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Experiencias en escuelas secundarias: problemáticas adolescentes, adultos interpelados

 

Escribir sobre las prácticas

Las teorizaciones surgen de las prácticas, en el mejor de los casos. Entonces ¿por qué resulta tan difícil contar las experiencias? Seguramente hay algo ahí que se expone y no es poca cosa: los cuerpos. Pero no se trata solo de la exposición de los cuerpos porque eso es lo que se trabaja en cada intervención, armando dispositivos para que los cuerpos se dispongan para el trabajo, poniendo el cuerpo en la coordinación y en cada actividad. ¿Y el pensamiento? El pensamiento está todo el tiempo ahí. Está para pensar las condiciones para que esos cuerpos se expresen, para cuidarlos, para escucharlos, para potenciarlos. Está para pensar a partir de lo que van produciendo.

Pero también hay otro aspecto importante y es que (quienes apostamos al trabajo colectivo, con grupos, en comunidades, en instituciones) consideramos que para que surjan nuevas significaciones sociales acerca de las distintas problemáticas que abordamos, son necesarias prácticas que promuevan pensar y producir colectivamente.

Se impone entonces contar el cómo de esas intervenciones institucionales, porque es desde allí y de cómo allí se intervenga que van a surgir las diferentes teorizaciones.

La subjetividad se construye en el paso por las instituciones, y la escuela es una de las privilegiadas

De las intervenciones

Si pensamos que la subjetividad se construye en el paso por las instituciones, y la escuela es una de las privilegiadas, las prácticas que allí se realicen permitirán trabajar sobre las significaciones imaginarias de lo que es ser varón, ser mujer, ser disidente, de cómo se establecen las relaciones entre los géneros, para apuntar a una transformación de los valores de una sociedad que tiene en el Patriarcado su pilar fundamental. Como dice Rita Segato “el mal está en la sociedad, en la forma en que se reproduce la célula de dominación patriarcal, como primera pedagogía de dominación y de violencia.”1

En los últimos años he tenido la oportunidad de realizar varias intervenciones institucionales en centros educativos, en su mayoría escuelas secundarias. Algunas permitieron un trabajo más intenso y sostenido en el tiempo, otras han sido experiencias puntuales con talleres acotados a temáticas requeridas específicamente.

Todas han tenido un eje común: el requerimiento de trabajar con diferentes sectores de la comunidad educativa problemáticas que refieren a prácticas abusivas, discriminatorias, de exclusión, de avasallamiento u omisión del otro, de la otra, en tanto es pensado/a como diferente, denigrado/a, desigualado/a. La gran mayoría hacía foco en cuestiones de género, en problemáticas referidas a viejas y nuevas formas de relaciones entre los géneros, y a las diversidades.

Otro eje secundario, pero que podía advertirse como una necesidad, tenía que ver con la dificultad, muchas veces no explícita, de un armado grupal y falta de capacitación al respecto. Los docentes necesitan participar de espacios grupales para pensarse y pensar sobre la tarea que realizan con las y los estudiantes y las problemáticas que les plantean, y para construir colectivamente herramientas para coordinarlos.

A su vez las y los estudiantes necesitan espacios colectivos para pensarse, para debatir, para cuestionar, elucidar sentidos cristalizados, analizar las relaciones de poder y a la vez tener la posibilidad de construir en conjunto nuevas formas de relaciones entre los géneros, con sus pares y con los adultos. Todo lo cual implica poder armar una trama grupal que les permita trabajar juntos, en condiciones cuidadas y confiables.

Es así que las intervenciones realizadas han estado siempre pensadas desde modalidades que implican la implementación de dispositivos grupales, concebidos como espacios privilegiados para indagar imaginarios y para producir nuevas significaciones. Esta apuesta a lo colectivo ancla en la confianza en lo que allí pueda acontecer trabajando juntos y en la potencia que en esos espacios pueda desplegarse, a partir del “entre” sus integrantes.

Algunas de estas experiencias vinculadas a problemáticas de adolescentes en escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires, han surgido como respuesta a demandas de la necesaria implementación de la ESI , Ley de Educación Sexual Integral N° 26.150, sancionada en 2006.

La primera fue realizada en 2013, año en que comenzó a cobrar relevancia la implementación de la ESI, en respuesta a la demanda de las autoridades de una escuela secundaria para trabajar con los docentes la implementación de la ley. La propuesta de intervención institucional que se llevó a cabo y de la cual tuve la Coordinación General,2 abarcaba diferentes actividades con algunos sectores de la comunidad educativa de esa Institución. Para ello se convocó a docentes3 a efectos de co-coordinar el espacio de Talleres, quienes se sumaron a dichas actividades brindando sus aportes en la temática específica de género. Por otra parte el registro de lo acontecido en los talleres a través de las/los cronistas4 fue un material fundamental a la hora de analizar las producciones y realizar los ajustes del dispositivo.

El dispositivo diseñado incluía reuniones con el equipo a cargo de la implementación de la ESI, talleres de reflexión y reuniones con las autoridades.

Los Talleres de Reflexión estaban destinados a docentes, tutores/as y preceptores/as y las reuniones se llevaron a cabo con los diferentes niveles jerárquicos, en respuesta a las necesidades de trabajar en los distintos espacios educativos con criterios inclusivos, respetuosos de las diversidades contemporáneas y a efectos de fortalecer, a la vez, el lugar y responsabilidad que tienen los actores institucionales mencionados en la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral.

Los objetivos y las actividades propuestas estaban en concordancia a lo planteado por la Ley en cuanto a Lineamientos para la formación de Docentes, ya que son ellos los principales responsables de implementarla, y el trabajo con este sector tiene un carácter preventivo al estar a cargo de la formación y de la transmisión de criterios éticos a los estudiantes.

Es así que el dispositivo de taller propuesto apuntó a crear las condiciones para:

Elucidar mecanismos de desigualación de las y los actores institucionales en el ámbito de la educación.

Reflexionar sobre las propias prácticas institucionales de cada una y cada uno, donde lo personal es abordado en su implicancia institucional y no en lo individual íntimo.

Construir herramientas que les sirvan para la implementación de la ESI.

La tarea se centró en la desnaturalización de prácticas que muchas veces se sostienen sin reflexión crítica en torno a las diversidades de género, las relaciones amorosas, las identidades sexuales y al preocupante incremento de violencia de género; privilegiando la visibilización de los modos cotidianos en los que se reproducen estereotipos y prejuicios que dificultan pensar las diferencias y alojar lo diverso.

Se necesitan espacios colectivos para pensarse, para debatir, para cuestionar, elucidar sentidos cristalizados, analizar las relaciones de poder y a la vez tener la posibilidad de construir en conjunto nuevas formas de relaciones entre los géneros

Uno de los ejes privilegiados en la producción de los talleres fue la tensión desamparo institucional-normativas que requería establecer espacios para alojar las diversas problemáticas con reglas claras y que lejos de caer en la penalización “permitan construir sujetos éticos, capaces de empatizar con el sufrimiento del otro y sentir la responsabilidad propia.”5

Construir nuevas legalidades de acuerdo a las nuevas subjetividades, legalidades que contengan, que sostengan, que amparen y que brinden garantías justas en contra de la impunidad.

Aquello que en 2013 se manifestaba como una preocupación por crear espacios de reflexión y elaboración colectiva: entre docentes y no docentes, departamentales e interdepartamentales, y con las y los estudiantes, promoviendo cruces que involucren a todas y todos; ha encontrado un  cauce. Actualmente esta escuela, ha podido construir esos espacios. Seguramente habrá mucho camino para recorrer aún en la construcción de nuevas legalidades, pero lo que sí es seguro es que en esa escuela se inició un camino, involucrándose activamente a través de mecanismos institucionales y no dejando librado el problema a voluntades aisladas. De esto hablamos cuando planteamos la necesidad de construir espacios colectivos de pensamiento y acción.

¿Problemáticas adolescentes? ¿O situaciones de adolescentes que interpelan a los adultos, que interpelan a las instituciones, que interpelan al sistema educativo?

La segunda intervención a la que me referiré fue realizada en 2018, en otro colegio secundario. Fui convocada por la Dra. Débora Tajer,6 para colaborar en la coordinación general del diseño del dispositivo y en la co-coordinación de espacios plenarios de jornadas.

El pedido manifiesto surgió a partir del incremento de la problemática de los “escraches” que las estudiantes mujeres hacían a estudiantes varones. El análisis de la demanda permitió situar el trabajo e intervenir para abordar los vínculos entre pibes y pibas, en la era del Niunamenos, del No es No y de las Nuevas Masculinidades.

