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Con sentido común(1)

 

Siempre experimenté hacia el sentido común una simpatía mayor de la que me sentía autorizada a experimentar.
Si yo utilizo el sentido común en la clínica, ¿de qué manera lo hago?¿cuál es el lugar legítimo que el sentido común adquiere en mi práctica?.
Estamos evidentemente frente a un concepto complejo, definible de múltiples maneras, y que se piensa en oposición a algunos conceptos igualmente complejos.
Sentido común vs. pensamiento científico.
Sentido común vs. locura.
Sentido común vs. pensamiento psicoanalítico.
Sentido común vs. imaginación.
“Se mostraría fácilmente que la intuición común se caracteriza por un déficit de imaginación, por un abuso de los principios unificantes, y que descansa en una débil aplicación del principio de razón suficiente.”(subrayado nuestro) (Bachelard, 1984, p. 87)
El sentido común es considerado hasta aquí en su carácter “encubridor” frente a cierta verdad. Verdad científica, verdad de aquella imaginación que no significa nada más allá de sí misma .

No podemos desconocer que antes de ser una categoría de pensamiento, el sentido común es una categoría social. Alude a la creación de un marco común de interpretación.
Cada sociedad, y también cada grupo social (¿incluso la institución psicoanalítica?) construye su propio “principio de realidad”, y exige la construcción e impregnación por parte de los sujetos, de un orden de sentido en algún punto incuestionable que aglutina y justifica el lazo entre los hombres.
Pero no por ello se trata de un marco estrictamente racional. Sabemos que la construcción social de cualquier marco común debe enfrentar y resolver la presencia de lo mítico y lo religioso en la construcción, descripción e interpretación de los hechos. En alguna medida, quizás el sentido común corresponda a la lógica de las mayorías (o a la lógica de las minorías poderosas) y no necesariamente a la lógica a secas. Quizás sea el simple reflejo de una época poblada de sujetos que tardarán siglos en reconocer que la que se mueve es la Tierra. Esto nos conduce a la idea de que el sentido común es epocal, histórico, cultural.
Es interesante al respecto reseñar algunas ideas que desde una mirada sociológica, nos pueden ayudar a comprender la dimensión social del sentido común. Por ejemplo, Alfred Schutz (citado por Heritage,1991), plantea que las categorías y construcciones del sentido común marcan el modo en el que los sujetos interpretan al mundo social, y ésto implica una serie de condiciones, por ejemplo, la suspensión de la duda (subrayado nuestro ); la puesta en marcha de operaciones subjetivas que producen una “síntesis de identificación” de los objetos; la utilización por parte de lo sujetos de un repertorio de conocimientos disponibles y la asunción por parte de los actores sociales de la tesis general de la “reciprocidad de perspectivas”. Esto hace del conocimiento del sentido común, una organización heterogénea, compuesta por retazos desiguales, que combinan experiencias “claras y distintas”, con vagas conjeturas.
Según Maffesoli (1997) el sentido común sería el arraigamiento de un “pensamiento orgánico”, un saber incorporado que asegura la solidez social a través de las generaciones. Es incluso el “ ‘agujero negro’ donde se concentra una energía social que escapa a las diversas imposiciones políticas, económicas y morales que nos impone el poder”. (p.234), resistiendo y asegurando así la perdurabilidad social. Ya vemos que el sentido común puede ser considerado tanto un modo de encubrimiento de la verdad, como un pensamiento que representa lo más orgánico y genuino. Como una condición subjetiva marcada por las condiciones culturales de una época, o como aquello que “resiste” y asegura la solidez social a través de las generaciones.
Para percibirse como tal, el sentido común debe estar en condiciones de ofrecer al sujeto una red de pertenencia, y al mismo tiempo debe aportarle algún sentido a la propia experiencia.
El mundo en sí, al decir de Castoriadis (1997), es a-sensato, carente de significación, y somos los hombres los que lo significamos, quienes vamos incesantemente a la búsqueda de un sentido provisto por la institución social. “La búsqueda de sentido se ve en general colmada por el sentido ofrecido/impuesto por la sociedad: las significaciones imaginarias sociales. Esta saturación trae consigo que la interrogación se detenga “.( Castoriadis, 1993, p.45 ).
No se trata sólo de interiorizar el mundo sino también sus significaciones, significaciones que organizan este mundo. Un psiquismo “autoteorizante” al decir de Laplanche, no puede prescindir de un sentido, ni de lo común que hay en él. Si bien no todas las significaciones son del orden del sentido común, todo sentido común forma parte de las significaciones sociales, y las del individuo en su plano menos autónomo. El sinsetido se recubre rápidamente de un sentido común que opera saturando con un sentido ya conocido, lo desconocido.
Enriquez (1993) citando a Devereux, escribe :.”toda cultura y cada cultura en particular ‘permite a ciertas fantasías, pulsiones y otras manifestaciones del psiquismo, acceder al nivel cc, y permanecer en él, en tanto exige que otras sean reprimidas’ “(p.53), y agrega: “La identificación total con una ‘identidad colectiva’ despoja al individuo de toda búsqueda de sentido, de toda interrogación. Lo sitúa en la certidumbre, pero al precio de privarlo de sí mismo” (p.58 ).
De este modo ,debemos entender las zonas de clausura del psiquismo no sólo en su estatuto singular, sino también como reflejo de la sociedad instituida.
“Principio de razón suficiente “(Bachelard), “suspensión de la duda” (Schutz), “saturación que trae consigo que la interrogación se detenga” (Castoriadis). Diferentes modos en los que es definido el efecto de un sentido común, modos todos que nos muestran su efecto de clausura.

