Bety, de pie y temblorosa, estaba en estado de pánico. Una mezcla de miedo y vergüenza la invadía, por lo que no podía gritar ni correr para pedir auxilio.
A la salida de su clase de piano esperaba que su mamá la viniera a buscar, como habían quedado, no acostumbraba caminar sola por el barrio, ni dejar de cumplir con las indicaciones de sus padres.
¿Qué es ese bulto? Envuelto en una lona grisácea, alargado, con zonas más voluminosas y otra aplanada y, en un extremo, dos terminaciones alargadas. Sin embargo, de este bulto emerge una mano en posición receptiva. Muestra su palma y los cinco dedos como pétalos de una flor palidecida.
Primero, el desconcierto que me produce esta presencia, en el cemento gris de una plaza céntrica de Madrid, con peatones que caminan a su alrededor, sin rozarlo ni siquiera con la mirada.
Robert Kiyosaki es empresario, inversionista y escritor. Es un mentor de la autoayuda financiera, una propuesta donde en el capitalismo actual, vende la ilusión de que cada cual es dueño de hacerse rico. Es autor de numerosos libros que fueron éxitos de venta. Padre rico, padre pobre (1996) fue el primero. Escribió varios, entre ellos El cuadrante del flujo del dinero (1999). En 2012 publicó Queremos que seas rico en coautoría con el actual candidato a presidente de USA, Donald Trump.
Llegan a la consulta, lo que llamo pacientes etiquetados, con un diagnóstico que lucen como una camiseta o una suerte de identidad adquirida.
“Soy un TOC”, lo mío es “Trastorno de Ansiedad”, sufro de “Ataques de pánico”, “Soy Anoréxica”, “Soy Bipolar” y con mayúscula. Me recuerda cuando en las salas de hospital, se nombraba a los pacientes “la de la cama n°” o “el del ACV”, con desconocimiento de la persona sufriente.
¿Por qué esta presentación en vez de hablar de su malestar, dolor o sufrimiento?
¿Por qué un grupo multifamiliar1, grupo terapéutico psicoanalítico con varias familias, en un Servicio de Adolescencia? ¿Por qué reunir a las dos generaciones en un mismo espacio terapéutico justo cuando debe producirse la separación y paulatino alejamiento del adolescente de sus figuras parentales?
----Angela, te noto distraída, seguís dejando todo brillante y perfumado, pero noté olvidos no habituales, una franela y el líquido limpiador quedó en la mesa del comedor, la puerta de calle entreabierta, el teléfono descolgado ¿algo te preocupa o te tiene disconforme?
---Si supiera Sra…..tengo tanto para contarle si me quiere escuchar, Ud. que es psicóloga.
----Contame, por la confianza que tenés, no como profesional.
En un suburbio de Buenos Aires, se despereza una mañana de marzo, después de dos largos días de lluvia. Está asomando el sol y todo está cubierto por un tufo húmedo, que quedará anidado en las grietas de pisos y paredes.
Gabriela toma el mate que le ofreció Mari. A ellas, el destino las hizo cuñadas, mejor dicho los embarazos de aquellas noches de cumbia, alcohol y porros hasta perder los límites.
Adela y Aurora, hermanas, ambas octogenarias, viven en un amplio departamento del segundo piso de uno de los antiguos edificios que quedan en el barrio del Abasto.
Lo estrenaron sus abuelos, allá por 1910, y ellas tienen como misión fundamental en la vida garantizar que la única descendiente directa herede los valores familiares representados por este hogar con todos sus objetos.
parece un juego pero es fuego
y quema y quema y quema
igual si es buena
no vale la pena sufrir
pero reconozco que el veneno
te ayudó a vivir, a vivir
ya estoy bailando, baby
ya estoy bailando, baby
ya estoy bailando, baby
no vale la pena
En el barrio de Almagro, Magdalena vive en el noveno piso, en un departamento pequeño y coqueto, desde el que puede disfrutar los árboles y pájaros de la plaza. No descuidó la protección de ventanas con mosquitero, por la posible invasión de insectos, salvo la abertura de la ventanita vaivén del baño.
Ella se fue acostumbrando a vivir sola después de enviudar hace cuatro años, llegando a disfrutar de los beneficios de la independencia antes nunca experimentada.
Elena se encuentra frente a la caja haciendo el pago de la tarjeta, disgustada por la deuda que queda pendiente. Gastos generosos de fin de año y el receso del verano a la vista; se pregunta cómo enfrentarán el próximo pago.
Suena el celular, su hija, Gabriela la de quince. Registra la llamada pero no la atiende, termina el trámite y sale rápidamente del banco, para responderle.
--Amiga, yo le cuido el auto, quédese tranquila—y seguía indicándome con énfasis como arrimar no desperdiciando espacio. Terminó con un ceremonioso saludo sacándose la gorra.
No bajé, esperando una amiga con quien encontrarme, el cuidador se acercó.
--Vaya tranquila, hace seis años que estoy aquí, me autorizó el juez y la policía. Si quiere me da algo cuando se va.
Adela y Aurora, hermanas, ambas octogenarias, viven en un amplio departamento del segundo piso de uno de los antiguos edificios que quedan en el barrio del Abasto.
Lo estrenaron sus abuelos, allá por 1910, y ellas tienen como misión fundamental en la vida garantizar que la única descendiente directa herede los valores familiares representados por este hogar con todos sus objetos.
Bety subía la escalera hacia la sección maquillajes de la perfumería; en el rellano hizo un alto en el ascenso porque venía fatigada, era una mañana de compras, se acercaba Navidad. Giró unos grados apoyándose sobre su pierna derecha y casi sobresaltada le sale un–¡disculpe Señora! -, con voz aguda y temblorosa. Bety es muy educada y asustadiza, una persona como ella no debe mirar curiosamente a alguien desconocido.
María, partió de Oruro y llegó al suburbio bonaerense, teniendo apenas cuatro años. Era la más pequeña de su mundo familiar y pueblerino. Lucía trenzas y faldas largas, y la rodeaba la pobreza, así como una tenaz ambición de progreso.
Entonces y ahora, mujeres laboriosas guisan, lavan, planchan y sueñan.
Los hombres, desalentados, violentos y borrachos a veces, cuando no logran volver a su casa con dinero, mitigan este vacío con sexo desenfrenado.
Están los que logran tener su casa propia “el techo propio”, como máxima protección para sí mimos, su vejez y dejar algo seguro para sus hijos. Anhelo fundamental de gente trabajadora y fieles a enseñanzas transmitidas desde varias generaciones entre nuestros pueblos latinoamericanos mestizados, habitando en las grandes urbes o en los pequeños conglomerados dispersos por campos y montañas.
Era un domingo del otoño del 2000, solitario para Elena como todos sus domingos.
Cruzó la ciudad para acercarse a recorrer el Abasto, guiada por las noticias sobre la recuperación del viejo barrio. Su abuelo Pascual le había contado muchas anécdotas de cuando atendía el puesto de frutas en el mercado, allá por el 50.
Estaba dándole el pecho a mi pequeño Martín, aprovechando el descanso que me dieron mis clientes, había sido una mañana en que compraron muchas verduras.
Las aventuras del Barón de Münchausen, escrita en 1785 por Rudolf Raspe, teniendo como protagonista al militar alemán que sirvió como oficial de caballería en las campañas rusas contra los turcos otomanos, de quien se refería que contaba historias exageradas sobre sus aventuras y hazañas.
Procuración: poder que alguien da a otra persona para que en su nombre haga o ejecute algo.
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra