Este trabajo es un relato vivencial de un juicio en el que yo, siendo psicoterapeuta de una adolescente de 16 años abusada sexualmente por su padre biológico durante 9 años, miembro éste último de las Fuerzas de Seguridad, participé como testigo en un Juicio Oral.1
La razón principal que me llevó a escribir esta experiencia es la esperanza de contribuír a cuestionar uno de los mitos que circulan, también entre muchos profesionales de la salud, acerca de que la única prueba que vale en un juicio es el hallazgo físico de que se consumó la violación.
Los psicoanalistas tenemos elementos provistos por nuestra disciplina para poder hacer afirmaciones que tengan el valor de una prueba en un juicio.
El abuso sexual es la convocatoria a un niño, por parte de alguien por lo menos 5 años mayor que él, a participar en actividades sexuales que no puede comprender, para las que no está preparado su psiquismo por su nivel de constitución, y a las cuales no puede otorgar su consentimiento desde una posición de sujeto; y que viola los tabúes sociales y legales de la sociedad. Las actividades sexuales pueden consistir en cualquier tipo de relación oro-genital, genital o anal con el niño, o un abuso sin contacto como el exhibicionismo, voyeurismo o la utilización del niño en la producción de pornografía; e incluye una gama que oscila entre la violación forzada hasta la sutil seducción.
Según la noción freudiana de trauma, éste es un “acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica. El aflujo de excitaciones es excesivo en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar psíquicamente dichas excitaciones”2.
Dice Silvia Bleichmar: “La eficacia traumática no está relacionada con la intensidad del acontecimiento, sino con complejas relaciones que se establecen entre esas cantidades externas que invaden el psiquismo, y lo que internamente es disparado”3. En este sentido M. Benyakar propone: “Ninguna amenaza podrá ser definida sólo por la naturaleza del evento, sino retrospectivamente por la relación evento- respuesta. Habrá que evaluar en cada caso la presencia o ausencia de síntomas, que no son los únicos indicadores del trauma. El riesgo mayor es el encapsulamiento , quedando la vivencia traumática aislada del resto de la estructura, con una eficacia traumática que permanezca aún mucho tiempo después del acontecimiento”.4.
¿Qué podría disparar la acción en los padres abusadores?
El contacto físico primario con el cuerpo del hijo que implica la crianza, produce la caída de represiones en el psiquismo de los padres, que los conduce a sentir placer con el contacto. Pero, a la vez, el amor por ese hijo, debería posibilitar la ligazón de todo esto y el rehusamiento al goce, para poder acceder a la protección del cuerpo de ese niño en términos narcicísticos y amorosos.
El goce con el cuerpo de los niños, ya sea en la violencia como en el abuso sexual, constituye una forma de ejercicio del sadismo, que es el modo de ejercicio pulsional con el cual la pulsión se apodera del objeto para su propia descarga, sin interesarse por el objeto sino para el ejercicio de su propia satisfacción.
Por eso los padres que no pueden rehusarse al ejercicio pulsional directo, no aman a sus hijos de este modo, sino que los exponen a traumatismos, que muchas veces ocurren en momentos en que el psiquismo de estos niños está en constitución.
Esto acontece además en un contexto familiar en el cual hay también una madre que se encuentra imposibilitada de cuidar a ese niño, debido a un repliegue narcicístico; o por una estructura perversa que la hace cómplice de la situación de abuso; o por haber sido ella víctima en su infancia de una situación similar que al no haber sido elaborada, tiende a la repetición de distintos modos.
¿Qué ocurre cuando un psicoanalista es citado a declarar como testigo en un juicio?
La participación del analista en un juicio como testigo lo sitúa frente a varios problemas:
1) El cuidado del secreto profesional. Aquello que en el interior de un análisis constituiría una actuación del analista (el relato público de la intimidad del paciente), reviste acá características distintas: está al servicio de ideales de justicia y cuidado de la vida y la integridad psíquica del paciente.
Es importante hablar previamente de esto con la paciente. En este caso hubo un compromiso de no exponer nada que no fuera necesario para expresar mis impresiones como analista. Generalmente la paciente no es consultada por parte del Juzgado acerca de su conformidad conque su terapeuta declare como testigo. En el caso de esta paciente, ella se manifestó interesada en que yo lo hiciera.
2) La intervención sobre la vida real del paciente, ya que el analista con su declaración, podría colaborar con que el juez tomara la decisión de encarcelar al padre. Generalmente las pacientes tienen ambivalencia con respecto a denunciar la situación de abuso, no sólo por las fantasías y deseos propios; sino también porque esto puede ser la causa de dejar de ver al padre, al cual quieren; y de quien sienten que recibieron, muchas veces, junto con el abuso, atención y afecto. Casi siempre aparece también el miedo a la venganza y el padre se transforma, a partir del momento de la denuncia, en un perseguidor que tomará revancha cuando salga de la cárcel. El analista podría ser quien colaborara para que todo esto ocurriera, produciéndose una situación transferencial difícil después del juicio, que pone en riesgo la continuidad del tratamiento.
3) La denuncia abre la posibilidad de que la Ley Social opere allí donde la ley de prohibición del incesto no fue efectiva.; pero sabemos que la exclusión del padre del hogar, y su permanencia en la prisión, no garantiza de ningún modo que vaya a atravesar un tratamiento psicoterapéutico que lo ayude a revisar todo lo ocurrido en su paternidad, para volver en condiciones diferentes después de la cárcel.
Muchas veces, como en este caso, la paciente quiere mantener en secreto frente al padre la concurrencia al tratamiento, junto con otros datos tales como su domicilio y teléfono, ya que se siente atemorizada por haber realizado la denuncia, cuando todavía el padre no fue encarcelado preventivamente; y el analista no cuenta entonces con la posibilidad de citarlo y trabajar con él, o derivarlo a un tratamiento, si esto fuera posible.
EL JUICIO
1 año y 4 meses después de la detención del padre, se realizó el Juicio Oral al cual l fui citada a declarar como testigo de Mariela. Frente a un Tribunal con 3 jueces, fue interrogada por la jueza que encabezaba el Tribunal.
En un ámbito donde se reunían además la fiscal, la defensa del padre, y otros observadores que para fortuna mía no incluían al abusador, aunque sí estaban presentes los policías custodios que habían trasladado al padre, comencé a responder. El interés por mis aportes y el respeto por mis intervenciones, fue para mí lo más impactante de la experiencia.
J___¿Cómo la conoció usted a Mariela? ¿Cómo tomó contacto con ella?
T___Mariela concurrió a la guardia del Hospital de Niños “Ricardo Gutierrez”, acompañada de su madre y su hermana, a mediados de 1992, debido a una crisis de angustia. Mariela tenía 15 años, y hacía pocos días se había animado a relatarle a su mamá, que su padre tenía contactos sexuales con ella desde los 6 años.
En la Guardia de Psicopatología se contuvo la situación puntual por la que concurrieron, y se derivó a los Consultorios Externos de Adolescencia. Mariela se resistió a concurrir, y su madre asistió sola, pidiendo ayuda respecto de cómo llevar a Mariela, preocupada por los efectos psíquicos que hubiera provocado la experiencia en ella.
En Adolescencia se realizaron algunas entrevistas con la madre, hasta que logró traer a su hija; y en noviembre del 92, comenzaron una serie de entrevistas vinculares con Mariela y su hermana de 19 años, con la Lic. Adriana Dinátolo y yo, ya que Mariela no quería concurrir sola. Se apuntó a construír un vínculo con la institución, ya que les costaba mucho confiar.
En abril del 93 se bifurcaron los tratamientos, y Mariela comenzó conmigo una terapia individual, realizándose además una consulta clínica con una médica de Adolescencia. Hacia fin de año , no pudo mantenerse la concurrencia al tratamiento, y éste se interrumpió, manteniéndose en seguimiento hasta el día de la fecha; o sea que frente a alguna necesidad concurre a verme.
J___¿Porqué consultaba Mariela; qué síntomas presentaba?