¿De qué manera proponerse entonces trascender el sentido común para construir otra significación sin que se ponga en riesgo la pertenencia social?
¿Qué clase de “verdad” encontraremos en esa trascendencia para que valga la pena perder la acogedora tibieza de lo compartido, lo indiscutible, lo que nos hace un otro reconocible para los demás?
Sin duda la alteridad y la individuación se construyen a la par que se legitima un propio sentido, más allá del común, que lo trasciende y lo transforma. Pero en la construcción de esta alteridad se bordean los límites de la locura, de la estupidez, o la caracteropatía, si se contradice el sentido común. El único recurso que en estos casos pone al psiquismo imaginariamente a salvo de algunos de estos riesgos, es un fuerte sistema de ideales, o el sólido andamiaje que sostiene el pensamiento científico , o la producción artística.
¿Cómo desprendernos de la oscuridad que nos impone el sentido común , sin sumergirnos en otra clase de oscuridad? ¿No será que del sentido común, hacia ese otro lugar, conviene llevarnos su forma, su lógica, su carácter de experiencia comunicable, su razonabilidad, incluso su pre-cientificidad? No hay manera de pensar sin bordear zonas de sentido común, en un fort-da imprescindible para no volvernos locos, para entender y para hacernos escuchar.
Esto implicaría que se pueden poner en suspenso las certezas que proporciona el sentido común a condición de acercarse a otras “certezas “posibles. El yo exige inteligibilidad y verosimilitud, para apropiarse de ese otro sentido, que será profundamente singular, y sin embargo conservará las reglas de funcionamiento de un pensamiento consensuado, la forma del sentido común.
Pero -debemos agregar- si bien el sentido común se reproduce, se copia, es profundamente social, siempre fracasa en un trasvasamiento punto a punto a la psique singular. Allí se transforma en mestizo. Conserva su funcionalidad social, mientras en su plano más singular dice algo del sujeto que lo sostiene. Castoriadis (1993, p.35) escribe: “Las condiciones bajo las cuales un enunciado constituye una información para alguien dependen en lo esencial de lo que ese alguien sea ya”. El sentido común siempre intenta una apropiación de lo desconocido, pero no hay producción psíquica que no sea “mestiza”.

¿Podemos también desentendernos del sentido que tenemos en común con el paciente a la hora de comunicarle lo que inteligimos? ¿Podemos comunicarnos por fuera de esa parcela compartida?
El analista se encuentra al final del camino hacia la interpretación, la elaboración y la construcción con un modo de ejercicio del sentido común, un nivel de comprensión que se inscribe en un universo teórico de significaciones . La forma de aquello que se le propone al paciente como “otra lectura” debe conservar la coherencia interna, la lógica, la verosimilitud, inteligibilidad, capacidad de transmisión, comunicabilidad , condición de pertenencia social y promesa de cierta permanencia, que corresponden al sentido común. Toda interpretación eficaz se produce en el marco de un sentido compartido entre terapeuta y paciente. Green escribe (1990, p.330) : “La regla de que uno debe interpretar lo más cerca posible del yo se justifica si uno no desea promover el establecimiento de un bloque pétreo de resistencias características del comienzo de un análisis interminable”.
Finalmente, no es descabellado suponer que no sólo aspectos inconscientes del yo “resisten” la aparición de otros sentidos. También la exigencia de inteligibilidad del yo “resiste”, registrando como sinsentido lo que no pueda ser encadenado en una cadena de significación. Allí el yo sólo se defiende de no entender.
¿No compartirá acaso la institución psicoanalítica un sentido común más restringido, pero no por ello menos riesgoso , si permitimos que opere como una clausura de sentido?
Quizás debamos reconocer que en el trabajo analítico se abandona un sentido común a favor de la construcción de otro sistema de comprensión, con otras reglas, que finalmente corren el mismo riesgo de efecto de clausura que el sentido común abandonado .
En el análisis debe haber alguna comunicación posible de lo pensado, lo vivido, lo soñado. Debe “crearse” ese marco interpretativo común, ese “sentido común” entre terapeuta y paciente, que permita que se escuchen mutuamente.
Debemos apartarnos del sentido común sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo, arrastrando su marco formal con nosotros en una dirección que contenga una equilibrada dosis de incertidumbre y razonabilidad. Nuestra intervención cuestionaría de este modo el sentido común propio y el ajeno, sin violentar la funcionalidad social que el sentido común tiene para el sujeto, en tanto señal de pertenencia.
Supongamos un sentido común constituido en círculos concéntricos, cuyo centro contiene las nociones más elementales de un sentido común ligado a lo autoconservativo o a la experiencia más evidente desde la cotidianeidad, para ir progresivamente mostrando lo más singular del sujeto a medida que nos vamos alejando de ese centro.
Evaluaremos el grado de rigidez o flexibilidad con que las nociones se sostienen en cada uno de esto círculos, de modo que a veces – por ejemplo- encontraremos explicaciones frente a situaciones contingentes (“si todavía no llegó es porque tuvo un accidente”, “...porque me abandonó”,“ porque quiere hacerme sufrir”,etc.), instaladas como causalidad demostrada, sostenidas con la misma certeza con la que se afirma que una mano en el fuego, se quema.
El analista no debe perder de vista que así como la sociedad promete algo a cambio del consentimiento del individuo (contrato narcisista de Piera Aulagnier), también el análisis “promete” un otro sentido .
Puesto que el sentido común no es en sí mismo ni verdadero ni falso, ni loco ni racional, ni cc ni inc.,- es según el lugar que ocupe en el psiquismo-, el análisis debe proponerse descubrir qué hay de propio en él, qué hay de extraño, qué hay de defensivo, a qué el sujeto no está dispuesto a renunciar .

Sentido:significado /relativo al sentir. Común:compartido con otros. ¿Con quién hablamos, sino con un sujeto que significa, que da sentido a lo visto y escuchado y que no podría jamás hacerlo por fuera de sus propias herramientas significantes? El sentido común no es sólo encubrimiento . También es eso: un sentido que sostengo en común con el otro, y que nos hace suponer que experimentamos sentimientos parecidos frente a cosas similares, que pertenecemos a la misma cultura. Y que un pensamiento nuevo, el descubrimiento de la propia fantasía, de los efectos del Inc., podrá ser doloroso o aliviante, pero jamás nos hará sentirnos expulsados de eso , en común con los otros, que tienen nuestros sentidos.

Mariana Wikinsky
Psicoanalista
mwikinski [at] arnet.com.ar

Notas
1.  Versión resumida del trabajo presentado en el Colegio de Estudios Avanzados en Psicoanálisis en agosto de 2000.

 

BIBLIOGRAFIA
-BACHELARD, G.(1981) La formación del espíritu científico. Ed. Siglo XXI. Bs.As.
(1984) La Filosofía del No. Ed. Amorrortu. Bs.As.
-CASTORIADIS, C. (1993). Lógica, imaginación, reflexión . En “El Inconsciente y la Ciencia”, de Dorey, R. y otros. Ed Amorrortu, Bs.As..
(1997) El Mundo fragmentado. Caronte Ensayos. Bs.As.
-ENRIQUEZ, .(1993).El sujeto humano: de la clausura identitaria a la apertura al mundo. En “El Inconsciente y la ciencia”, de R. Dorey y otros.. Ed. Amorrortu, Bs.As..
-GREEN, A.(1990) De locuras privadas. Ed. Amorrortu, Bs.As.
-HERITAGE,J.C. (1991) Etnometodología . En “La teoría Social ,hoy” de A.Giddens, Turner y otros. Ed. Alianza, México.
-JACCARD, R. (1999) El exilio Interior. Ed. Azul. Barcelona.
-LACROIX, Canguilhem y otros. (1973). Introducción a Bachelard. Ed. Caldén, Bs.As.
-MAFFESOLI, M. (1997). Elogio de la razón sensible. Ed. Paidós. Bs.As.
 

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Articulo publicado en
Octubre / 2001