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Los hacedores

 
Primer premio del Quinto concurso Internacional de Ensayo Breve 2014-2015 25 años de la Revista Topía. Área los procesos de subjetivación en la sociedad actual

Es la filosofía, entonces, no solo el amor a la sabiduría, sino el amor a la justicia y el respeto a la dignidad del hombre

Jorge Rafael Videla.

 

El infierno, debe ser eso, el lugar en el que todo lo que se dice, todo lo que se expresa es vomitado por igual como en un vómito de borracho

Robert Antelme, La Especie Humana

 

 

A Beatriz Perosio

 

Por considerar que la dinámica de la estructura familiar de los Lugones reúne muchos aspectos que se consideran sustanciales en relación a lo que se propone el presente ensayo es que se la ha elegido como modelo o marco referencial, lejos está de este motivo la intención de un análisis crítico sobre el canon de las producciones que en lo singular llevaron a cabo cada uno de los integrantes que sean mencionados. En efecto; el empeño que guarda la formulación de las diferentes conjeturas tendrá como premisa confrontar la eficacia de determinados dispositivos discursivos así como las acciones que se desprenden de estos como efectores de contenidos traumatizantes a ser transmitidos allende las generaciones, por lo que, de algún modo la sociedad argentina, buena parte de ella, podría verse reflejada en sus aspectos subjetivos como correlato de la invariable conducta de recorte que los apropiadores de la memoria, en las figuras del secreto sobre el desaparecido como de la pretendida usurpación de identidad de los niños nacidos en cautiverio llevan a cabo.

Luego de un recorrido a través de la historia de los Lugones, conformada por los relatos de alguno de sus integrantes, más los aportes que desde el campo literario e historiográfico se han hecho, nos queda el haber asistido a una vertiginosa sucesión de acontecimientos que imponen una pregunta; ¿cómo fue posible?

Nos animamos aquí a plantearnos; ¿cuáles son hoy las condiciones que hacen que un comunicador mediático plantee, frente a cámaras, suelto de cuerpo y rostro de hastío: “Lo de la dictadura ya pasó, son treinta y cuatro años”?

Seguimos a Walter Benjamin[1]; pasar la historia “a contrapelo” con la intención de desentrañar conflictos, deshacer tramas que por su contextura siniestra oculta donde muestra, generar preguntas como intento más que de encontrar respuestas mantener vigente la vergüenza como imperativo ético, cada vez que el horror se hace presente jactándose de ejercer el derecho de administrar la muerte ajena.

El primer signo que aparece es la ausencia de interrogantes o de planteos que pudieran llevar, vía asociación, sobre hechos que acaecen respecto de sus factores potencialmente generadores; como en el “aquí no hay porque” que señalara Levi, Lugones tiene un hijo torturador, la esposa de este luego de separarse pasa a convivir con un prestigioso neurólogo que antes ya ha conocido la alcoba de su suegra, luego irrumpirá en el lecho de su hijastra de doce años. El hijo de Lugones, expresa que él y su padre son uno solo. Durante su niñez estrangula gallinas luego de someterlas sexualmente, esta conducta la repetirá con los niños que se encuentran a su cargo en la Colonia de Menores, hechos por los cuales es condenado a diez años de prisión, la cual no se cumple merced a los ruegos que de rodillas le dirige el poeta al presidente Yrigoyen. Poco tiempo después le devolverá el favor pronunciando su célebre discurso de Ayacucho. Y esto no es una ironía, sino que hace a la esencia de la estructura ambigua del discurso militar, el cual ve la luz mediante el parto en que el filo de la pluma lugoniana, oficia de herramienta de corte.

Lugones, quién presume de ser el esposo más fiel del país, merece de parte de Arlt el que lo considere un “maestro en eso de inflar globos”[2], esta lectura parece corroborar el derrotero sentimental del ideólogo, al seducir a una adolescente con quien mantiene una relación extramatrimonial hasta que su hijo, el ahora Comisario de Orden Social, amenaza a los padres de la joven con encerrar en un manicomio al ilustre literato

 

La desmesura de lo Real produce obscenidad

 

Los actos se suceden anodinamente. La planicie en que parecen reposar los afectos no se ve sacudida por inflexión alguna. “Todo lo que puede suceder es poco.” ¿Sólo se trata de bella indiferencia o es el correlato defensivo de la desmentida?... La percepción de lo ominoso impone condiciones para el acercamiento.

