La función de los intelectuales tiene una historia de ideas y conceptos marcados por los acontecimientos sociales y políticos de cada época. Pierre Bordieu sostiene que para cambiar el mundo, es necesario cambiar las maneras de hacer el mundo, es decir la visión del mundo y las operaciones prácticas por las cuales los sujetos son producidos y reproducidos. Este poder simbólico es un poder de hacer con palabras que generan pasiones. Evidentemente esto no implica un pensamiento común y homogéneo.
Los 50 números de la revista Topia significan el esfuerzo de un grupo de redacción y muchos de los que están aquí saben lo que es un cuerpo de redacción vivo, que encara sus tareas en medio de discusiones y de acuerdos, y es parte de la historia de la cultura argentina, donde las revistas forman un grupo especial de interés, de convocatoria, es inconcebible la cultura argentina literaria, política, psicoanalítica, sin la historia de sus revistas.
El presente texto refiere a los atentados realizados el 11 de setiembre en EEUU. Apareció publicado en el diario Página/12 el viernes 19 de octubre de 2001
El terreno de los sentimientos tiene una primera presencia ante nosotros, en la que se manifiestan bajo un velo indiferenciado. Ahí son los sentimientos, sin más. Lo son, sin que atinemos a decir cuáles. Una canción popular lo intenta decir de un modo contundente: "es un sentimiento, no puedo parar". Es el cántico de las hinchadas, ese orfeón que entona sus aleluyas como una voz coadyuvante, siempre presente y siempre representando "los sentimientos". Sentimientos incesantes, que no pueden parar.
Soy un individuo. Así soy considerado por las filosofías políticas y las apelaciones culturales contemporáneas. Cuando se me concita a entregar un voto, cuando se me alude como consumidor de un producto, cuando se me señala como aspirante a una mejora existencial o cuando se me anoticia que soy poseedor de derechos, es en mi calidad de individuo que se me convoca.
El tiempo es una materia esquiva, indiferente, parece exterior a nosotros y a veces hasta es bueno considerarlo así. De este modo, el tiempo sería apenas un trazado lineal que está a la espera que lo llenemos con nuestros hechos y cosas. Pero sabemos que no es ni puede ser así. El tiempo nos constituye, nos envuelve con su tensión dispersiva y nos arroja a la incertidumbre. Pero la incertidumbre no es una ausencia de conocimiento sobre lo que va a ocurrir, sino el desconocimiento de que lo que ocurre, suele privarnos de la condición de sujetos plenos.
Hay ciertos pensamientos que no surgen del propio dramatismo de las vidas, sino del calendario. Porque en ciertas ocasiones, el calendario piensa. Y entonces es el tiempo, el inexcusable tiempo, el que emite conceptos. ¿Y qué piensa? En primer lugar, en ideas de comienzo y finalización, de origen y término, de circularidad y proyección, de repetición y originalidad, de aparición y escatología.
Una larga y estrecha asociación une al crimen con la política. Esta asociación se halla en el lenguaje corriente, en la sospecha colectiva y en los atributos persistentes del sentido común. Mucho menos se halla en la reflexión de los tratadistas o politólogos. Como si no existiese una posibilidad cierta de reunir en categorías de indagación y reconocimiento a estos hechos de dominio espontáneo en la lengua coloquial, periodística o familiar.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra