El último viernes 23 de septiembre la «compania de la follia» presentó en París un espectáculo que ya han mostrado en muchos lugares del mundo, se trata de su obra sobre la vida de Franco Basaglia.
La «compania de la follia» es (como muchos lectores de Topía deben saberlo) el Grupo de Teatro de Trieste, ese que acompañó la gesta de Basaglia en el cierre de los manicomios. A la velada asistían los «históricos» de Trieste, como por ejemplo Pepe Dell’Acqua, entre otros. De qué manera una tal velada terminó en profunda mufa y bronca… es lo que trataremos de contar.
Desde hace tres años trabajo con la compañía dirigida por mi amigo Claudio Misculin, compuesta casi enteramente por antiguos pacientes psiquiátricos. Escribimos juntos, estudiamos juntos y militamos en este «frente cultural».
Nuestra aventura compartida nos ha llevado a abordar temas que partiendo de la problemática histórica del cierre de los manicomios, trata de comprender a la vez los nuevos y complejos desafíos de nuestra época, sin dejar por supuesto de luchar por el cierre de este lugar de vergüenza e ignominia que son los manicomios.
Sin embargo los cuarenta años que nos separan del comienzo de esta lucha han visto desarrollarse nuevas formas de poder, nuevos modos de discriminación y de represión social y política.
Entre otros cambios fundamentales, podemos decir que en estos últimos años nos encontramos con el fracaso de esta entidad de la modernidad que podemos llamar «el hombre normal».
El «hombre normal» estaba pensado como un modelo identificatorio y como un proyecto; ese hombre y esa sociedad que se conducirían por y para la razón; el real siendo racional, la razón era real. Caminábamos hacia su realización plena y completa.
Este hombre normal es una construcción histórica, antropológica y política. Lo encontramos en las definiciones de Kant, pero también en Hegel o aun Marx, la razón debe ganar la guerra, la razón reinará… Dentro del psicoanálisis este «hombre normal» se asemeja mucho al modelo del «yo fuerte» americano.
Con el fin de la promesa de la modernidad, esa promesa de la cual el hombre es a la vez su profeta, su mesías y su beneficiario, lo irracional, lo negativo reprimido vuelve al galope, entonces, el problema entre otros reside en que somos una cultura que no sabe qué hacer con esta negatividad, con este contenido irracional.
Lo negativo debía desaparecer, el «fin de la historia», «punto omega», «comunismo científico» o «época del espíritu», en síntesis, lo negativo era solo el camino hacia un bien total y final… que nos dejó esperando a Godot.
Para la derecha neoliberal esto no es un problema, lo irracional del hombre le viene como anillo al dedo, se vende mucho mejor hablando a lo irracional que a lo racional.
En cambio, para nosotros, para la izquierda, la cosa no solo es compleja sino complicada. De allí la pregunta ¿Cómo se hace para luchar por la justicia si el hombre no abandona al final de la historia su lado irracional?
Entonces con la «academia de la folia» nosotros trabajamos a partir de la constatación de que hay que comprender los mecanismos del bio poder, como lo llama Foucault, los mecanismos de construcción de un hombre utilitario y modular.
Este hombre posmoderno, «hombre modular», no corresponde más a la normalización psiquiátrica e ideológica de hace cuarenta años, el neoliberalismo está totalmente de acuerdo en que se cierren los manicomios, acaso en esos lugares se encuentren «competencias» «módulos» utilizables, es que el «hombre sin cualidades» de la post modernidad no se separa más en «loco y cuerdo», sino en utilizable o no utilizable.
De esta manera nosotros afirmamos en esta velada con Claudio que desde nuestro punto de vista el cierre de los manicomios no era más la medida o la frontera, en el sentido de que no basta en absoluto salir del manicomio para estar libre.
Hicimos referencia a la posibilidad de que como ocurre a menudo en Brasil, los CAPS se transformen en micro manicomios difusos de control social propios al bio poder.
Afirmamos que si se habían encerrado a los locos para tratar de encerrar a lo irracional, hoy en día se trataba de encontrar y de construir lugares y prácticas donde este contenido irracional pueda re articularse con la vida.
No tuvimos tiempo de decir mucho más, para nuestra gran sorpresa, nos han impedido hablar. De mi parte pensé que dar un tal espectáculo al «timorato» público “psi” francés era negativo y bajé del escenario, pero Claudio siguió hablando.
Entonces Pepe Dell’Acqua, representante de la «psiquiatría democrática» se retiró del teatro con su séquito.
No se trata de chimentos o de asuntos personales, Pepe me ha escrito disculpándose, se trata de que en realidad a menudo seguimos cuidando los mausoleos lo cual se transforma paradojalmente en el abandono de la lucha y del pensamiento.
Mausoleo, esa fue la palabra que Claudio utilizó y que provocó el principio de la tormenta, dijo que «no se trataba de construir o cuidar mausoleos sino de ver por dónde continuaba la lucha y la creación…».
Ese es el peligro de cierto tipo de «fidelidades», se puede ser fiel al mausoleo, o se puede ser fiel al espíritu mismo de la lucha lo cual nos lleva a recorrer nuevos y diferentes caminos.
Nuestra fidelidad con Basaglia, con Cooper y otros nos lleva hoy a decir que la cuestión del manicomio no puede reducirse a su cierre o no, sino a una serie de otros problemas más profundos y complejos que hacen que el cierre por más deseable que fuera no es más que un punto, un momento dentro de algo mucho más importante.
Desde nuestro punto de vista no se trata de manicomios o no, se trata de la construcción efectiva y concreta de lugares de «fragilidad compartida», de lugares mixtos, de lugares donde salgamos de la dicotomía útil o inútil, fuerte o débil. Se trata de construir lugares donde sepamos que la fuerza no es más que un momento entre dos debilidades, un lugar donde todos somos como somos. Un lugar donde la fuerza de la solidaridad nos permita avanzar.
En síntesis un lugar donde compartimos una… «velada entre amigos»
Miguel Benasayag
Paris, 2011
miguel.benasayag [at] wanadoo.fr