Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
(...)
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Gabriel Celaya(1)
También podría empezar por otro poema de Gabriel Celaya, “¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo”2, pero seguramente sería tildada de irresponsable y anticuarentena. Para luego seguir con “y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo” y sin duda me acusarían de romantizar los efectos de la pandemia.
La exhortación a ocupar las calles, otras calles, es una invitación a prepararnos para volver a encontrarnos cuerpo a cuerpo en el espacio público, cuando esto sea posible. Porque es el lugar de las luchas y es el espacio que permite forjar comunidad.
Así como la gimnasia consciente3 va redescubriendo e investigando creativamente el cuerpo y percibiendo sus infinitas posibilidades para disponerlo al movimiento; así de esa manera, propongo prepararnos para la acción, anticipar nuestros movimientos, explorar nuestras ideas e imaginar lo que vendrá. Pero no “lo que vendrá” sino lo que haremos para que algo de lo que queremos advenga.
Aún sabiendo que este escrito lejos está de ser “un arma cargada de futuro” y que seguramente no es este el momento de actualizar viejas utopías, sueños setentistas de que el mundo será socialista o no será -y menos aún por efecto de la pandemia-, pretendo estas líneas como un escrito-herramienta, que me interpele y que pueda interpelar a otrxs. Que invite a pensar junto con otrxs cómo forjar ese algo en común que nos permita romper con el cerco del aislamiento y de la fragmentación, que incite a provocar “nuevos actos”.
El único paraíso es el paraíso perdido.
Marcel Proust 4
La realidad de la pandemia, la incertidumbre de su devenir, nos ciñen en un presente doloroso y cruel, donde pareciera haber un sujeto de la crueldad anónimo. Anónimo aunque se llame COVID 19, anónimo aunque se investiguen sus filiaciones, anónimo porque nadie y todxs somos responsables o al menos cómplices, de diferentes maneras, en distintas medidas. Pero sus efectos no son tramitados anónimamente, ni por quienes lo portan, ni por quienes intentan su cura, ni por quienes omiten diseñar -en la emergencia y con urgencia- políticas que compensen y hagan frente a un sistema de salud precarizado, desmantelado, estallado que pueda albergar, alojar y dar el tratamiento adecuado a lxs enfermxs.
No son anónimos los cuerpos que contagian ni los contagiados, no son anónimos los cuerpos que se exponen para curar a otros cuerpos enfermos, no son anónimos los cuerpos del Estado.
No son anónimxs lxs trabajadores de la Salud que aplaudimos diariamente a las 21 horas. Con salarios por debajo de la canasta familiar, sobrecarga de pacientes, pluriempleo, presiones de las autoridades, mayor exposición al contagio y sufriendo el consecuente estrés físico y emocional, son quienes cuidan a los tampoco anónimxs pacientes.
Y mientras escribo estas líneas, lxs enfermerxs autoconvocadxs, nada anónimxs, preparan un paro para el 1º de octubre. Una nueva jornada de lucha en repudio a la represión policial y agresiones sufridas el último 21 de septiembre -“Día de la Sanidad”- cuando reclamaban ser reconocidxs como profesionales de la salud.
Tampoco son anónimxs quiénes viven en barrios populares sin saneamiento ni viviendas dignas. No son anónimxs lxs que no tienen trabajo ni lxs trabajadorxs precarizadxs. No son anónimxs lxs viejxs ni lxs que están en situación de calle. No son anónimxs las mujeres y lxs niñxs que deben quedar confinadxs al encierro en ambientes familiares violentos.
La pandemia nos confundió, nos soldó en una ilusión de igualdad, al mismo tiempo que puso en evidencia y profundizó la enorme desigualdad en la que vivíamos
Pero a la hora de planificar el aislamiento, a fuerza de creerlos anónimos, parecieron no existir. Como dice Rita Segato es “la pedagogía de la crueldad que ha inoculado nuestros corazones y consciencias con el antídoto eficacísimo que cancela la percepción empática del sufrimiento ajeno”.5
La pandemia nos confundió, nos soldó en una ilusión de igualdad, al mismo tiempo que puso en evidencia y profundizó la enorme desigualdad en la que vivíamos. El problema era la normalidad. La pandemia, la posibilidad de contagio, no es un hecho biológico solamente, sino fundamentalmente un acontecimiento social que revela y agudiza las inequidades, a la vez que afecta de forma diferencial a varones y mujeres, a ricos y pobres, a jóvenes y viejos.
