Muchas veces hemos argumentado la importancia de sustentar una concepción materialista-histórica propia del psicoanálisis.
En Freud esa tentativa es fluctuante. Predomina al principio y al final de su producción, pero también se eclipsa en la recurrencia de argumentos esencialistas o genetistas que, en rigor, dejan de ser metapsicológicos.
Después de Freud hubo derivas fuertes hacia el idealismo psicoanalítico. Vía un endogenismo poco problematizado o vía Hegel y el estructuralismo. Unas, más simplificadoras y otras, más ilustradas. La primera es representativa en Klein y su modelo de fantasías originarias surgidas desde el interior del Icc. La otra es representativa en Lacan, con la figuración del inconsciente elaborada alrededor del seminario X, donde se habla de un limbo que se cierra y se abre, que es evanescente, efecto-del-significante; limitándose casi a un punto de vista descriptivo y perdiendo de vista que el acceso al Icc se clausura no tanto por su pulsación propia, como por la dinámica entre sistemas, particularmente por su relación de conflicto con el narcisismo y los ideales. Klein-ismo y Lacan-ismo, entonces, en ese orden en la historia y sobre todo en la secuencia de las predominancias locales argentinas. Una vez puestas a trabajar sus novedades y sus iluminaciones, pueden darse por superadas en tanto ismos. Y seguir adelante. El psicoanálisis en su extensión está en condiciones.
En este sentido nos interesa problematizar la categoría de Neurosis Actuales, que Freud elabora inicialmente a lo largo de la década de 1890. Su articulación clínica resulta paradigmática para una concepción materialista. Es una de las categorías que permitieron al psicoanálisis reconocer formas de padecimiento originadas en las condiciones actuales de vida y no sólo en los escollos de la historia infantil. Si bien la complejidad de cualquier recorrido de análisis demuestra que las relaciones actuales con la realidad se traman de manera diversa con las determinaciones históricas del caso, y Freud mismo lo advertiría al profundizar su reflexión, él y nosotros seguimos viendo razones para distinguir los efectos de sobredeterminación de los efectos de la experiencia en presente. Es decir, que algo de la experiencia actual puede desencadenar padecimientos y respuestas que van más allá del determinismo edípico y preedípico.
Las primeras teorizaciones vinculaban la Neurosis Actual a estados de insatisfacción sexual prolongada y a situaciones de trabajo excesivo. Pero, en definitiva, habida cuenta del esfuerzo que el psicoanálisis se ha dado para reconocer los alcances de su propio concepto de sexualidad ampliada, entendemos que una neurosis actual se gesta cuando alguien habita una realidad externa que obstaculiza, de manera rígida y constante, el cierre de los circuitos de satisfacción relativa que pudiera disponer. Por eso, Freud ubicaba en el primer puesto de las causas, al coitus interruptus, lo cual hoy puede entenderse como una metáfora. Se refiere a la excesiva tensión acumulada en un aparato psíquico que no encuentra espacio-tiempo de descarga, ni visos de fecundidad en su operatoria. A veces es la enfermedad que acompaña a otra enfermedad.
Las condiciones de vida que imponen displacer y dolor cronificados o sufrimiento ético, tienen su costo en escisiones yoicas y defensas maníacas (siempre que se cuente al menos con estos recursos), pero también pueden desorganizar el conjunto de la economía libidinal de una persona.
Cuando alguien nos habla de esta clase de sufrimiento, podríamos decir que nos ubica inexorablemente frente a la disyuntiva “sobreinterpretar o elaborar”. Aunque hay también una tercera opción, la peor, que es dejar pasar esas palabras, desoírlas porque no estarían preñadas de inconsciente. Esto último nada tiene que ver con la abstinencia y es la peor posibilidad por sus efectos transferenciales sobre paciente y analista. La opción elaborativa implica que el analista ponga su parte en los procesos de simbolización de los pacientes, al modo de las construcciones en análisis, a través de ensamblajes nuevos en el pasado, lo que es también actualizar y futurizar, prestar imaginación. Lo más difícil, entonces, es no dar consejo, sin desestimar el pedido de ayuda, es decir, ayudar por medios específicamente analíticos, que se derivan de nuestro conocimiento metapsicológico.
Reafirmamos la sobredeterminación inconsciente vinculada a la historia individual y colectiva, pero no queremos que los analizantes hagan bandera con la frase “…la vida es aquello que te pasa mientras estás pensando en otra cosa…”, porque además esa otra cosa suele ser lo infinitesimal del duelo y de las fantasías que resisten castración e incompletud. La memoria se recupera cuando conecta con el presente y lo imaginable.
El exceso de desgaste impuesto al aparato psíquico, que resulta desestabilizante (cuando es sostenido en tiempos continuos, de ahí también su “actualidad”), puede ser producto de una autoexigencia del sujeto, que se ofrece en sacrificio a su ideal (momento retentivo, donde la persona cree que va a poder todo y no va a perder nada). Pero muchas veces se trata de circunstancias impuestas desde la realidad social. Esto es lo que Ulloa repensó al relacionar los términos de Neurosis Actual y de Mortificación. La mortificación se hace presente de manera constante en las personas que viven en los márgenes, las más vulneradas en lo social, pero también se da en aquellas que están incluidas en la sociedad del confort, aunque sometidas a penitencias laborales e institucionales. Se podría pensar que lo que se juega ahí no es más que una dificultad para perder. Pero debemos tener en cuenta que el peso del discurso dominante y la presión ideológica equivalen casi a una realidad concreta, cada vez que el sujeto no pueda tomar distancia. Sobre todo cuando se pasa de mecanismos de normalización a mecanismos de terror.
La operatoria posible no se llama metáfora ni metonimia, ni proyección ni introyección, ni condensación ni desplazamiento. Esas no alcanzan a expresarlo. Ocultan la heterogeneidad del asunto. Podemos llamarla metabolización o trabajo creativo.
Juan Melero
Psicoanalista, Rosario
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