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Joker, ni ángel ni demonio.

 

En este estreno taquillero “Joker”, que ha dado mucho que hablar; y que, para sorpresa de todos, ha nacido de los creadores de los personajes de ficción más heroicos y más villanos (Warner); tomando puñaladas de realidad nos desdibuja esa tajante línea que divide al bueno del malo.

La historia de Arthur Fleck, conocido luego como el Guasón en su traducción al castellano, narra todo lo sucedido en ciudad Gótica, escenario de las posteriores rivalidades entre el superhéreo Batman y el villano Guasón. Describe las problemáticas sociales, culturales y la historia personal que da cuenta del por qué Arthur Fleck, un sujeto que da pelea a su enfermedad mental y aún con todas las dificultades que ésta le acarrea, busca su lugar en el mundo y aspira, desde la comedia, traer risa y alegría al corazón de la gente, deviene luego en un sujeto capaz de los más aberrantes crímenes. Los golpes de afuera no le dan tregua, haciendo un breve recorrido de su historia desde su infancia hasta que deviene en criminal, vemos que tras cada intento de ponerse de pie un golpe lo derriba. Y así va forjando su subjetividad en un ambiente hostil, cruel, injusto, lleno de privaciones, principalmente privado de cuidado y de amor.

Desde la psicología forense se da cuenta de como algunos actos transgresores corresponden a estrategias de superviviencia, cuando se produjo una falla en el apuntalamiento familiar y social. De este modo la desayuda provoca fallas constitutivas en la subjetividad. Mannoni, psicoanalista francesa y especialista en criminología, ha estudiado en detalle acerca del clima que favorece el despertar de una psicosis.

¿Qué es, para la madre, el nacimiento de un niño? (...) la revancha o el repaso de su propia infancia, va a ocupar un lugar entre sus sueños perdidos: un sueño encargado de llenar lo que quedó vacío en su propio pasado, una imagen fantasmática que se superpone a la persona real del niño. Este niño soñado tiene por misión restablecer, reparar aquello que en la historia de la madre fue juzgado deficiente, sufrido como una carencia, o prolongar aquello a lo que ella debió renunciar. (Manonni, 2009, pag. 20)

Esta autora pone de manifiesto que lo anteriormente citado se torna más problemático aún cuando el niño tiene alguna patología mental u orgánica, puesto que su desvalimiento lo deja más expuesto a quedar entrampado en la relación materna; pensemos lo doblemente complejo de la situación cuando se suma a la patología del hijo, una patología de la madre. Arthur fue adoptado por una mujer con problemas mentales severos, con historias de internaciones clínicas y delirios. Por lo que su posibilidad de darle a este niño un ambiente facilitador era prácticamente nula. De este modo, su infancia fue atravesada por escenarios de marginalidad, en un hogar lleno de carencias con una madre mentalmente enferma que no sólo no podía proveerle los cuidados necesarios, sino que lo dejaba expuesto a grandes peligros. Su pareja, por ejemplo, no sólo la golpeaba a ella sino que también golpeaba y abusaba del pequeño. Producto de una golpiza sufrida por este hombre, Arthur sufre una lesión a nivel cerebral cuyo síntoma es la tan reconocida risa del guasón.

Su risa que despierta el rechazo en los que le rodean, no es el único síntoma que le dejaba su desafortunada infancia; también con el transitar del tiempo comenzará a sufrir, al igual que su madre, de delirios. Sin embargo, durante todo su crecimiento y ya en una edad adulta, este triste payaso, no escatimaba en esfuerzos por salir de esta miserable vida. Buscaba trocar su tragedia en comedia. Amante de lo cómico, fantaseaba con algún día triunfar en esta carrera, tal vez un poco por deseo personal pero también bajo el mandato de su madre, quién desde niño lo llamaba “felicidad” y depositaba en él las esperanzas de su propia felicidad. Sin embargo la vida no le daba tregua, aunque trataba de sobreponerse a sus trabajos precarizados, sus deseos fallidos de encontrar amor o tan solo una mirada amable; pese a sus compromisos con el cuidado de su precaria salud mental, ya que asistía a terapia y cumplía con la toma de su medicación hasta que el gobierno le retira esta posibilidad. Pese a todos sus intentos la mayoría sólo veía en él un desecho social, tras todos sus esfuerzos seguía recibiendo el rechazo, la burla y la violencia.

