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Al rescate de la Técnica Psicoanalítica

 

I-
La técnica psicoanalítica tiene desde hace tiempo muy mala reputación en nuestro país entre los psicoanalistas. No siempre fue así. En las décadas del 50 y 60 era un tema de ferviente investigación dentro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Inclusive hubo pioneros a nivel mundial como Heinrich Racker con sus Estudios sobre Técnica psicoanalítica. Allí daba una vuelta de tuerca sobre el tema de la contratransferencia, librándola de ser sólo un obstáculo y redefiniéndola como instrumento en el contexto del tratamiento psicoanalítico.

La preocupación por la técnica se extendió entre varios analistas de la siguiente generación. Se pueden mencionar los trabajos de David Liberman, que desde La comunicación en terapéutica psicoanalítica, aunque no sea estrictamente sobre técnica, son un aporte fundamental para la misma. El último gran texto de esas generaciones fue el que produjo Horacio Etchegoyen, analizado y discípulo de Racker, Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, publicado en la década del 80.
Pero en la misma década del 60 y mucho más en la siguiente se comenzaron a criticar los trabajos sobre la técnica psicoanalítica desde varios lugares, señalando sus limitaciones. Por un lado, se la acusaba de reducir el análisis a una receta que dejaba de lado lo central, la teoría psicoanalítica. Por otro, que se generalizaba y homogeneizaba la práctica, dejando de lado la singularidad del paciente, por una pretensión “cientificista” de incluir al psicoanálisis dentro de las ciencias. Esto como correlato de pensar a todo el psicoanálisis dentro de una sola institución, la APA. Esto implicaba una repetición de las invariantes (un rígido encuadre) como medio para obtener un proceso psicoanalítico. Eso era La Técnica, única manera de llevar un análisis. El apogeo de este proyecto fue el de Donald Meltzer en El proceso psicoanalítico, texto en el que estandariza las fases de un análisis, que se repetirían en todos los casos. No está de más decir que aún hoy muchos lo siguen criticando, desconociendo que sus posiciones ya no son las mismas de entonces.
Los mayores detractores provenían de seguidores de J. Lacan, que ya en su Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, criticaba el mismo concepto de técnica psicoanalítica. Con el auge del lacanismo en la Argentina se dejó de pensar en la técnica.
Esto tuvo varias consecuencias a lo largo de los años. La crítica a la técnica psicoanalítica tuvo como resultado que los nuevos analistas prácticamente desconocimos los textos de técnica psicoanalítica, salvo los de Freud que se suponía condensaban todo lo necesario, con el supuesto de que nada nuevo había sido escrito. Se tenía que repetir una y otra vez el regreso a un Freud tamizado por Lacan. Un “Volver a Freud” que siempre iba a la teoría, en lugar de la técnica. Porque ésta no existía. Siempre era el enigmático “caso por caso” en nombre de la singularidad del paciente, y de allí una vuelta a la teoría.
Pero hubo algo peor que eso... Al quedar fuera la técnica no se transmitía cómo trabaja concretamente un analista.

