Sigmund Freud, desde los resultados obtenidos en sus intervenciones clínicas, concluye que a la base de las frecuentes neurosis con las que trabaja en sus consultas, se encuentran las perturbaciones ocurridas durante el desarrollo psicosexual del sujeto. Desde que nace el niño atraviesa etapas de desarrollo psicosexual y habitan en él emociones provenientes de su mundo interno y de su experiencia con el ambiente que habita. El amor, la ternura, los celos, el miedo, la frustración, el odio, la agresividad y la pulsión sexual son parte de nuestros niños.
Freud considera, que al negarle el conocimiento al niño o sofocándolo, escatimamos información para la que ellos están psíquicamente capaces de operar.
“(…) mucho antes de alcanzar la pubertad el niño es capaz de la mayoría de las operaciones psíquicas de la vida amorosa (la ternura, la entrega, los celos, y harto a menudo sucede también que esos estados anímicos se abran paso hasta las sensaciones corporales de la excitación sexual (…)”[i]
Freud considera, que al negarle el conocimiento al niño o sofocándolo, escatimamos información para la que ellos están psíquicamente capaces de operar. Su cuerpo manifiesta intereses sexuales y lo impulsan a la búsqueda del conocimiento. Sin embargo la mayoría de las veces, este niño se encuentra con un adulto que desconoce en él sus intereses sexuales, desconoce o no quiere o no puede reconocer que el niño ya en sus primeros años de vida experimenta impulsos sexuales, ansiedad y grandes desilusiones. Adultos que, debido a sus propios tabúes y miedos de enfrentar a sus niños con alguna explicación, siguen con la creencia en el “paraíso de la infancia”, en la asexualidad del niño.
Por esta razón, el padre del psicoanálisis, se pregunta en una de sus cartas al Dr. Fürst, acerca de si es lícito el esclarecimiento sexual del niño, y de ser así, cómo y a qué edad convendría hacerlo.
“la curiosidad del niño nunca alcanzará un alto grado si en cada estadio del aprendizaje halla la satisfacción correspondiente. El esclarecimiento sobre las relaciones específicamente humanas de la vida sexual y la indicación de su significado social debería darse al finalizar la escuela elemental (y antes del ingreso en la escuela media); (…) no después de los 10 años. (…), para exponer al niño, esclarecido ya sobre todo lo corporal, los deberes éticos anudados al ejercicio de la pulsión. Un esclarecimiento así sobre la vida sexual, que progrese por etapas y en verdad no se interrumpa nunca, y del cual la escuela tome iniciativa[1], paréceme el único que da razón del desarrollo del niño y por eso sortea con felicidad los peligros existentes.”[ii]
Ya desde el año 1900 Freud se anticipaba a la necesidad de un Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable (Ley 25.673). A fines de esclarecer a grandes rasgos decimos que, esta ley, que resultó tan controversial, plantea el derecho que tienen todos los educandos a recibir una educación sexual integral, es decir una educación que articule aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos, en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada.
Enumeramos objetivos que aparecen en el artículo 3 del Programa:
Producto de los propios tabúes, prejuicios y el desconocimiento que atraviesan aún a algunos adultos, la Educación Sexual integral se enfrenta a grandes controversias. Un grupo de personas que manifiestan no estar de acuerda con la implementación de esta ley, iniciaron una campaña con el nombre “Con mis hijos no te metas”. Suponen que una educación con enfoque de género, que brinda información y libertad a los alumnos sobre su identidad y su sexualidad, atenta contra la institución de la familia. Remarcan que los hijos son de los padres y no del Estado. Manifiestan estar de acuerdo con la educación sexual pero no con la ideología de género.
Graciela Morgade, Doctora en Educación, en una entrevista acerca de este tema, explica que los chicos gay y las chicas lesbianas o travestis tienen muchas dificultades para permanecer en la escuela, aun cuando la confrontación no es abierta. Continúa diciendo que esto muestra como en nuestra sociedad aún existe mucha doble moral, y formas muy sutiles de manifestar la homofobia y la discriminación de género. Por ejemplo, el humor que condena a la homosexualidad o el tratamiento de la misma como una patología son maneras comúnmente conocidas de hacerlo.
Pero le verdad es que la homosexualidad no es una patología, ni tampoco algo por lo que una persona deba ser condenada. Al igual que la heterosexualidad, es una construcción de género y no un gusto en el que alguien pueda influir a otro, se construye desde pequeño en el marco familiar y por condiciones específicas de ese sujeto.
De este modo, reconocemos una gran dificultad social de aceptar la sexualidad como constitutiva del hombre comenzando a operar desde la niñez, obviamente no de la misma manera que en el adulto. Este desconocimiento, y tabú que le provoca la propia sexualidad al adulto es lo que impide posicionarse frente al niño, esclarecer y acompañar en él las inquietudes que le despierta esta temática. Le sumamos a esto, los miedos que despiertan lo desconocido y la alteridad, a veces a un punto tal, que preferimos negarlo o patologizarlo, pues para no tener que dar explicaciones y retirarlo como una posibilidad.
