Para comenzar, tres pequeños relatos de la clínica actual con niños y adolescentes vinculados a la sexualidad, que me han impactado y que me han provocado dudas acerca de cómo posicionarme y cómo intervenir como analista.
Claudio de 12 años es sorprendido en casa de sus tíos, con sus primos Mariano de 10 y Gabriel de 12, mientras le chupaba el pito a éste.
El padre de estos últimos, Jorge, es hermano de Elisa la madre de Claudio. Jorge es encargado de un edificio al lado del cual vive su hermana con su sobrino. Elisa está separada del padre de Claudio quien vive en Paraguay. Los chicos pasan varias horas juntos y comparten la misma escuela. Claudio y Gabriel son compañeros de grado.
Al enterarse Jorge de la escena que descubrió su esposa se enfurece. Denuncia la situación en la escuela frente a maestros y chicos, razón por la cual Claudio deja de ir a la escuela. Siente que no puede enfrentarse con sus compañeros. Su mamá habla con los maestros quienes no saben cómo manejar la situación y finalmente decide cambiarlo de escuela.
Jorge amenaza a Claudio con llamar a su padre en Paraguay para contarle, sabiendo que es un hombre que utiliza métodos muy represivos de castigo que son habituales en su cultura. También le prohíbe a Claudio que pase por la vereda de su edificio, bajo amenaza de pegarle, por lo cual Claudio está aterrorizado de salir de su casa.
Se rompe el vínculo de Elisa con Jorge. Elisa no puede enfrentar todo esto y concurre a una consulta en el hospital. Allí el pediatra que lo recibe realiza una interconsulta conmigo. Realizo entrevistas con la mamá y luego con Claudio. Éste relata que él y sus primos permanecen muchas horas solos mientras los padres de ambos trabajan y miran películas porno que descubrieron escondidas en la mesa de luz del tío.
El pediatra y yo nos sentimos muy impactados por la reacción de los adultos (tíos, docentes). Desde el hospital les devolvemos a la mamá y a Claudio que pensamos que se trata de juegos sexuales entre los primos y señalamos la dificultad de todos los adultos de posicionarnos para entender e intervenir en esta situación. Frente a los avances del tío en las amenazas, el hospital actúa como terceridad mandando un mensaje al tío e invitándolo a una entrevista que no acepta. Se le envía un mensaje acerca de que si no retrocede en sus amenazas se realizará una denuncia en el Consejo de niños, niñas y adolescentes por estar cercenando a un adolescente en sus derechos. El tío deja de amenazar.
Se trabaja con la mamá y con Claudio respecto de la comprensión de este episodio como un juego sexual entre púberes.
Damián de 12 años fue traído a la consulta por sus padres desesperados porque ponía a su hermanita de 5 en cuatro patas y le apoyaba el pito en la cola. Se daban besos en la cama y él le decía: -vamos a hacer el amor. Y sacaba el pito.
Ambos padres se habían criado sin padres. El papá trabajaba muchas horas y había logrado un gran crecimiento económico. Damián le pedía cada vez más objetos de consumo a los que el padre accedía sin límites. La madre había puesto un kiosco en el frente de la casa en la que vivían todos, en el Gran Buenos Aires. El kiosco estaba abierto todo el día, sin límites de horario. Sólo cerraba a la noche.
Damián se quedaba a cargo de sus hermanos de 8 y 5, llevando a esta última al baño, limpiándole la cola y ocupándose de que se bañaran los hermanos, entre muchas otras cosas. Miraban televisión muchas horas en la cama de los padres, especialmente las novelas de la tarde.
Damián decía que cuando miraba la novela tenía ganas de hacerle “eso” a la hermana.
Se realizaron entrevistas con los padres y familiares. El trabajo en un principio giró alrededor de desarmar la identidad de “violador” que pesaba sobre Damián. Se trabajó la dificultad de los adultos en ocupar su lugar y ayudar a procesar todo lo pulsional de los niños, y el lugar tan confuso de Damián que tenía que ejercer funciones de adulto que le excedían.
