Se cumplen 65 años de la primera marca de la institucionalización del campo de Salud Mental en la Argentina. Es el inicio del camino con marchas y contramarchas, que hoy transitamos a través de las diversas luchas por la plena implementación de la Ley Nacional de Salud Mental, heredera de estas huellas.
Por ello, transcribimos un fragmento sobre el contexto de su creación de Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y salud mental en la Argentina de los 60 y 70 de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer, Ed. Topía, 2018.
Desde el final de la Segunda Guerra se había afirmado el llamado movimiento de Salud Mental en los países centrales capitalistas. Esta corriente se incluía dentro de la perspectiva keynesiana del Estado de Bienestar. En este sentido, en 1948, el que iba a ser el tercer congreso de Higiene Mental, cambió su denominación por “III Congreso Internacional de Salud Mental”. Se realizó en Londres y luego del evento el International Comitee on Mental Hygiene se transformó en la World Federation for Mental Health. La “Higiene Mental” empezó a ser “Salud Mental”. En ese contexto los organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), sostenían la necesidad del pasaje de la Psiquiatría a la Salud Mental, según el tipo de Estado de Bienestar que se iba consolidando en cada país. El consenso de este movimiento era buscar alternativas al manicomio, mediante la prevención y promoción de la Salud Mental en la comunidad. En 1953 la OMS recomendó la transformación en comunidades terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos, lo cual fue cumplido parcialmente por algunos países.
Las diferentes tendencias que se desarrollaron fueron recepcionadas por la Psiquiatría en la Argentina. EEUU contaba con la corriente de la psiquiatría comunitaria que había comenzado a trabajar desde el interior del Estado, mediante la creación del Instituto Nacional de Salud Mental. Las diferentes organizaciones como la Fundación Menninger, la Asociación Americana de Psiquiatría y otras, colaboraban con el INSM y tenían sus fundamentos en la llamada Psiquiatría Dinámica. Se evaluaron, entonces, las situaciones de los Asilos y este movimiento se plasmó en lo que luego fue la Ley Kennedy de 1963, cuyos objetivos básicos eran la externación de los hospitales psiquiátricos y la creación de un sistema descentralizado de atención. El principal teórico que fundamentó los abordajes comunitarios fue Gerald Caplan, autor del libro Principios de Psiquiatría Preventiva.
En Inglaterra se gestaron los movimientos de comunidades terapéuticas antes de terminar la Segunda Guerra Mundial. Maxwell Jones oficializará el concepto, pero W. Bion y J. Rickman fueron antecedentes con sus experiencias de psicoanálisis grupal. Los laboristas, en 1944, dictaron las leyes del sistema previsional, el seguro de salud y crearon el Servicio Nacional de Salud Mental, modelo que se tomó en la Argentina para la creación del propio INSM. Sin embargo, tuvieron que pasar años para que se llevaran adelante las experiencias piloto de comunidades terapéuticas. Debemos destacar que en nuestro país las prácticas en Salud Mental siempre fueron experiencias piloto, ya que sólo pudieron modificar parcialmente la psiquiatría manicomial.
La llamada “Política del Sector”, en Francia, tuvo antecedentes en los trabajos de François Tosquelles, psiquiatra catalán y militante republicano, en la organización psiquiátrica de la República Española. Luego se trasladó a Saint Alban. Allí comenzó un trabajo con los pacientes en el mismo lugar donde surgía la enfermedad. Durante la Segunda Guerra Mundial un grupo de psiquiatras e intelectuales trabajaban allí. Estos, terminada la guerra, sostuvieron la idea de convertir la atención mental, dando lugar al surgimiento del “Sector”, que impulsaba la crítica del asilo como segregación del enfermo. Para ello se reorganizaba el territorio en función de las poblaciones para que los pacientes pudieran recibir atención cercana a su lugar de residencia. Se inició durante la década del ‘50, pero legalmente comenzó el 15 de marzo de 1960. De ese movimiento surgió la “psicoterapia institucional”, concepto acuñado por Georges Daumezon en 1952. La misma tenía como objetivo el reformar los manicomios mediante el trabajo de la relación entre el personal de Salud y sus pacientes. Este movimiento, tanto como la psiquiatría democrática liderada por Franco Basaglia en Italia, que surgirá luego de 1967, tendrán efectos sobre la Argentina recién en la década del ‘70.
A mediados de la década del ‘50 estos cambios fueron promovidos por un grupo de psiquiatras, al que llamaremos “reformistas”, que no habían acordado con las orientaciones del peronismo. Todos se habían formado y trabajaban en manicomios, pero sostenían, en su intento de reformar el estado “manicomial” de la psiquiatría en la Argentina, los lineamientos de la Salud Mental, su visión de la psiquiatría era más amplia y abarcaba distintas disciplinas que iban desde el psicoanálisis a la reflexología. Entre ellos encontramos a Mauricio Goldenberg, Guillermo Vidal, Gregorio Bermann, Enrique Pichon Rivière, Jorge García Badaracco, Jorge Thenon, Ángel Fiasché, por mencionar a algunos de los protagonistas de esta historia.
Es este marco de apoyos de las organizaciones de los países centrales, como la OMS y la específica Organización Panamericana de la Salud (OPS), con inspiración en los movimientos mundiales de Salud Mental, lo que llevó a la creación del INSM el 11 de Octubre de 1957, mediante el Decreto N° 12.628, que reemplazaba a la Dirección de Establecimientos Neuropsiquiátricos y a la Dirección de Higiene Mental. El impulsor fue el neurocirujano Raúl M. Carrea, quien había hecho una pasantía en EEUU.
Este decreto pudo aprobarse rápidamente, ya que el país estaba bajo un gobierno militar. No había necesidad de su aprobación por el Congreso Nacional. Esta facilidad se volvió a repetir con el Plan de Salud Mental, durante la gestión del Coronel Estévez, en 1967, e incluía una serie de medidas comprometidas con las nuevas concepciones. Estaba inspirado en la reforma del Sistema de Salud inglés de 1954, siguiendo el modelo de la Psiquiatría Social predominante en Estados Unidos. También continuaba las recomendaciones del informe de 1957 del Jefe de Salud Mental de la OMS en Ginebra, Enrique Eduardo Krapf, un psiquiatra alemán que había residido en la Argentina hasta 1953. Los objetivos planteados en el informe eran: prevenir las enfermedades “neuropsiquiátricas”, promover la investigación, prestar asistencia integral a los enfermos y brindar asesoramiento técnico en la materia.