El dispositivo diseñado incluía espacios diferenciados en reuniones con las autoridades y jornadas de trabajo en talleres: con estudiantes; con docentes, preceptores y tutores y también jornadas para padres, madres y familiares. Participaron de esta experiencia cerca de 2.000 personas, entre ellos aproximadamente 1.800 eran estudiantes y casi 20 docentes coordinaron los talleres.

Allí se buscaba indagar imaginarios referidos a cuestiones de género y de vínculos entre estudiantes, así como propiciar la enunciación de propuestas a los problemas que los involucraban.

Como señalara anteriormente, el motivo inicial de requerimiento eran los “escraches” y la preocupación estaba puesta en los efectos que los mismos tenían en los varones, más que en la problemática que los originaba. Por eso pensamos que la complejidad de los “escraches” no se agota en validarlos o rechazarlos.

El escrache nace allí donde no hay justicia, como una reacción contra la impunidad. Muchas y muchos pensamos que es una herramienta que han encontrado las mujeres frente a la desidia y la omisión institucional en situaciones de abuso de varones hacia mujeres y disidencias. Sin embargo, en la actualidad se está reconsiderando su eficacia y reflexionando sobre sus efectos, por lo que empiezan a aparecer otras propuestas por parte de las mujeres para defenderse y cuidarse. Es así que en los últimos tiempos van disminuyendo, aún cuando todavía no se han construido otras formas que permitan asegurar a las chicas el cuidado, que es un tema central que las ocupa, tanto como la responsabilidad afectiva.

Algo a destacar es que se empezó a desplegar la problemática de la cofradía patriarcal entre los varones, ya que se evidenció con mayor fuerza la responsabilidad de los varones adultos, responsables institucionales de las y los adolescentes. Eran ellos quiénes históricamente habían tenido conductas abusivas sobre las estudiantes, haciendo abuso de poder en el aula. Lo cual a la vez habilitaba y avalaba su reproducción por parte de los adolescentes varones, en la variante de pares, pero desigualados. En consecuencia, junto a los escraches a los estudiantes varones empiezan a cobrar mayor fuerza los escraches a docentes y preceptores. Lo cual también pone de manifiesto las diferencias entre unas y otras situaciones y, por lo tanto, las responsabilidades, denuncias y penalizaciones tendrán que ser necesariamente diferentes ya sean entre adolescentes o que haya adultos involucrados.

Simultáneamente empiezan a gestarse nuevos modos de relacionarse y de cuidarse entre las y los jóvenes, donde la responsabilidad afectiva cobra relevancia.

Es en este sentido que la propuesta de “deconstrucción” no abarca solo a los varones, sino que se trata de desarmar modos de desigualación del patriarcado en todos y todas, en tanto nuestros modos deseantes están inscriptos y construidos en ese mismo sistema patriarcal. Las y los estudiantes advierten sobre la necesidad de construir en conjunto nuevas legalidades, nuevas formas de vincularse, nuevas soluciones a los problemas que los aquejan.

Todo esto nos interpela en la construcción colectiva de legalidades del orden de nuevos contratos sociales entre los géneros, ligados a la necesidad de una transformación cultural.

Responsabilidad de los adultos

Ambos pedidos de las escuelas, ponían el énfasis en cómo trabajar con los estudiantes problemáticas sexuales, de género, de violencias varias.

¿Qué pasaría si invertimos la lógica del pedido formulado por adultos -figuras de autoridad-, y pensamos en los problemas que se les presentan a los adultos interpelados, para comprender a las nuevas generaciones, las nuevas formas de pensar las diferencias, las nuevas formas de relacionarse, las nuevas formas del erotismo y de los vínculos amorosos?

En los dos casos, el problema se explicita como si fuera sólo de los adolescentes. Y me pregunto: ¿Problemáticas adolescentes? ¿O situaciones de adolescentes que interpelan a los adultos, que interpelan a las instituciones, que interpelan al sistema educativo?

En los diferentes pedidos de intervención, las dificultades se dirigen a hijos, hijas, hijes, estudiantes. ¿Será que los adultos (ir)responsables, no pueden apropiarse de las suyas y que estamos frente a un destierro de responsabilidades?

Multiplicando saberes, multiplicando experiencias

Estas dos experiencias paradigmáticas se fueron multiplicando y actualmente las demandas son muchísimas, desde diferentes centros educativos, tanto para realizar jornadas que abarquen la complejidad de estos fenómenos así como talleres acotados a alguna temática puntual que quieran trabajar.

