¿Cómo se hace para construirse una identidad en la adolescencia, cuando una se tiene que encontrar con huellas de un pasado que detesta? ¿Qué se hace con las marcas que una siente que podrían haber dejado huellas aborrecibles? ¿Cómo se hace si, a la vez, una añora haber tenido lo que siente que no tuvo? ¿Cómo se significa tanto desamparo? ¿Cómo se explora lo nuevo del propio mundo pulsional si el temor a encontrarse con algo monstruoso acecha? ¿Cómo hacer para sentirse real y verdadera?
Como marca de que había vivido algo traumático, el padecimiento la atravesaba corporalmente. Temblaba, tenía palpitaciones, lloraba muy angustiada y tenía pesadillas
De acuerdo con el psicoanalista norteamericano Robert J. Stoller, en cuyas ideas me voy a basar para mi argumentación, la perversión es el resultadode un interjuego esencial entre la hostilidad y el deseo sexual. A grosso modo, esta definición hace acercar la visión psicoanalítica de la perversión a una noción corriente de la misma. Sin llegar a convertirlas necesariamente en coincidentes, el autor demuestra que la perversión, en la acepción psicoanalítica, implica en elementos hostiles tal como el uso corriente del término tiene por asentado.
Vivimos en medio de avances y retrocesos en la visibilización de las distintas formas de violencia ejercida sobre niños, niñas, adolescentes y mujeres adultas en su mayoría pobres, bajo las formas de trata de personas, violencia sexista, abuso sexual, maltrato infantil, etc. Diversos formatos en los que se reproduce la crueldad de la cultura del sometimiento que brota y florece en el capitalismo mundializado.
La complejidad del trabajo clínico con toda la gama que implica el abuso sexual es un desafío actual. Las particularidades de los abordajes con pacientes abusados, con abusadores y la articulación con el poder judicial son cuestiones que atraviesan e implican la producción de dispositivos e intervenciones específicas. Pero esta temática lleva a discusiones, debates y polémicas. Por ello mismo, luego del relato clínico, hemos incluido las repercusiones de este material cuando se expuso en dos instituciones de Salud Mental.
La clínica hospitalaria con adolescentes nos enfrenta hoy con algunas consultas que hace años atrás no recibíamos. En el marco de una sociedad con enormes desigualdades y una cultura que ha criado y albergado en su seno multiplicidad de formas de sometimiento de la subjetividad al poder centralizador del mercado, han prosperado estas problemáticas. Este eje que el mercado ha instalado alrededor del consumo, que borra toda ética de solidaridad entre los sujetos, y que lleva a un individualismo a ultranza, ofrece una ilusión de pertinencia para los que tienen acceso al mayor consumo; y una experiencia de exclusión para quienes no pueden acceder al mismo. Hay así subjetividades que se constituyen bajo el modo de SER a partir de TENER cada vez más con el consiguiente miedo a ser despojadas; y otras subjetividades que se organizan a partir de haber sido despojadas y excluidas de TENER los objetos básicos que hacen a la dignidad de un sujeto, pero lejos de reclamar ese derecho, se inscriben en la lógica del poder asumiendo el sometimiento como un destino inapelable. Resulta interesante pensar las formaciones sintomáticas actuales a la luz de una cultura del sometimiento que florece en el capitalismo mundializado.
En el mes de febrero se conoció periodísticamente un fallo de la sala H de la Cámara Nacional en lo Civil en el que se condena a una psicóloga por mala praxis a causa de “no haber advertido en tiempo y forma el abuso sexual al que estaba siendo sometida una niña en tratamiento, por parte de su padre”; luego que el juez en primera instancia rechazara la demanda. Según la noticia, la profesional lo habría detectado luego de dos años de tratamiento.
En el año 1985, Richard Gardner, médico clínico estadounidense, como perito judicial y en el marco de un litigio de divorcio, nombra por primera vez una serie de conductas que presentarían l*s hij*s de ese matrimonio que él denomina “Síndrome de Alienación Parental”.
El presente trabajo es un intento de pensar las intervenciones en clínica psicoanalítica con niños y adolescentes que muchas veces son traídos por sus padres pero no quieren venir, ni hablar, ni iniciar un tratamiento.
Para comenzar, tres pequeños relatos de la clínica actual con niños y adolescentes vinculados a la sexualidad, que me han impactado y que me han provocado dudas acerca de cómo posicionarme y cómo intervenir como analista.
Claudio de 12 años es sorprendido en casa de sus tíos, con sus primos Mariano de 10 y Gabriel de 12, mientras le chupaba el pito a éste.
Si hay algo que está cambiando en nuestro tiempo, es la sexualidad de los adultos y los niños. La represión que operaba sobre la genitalidad de los adultos, hoy se ha aflojado y podríamos preguntarnos qué efectos esto ha producido en la sexualidad infantil.
A poco tiempo de cumplirse un año del fallo que absolviera a Fernando Melo Pacheco, profesor de educación física del colegio católico Nuestra Señora del Camino de la ciudad de Mar del Plata en la causa sobre abuso sexual gravemente ultrajante en forma continuada, abuso deshonesto y corrupción doblemente agravada sobre veintidós niños de cuatro y cinco años, hemos de recordar una pregunta. La de uno de los niños abusados que bien puede ser la de todos ellos. “¿Por qué los jueces no me creyeron?”.
No se puede pensar el abuso sexual de niños y niñas si no se lo ve a partir del estado de dependencia que el niño tiene respecto del adulto, y del poder que esa dependencia le otorga al mismo, en una sociedad en la cual las desigualdades sociales instituyen modelos abusivos.
Es una intrusión de parte de un adulto que abusa de ese poder habiendo desarrollado una patología en la que no está instalada la alteridad con reconocimiento del objeto. Suelen ser sujetos que sufrieron en su infancia pasivamente lo que ahora realizan activamente, aunque ésta no es condición imprescindible.
La relectura, esa práctica imposible dado que uno nunca vuelve a un texto: uno siempre va en su búsqueda (y, para colmo, tampoco es uno mismo el que va)…
Los cien años, esa cifra que invita a la reflexión, que incita a la evaluación de una teoría que, basada en la sexualidad, se ha visto permanentemente expuesta a la castración…
Los analistas que hoy trabajamos con niños y adolescentes en instituciones públicas, lo hacemos en un contexto social en el que la violencia de un sistema capitalista salvaje, arrasador de subjetividades, deja como huella que grandes masas de población ya no accedan ni al sistema de educación ni al de salud. Muchos de los analistas que acceden al ejercicio profesional lo hacen en condiciones precarias, sin recibir pago por su trabajo.
Este trabajo apunta a colaborar con los analistas de niños y adolescentes que realizan la compleja tarea de diagnóstico cuando hay sospecha de abuso sexual.
Se observan distintos modos de presentación a la consulta de niños y adolescentes que han sufrido alguna vez o siguen padeciendo una situación de abuso sexual:
–Relatan por motus propio el abuso
–En el transcurso de un tratamiento psicológico al que llegan por otro motivo, ligan los síntomas o trastornos que presentan un episodio o varios que callaron durante mucho tiempo.
Este trabajo es un relato vivencial de un juicio en el que yo, siendo psicoterapeuta de una adolescente de 16 años abusada sexualmente por su padre biológico durante 9 años, miembro éste último de las Fuerzas de Seguridad, participé como testigo en un Juicio Oral.1
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra