Muerto el rey, viva el rey.
La biopolítica parece estar herida de muerte en sus fundamentos y la prueba más cabal sería, para estos psicoanalistas, la expansión de la actual pandemia, el virus H1N1. Este anuncio, que funciona casi en el sentido de una anunciación con todo el matiz religioso que cabe a dicho término, es tomado aquí como analizador presente en una serie de escritos de una publicación del Dpto de Psicoanálisis y Política, brazo político de la EOL en Argentina, más precisamente en Córdoba. El nombre de la revista es “Contingencia: los acontecimientos de nuestro tiempo”. Tomo las publicaciones presentes en dicha revista como un conjunto, marcando puntos de convergencia entre los distintos trabajos allí publicados, puntos que perfilan una política de escuela, inserta a su vez, exitosamente, en una política de mercado que les permite una amplia llegada a un público masivo, por su interpenetración en distintos espacios de la formación universitaria y de postgrado, y por los efectos de aglutinamiento en torno a su producción que promueven.
Leer a la letra
Todo lo que llega. Mails, cadena de mails, intercambios en diversos foros especificos a mi oficio. Esa lectura va siendo jalonada por la búsqueda activa de analizadores. Cosas pequeñas que nos permiten entender algo mayor, esa es la definición simple de analizador que da un avezado analista, Emilio Rodrigué. Mucho de lo que me llega, está obviamente relacionado con la pandemia y algunos hitos van captando mi atención, ya no como noticias, sino como producción de realidad a la partir de la noticia. Convengamos que la pandemia, no es solamente un evento, un acontecimiento, sino un objeto que va siendo producido por infinidad de discursos, entre ellos, el psicoanalítico. Y qué tiene el psicoanálisis para decir de la peste? Algo, seguro. Y dónde leemos ese “algo”? En lo que dice, pero también en lo que calla. El silencio del psicoanálisis hegemónico actual sobre ciertos puntos, así como la proliferación de interpretación en otros, es sin duda un analizador. Peste sobre peste, el presente ensayo dirige una mirada al sesgo sobre la pandemia del virus, pero para delimitar otra peste: la connivencia del psicoanálisis hegemónico con políticas de estado y de mercado que contribuye a fomentar, desde un supuesto lugar de exterioridad y asepsia. Sus efectos: pensamiento dogmático, transformación de la teoría en una cosmovisión, empobrecimiento del análisis, imposibilidad de articular saberes como herramientas de transformación, para dar paso al mercado de una interpretación, que nada modifica, y pontificar una teoría como reducto “puro” desde la cual ignorar nuestros atravesamientos y filiaciones ideológicas.
El cuerpo del texto. La publicación.
Está compuesto por artículos de varios psicoanalistas, el reportaje hecho a un médico infectólogo, y un politólogo. En una primera lectura, me llama la atención un recurso que “corona” varias de las intervenciones, y que da lugar al título de mi diatriba. Y que podría resumirse en un rezo al estilo de: la pandemia muestra el fracaso de la ciencia, de la biopolítica, de la prevención, del sanitarismo, por suerte, tenemos el psicoanálisis (1)
Qué implica en una pandemia reforzar –que también es forzar- un evento de estas características por el lado de situar todos los fracasos, y entronizar al psicoanálisis? (2) ¡Psicoanálisis al poder?! Casi parecen querer proponer que con el psicoanálisis se cura, se educa, se come !?
Por otro lado, que es el mismo lado de una compleja figura geométrica que se expande quizá con la misma vertiginosidad del virus, se relativizan las medidas sanitarias que se han ido tomando, incluso se las considera “oportunas”(3)… de modo que todo el campo de la política de desmantelamiento en salud –mundial- la mercantilización –siempre mencionada- el mercado -como amo- (aspectos que no dejan de estar mencionados en los artículos, pero como lugares comunes) pasan a conformar parte de un capítulo que casi podría titularse: no importa lo que los gobiernos – grupos de poder- políticos hagan… frente a eso, no hay nada que hacer. O sí ? …haga psicoanálisis, sea más feliz, al menos por un rato, antes que todo explote….De este modo, el psicoanálisis, y por ende el psicoanalista, ergo el psicoanalizado, tendrían parece una butaca preferencial, reservada, desde donde hacerse espectadores de la destrucción… ¿del otro? Porque, vamos a decirlo ¿el otro, no es nosotros? Yo no soy el otro? ¿Qué festejo, desde mi lugar preferencial en la platea? ¿Poder comprar alcohol en gel? ¿Trabajar en mi casa desde la computadora, evitar los grandes aglomeraciones? ¿Festejo no necesitar del transporte público? Vamos a decirlo, estos nos son pequeños placeres de gente psicoanalizada, son placeres de un grupo económico cada vez más reducido…. De modo que parece que la propuesta es salir de la -tantas veces- mencionada fascinación ante el horror, la captura que las imágenes promueven (3),…a través de otra captura ? Haga psicoanálisis? Por si fuera poco, retumban como un rayo las oraculares palabras de un Miller que parece parodiar a un Lacan diciendo -asediado por los estudiantes en el mayo del 68-: quieren un amo? Lo tendrán. Este Miller también parece invocar una fórmula oracular “la bestia…sería ese real imprevisible…que se impone…” (4). Se impone y nos deja sin resguardo, pero sobre todo, sin un resguardo configurado por el ideal, los lazos sociales, que ahora están comandados por el objeto a, o la aspiración al consumo, cosa que evidentemente no hace lazo social, (verdad de perogrullo si la hay). Acto seguido, el articulo continúa esta idea de Miller, que sitúa el “real imprevisible”, como aquello que podría ser afrontado desde la idea de un individuo que tendría que estar siempre listo, presto a todo, a “la altura de este real”, capacitado para seguir ese movimiento