La ESI abrió el camino para habilitar espacios de pensamiento y capacitación en instituciones educativas sobre cuestiones de género, ya que cambia la forma de abordar la sexualidad y la educación sexual en las escuelas. El nuevo enfoque propuesto considera a la sexualidad de “modo integral”, superando la noción corriente que la asimila a genitalidad o a relaciones sexuales e incluyendo el respeto a sí mismo/a, al otro/a y la valoración y reconocimiento de las emociones y afectos que se involucran en las relaciones humanas. Destaca asimismo la importancia de distinguir cuándo una interacción física con otra persona puede ser adecuada y cuándo no lo es y, por lo tanto, a sentirse autorizadas y autorizados a decir “no” frente a estas últimas, habilitando el “No es no”.

Buscamos con estas intervenciones, desnaturalizar y problematizar mecanismos colectivos de desigualación y discriminación

Otro punto a destacar, porque permite abrir el abanico a las diversidades, refiere a asegurar condiciones de igualdad, respetando las diferencias entre las personas, sin admitir discriminación de género ni de ningún otro tipo, ya que plantea que toda forma de discriminación constituye una expresión de maltrato y debe ser desterrada.

Más tarde la Ley Micaela, Nº 27.499, sancionada a fines del año pasado (2018), puso sobre el tapete la necesidad de trabajar las problemáticas mencionadas, en los más amplios sectores de la sociedad. Por ahora solo se circunscribe a establecer la capacitación obligatoria en la temática de género y violencia contra las mujeres para todas las personas que se desempeñen en la función pública en todos sus niveles y jerarquías, en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación. Sin embargo, desde el INAM (Instituto Nacional de las Mujeres) está previsto que se va a acompañar a todos los organismos, instituciones, empresas u organizaciones que quieran ofrecer capacitaciones en género a las personas que se desempeñen laboralmente en sus instituciones, aunque no sea un requisito obligatorio para quienes se desempeñen en el sector privado.

Resulta indispensable, entonces, una efectiva voluntad institucional para abordar los conflictos, que supone la construcción e implementación de protocolos que permitan intervenir en casos de violencia en las instituciones educativas y en los más diversos ámbitos laborales, teniendo en cuenta las diferencias que existen cuando se trata de pares menores, de pares adultos, o entre adultos y menores, con relaciones asimétricas de poder.

Las leyes van acompañando las necesidades que se plantean en una sociedad, pero para que sean efectivas y lograr su real implementación, deben hacer carne en todas las personas y de allí podrán producirse los reales cambios culturales. Para ello, los contenidos de las leyes deben ser trabajados con todos los actores sociales, pero no sólo en su sentido jurídico, sino en cuanto a las significaciones imaginarias que involucran.

Estos cambios requieren tiempo para desarmar creencias y sentidos instituidos y por lo tanto también advierten la necesidad de una capacitación más prolongada en el tiempo.

Buscamos con estas intervenciones, desnaturalizar y problematizar mecanismos colectivos de desigualación y discriminación, promoviendo el diálogo entre todas, todos y todes, para pensarse como sujetos autónomos, responsables y de derecho en la construcción conjunta de nuevas formas de relaciones entre los géneros.

Notas

1. Segato, Rita. La guerra contra las mujeres, 2ª ed., Bs. As., Prometeo libros, 2018, p. 211.

2. Fue realizada en el marco de un Programa de Extensión, de la Cátedra Teoría y Técnica de Grupos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, cuya Profesora Titular era la Dra. Ana Ma. Fernández.

3.  Las docentes que participaron conmigo en la co coordinación de los talleres, fueron la Mg. Graciela Reid y la Lic. Elizabeth Ceneri, de la Cátedra de Introducción a los Estudios de Género a cargo de la Dra. Débora Tajer.

4. La Lic. Victoria Butty y el Lic. Juliano Barroso estuvieron a cargo del registro de crónicas y observación de los talleres.

5. Bleichmar, Silvia, Violencia social - Violencia escolar. De la puesta de límites a la construcción de legalidades, Bs. As., Noveduc, 2008.

6. El requerimiento fue realizado por parte de la comunidad educativa, incluidas las autoridades, a la Dra. Débora Tajer, Profesora a cargo de la Cátedra Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la UBA.

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Articulo publicado en
Noviembre / 2019