II-
Que se haya dejado de hablar de técnica produjo efectos. El lector quizá piense que el problema es la teoría desde donde uno opere. Y ese es el primer efecto. El desvío teoricista. La teoría y la técnica tienen una relación constante, y en los mejores casos se torna inconsciente. En los descubrimientos de Freud cada innovación técnica le posibilitaba avances teóricos, y cada avance teórico le posibilitaba innovaciones técnicas. Pero no todos los problemas de la técnica implican regresar sistemáticamente a niveles de la teoría, negando el lugar de la técnica. Si fuera así, el propio Freud y muchos de los psicoanalistas que lo siguieron no hubieran escrito textos sobre técnica psicoanalítica. Si toda técnica es teoría, el resultado es anular el lugar de la técnica.
Pero existe otro riesgo mayor, que es la otra cara de la misma moneda: el desvío practicista. Se teoriza mucho, pero concretamente con los pacientes se opera con recetas. Primer ejemplo, cuántas veces se repite a los pacientes intervenciones textuales que Freud escribió: “Y Ud. ¿qué tiene que ver con eso?”, como si todos los/as pacientes se llamaran Dora. Segundo ejemplo: la grotesca imitación de fórmulas del propio analista y/o supervisores, como si todos los pacientes fueran idénticos. Y lo peor de eso, idénticos a uno mismo. Tercero: las mismas supervisiones se fueron tornando más y más teóricas, contradiciendo su propio origen, en el cual lo que se trabajaban eran los obstáculos del analista en su contratransferencia, llamándolo “análisis de control”. En el mismo se exploraban los puntos ciegos que el caso suscitaba en el analista.
El esquema de formación, a pesar de que ya no existía una sola institución verticalista y “dueña del psicoanálisis oficial” como era la APA, reproducía el dogmatismo, con rígidas jerarquías institucionales, parecidas a castas religiosas en las que se afirma que “hacen falta muchos años para poder ser analista”. Lo que no se entendía, “ya lo entenderás con el tiempo”. Al no transmitirse técnica, ésta se suple con mucha teoría intelectualizada, que queda muy lejos y disociada de la práctica concreta. Mucha teoría y a los pacientes se los escucha en silencio (como si eso fuera el escuchar de un psicoanalista), y sólo se les pregunta alguna cosa mientras se arman bellos esquemas teóricos de su estructura psíquica. Todo esto convive con la idealización de analistas y supervisores, a los cuales no se cuestiona. Lo que se suele denominar en los pasillos y en los cafés “tengo transferencia con X”, aludiendo a una supuesta “transferencia de trabajo”. Pero que en realidad se acerca a la alienación de una relación infantil con los padres analistas y supervisores, que no interpretan ni intentan disolver estas transferencias –y que muchos hasta teorizan que es imposible-.
La anulación de la técnica es un factor para que el poder hacer quede en las mismas manos, que se aseguran transferencias infantiles y sometimientos por muchos años. A la vez se aseguran cierta juventud quienes ya no la tienen, con nuevas generaciones atadas a imagos de analistas y supervisores.
En la transmisión de la técnica reside el poder. Allí está el poder, para poder hacer y producir. Cuanto menos de técnica se transmite menos se sabe cómo se hace con los pacientes. Y esto es lo fundamental de la técnica.

III-
Una definición corriente de técnica es “el conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte”. Dejaremos de lado, porque excede este espacio, la discusión de si el psicoanálisis es una ciencia o un arte(sanía). Lo que sí podemos afirmar es que no es un extranjero a estas dos áreas. En ambos casos existe una técnica transmisible. Para quienes lo consideran una ciencia, es absolutamente imprescindible contar con una técnica estandarizada. Un “método psicoanalítico” que uno debiera aplicar para obtener como resultado un análisis. Para quienes lo consideran una arte(sanía), son necesarios reglas e instrumentos para poder llegar al mismo.
En ningún caso se puede afirmar la no existencia de una técnica psicoanalítica en constante interjuego con la propia teoría. Ni siquiera con la coartada de pensar siempre en la singularidad del paciente y el “caso por caso”. Y tampoco la gambeta del propio inconsciente, que hace depender toda la formación del análisis personal, que desde ya es imprescindible, pero no lo único en juego.
Quienes lo suponen así, estarían mucho más cercanos a considerar el análisis como un arte(sanía), en el cual el artista-psicoanalista opera teniendo en cuenta la particularidad de la situación y del paciente, para operar con sus instrumentos. No hay ningún arte que no tenga un conjunto de procedimientos y recursos, que fueron moldeados a lo largo de los siglos, que son los instrumentos con que el artista cuenta para el trabajo singular. Me basaré en un caso que conozco personalmente.
Un músico incorpora la técnica de su instrumento para poder trabajar en sus interpretaciones o en sus creaciones. Esa técnica fue aprendida, y trabaja inconscientemente en él mientras ejecuta su instrumento. Cuanto mayor sea el dominio de la técnica mayores serán sus horizontes de posibilidades. Mucho más si toma contacto con diferentes músicas, interpretaciones e instrumentos que van ampliando su escucha. Sea un intérprete, o hasta un compositor de cualquier estilo, su arte crecerá con el manejo de la técnica, que será el medio para poder llegar al fin deseado.
Volvamos a los analistas. Quien conoce distintos procedimientos e intervenciones de diferentes analistas, y mejor, de distintas escuelas, tendrá en su acervo muchas mayores posibilidades de intervención que un analista cuyos modelos sean sólo los historiales de Freud, sus escritos técnicos, las de su(s) propio(s) analista(s) y las de su(s) supervisor(es). Todo esto considerando alguien que se analice y supervise regular e intensamente, lo cual desde ya es esencial. Si alguien ni siquiera tiene idea de los diferentes tipos de interpretación y sus usos, para poner un ejemplo, tendrá restringida sus posibilidades de intervenciones en cada caso. Será como un músico que no conozca avances técnicos en sus instrumentos, que forman parte de la historia. Finalmente la técnica se tornará inconsciente, o sea uno se “olvidará” de ella. Una vieja frase decía que “la técnica bien aprendida no se nota”.
En este sentido, estudiar los logros de la técnica psicoanalítica nos posibilitará llegar mucho más a la singularidad de cada paciente porque dispondremos de todo un repertorio de instrumentos para el abordaje del mismo.

