En un texto cuyo título es “Para introducir al género en la teoría sexual”, Jean Laplanche propone una concepción psicoanalítica de la asignación de género.1 Tomando apoyo crítico sobre los trabajos de R. Stoller,2 desarrolla una minuciosa investigación a través de los textos de los Feminist y de los Gender Studies acerca del concepto de género, del que admite que se trata de una construcción social que debiera ser rigurosamente diferenciada del sexo. Si el género es de origen social, ¿cómo es posible que desde la primera infancia se inserte en forma casi inamovible en el psiquismo o, como la designa Freud, en la vida del alma (Seelenleben), bajo la forma de una identidad nuclear de género (core gender identity), para retomar a Stoller? La respuesta de Laplanche difiere de la de Stoller en cuanto le acuerda un papel decisivo a los mensajes que el adulto le dirige al niño. El concepto de “mensaje enigmático” o, mejor, de “mensaje comprometido” ocupa un lugar esencial en la teoría de la sexualidad. Retomando la teoría de la seducción del primer Freud, haciendo referencia al Ferenczi de la “confusión de lengua entre los adultos y el niño”,3 Laplanche sostiene que la sexualidad le llega al niño desde el adulto a todo lo largo de una comunicación que comienza a partir del nacimiento en torno del cuerpo y de los cuidados corporales. La relación primera entre el adulto y el niño toma la vía abierta por el instinto de apego, que constituye la onda portadora de esa comunicación primitiva, anterior al lenguaje. En esa etapa primitiva de la comunicación, los mensajes se despliegan principalmente en el registro auto-conservativo: por un lado gestos, gritos, agitación, grasping, movimientos de búsqueda de la cabeza del niño, lo que Bowlby describe con el nombre de apego y por el otro, el comportamiento de alimentación, de cuidado del apoyo del cuerpo, de caricias, de cobijo, descriptos por Bowlby4 bajo el nombre de “retrieval”.