(…) todo el bien y el mal que se puede encontrar en el mundo de las relaciones humanas ha de encontrarse en el corazón del ser humano. Llevo el supuesto aún más lejos y afirmo que en el niño hay amor y odio de plena intensidad humana (Winnicott, 2004, pag. 104).

Winnicott explica que cuando en la experiencia del sujeto predominan las fuerzas crueles o destructivas por sobre las amorosas, el individuo debe hacer algo para salvarse; de este modo se pone a dramatizar su mundo interno, deja actuar lo destructivo. Como resultado de ello comienzan a surgir conductas autodestrcutivas, así como también se produce una obstrucción de la capacidad de preocuparse por el otro, dando como resultado la conducta antisocial. Según este autor, muchos de estos individuos fueron niños que han sufrido los efectos de una paternidad y/o maternidad violenta. Víctimas de la irrupción traumática y el abandono que rompen sus barreras de protección. Producto de ello comienzan a presentar dificultades en el pensamiento, trastornos identificatorios, repliegue narcisista y fallas en las posibilidades anticipatorias a las situaciones de castigo y a las situaciones riesgosas.

Arthur vive a diario una realidad insoportable, en un estado de desamparo, violencia y riesgo permanente. Hasta que llegado un momento, la olla presión desborda, y comete su primer crimen defendiéndose de una golpiza. La víctima deviene en victimario y conviven ahora en el mismo sujeto; allí se da el nacimiento del temible Guasón.

Si el sujeto está expuesto, sin mediación, a un medio en el que reina la desligazón y la pulsión de muerte, sin poder ser mitigados por jalones identificatorios – que permitirán la ligazón, la represión y la simbolización -, caerán en la psicosis, o en pasajes al acto. (García Reinoso, 1992. Pág. 7)

Su risa ya no sólo despierta rechazo, ahora genera miedo, terror. Descubre que mientras buscaba amor, era invisible o recibía rechazo; pero cuando se convirtió en una amenaza la sociedad lo comienza a ver. No se trata de justificar su criminalidad sino de repensar los efectos devastadores de la violencia en el psiquismo que hacen que un sujeto vulnerable pueda devenir en un peligro para su propia persona y la sociedad; repensar el modo de explicar una conducta en el marco de un contexto socio cultural determinado.

Si bien hablamos de una ficción, podemos encontrar semejanzas en el mundo real. De este modo explicamos todo lo que despertó en la sociedad esta película, haciendo visible lo invisible. Conociendo el trasfondo de la vida de este villano, muchos ya no pueden servirse de los términos ángel o demonio, ni víctima o victimario para clasificar al Guasón. Pues, como ya mencionamos en el conviven ambos sujetos, producto de una historia de vida que lo ha arrojado a la sobrevivencia en el campo de la marginalidad y el despojo extremo. Sólo le queda:

(…)someterse a la presión mortífera, configurando una última ilusión de libertad al hacer suyo el deseo de muerte que pesa sobre ellos: contribuir a su aniquilamiento, ya sea directamente (drogadicción, enfermedades por descuido) o indirectamente (buscando con sus desmanes y delitos, el castigo y la muerte). (García Reinoso, 1992, pág. 7)

Así se forja un escenario social de destructividad y autodestructividad. Silvia Bleichmar, Doctora en Psicoanálisis y especialista en el estudio de la subjetividad, identifica que desde hace tiempo  la violencia da cuenta de  procesos severos de desubjetiviación, junto a procesos de impunidad y resentimiento muy grandes.

La autora explica que lo que se llama producción de subjetividad es del orden político e histórico;  tiene que ver con el modo con el cual la sociedad define aquellos criterios que hacen la posibilidad de construcción de sujetos capaces de ser integrados a su cultura de pertenencia. Señala como forma pionera de impunidad, la invisibilización de la víctima, que es lo que ocurre con los excluidos. Aquellos que viven en la marginalidad, como Arthur, utilizados  por el poder de turno que en lugar de asistirlos, hace usufructo de ellos y rechazados por la gente que no pueden ver y confunden un verdadero desvalimiento y situaciones de verdaderas desventajas  con pereza, como si realmente ellos no quisieran salir de aquella situación.

Bleichmar explica que a tal punto tiene efectividad esta invisibilización,  que hasta lo que corresponde como tarea del Estado, que es asistir a aquellos que están en situación precaria, es vivido como caridad a costa de los bolsillos de los más pudientes. Cuando en realidad es una responsabilidad colectiva que nos compete a todos. Se debe comprender, explica la autora, que la producción de subjetividad no es un concepto psicoanalítico sino sociológico, y hace al modo en el cual las sociedades determinan las formas con lo cual se constituyen sujetos plausibles de integrarse a sistemas que le otorgan un lugar.