IV-
La situación actual, tal como la define Enrique Carpintero en el editorial de este número, implican reinstalar debates dentro y fuera del psicoanálisis. Y la técnica debe ser revisada, ya que las transformaciones en la subjetividad y las novedosas configuraciones de la clínica, con las que nos enfrentamos cotidianamente, nos exigen tener las mejores herramientas para los abordajes terapéuticos. Tanto el trabajo con los pacientes límite como nuevas situaciones clínicas, como análisis que transcurren con una sesión semanal; el trabajo, de quienes pertenecemos a las nuevas generaciones, en prepagos u obras sociales; por tomar algunos ejemplos de algunas novedades de encuadres y dispositivos, nos exigen rescatar las técnicas que el psicoanálisis y otras psicoterapias han producido a lo largo de la historia. Pensar la problemática de las primeras entrevistas, los diagnósticos, tratamientos mixtos, y tantas otras cuestiones.
Revisar el dispositivo mal llamado “clásico” y con el acervo de la historia pensar en los Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos que se están produciendo. Esto llevará a no pensar en La Técnica Psicoanalítica, debido a que no hay una para todos, sino en técnicas psicoanalíticas, aunque la escribamos en singular. La técnica es plural, como los pacientes y los dispositivos.
No estamos en la misma situación de los inicios, en los que Freud decía: “He decantado las reglas técnicas que propongo aquí de mi experiencia de años, tras desistir, por propio escarmiento, de otros caminos... Espero que tomarlas en cuenta ahorre muchos gastos inútiles a los médicos que practican el análisis y los salve de incurrir en muchas omisiones.” (Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico). Tenemos muchos otros analistas que han trabajado y escrito mucho para ahorrarnos “gastos inútiles” y “omisiones”. Con esta caja de herramientas, nuestra técnica, tenemos que avanzar en los desafíos que nuestro tiempo nos impone.
Manos a la obra.

Alejandro Vainer
Psicoanalista
alejandro.vainer [at] topia.com.ar

 

Bibliografía
Carpintero, Enrique, El giro del psicoanálisis, Topía en la Clínica 5, Marzo 2001.
Etchegoyen, Horacio, Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986.
Freud, Sigmund, Trabajos sobre técnica psicoanalítica (1911-1915), Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1980.
Fenichel, Otto, Problemas de técnica psicoanalítica, Ediciones Control, Buenos Aires, 1973.
Ferenczi, Sandor, Problemas y métodos del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1960.
Lacan, Jacques, Los escritos técnicos de Freud. Seminario 1, Paidós, Buenos Aires, 19..
Liberman, David, La comunicación en terapéutica psicoanalítica, Eudeba, Buenos Aires, 1962.
Lorand, Sandor Técnica del tratamiento psicoanalítico, Paidós, Buenos Aires, 1966.
Meltzer, Donald, El proceso psicoanalítico, Paidós, Buenos Aires, 1968.
Racker, Heinrich, Estudios sobre técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1960.
Varios Autores, Diccionario de la Real Academia Española, Vigésimo Primera Edición, 1992.
Thoma, Helmut y Kachele, Horst, Teoría y práctica del psicoanálisis, Herder, Barcelona, 1990.
Wolman, Benjamín, Técnicas psicoanalíticas, Troquel, Buenos Aires, 1972.
 

 
Articulo publicado en
Marzo / 2001