Pero le verdad es que la homosexualidad no es una patología, ni tampoco algo por lo que una persona deba ser condenada. Al igual que la heterosexualidad, es una construcción de género y no un gusto en el que alguien pueda influir a otro, se construye desde pequeño en el marco familiar y por condiciones específicas de ese sujeto. Que una persona sea heterosexual u homosexual jamás puede ser producto de una enseñanza sexual integral; sino más bien ésta permitirá, que una u otra condición desarrollada, pueda encontrar un desenvolvimiento sexual adecuado que permita un disfrute del propio cuerpo enmarcado en una ética (salud, obligaciones y derechos) de cuidado mutuo entre los partners sexuales. Así como también, una educación de esta índole beneficia en la construcción de una sociedad que incluya y respete a todos sus integrantes, una sociedad más tolerante y sana.
En el esclarecimiento sexual del niño, Freud recomienda tratar el tema como cualquiera de las demás inquietudes del niño, con naturalidad, que el niño no sienta que se le quiere esconder información, puesto que si no perderá confianza en el adulto y creerá que lo que pregunta es de la rama de lo prohibido. Asegura que si el niño halla satisfacción en la explicación, la cual debe adaptarse a su entendimiento y concentrarse en el pedido sin ir más allá de la información solicitada, su curiosidad quedará saciada. El adulto debe acompañar al niño y esclarecerlo según su demanda y capacidad de comprensión; de este modo debe llevarse a cabo una enseñanza por etapas que incluye los deberes éticos (derechos y obligaciones civiles) que implican el ejercicio de la pulsión sexual.
Sandor Ferenczi, entiende que un gran error de los padres es el olvidar la propia infancia, considera que allí radica la gran falta de comprensión y el principal obstáculo que les impedirá comprender las cuestiones esenciales de la educación. Este psicoanalista, discípulo de Freud, le da la categoría de pequeños traumatismos que sufre el niño en su ingreso a la sociedad. Alcanzan estos hechos el status de traumas puesto que los padres frecuentemente suelen fallar en su acompañamiento. No es la intención de Ferenczi, ni de Freud, ni del psicoanálisis en general culpabilizar a los padres sino más bien otorgarles las herramientas que le permitan evitar daños severos en el desarrollo del niño.
Mediante las enseñanzas a los padres y educadores, encargados de guiar el desarrollo del niño, sobre los conocimientos que el psicoanálisis tiene para brindarles; se podría pensar al ESI como una profilaxis, como una medida preventiva que incluso pueda poner a salvo al niño de adquirir futuras enfermedades fisiológicos o psicológicas.
“En la adaptación de la familia al niño, lo que aparece como traumático se produce en el tránsito de la primera infancia primitiva a la civilización: y no se trata sólo de la limpieza, sino que debe añadirse la sexualidad. A menudo se oye decir que Freud lo centra todo en la sexualidad, y esto no es exacto. Habla de un conflicto entre las tendencias egoístas y las tendencias sexuales, considerando a las primeras como las más fuertes. De hecho los psicoanalistas consagran la mayor parte de su tiempo al análisis de los factores de rechazo en el individuo examinado.
La sexualidad no comienza con la pubertad sino con los malos hábitos de los niños. (…), son manifestaciones del autoerotismo, expresión primitiva del instinto sexual.”[iv]
Ferenczi les recomienda a los padres no entrar en pánico ante las manifestaciones e inquietudes sexuales de sus niños, y responder a ellas.
Somos sujetos del deseo ya desde pequeños, nuestra sexualidad se entrama en toda nuestra vida; a diferencia de los animales que se rigen por el instinto y por ende en ellos la sexualidad se establece en una relación directa con la reproducción; en el humano esto no se rige así
Somos sujetos del deseo ya desde pequeños, nuestra sexualidad se entrama en toda nuestra vida; a diferencia de los animales que se rigen por el instinto y por ende en ellos la sexualidad se establece en una relación directa con la reproducción; en el humano esto no se rige así. El hombre no mantiene relaciones sexuales con el único fin de su reproducción, al hombre no lo habita el instinto sino la pulsión, cuyos destinos son diversos y depende de los trayectos de cada sujeto en su desarrollo psicosexual. Esta construcción se da en el marco de la primera infancia, en la particularidad de cada sujeto, es decir lo que ese sujeto trae consigo, y como lo pone en juego con sus primeros amores objetales, que son sus padres, en el marco de relaciones que se dan en lo que Freud denominó como complejo de Edipo.
Lo que queremos es llegar a desmitificar esta idea de que el ESI pueda imponer una ideología de género, sino por el contrario puede brindar información para que cada sujeto pueda disfrutar, en el marco del amor, salud y la ética, su sexualidad. Tomar consciencia y conocer acerca de otras personas que han llegado a una sexualidad diferente; no es sinónimo de abrir caminos a otra elección, sino más bien de reconocer a otro diferente pero con los mismos derechos y obligaciones en el ejercicio de la pulsión sexual.
Gorosito, María Nieves
m.nievesgorosito [at] hotmail.com ()
Alumna de la carrera Lic. en Psicología, UCES, San Francisco, Córdoba
Bibliografía:
[1] El resaltado en negrita es nuestro.
[i] Freud, S. (1983). “El esclarecimiento sexual del niño, carta abierta al doctor Fürst”. (1908). Tomo IX. Amorrortu ediciones.
[ii] Freud, S. (1983). “El esclarecimiento sexual del niño, carta abierta al doctor Fürst”. (1908). Tomo IX. Amorrortu ediciones.
[iii] Programa Educación Sexual Integral. “Artículo nº3”. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/ley26150-58ad9d8c6494a.pdf
[iv] Ferenczi,S. Obras completas Sandor Ferenczi. “La adaptación de la familia al niño” http://www.psicoanalisis.org/ferenczi/156.doc