Bajo a acompañar a Ramiro, adolescente de 13 años, paciente del consultorio, al final de la sesión. Su mamá no está aún en la puerta. Saca el iphone para llamarla. Veo que cada “contacto” en el celular tiene una foto que lo identifica. Cuando busca “mamá” aparece una mujer muy sexy y provocativa en malla. Como miro de reojo no sé si se trata de una imagen de Internet, o una foto de la madre. Entre la incertidumbre y el asombro trato de aclarar mi percepción:
T: -¿De quién era esa foto?
P: -De mi mami.
Me llama la atención la vocecita infantil conque responde “de mi mami” Escucho en ella a un adolescente que se hace más chiquito porque supongo que le resulta complicado ser un varón más grande con una mamá que aparece seductora. Es además único hijo y sus padres están separados desde muy chico.
Me alivia pensar que en esa semana la mamá me había llamado por teléfono para pedirme una entrevista porque Ramiro últimamente se resistía a quedarse los fines de semana que le tocaban estar con ella, y prefería estar con el padre.
Al conversar con la madre veo que esa foto fue elegida por ella para que su hijo la identifique en el teléfono. Le hablo del impacto que me produjo y relacionamos lo que ella trae como preocupación con un movimiento importante desde Ramiro para defenderse de estos aspectos seductores de ella, alejándose.
La sexualidad del pasado
A cien años de que Freud escandalizara con sus Tres ensayos para una teoría sexual ya nadie se atrevería a dudar acerca de la existencia de una sexualidad infantil. Sin embargo, mucho parece haber cambiado.
Hasta hace pocos años atrás, en semejanza con lo relatado en los textos clásicos de psicoanálisis, recibíamos consultas por síntomas que daban cuenta de cómo el sujeto estaba atravesado por una lucha entre su mundo pulsional y un superyo habitado por una cultura en la que predominaba la represión sexual. Los niños se las ingeniaban muy bien para hacer sus juegos sexuales infantiles a escondidas de adultos que a veces ni se imaginaban que éstos tenían un mundo de curiosidad y búsqueda de placer tan intenso.
Por supuesto que existían los abusos sexuales, los que podían llegar a perpetuarse por años ya que poco se detectaban y nadie les creía a los niños si se animaban a relatarlos. La misma represión sobre la sexualidad que había en la cultura no permitía imaginar que un adulto fuera a cometer semejante transgresión, y en ese sentido los niños estaban poco protegidos de los abusos de poder de los adultos.
De surgir cualquier denuncia siempre se dudaba del niño por considerarlo fantasioso. Es así como niños y adolescentes estaban expuestos a que perversos y perversas aprovecharan ese handicap que les otorgaba la cultura para tener vía libre para sus actos. Lo interesante es qué poco se pensaba por qué la represión funcionaba socialmente así.
La sexualidad de los niños de hoy
Hoy nos encontramos con otro panorama. No sabemos bien dónde estamos parados ni hacia dónde vamos.
Estamos en una cultura con mayor libertad sexual, aunque con nuevos problemas. Lo que antes se escondía o se condenaba hoy se muestra y hasta se exhibe. Los medios de comunicación masiva, entre ellos Internet, constituyen un ámbito privilegiado para esa difusión. Imágenes de alto voltaje más pornográfico que erótico circulan sin cesar. Dado que los niños y adolescentes son “nativos” en el lenguaje y la lógica de internet y medios audiovisuales, y los adultos somos “extranjeros”, se han invertido las relaciones de poder entre adultos y niños en el acceso a la información y otros estímulos mediáticos. En la etapa de dependencia infantil hacia los adultos son los niños los que tienen la llave de acceso a dichos estímulos.
Esto es aprovechado por el mercado que lleva a buscar a niños y adolescentes como nuevos y muy efectivos consumidores de sexualidad, al haber advertido que es tal vez el producto más rentable para vender, lo cual expone a los chicos a un bombardeo permanente de estímulos que no alcanzan a poder metabolizar, simbolizar ni procesar de modo alguno.
Encontramos así la predominancia de lo traumático en el sentido de un exceso de realidad frente a la cual el yo no tiene herramientas de simbolización ni transformación. Una intensidad de estímulos que al no poder ser procesados provocan un estado hiperactivo y excitado permanente que a veces es hasta confusamente diagnosticado y medicado.