T___ La madre consultaba por las dificultades que presentaba Mariela para levantarse por la mañana, preocupada además porque comía poco, lo cual le generaba a la madre fantasías de que pudiera estar ingiriendo drogas.
Mariela relataba que no podía levantarse hasta las 2 de la tarde. Ella realizó un cambio a una escuela secundaria nocturna, para seguir cursando 2° año. Después surgió que además tenía pesadillas que se repetían, y a la noche temía dormirse porque temía volver a soñar lo mismo. El contenido de esos sueños estaba relacionado con las situaciones de seducción del padre para con ella.
J___Usted decía de las pesadillas: ¿en los sueños no aparece siempre una deformación? ¿los sueños no son simbólicos? ¿cómo podría afirmar usted que eso que ella soñaba en las pesadillas era algo que había vivido realmente?
T___ Una cosa son los sueños y otra los sueños traumáticos. En los sueños hay actividad simbólica: los deseos aparecen deformados y disfrazados. En las vivencias que resultaron traumáticas para el psiquismo, aparecen en los sueños trozos intactos, no deformados de la realidad vivida, trozos en bruto que no pudiendo ser metabolizados, aparecen repitiéndose una y otra vez buscando ligarse de algún modo al funcionamiento psíquico.
Lo que yo vi en Mariela es la repetición de sueños en los cuales aparecían trozos de las situaciones vividas con el padre durante las escenas de seducción, que por su carácter repetitivo y por su carga de angustia, daban cuenta de lo real ocurrido.
(A medida que fui explicando estas diferencias, sentí que un clima de gran interés fue invadiendo la sala, animándome a seguir respondiendo.)
Otro indicio de que algo traumático había atravesado fue la gran desconfianza hacia el mundo de los adultos. Desde el momento de la llegada al Servicio y a lo largo de todo el tratamiento, me encontré muchas veces cuidando muy especialmente la privacidad del material, con la sensación de que era muy importante construír una barrera de diferencia entre lo privado y lo público, categorías no bien constituídas en el psiquismo de mi paciente.
Ya desde la llegada al hospital, resultó un trabajo muy minucioso lograr que se estableciera un vínculo de confianza. Al principio Mariela no aceptaba venir, y sólo trabajamos con la madre acerca de cómo traerla. Luego, no quería permanecer sola en el consultorio, y venía sólo si era acompañada por su hermana.
Todos estos elementos fueron conformando en mí la impresión de que ella había atravesado por vivencias que le habían resultado traumáticas, y a raíz de esto, decidí llamarla por teléfono en las mañanas en que tenía que venir al hospital, para que no se quedara dormida; ya que nadie podía cumplir esa función en la familia, y esta dificultad constituía su síntoma y no su resistencia al tratamiento.
J___ ¿Todas las pacientes dicen la verdad? ¿Usted ha atendido alguna vez pacientes que exageraran o que relataran fantasías?
T ___ En mi experiencia clínica yo he escuchado diferentes tipos de relatos; por eso es importante realizar un diagnóstico de personalidad y conocer más profundamente cómo funciona el sujeto que está relatando. Yo he escuchado alguna vez un relato que no correspondió con un hecho real y fue posible de detectar.
Una de las características del relato de Mariela fue que llevó mucho tiempo hasta que pudo contar los episodios sexuales vividos con el padre. Necesitó de un clima de confianza construído previamente para animarse a relatar algunas imágenes. Había vergüenza y dolor en el relato, sin preocupación por producir impacto. Fue siempre más sugerente que explícito, y daba cuenta de un intenso compromiso afectivo.
Con respecto a las mentiras, hay adolescentes que mienten, pero hay muchos otros que no tienen bien instalado el principio de realidad, que les permita diferenciar entre lo deseado y lo vivido; entre lo que pasa en su cabeza y lo que pasa en el mundo. En un diagnóstico del modo de estructuración psíquica, podrá evaluarse cómo se ha constituído la represión y el principio de realidad, lo cual nos permitirá marcar la diferencia.
J ___ ¿Cómo podría demostrar usted de que no se trataba sólo de fantasías eróticas que la chica podía tener con su padre?
