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Familia/s: Del modelo único a la diversidad

 

La modernidad postuló el modelo familiar burgués, es decir, el grupo conyugal compuesto por una pareja vitalicia y sus hijos, en conexión con las familias de origen, como patrón ideal de la cultura1.
En relación con su pregnancia, las familias que no se adecuaban a dicho modelo fueron consideradas desviaciones del mismo, y se entronizó a esa configuración familiar (denominada“intacta” o “completa” por los sociólogos) en el lugar de una normalidad sacralizada. Desde perspectivas actuales, ligadas, entre otros, al pensamiento de lo complejo y lo diverso, las familias pueden ser reconocidas tanto en sus transformaciones como en su diversidad, expresada en la coexistencia de distintas configuraciones manifiestas, cada una de ellas con sus problemáticas singulares y específicas.
Dicho ideal, que ha teñido también teorías y prácticas, lleva aún hoy con frecuencia a los integrantes de las familias “otras”, a pensar su propia organización “en déficit”, por relación con el mismo. Ello suele afectar la originalidad de cada familia naciente, nunca mera reproducción de moldes anteriores.
Si retomamos la definición citada en nota al pie, es notorio que tal prototipo familiar cambió en casi todos sus parámetros. La familia es, pues, una construcción variable, acorde a cada cultura y cada tiempo. Encontramos hoy familias “como las de antes”, “como las de ahora”, ¿cómo las que vendrán? Imposible diseñar el futuro de tales mutaciones, pero sabemos que, a su nacimiento, el niño necesita pertenecer a vínculos para sobrevivir y humanizarse. Es en conexión con esto que en todas las sociedades existe algún grupo, cualquiera fuere su conformación, destinado a su crianza, grupo que hasta ahora denominamos familia.
Hoy parece incrementarse la diversidad en relación con fenómenos como el divorcio y nuevos matrimonios, la fertilización asistida, los cambios en el rol de la mujer, la mayor aceptación de las parejas homosexuales que buscan su legitimación, y otras condiciones correspondientes a la red social consideradas con amplitud en las disciplinas humanas: todo ello ejerció efectos revulsivos en la ilusión de un contorno familiar cerrado y estable. Las familias nucleares a menudo se disuelven para conformar familias ensambladas y familias de un solo progenitor: se hace necesario establecer modelizaciones teóricas y formas de abordaje clínico que reconozcan la especificidad de cada conformación. No obstante, quiero enfatizar, no propondré una única configuración –o algunas- como la/ las familia/s actual/es prototípica/s, tendiendo a instalarla/s como modelo patrón sustituto de la familia nuclear burguesa. Por el contrario, afirmaré que cada familia, sea cual fuere su conformación perceptible, es una construcción original y la diversidad es uno por uno.
¿Cómo se hizo posible desconocer, pese a la luz de la historia, la sociología, la antropología, no solamente la transformación epocal de las formas familiares sino la coexistencia de formas diversas en cada tiempo y lugar? Entiendo que si hoy podemos tomar en cuenta, a nivel de la familia, la pareja, los grupos, el sujeto, la sexualidad, una diversidad siempre existente, ello se ve habilitado por conceptualizaciones que desplazan los modelos únicos y las definiciones cerradas y completas.
El pensamiento moderno, impregnado por la disyunción y el binarismo, sostuvo –quizá a su pesar, a veces- modalidades de exclusión que, ya en el terreno específico del Psicoanálisis, impregnaron de sanción intervenciones supuestamente “neutrales”. Mencionaré solamente dos ejemplos, de los muchos posibles que se hallan hoy en revisión y dan lugar a importantes actualizaciones teóricas y clínicas: una, la heterosexualidad como ideal social se corresponde con la homosexualidad abordada como enfermedad, patología de la indiferenciación, en relación con la teoría falocéntrica; otra, que nos atañe aquí especialmente dada nuestra temática: la familia burguesa como ideal social se corresponde con la idea de que las configuraciones familiares diferentes constituirían, por su propia organización, fuente de patología; en relación con los lugares y funciones fijos y preestablecidos de la estructura elemental de parentesco. Dado que las teorías fundamentan nuestras prácticas clínicas, examinar tales concepciones a la luz de nuevos paradigmas podrá ir conduciendo a la emergencia de prácticas no discriminatorias o excluyentes, aunque seguramente, ya que esto es ineludible, marcadas por ideologías del tiempo actual y por la implicación del propio analista.
La vigencia de un pensamiento de la diversidad nos permite ir más allá de la diferencia entre dos términos: la diversidad puede existir entre dos o n términos, y un término diverso no se define por la negación del otro. La diferencia desde el comienzo implica una dualidad; la diversidad puede existir entre dos elementos, pero también entre n elementos. Un color no se define por la negación del otro, ni siquiera el blanco y el negro.
De tal modo, lo diverso remite a lo múltiple, a la variedad que no se deja subsumir en un patrón. En la diferencia enmarcada en la diversidad no se interponen jerarquías, productoras de desigualdad.
Amplias revisiones teóricas van permitiendo al Psicoanálisis, desde miradas afectadas por nuevos paradigmas, exonerar, por ejemplo, a ciertas prácticas sexuales del terreno de la enfermedad, y poner en consideración las diversidades sexuales y genéricas propias del mundo de hoy. Luego, pensar en “las” parejas y no “la” pareja, en “las familias” y no “la familia”, es también posible a partir de los mencionados cambios del pensamiento que nos permiten leer más allá de la diferencia entre dos términos.