El sociólogo, Zygmunt Bauman, en su libro “Modernidad Líquida” reconoce en los sistemas de poderes contemporáneos grandes montos de individualidad, de “sálvese quien pueda”. Un mundo dividido en manipuladores y manipulados, planificadores y cumplidores de planes. Desde comienzos del capitalismo se va trazando esta tragedia del mundo que hace a los controladores cada vez más poderosos y a los controlados, cada vez más impotentes.

De la lectura de ambos autores acerca de esta temática podemos dar con el siguiente panorama acerca de una subjetividad que comienza a tomar forma a partir de los 90. Esta llevó al consumo y un contrato de inmoralidad aún vigente. Las principales consecuencias, indica Bleichmar, han sido la destrucción de la infancia y la naturalización de la pobreza, la cual constituye el mayor riesgo. Compara esta naturalización con la ocurrida en su momento  de la represión y la tortura. Pone a la base de la nueva subjetividad la represión y el neoliberalismo, que le otorgan un carácter de desecho; acompañada por el reemplazo de la solidaridad por la caridad y la reducción del semejante.

Todo esto se encuentra reflejado también en el campo de la salud mental, por la degradación terapéutica que pretende naturalizar el sufrimiento psíquico, renegando su causalidad. Producto de esto se da la desubjetivación del paciente y el terapeuta. Arthur, en su último encuentro con su terapeuta, ya que el Gobierno de ciudad Gótica aplicaba un recorte en la salud, cuyas consecuencias en la vida personal de nuestro personaje era la pérdida de percibir medicación psiquiátrica, que controlaba los delirios del paciente permitiéndole, medianamente, el desempeño en el mundo exterior sin quedar atrapado en su mundo interior. También le era retirado el espacio de consulta con la terapeuta, donde podía hablar de sus pensamientos, sentimientos y sensaciones; de esta manera se le quita también su único espacio, dentro de un campo devastador de marginalidad, donde alguna diferencia podía inscribirse.

Un espacio – tiempo que Winnicott llama espacio intermedio, momento de ilusión. Espacio de juego, de ficción – realidad, donde el sueño – que es el único espacio propio de esos seres despojados de todo por la destrucción y la autodestrucción -, su producción, puede ser escuchado, desplegarse, y quizá permitir un mínimo de acceso a la realidad: una re-flexión sobre la compulsión y la destructividad – también la propia -, un retornar sobre la acción, en vez de dejarla dispararse sola: pura pulsión de muerte entonces, en plena desligazón. (García Reinoso, 1992, pag. 5)

 

La  terapeuta de Arthur pierde toda posibilidad de pensamiento,  ve desvanecerse sus convicciones acerca de sí misma y su práctica, quedando adherida por la autoconservación, a la siniestra maquinaria que desarticula de modo cotidiano, naturalizado y silencioso toda  nueva posibilidad de afirmación identitaria y de sostenimiento de una ética que no la deje desprotegida ante la condena de su propia instancia moral. La frustración e impotencia la dejan apática, nada puede hacer.

Sin el soporte institucional comprometido, tanto Arthur y su terapeuta sufren en soledad los miedos, ansiedades y aflicciones contemporáneas.

 No se suman, no se acumulan hasta convertirse en una “causa común” ni tiene un discurso específico, y menos aún evidente. Esto despoja a la resistencia solidaria de su antiguo status de táctica racional, e induce a una estrategia de vida muy diferente de la que condujo a la fundación de las organizaciones militantes y defensoras de la clase trabajadora. Al hablar con gente golpeada por los actuales cambios en las condiciones de empleo o con temor de serlo, Pierre Bordieu tuvo que escuchar una y otra vez que “frente a las nuevas formas de explotación, favorecidas notablemente por la desregulación del trabajo y el avance del trabajo temporario, las formas tradicionales de acción sindical resultan inadecuadas. Bordieu concluye que los cambios recientes “han roto las bases de la antigua solidaridad” y que el consecuente desencanto va de la mano con la desaparición del espíritu de la militancia y la participación política. (Bauman, 200, pag 158)

En ciudad Gótica, sus miembros “honorables”, mandatarios, estructuran la base de su riqueza y poder sobre el despojo y la degradación de otros.  El señor Wayne, padre de quién luego se convertiría en Batman, un multimillonario que aspira a convertirse en alcalde de la ciudad, porta el reconocido lema del sacrificio en pos de un futuro, que opera en su discurso como disparador de expectativas sobre aquellos  que no pudieron reconocer aún, que los que dominan no se privan de nada, puesto que la ética de la renuncia no es para ellos.