T ___ En primer lugar, si a las fantasías eróticas se refiere, las adolescentes y niñas de casi todas las culturas del mundo las tienen; por lo tanto no constituyen ninguna prueba ni a favor ni en contra.
El padre de Mariela repitió durante el transcurso del tratamiento, episodios de seducción. Cuando recién se efectuó la denuncia, y antes de la prisión preventiva, seguía intentando llevar a Mariela a la cocina de su casa a mostrarle sus genitales. Luego, una vez en la cárcel y antes del Juicio, llamaba por teléfono a Mariela desde la cárcel para decirle que si retiraba la denuncia, le regalaría los vestidos que ella quisiera comprarse. Éstos eran los mismos argumentos con los que la seducía, de chica, para que no contara a su madre y hermanos lo que ocurría; le compraba más regalos que a sus hermanos, colocándola en un lugar “privilegiado”, que acentuaba en Mariela el circuito culposo que la mantuvo callada durante tantos años.
Al ver que la seducción no resultaba como antes, y ante el hecho de que Mariela mantenía su denuncia y la fecha del Juicio se acercaba, comenzaron las amenazas telefónicas y otras, como enviar a un hijo de otro matrimonio anterior, drogadicto y delincuente, a amenazarla a su casa. La reiterada repetición de metodología extorsiva durante el transcurso del tratamiento y la incrementación de los síntomas en Mariela, daban cuenta de que no estábamos ante una adolescente que sólo fantaseaba con su padre.
En las esporádicas reuniones familiares que se realizaban durante esos meses en el tratamiento, estos relatos eran confirmados por los otros miembros de la familia. Durante los meses previos a la prisión preventiva, el hermano menor de Mariela, que era el único que en esos momentos convivía con el padre, se encerraba con llave por la noche en su cuarto, porque temía que el padre ingresara. Ésto pudo ser relatado por el niño varios meses después de sucedido. Por otra parte, el padre nunca concurrió a verme. En mi experiencia, cuando se trata de un relato falso de la hija, el padre concurre angustiado al hospital.
Abogada del padre ___ ¿Hubo violación desde su punto de vista?
T ___ No; en ningún momento se habló de violación, si usted se refiere a penetración sexual. El abuso consistía en exhibir los genitales frente a la niña para ser mirado y tocado, y en la utilización de palabras obscenas.
Abogada del padre ___ Entonces usted afirma que no hubo violación.
J ___ La pregunta es improcedente porque el hecho de que no haya habido penetración no cambia la situación; de manera que , Licenciada, puede no contestar.
Sobre el final surgió cierta insistencia para que yo relatara cuáles eran las palabras obscenas que usaba el padre para dirigirse a la hija. Cada vez que esto ocurrió, a lo largo del juicio y luego sobre el final, me resistí a repetir textualmente lo oído, ya que pensé que era un modo de repetir la exhibición. Me referí siempre a la situación sin repetir las palabras de mi paciente cuando no lo consideré imprescindible, y caracterizando la situación desde mí.
El Juicio continuó con la declaración de la Asistente Social del Juzgado Civil interviniente por Juicio de Alimentos.
A los pocos días recibí un llamado enterándome de que el padre de Mariela había sido declarado culpable; le habían otorgado una pena de 11 años de cárcel, le habían quitado la patria potestad, y habían considerado tanto mi declaración como la de la Asistente Social del Juzgado Civil, definitorias.
Susana Toporosi
Psicóloga
Bibliografía.
1- Este artículo es una reactualización de un trabajo publicado en la Revista del Hospital de Niños de Buenos Aires; volumen 40, marzo de 1998.
2-Laplanche, Jean y Pontalis Jean-Bertrand : Diccionario de Psicoanálisis, Editorial Labor; Barcelona, España, Diciembre de 1971.
3- Bleichmar, Silvia: Trauma y Neurosis en la infancia.
Revista Asociación Argentina de Psicoterapia para
Graduados N°15, Bs. As., 1988.
4- Benyakar, Mordechai (Moty): Trauma: Del damnificado a la víctima. De lo personal a lo social, de la tragedia al mito.
XI Congreso Latinoamericano de Psicoterapia.