¿Cómo pensar la potencia en el futuro frente a tanto exceso de presente? El exceso de presente nos congela, cristaliza la posibilidad de proyectar
Asimismo las singulares afectaciones de la pandemia, portan algo en común: una sustancial transformación de los modos de subjetivación y de la sociabilidad, al instalar nuevos hábitos y prácticas de higiene, de cuidado, de contacto, de encuentros, de placer y displacer, en definitiva de relacionarnos con nosotrxs mismxs y con lxs otrxs, con nuestros cuerpos y con los cuerpos de lxs otrxs. Hábitos más meticulosos, prácticas más temerosas, más desconfiadas, más excluyentes. Existenciarios de desocialización.
A veces estamos demasiado dispuestos a creer que
el presente es el único estado posible de las cosas.
Marcel Proust 6
¿Cómo pensar la potencia en el futuro frente a tanto exceso de presente? El exceso de presente nos congela, cristaliza la posibilidad de proyectar. En la preocupación por no enfermar, todo está al servicio de conservar lo mínimo que nos sostenga sin riesgos.
Replegados en esa posición conservadora, nos aferramos a alguien o a algo externo, que regule y proteja, y en quien delegamos nuestro destino, nuestra autonomía. Así al enemigo lo situamos fuera pero a la solución también.
No es éste, solo y simplemente, un momento de espera ni de alojar la incertidumbre, sino de empezar a producir ideas, propuestas que se traduzcan en acciones cuando volvamos al encuentro de los cuerpos. En este mientras tanto podemos ir gestando las condiciones de posibilidad para acciones futuras.
Si pensamos que estamos en un momento de crisis de hegemonía donde lxs que manejan este mundo no nos pueden ofrecer un proyecto válido e inclusivo para todxs, debemos aprovecharlo. Por lo que habrá que tener un pie en el sentido común existente y el otro pie en la posibilidad de cambio. Pero ese sentido común, constitutivo del imaginario social7 vigente no es el sentido. Por lo tanto es posible cambiarlo, no es tarea fácil ni de rápida resolución, pero sí es posible, si es colectiva.
Para ello será necesario descubrir las grietas, los intersticios por donde entrarle al poder instituido, pensar otras alternativas de poder posibles, alternativas de resistencia y de creatividad, de construcción de lo común.
Desde mi práctica apuesto a esos cambios diseñando e implementando dispositivos para el trabajo grupal y comunitario, porque en ellos se puede habilitar la reflexión crítica de los sentidos cristalizados y hegemónicos que circulan en la sociedad. Aunque aún no podamos poner el cuerpo, tan necesario para estas prácticas, sí podemos promover y habitar espacios posibles de pensamiento y de reflexión que apunten a desarrollar el pensamiento crítico sobre el futuro. Donde podamos desplegar un complejo trabajo de reconstrucción del lazo social, de las relaciones económicas, familiares, laborales, comunitarias.
Así como planteaba al principio que la capacidad de imaginar nos permitía anticipar y nos disponía a realizar movimientos futuros, así también podemos imaginar escenarios posibles a construir, que conduzcan a las escenas más deseadas y sean conjuro para las más temidas. O sea crear las condiciones que permitan imaginar un nuevo orden social más justo.
En tanto los imaginarios sociales atraviesan y constituyen los modos de subjetivación y de los lazos sociales de cada época, operar sobre dichas significaciones imaginarias resulta imprescindible para apuntar a una transformación de los valores de una sociedad. Contrariamente a la “cultura de la desesperanza” que propone el neoliberalismo se trata de prepararnos para lo que vendrá y preparar un mundo distinto. Para ello desarmar cristalizaciones de sentido y desmontar imaginarios sobre la cosificación, la anulación del otrx, la cultura del enemigo y la exclusión, resulta una tarea inexcusable.
Cuidado y solidaridad no en términos abstractos sino en tanto políticas que se construyen colectivamente poniendo como valor central la vida
Esta catástrofe social que desorganiza y desacomoda lo establecido puede ser la ocasión para una nueva y mejor organización de la sociedad, donde se construya un pacto común de solidaridad y cuidadanía.8
Un nuevo orden social donde la solidaridad y el cuidado sean valores más importantes que la productividad, las ganancias de las empresas y la meritocracia. Cuidado y solidaridad no en términos abstractos sino en tanto políticas que se construyen colectivamente poniendo como valor central la vida. Políticas que se van creando en comunidad y se va aprendiendo al ejercitarlas en cada situación, mediante una presencia activa, atenta, situada, implicada.
