Vivimos en medio de avances y retrocesos en la visibilización de las distintas formas de violencia ejercida sobre niños, niñas, adolescentes y mujeres adultas en su mayoría pobres, bajo las formas de trata de personas, violencia sexista, abuso sexual, maltrato infantil, etc. Diversos formatos en los que se reproduce la crueldad de la cultura del sometimiento que brota y florece en el capitalismo mundializado.
Gran parte de la Justicia, uno de los dispositivos más emblemáticos en la cosificación del más débil, sostiene y recicla el modelo de dominación patriarcal que la caracterizó durante años, a través de la naturalización de un poder desigualador, subordinante y opresor.
¿Cómo opera esto en el caso de intervenciones judiciales en los casos de abuso sexual infantil?
Cada vez crece más entre jueces y juezas de familia el uso del “diagnóstico” del S.A.P. (Síndrome de alienación parental). Éste fue creado por Richard Gardner, psiquiatra norteamericano abusador sexual, para provocar un fenómeno adverso a los avances logrados en maltrato y abuso sexual infantojuvenil. El argumento de quienes sostienen el SAP es que los niños no fueron abusados, sino que repiten dichos de uno de sus progenitores, generalmente la madre, maniobra ésta para mantener al otro progenitor alejado de sus hijos. Para quienes sostienen el SAP, los niños mentirían, no habría que respetar sus manifestaciones, y por lo tanto, habría que minimizar situaciones de abuso y maltrato denunciadas.
No pretendemos aquí descartar algún caso esporádico en que esto realmente ocurra y que es diagnosticable para un terapeuta avezado, pero quienes trabajamos en este terreno sabemos que esos casos son la gran minoría.
El psicoanálisis nos provee de recursos sumamente confiables para detectar la presencia de lo traumático en el discurso verbal, en el jugar y en los dibujos de los niños. Cuando éste es el marco en el que se realiza el tratamiento durante un período prolongado, es posible llegar a un conocimiento de alta confiabilidad acerca de si ese niño vivió o no acontecimientos de alta traumaticidad, como resultaría el abuso sexual por parte de quien debía protegerlo y cuidarlo.
Lo que queda a la vista por parte de dichos juzgados es el uso del poder para decidir a priori quién tiene la verdad. Esta pregnancia del SAP va en sentido opuesto a realizar un diagnóstico cuidadoso, tomándose el tiempo necesario para ello, para permitir que la subjetividad infantil se exprese y dé cuenta de estar o no bajo los efectos de un traumatismo psíquico.
Los niños, como los sujetos más dependientes y, por eso, más débiles en la cadena de poder, no son escuchados ni considerados en sus sufrimientos. Bajo esta predominancia patriarcal, se realizan diagnósticos familiares bajo el mandato de alcanzar la revinculación que no prive al adulto abusador del contacto con su hijo. El pedido del niño no es considerado.
Esto no alcanza sólo a las víctimas, sino también a los profesionales, en su mayoría psicólogas y trabajadoras sociales, cuando arribamos al diagnóstico de alta probabilidad de que el niño haya sufrido un abuso sexual. Estos profesionales generalmente reconocemos y avalamos el pedido de dichos niños de realizar un corte en la vinculación que les permita aliviarse de la presencia aterrorizante de un adulto que muchas veces realizó todo tipo de amenazas y acciones desestructurantes para su psiquismo. Desde la óptica profesional ese corte y alejamiento permitiría procesar el traumatismo, en un movimiento subjetivante para ese niño.
¿De qué otro modo se expresa hoy esta postura patriarcal?
Ninguneo hacia los diagnósticos realizados por psicólogos especialistas en niños y adolescentes, que trabajan en hospitales públicos y que tienen alta experiencia en el tema; desconocimiento de sus informes; recomendación de la realización de diagnósticos familiares por parte de profesionales que trabajan con adultos y que no están preparados para abordar y comprender los modos del sufrimiento infantil y sus manifestaciones en la clínica.
La nueva figura del “abogado del niño”, que tomándolo como sujeto de derecho a partir de la Convención sobre los Derechos del Niño rescata su derecho a ser oído; resulta promisoria a la hora de que alguien más se sume a la ardua tarea de desarticular algunos de los dispositivos judiciales en los que ese poder patriarcal se encuentra agazapado.
Susana Toporosi
Psicoanalista de niños y adolescentes
susana.toporosi [at] topia.com.ar