publicado hace no mucho en Página 12 (“El momento político del ¿Qué hacer?”, 12/01/17). Estoy seguro de que comprenderá que se trata de una discusión política, siempre bienvenida y necesaria entre quienes grosso modo estamos del mismo lado, y mucho más necesaria en estos momentos catastróficos que vive nuestro país y el mundo en general.

Palabras que matan

Literatura, Ideología y el Inconsciente Político. Todo arte es político, aunque no lo quiera o no lo sepa

En alguna parte Lukács afirma que es preferible un Balzac reaccionario a mil Zolas progresistas. En efecto: el realismo crítico del monárquico Balzac odia tanto a la burguesía triunfante que la pinta implacablemente, con todos los matices siniestros de su mezquindad y sus miserias; el naturalismo del socialista Zola, en cambio, describe -en lugar de narrar, para citar una dicotomía teorizada por el propio Lukács- una situación dada, “reificada”, que pareciera carecer de historia.1 Podríamos decir entonces que en Balzac opera, mucho mejor que en Zola, lo que Fredric Jameson ha llamado el inconsciente político de la literatura (o de la cultura en general).2 Pero esto requiere algunas consideraciones preliminares.

Actualidad de El Fetichismo de la Mercancía

Compilador: Enrique Carpintero
Karl Marx
Eduardo Grüner
Pablo Rieznik
Néstor Kohan
Oscar Sotolano
Cristián Sucksdorf
Enrique Carpintero

El concepto de “Fetichismo de la mercancía” elaborado por Marx en El capital adquiere una gran importancia social y política en tanto la lógica de capital se opone a la lógica social. Es decir la lógica del capital pone lo social a su servicio cuyos efectos podemos observar en una subjetividad construida en la disolución del tejido social y ecológico. De allí la necesidad de la diferentes lecturas que se realizan en este texto.

Los intelectuales, la cultura y el poder

La función de los intelectuales tiene una historia de ideas y conceptos marcados por los acontecimientos sociales y políticos de cada época. Pierre Bordieu sostiene que para cambiar el mundo, es necesario cambiar las maneras de hacer el mundo, es decir la visión del mundo y las operaciones prácticas por las cuales los sujetos son producidos y reproducidos. Este poder simbólico es un poder de hacer con palabras que generan pasiones. Evidentemente esto no implica un pensamiento común y homogéneo.

Vuelve, todo vuelve…

(Para una revisión revisada del revisionismo de nuevo revisionado)

Como se sabe, en la Argentina cada tanto se vuelve a inventar la pólvora (o, para nuestro caso, el dulce de leche y la birome, cuando no la picana eléctrica). La reciente fundación de un instituto de historia revisionista mediante decreto presidencial ha levantado una polvareda polémica sobredimensionada y con rancio olor a naftalina. ¿O no? ¿Estamos repitiendo como novedad las deshilachadas polémicas que vienen entrando y saliendo en la cultura argentina desde por lo menos la década del 20? ¿O estamos disimulando tras ellas “las tácticas del presente”? Desde ya: a nadie se le escapa –no debiera escapársele- que entre nosotros (como en casi todas partes) los debates historiográficos han servido para ventilar, y a veces enrarecer el aire de, los diferendos y confrontaciones políticas del presente.

De los síntomas del “pensamiento crítico”

Este artículo que envió su autor fue publicado originalmente en la revista digital Tecl@ Eñe dirigida por Conrado Yasenza

Hace ya unas tres décadas que en la filosofía política europea (y no solamente) se verifica lo que los psicoanalistas llamarían un “retorno de lo reprimido”. Me refiero a la moda (no lo digo peyorativamente: las modas suelen ser interesantes síntomas sociales) de la denominada teología política.

POLÍTICA Y DESASTRE

El presente texto refiere a los atentados realizados el 11 de setiembre en EEUU. Apareció publicado en el diario Página/12 el viernes 19 de octubre de 2001

 

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