Si en hebreo ’fabricar tiempo’ es equivalente a ‘invitar’,
¿cuál es esta extraña inteligencia de la lengua que
certifica que para producir tiempo es preciso ser dos,
o más bien es preciso que exista lo otro (...)?
Anne Dufourmantelle 9
En momentos de conmoción social, de desorganización del statu quo se vuelven visibles y necesarias prácticas colectivas. Se advierte por un lado que las acciones individuales no alcanzan. Por el otro, la idea “de esto salimos todos juntos o no salimos”, que se replica con fuerza en el sentido común y discurso de muchas personas, impulsa la necesidad de crear un tiempo en el cual poder pensar y construir con otrxs. Construir y habitar espacios comunes para abordar los problemas con que nos enfrentamos.
Un tiempo que invite a reconquistar el espacio público alojando lo diverso, el disenso, “lo otro”, haciendo ejercicio de la ciudadanía a través de prácticas de deliberación y de participación colectiva. Espacios de resistencia y de lucha para recuperar el apoyo mutuo y la confianza en prácticas sociales transformadoras que privilegien la participación ciudadana, el protagonismo de la gente y el despliegue de las potencialidades colectivas.
Solo en el encuentro con otrxs puede encenderse la potencia que surge de la capacidad de afectar y de ser afectadxs, y por lo tanto solo entre otrxs podremos explorar nuevas formas de construcción de lo común
Una apuesta micropolítica contra las derivas del poder, que incluya el pensar y el sentir, tal como lo expresa Guattari:
“SÍ, YO CREO QUE EXISTE UN PUEBLO MÚLTIPLE, un pueblo de mutantes, un pueblo de potencialidades que aparece y desaparece, que se encarna en hechos sociales, en hechos literarios, en hechos musicales. (…) la revolución molecular: no es una consigna, un programa, es algo que siento, que vivo, en algunos encuentros, en algunas instituciones, en los afectos, y también a través de algunas reflexiones.” (Guattari, 1982)10
Solo en el encuentro con otrxs puede encenderse la potencia que surge de la capacidad de afectar y de ser afectadxs, y por lo tanto solo entre otrxs podremos explorar nuevas formas de construcción de lo común, podremos dar nuevos sentidos a construir comunidad. Nuevas formas de solidaridad y de cuidado, para vivir mejor. El encuentro con lxs otrxs modula nuestro modo de vivir, nuestra potencia de existir.
Susana de la Sovera
Psicoanalista. Analista Institucional
susana.delasovera [at] topia.com.ar
Notas
1. Celaya, Gabriel, “La poesía es un arma cargada de futuro”, en Cantos iberos, Ed. Turner, Madrid, 1976.
2. Celaya, Gabriel, “España en marcha”, op.cit.
3. Lipovetzky, Alicia, “De la gimnasia consciente a la poética corporal” en Revista Psicología Social hoy, Buenos Aires, diciembre, 1991.
4. Proust, Marcel, En busca del tiempo perdido, Valdemar, Madrid, 2012.
5. Segato, Rita, Coronavirus: todos somos mortales. Del significante vacío a la naturaleza abierta de la historia. En El futuro después del COVID 19, Argentina Futura, 2020.
6. Proust, Marcel, op cit.
7. La noción de “imaginario social” forjada por Castoriadis refiere al conjunto de significaciones imaginarias encarnadas en instituciones, normas y símbolos que comparte una sociedad y la instituyen como tal. Véase al respecto Castoriadis, Cornelius, La institución imaginaria de la sociedad, Tomo I, Tusquets, Barcelona, 1983.
8. Denise Najmanovich, “La noción de cuidadanía implica reconocer el valor del cuidado como el primordial de la vida en común y permite reinventar la noción de ciudadanía. Nace en el feminismo, no por casualidad ya que han sido las mujeres quiénes han tenido a su cargo históricamente la tarea de los cuidados, lugar no reconocido y no remunerado”. En https://youtu.be/u9YSSmGTmEQ Cuidadanía. Ecología de los saberes y los cuidados.
9. Derrida, Jacques, La hospitalidad, Ed. de la Flor, Buenos Aires, 2019.
10. Guattari, Felix y Rolnik, Suely, Prefacio en Micropolítica. Cartografías del deseo, Traficantes de sueños, Madrid, 2006.