Las parejas y familias que aparecen en nuestros consultorios, y en la vida, se autodefinen de formas diferentes y organizan contratos singulares; por ende, si las pensamos con paradigmas únicos y fijos, podemos producir alguna índole de exclusión y sufrimiento a partir de nuestras intervenciones. De ahí los requerimientos de actualizaciones ligadas a la diversidad y la inclusión en el amplio campo de la salud mental.
Entre las ideas que habilitan aproximaciones a la diversidad en el terreno de lo familiar, destacaré que considero a la familia como una organización abierta, en constante fluir y alejada del equilibrio; y que familia-grupo-institución/ sujeto/ mundo sociocultural, se entraman de modo indisociable: no ha de haber pues una forma familiar sustancial, situada más allá de las coordenadas del espacio y el tiempo.
Desde una perspectiva psicoanalítica, en dicha organización se despliegan niveles inconcientes, es decir, las eficacias del inconciente, no encerrado en la “interioridad” del sujeto, emergen en el vínculo y la trama social.
Este grupo que recibe al niño en el momento de su nacimiento tiene como función –una de ellas, central- construir su psiquismo. Esto implica procesos de investidura libidinal y narcisista: hay así una intensa circulación de afectos en los lazos familiares. No obstante, la familia no se encuentra aislada en este accionar: otros grupos e instituciones de la cultura operan simultáneamente en la producción de subjetividad.
Los modos del cuidado y del amor no se desprenden de la biología misma -que supuestamente aseguraría, entre otros, el amor incondicional al descendiente-. Por ende, condiciones diferenciales operarán en la creación de afectos “no naturales”. Vivimos, entre otros cambios, el descentramiento de la prioridad extrema de los lazos de sangre a la vigencia de lazos sociales construidos a partir de distintas circunstancias vitales, así como la caída de la asignación fija de ciertas funciones familiares a cada género. Cuando la sangre pierde su certeza, volvemos nuestros ojos a los modos de conformación de los vínculos que puedan ofrecer el sostén y la estabilidad requeridos por el psiquismo.
En cuanto a los modos del pertenecer, la familia ofrece una primera inclusión, singularizada en los inicios de la vida por la fusión, la asimetría y el cuidado extremos; luego, los modos de la pertenencia tanto familiar como extrafamiliar adquieren mayor discriminación. Aunque los vínculos familiares se caracterizan por su permanencia a lo largo del transcurso vital.
Las modelizaciones teóricas aptas para pensar a las familias en su diversidad requieren considerar las peculiaridades que asumen dichas operaciones en cada grupo familiar; asimismo, pensar el devenir de la filiación, las prácticas ligadas a la crianza que inciden en la conformación del psiquismo de los descendientes. Tomar en cuenta la dimensión inconciente de las vinculaciones, las vicisitudes de la construcción de los lazos, las modalidades de la trasmisión histórica intergeneracional; las formas de tramitar los duelos, la novedad, la transformación; la aptitud ligada a la conformación de espacios transicionales que habiliten la creatividad. Dimensiones de análisis, éstas y otras, situadas más allá de quiénes sean los integrantes manifiestos de ese grupo que a sí mismo se piensa familia. Dicho de otro modo, son fuente de consideración, con sus despliegues específicos, en las organizaciones manifiestas que emergen en la diversidad de nuestro tiempo: familias ensambladas, monoparentales o de primeras nupcias; familias donde la pareja sea homo o heterosexual y se halle, o no, legalmente constituida. Familias que partan o no de una pareja; en las que los hijos advengan de modo “natural”, o a través de inseminación o adopción... y otras.
La clínica, como la vida misma, fue mostrando en las últimas décadas la insuficiencia de los modelos únicos para asistir la diversidad. Las prácticas se fueron alejando de los esquemas previos de referencia, hasta que la conceptualización de los abordajes novedosos, sustentada en otros paradigmas del pensamiento, generó y sigue dando lugar a transformaciones teóricas imprescindibles.

 

María Cristina Rojas

Psicóloga

Miembro titular de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia Grupo

mcrojas [at] sion.com

 

Notas
1. Macklin define así a dicha configuración familiar: "...un matrimonio legal, permanente, sexualmente exclusivo, entre un hombre y una mujer, con hijos, donde el hombre es principal proveedor y autoridad fundamental".

BIBLIOGRAFÍA
Green, A.: La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud, Buenos Aires, Amorrortu, 1990
Laplanche, J.: Castración. Simbolizaciones. Problemáticas II, Buenos Aires, Amorrortu, 1988.
Morin, E.: El paradigma perdido, Barcelona, Kairós, 1992
Morin, E.: “Epistemología de la complejidad", en Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Buenos Aires, Paidós, 1995
Najmanovich, D.: Seminario intensivo de verano, 2005
Rojas, M.C.: “Modelizaciones en Psicoanálisis familiar. Aproximación teórico -clínica a la familia de hoy”, en Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo, XXIII, 2,2000
Rojas, M. C.: “Las diversidades familiares a la luz del psicoanálisis vincular”, Buenos Aires, en Actas II Congreso Argentino de Familia y Pareja, 2001.
 

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Articulo publicado en
Julio / 2005