intempestivo. Y marca en los discursos mediáticos esa advertencia de tinte apocalíptico: “esperemos que la especie humana esté a la altura de las circunstancias”. Estar a la altura de la circunstancias no es una medida universal. Los que no pueden, no son sujetos de pequeña estatura. Son el remanente que este régimen político y económico produce como desecho. Basta ver las imágenes de cualquier asentamiento precario urbano, basta ver las imágenes de los tobas del Chaco. Remanente, del que “ese” psicoanálisis hegemónico, absolutamente integrado al mercado frente al cual hace mímicas de denuncia, no parece interesarle. De hecho, descartado los que tienen protección dadas por sus condiciones materiales de existencia, se preocupan por la homogenización de los goces, cosa sin duda preocupante, pero nada dicen sobre qué propone ese psicoanálisis para los sin tierra- sin cuerpo- sin posibilidades de pagar una consulta. Digo, porque si el psicoanálisis propone respuestas tan categóricas a males universales –de allí la pendiente a la cosmovisión- por qué dejaría por fuera a casi al 70% de la población? Qué soluciones tiene que proponer a este “ínfimo” grupo, llamado población, que parecen deplorar desde su noción de sujeto? Tan es así que uno de los artículos marca que hay prescripciones que son fáciles de seguir por sujetos que tengan las condiciones materiales para resguardarse del contagio…y cuando parece que se va a entrar en qué pasa con los que no, hace una buena pirueta (5)…. que termina descalificando cualquier política sanitaria. “La prevención es imposible”. Si todo lo que tiene para decirnos este psicoanálisis es que no importa lo que hagamos, lo real va a triunfar, y se encarga de dejar “ese real” absolutamente por fuera de las condiciones materiales de existencia, no nos queda otra que pensar que se trata de un designio divino, rayos de un intempestivo Dios que siempre está en un más allá (más allá de la epidemiología, de la prevención, del sanitarismo, de la política…(6) …y al cual tendremos que avenirnos, aprender a convivir con él siguiendo las indicaciones del poder de turno, sin animarnos a construir un contra-poder, basado en lo comunitario, en la capacidad de generación de lazos sociales -que sin duda no es algo de lo que este psicoanálisis se ocupa, sino más bien algo que descalifica- (Del mismo modo, avanza en una descalificación mayor aún, al patologizar los movimientos de resistencia y adaptación transformadora de la realidad, por ejemplo a través de la lucha política, hablando de “activismo” –político, se entiende- como una “nueva forma clínica” ) (7)
Por lo tanto, la magistral fórmula que muestra qué movimientos tendrían que acontecer en el individuo, para “estar a la altura de lo real” pasa por propugnar la idea de alguien que se mueve solo, lejos de los ideales, de las identificaciones, … ¿lejos de los otros? ¿En qué se diferencia esa subjetividad de la que impuesta por el mercado? A qué capacidad mutante del ser humano apelan, encima, advirtiendo que las respuestas no llegarán por el lado de la política, tan proclive a los fenómenos de masa, los ideales, a las identificaciones (cosas “en sí” malas, antipsicoanalíticas, parecen creer) … Las respuestas llegarán, parecen decirnos, por el lado del psicoanálisis. Todo el escenario parece prepararse para –trompetas mediante- anunciar el esperado relevo, la entrada a la cancha del jugador estrella, el que siempre está en condiciones de ganar. El famoso “cara: yo gano. Ceca: tú pierdes” El Psicoanálisis estrella, tomará cartas en el asunto, y lo hará a expensas de la ciudad, de la política, de la economía, y porqué no, de lo humano: … “le toca al psicoanálisis jugar su partida, por fuera de toda epidemiología…”(8) Quizá también, falta decir, por fuera de la vida misma. Un psicoanálisis que se transforma en una sátira de la miseria humana, en lugar de potenciar las aristas vitales –se encuentren donde se encuentren, entramadas en políticas, culturas, y prácticas diversas- es un psicoanálisis integrado al mercado de la devastación.
Para ese psicoanálisis hegemónico, nunca fue un problema instalarse cómodamente en “las coyunturas” como gustan denominar a lo que no están dispuestos a cuestionar. Ese psicoanálisis convive y convivió perfectamente con los fascismos de turno. Por lo que vale
hacer caso de la misma advertencia que instalan: cada vez que algún discurso se pretende por fuera de las producciones de su época, cuando contribuye a naturalizar las relaciones de poder y dominación, a considerarlas inapelables, no es un dispositivo que trabaje para la vida, para desatar potencias vitales, entramado en las producciones de la cultura, sino se transforma en un discurso de poder en ascenso a un lugar Amo.
(1)Cfr. Smania, Gisella: “La gripe A, un nuevo nombre de lo social. Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital
(2) Cfr: José Vidal. No te me acerques bicho- Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital
(3) Cfr. Neolid Ceballos. Editorial. Los dos planos de la pandemia. Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital
(4) Smania, Gisella: “La gripe A, un nuevo nombre de lo social. Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital
(5) Cfr. Gómez, Mariana: Poder disciplinario, cuerpos vivientes y el fracaso de la biopolítica. Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital
(6) Cfr. Smania, Gisella: “La gripe A, un nuevo nombre de lo social. Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital
(7) Nuevas formas clínicas: “errancia, activismo, pasaje al acto, desenfreno”. Título de una de las intervenciones preparatorias al ENAPaOL a desarrollarse en agosto en Bs As
(8) Cfr. Smania, Gisella: “La gripe A, un nuevo nombre de lo social. Contingencia. Publicación aperiodica del Dpto Psicoanálisis y política (CIEC) Julio 2009. Versión digital