Los procesos de desubjetivación instauran el malestar en  sociedad Gótica, incluso en aquellos que se creen privilegiados; pensemos en la sucedido al señor Wayne a la salida del cine. Nos indigna el crimen y la violencia que se ve, pero debemos comenzar también hacer visible aquella violencia silenciosa e invisible. Encontrar sus causas y salir de nuestro estado de espectador pasivo. Poner en evidencia aquellas políticas que dejan como huella grupos marginales revelando sus injusticias. Políticas que generan un avance de la miseria estructural, un escenario de mortalidad infantil, epidemias, delitos y drogas.

 Principalmente, esta película refleja la marginalidad que sufren las personas que padecen algún tipo de enfermedad mental. Arthur padece delirios, que mantiene controlados con la medicación hasta que se la retiran. También, sufre de epilepsia gelástica un trastorno poco común que se caracteriza por crisis de risas incontrolable en momentos de enojo, rencor frustración o nervios. En esta historia, por desgracia para nada lejos de la realidad aunque da cuenta de una ficción, se muestra como una persona con trastornos mentales y una sociedad que la excluye llevan a que devenga una tragedia en la que una persona enferma se convierta en un peligro para la sociedad. También refleja como el abandono, el maltrato y el abuso que se sufre desde la niñez constituyen, además de lo biológico, causas de enfermedad mental.

Arthur Fleck dice “lo peor de tener una enfermedad mental es que la gente espera actúes como si no lo padecieras”, a través de esta frase denuncia la mirada estigmatizante, excluyente y poco tolerante. Es nuestra responsabilidad como miembros de la sociedad abandonar las ropas cómodas de la negación, que tan caro se pueden pagar cuando lo negado se nos vuelve en contra. Adoptar una mirada más compasiva y una actitud más activa e informativa que nos lleve a construir una sociedad más inclusiva, que no le dé la espalda al sufrimiento.

La Organización Mundial de la Salud arroja grandes cifras de personas que padecen algún tipo de trastorno mental y plantea la necesidad de dejar de subestimar la enfermedad; generando espacios de acompañamiento real para quienes las padecen. Adoptando un compromiso por parte de los Equipos especializados de salud,  permitiendo la accesibilidad a tratamientos y /o medicación si el caso lo requiere, le sumamos a esto los necesarios cambios de hábitos sociales que perpetúan la marginalidad. Generar un cambio radical en esta problemática impactaría de muy buena manera a la sociedad. Reconocer la complejidad de las causas que llevaron a Arthur de víctima a payaso criminal, es romper con la ilusoria y simplista creencia de “bueno y malo”, que no nos permite operar  la complejidad que realmente se entrama en el trasfondo de esta persona. Como han operado en ella los diversos procesos de desubjetivación que deja sumergido a nuestro personaje en pura pulsión de muerte de destrucción y autodestrucción.

 

María Nieves Gorosito
Alumna de la carrera Lic. en Psicología, UCES, San Francisco, Córdoba.
m.nievesgorosito [at] hotmail.com (​)

 

Bibliografía:

  • Bleichmar, S. El desmantelamiento de la subjetividad. Estallido del yo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Topía. (2010)
  •  Bleichmar, S. Conferencia Completa de Silvia Bleichmar: “La construcción de legalidades como principio educativo. https://www.youtube.com/watch?v=mu7Fua__m18
  • Bauman, Z. Modernidad Líquida. Buenos Aires, Argentina: Editorial Fondo de Cultura Económica. (2000)
  • Mannoi, M. El niño retardo y su madre. Buenos Aires : Aguilar, Altea, Altea, Taurus, Alfaguara. (2009).
  • Todd Phillips (director), (2019). Joker (cinta cinematográfica). EE.UU.
  • Royer de García Reinoso, G. Algunas consecuencias psíquicas de las transformaciones sociales. Buenos Aires, 1992.
  • Winnicott, D. Deprivación y delincuencia. Buenos Aires : Paidós. (2011)

 

 

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Articulo publicado en
Noviembre / 2019