Al tratarse de algo del orden de lo traumático se repite una y otra vez en un intento de ser ligado, encontrando algún sentido que lo calme y lo transforme en algo metabolizable para el aparato psíquico.
Es así como hoy encontramos chicos que en vez de juegos, que siempre contienen una representación de roles del adulto (jugar al doctor, a la mamá y al papá), hacen otra cosa. Se trata de prácticas sexuales, en el sentido de que tienen muy poca distancia de lo que ven que hacen los adultos, y que mayormente les llega a partir de imágenes mediáticas.
Cuando Damián dice que al mirar lo que hacen en la tele tiene ganas de hacerle lo mismo a la hermanita, no hay allí un juego sexual. Sólo hay una repetición cruda, desprovista de fantasía. Más una tarea evacuativa, compulsiva, que no puede dejar de hacer, y que al no calmarlo, necesita volver a empezar.
Ramiro, en cambio, se defiende de la intrusión excitante de la madre.
Los adultos hoy
Si nos preguntamos por los adultos, hay varias cuestiones para pensar. Tanto en el caso de los padres, como de los docentes y aún de los profesionales de la salud, muchas veces se quedan absortos frente a estas situaciones, sin saber cómo significarlas ni cómo intervenir frente a ellas. Estos adultos, que crecieron bajo otros paradigmas, también están traumatizados. Lejos de poder ayudar a procesar, transformar, contener y distribuir ese exceso de excitación en los chicos, se quedan paralizados, en el mejor de los casos pensando, sin saber qué hacer.
Otros, como lo muestra el caso del tío de Claudio, no son soporte de tal torrente traumático y se desbordan en actuaciones mortíferas.
Esta combinación de exceso de estimulación sexual sobre los niños y ausencia de adultos que ayuden a procesarlos son los dos elementos clave para entender el porqué de los efectos traumáticos.
Por otro lado, se ha producido una apertura del tejido social con aumento de denuncias por abuso sexual, que es difícil dilucidar si se trata de más abusos o sólo de más denuncias. Esto sucede en una cultura en la que durante muchos años el modelo predominante desde el poder político y económico fue el abuso de poder sobre los más débiles en todas sus formas.
Los adultos, atravesados por el fantasma del abuso sexual, a diferencia de otros tiempos en que no se podía pensar que había sexualidad en los niños, piensan rápidamente en él. Basta que un chico toque a otro se ve allí un abuso y se reacciona con terror. Esto de ningún modo exime de responsabilidad a un chico de 12 que es intrusivo con una niña de 5, pero tampoco lo identifica como abusador ni violador. Uno de los problemas actuales es el efecto que genera en los adultos esta sexualidad descarnada, expresión de algo traumático, y la falta aún de categorías para pensarla.
Enrique Carpintero plantea que hoy debemos incluir lo traumático que produce el exceso de realidad. Lo refiere a una subjetividad construida en la fragmentación y vulnerabilidad de las relaciones sociales, cuyo resultado es el predominio del individualismo, que se manifiesta en la violencia urbana, la violencia familiar, el aumento de suicidios e indiferencia hacia el prójimo. Plantea que el paradigma de la clínica actual es el trabajo con lo negativo, es decir, el trabajo con el accionar de la muerte como pulsión: los efectos de lo real en detrimento de la fantasía. El exceso de realidad que produce monstruos.
Los niños y adolescentes no son sino un espejo en el que mirarnos todos.
Susana Toporosi
Psicoanalista de niños y adolescentes
susana.toporosi [at] topia.com.ar
Bibliografía
Carpintero, Enrique: “El exceso de realidad produce monstruos”, Revista Topía Nº 24. Noviembre, 1998.
Carpintero, Enrique: “El giro del Psicoanálisis”, Revista Topía, Nuevos dispositivos psicoanalíticos. Marzo 2001.
Toporosi, Susana: “¿Juegos sexuales, conductas abusivas o prácticas sexuales entre niños?”, Revista Topía Nº 54. Noviembre 2008.
Volnovich, Juan Carlos: “Para releer a Freud: Cien años de Tres ensayos para una teoría sexual”, Revista Topía Nº 44. Agosto 2005.