Expresa Merkin[3]: “Mi objetivo ha sido mostrar cómo el drama argentino del siglo XX empieza en el 30 y cómo la espada que levantó Lugones fue responsable de la muerte de su nieta. Creo que esta historia señala que la nuestra es una sociedad que mata a sus propios hijos, que cada generación amenaza permanentemente a la siguiente.”

Cabría establecer cuáles son los solidarios recursos, la vocación democrática y ambición de generar verdad, que somos capaces de articular creativamente, para evadir o en su defecto acotar dicho augurio.

Siendo que uno de los objetivos que se propuso alcanzar mediante el procedimiento de desaparición de personas fue el de producir el pánico necesario en el conjunto de la comunidad, de modo que lo sucedido no fuera posible de ser relatado o que lisa y llanamente la mayoría de sus integrantes optara por el recurso de la referencia al soslayo, tipo, “Fue una tragedia. Qué barbaridad”. O por aquello que “Lo que les pasó fue porque se lo buscaron, andaban en algo, andaban en cosas raras” o por el olvido; de manera que las generaciones directamente afectadas, no transmitieran a las siguientes tanto lo vivido como el sentido porque por el que se había comprometido la vida. Es referencial la frase tan oída por quienes en aquel entonces eran adolescentes o jóvenes adultos; “De los milicos mejor no acordarse”. ¿Puede haber un triunfo mayor de parte del poder cívico-militar?

Podría interpretarse que -por vía del hijo- el padre debe someterse a la autoridad civil de Yrigoyen, es decir, una afrenta, y no el costo de su responsabilidad en relación a las actividades de su hijo y, como si esto no bastara, el dictador Uriburu nombra al vástago comisario a cargo de las pesquisas, detención e interrogatorios de los opositores del régimen, fueran radicales, anarquistas o socialistas. Y aplica en el pozo de las cárceles la tortura. Amery[4] considerará como “esencial al nacionalsocialismo, el uso del tormento, pues la limpieza étnica propugnada por la “Filosofía del hitlerismo”, implica la identificación o encadenamiento del sujeto a su cuerpo biológico.”

Hassoum señala[5] que la portación del nombre del muerto es una práctica que puede tener efectos devastadores. Lugones -hijo- se suicida al igual que su padre. Videla, los dos nombres de sus hermanos muertos.[6]

¿Por qué la inscripción del presente ensayo dentro de la primera opción: “Los procesos de subjetivación en la sociedad actual”? Por entender que dichas modalidades anclan sus raíces en las historias individuales que aunadas, convergieron para asomarse en la sociedad que constituimos siendo parte de su identidad los silencios, los secretos, los crímenes y los actos de solidaridad que, entre tantos otros, dan cuerpo a las múltiples formas de vernos hoy en el espejo del pasado. Proceso que se recrea en su dinámica subjetivante que contiene, transporta y re-presenta las singularidades de las nuevas escenas donde, a la manera de los objetos y artefactos que notara Benjamin en el crepúsculo del siglo XIX, despliegan inefables sus ropajes no sin arrogante naturalidad.

Acaso, lo que atañe a la identidad de los argentinos, a los sentidos que nos identifica como miembros de una misma comunidad, al común denominador de este “todos” que encarna en cada uno, parta de una confusión, de una mirada que al asomarse al regazo de la madre patria europea devino errática. Se volvió creyente de lo que no era. Ciega al resplandor de su propio espejismo. Sorda y muda a los reclamos que desde los desiertos habitados los muertos sin descanso no dejaban de sostener. Entonces la élite decidió por el conjunto no ser latinoamericanos. Es ilustrativo el comentario que en su mayoría expresan los inmigrantes tras su regreso a los países de origen; “acá se conservan las costumbres y allá ya no es lo que era.” Y, por el lado de los descendientes, el correr a las puertas del origen clamando por su reconocimiento como hijos genuinos, cada vez que en ésta -la del exilio de sus abuelos- asoma una crisis capaz de poner en jaque la prosperidad anhelada.

El andar zigzagueante de los pasos por el trauma de la forzosa pérdida, resignó la novel condición de pertenecer a estas tierras y lo mucho comenzó a ser poco y, como ahora, no siempre ese sujeto fue capaz de advertir cuando era que le pasaba “estar un poco bien”. De algún modo, la premisa de hacer una América que ya existía, se asemeja bastante al proyecto que alienta el afán estético mediante implantes. “Hacerse las/los…”.

Una sola de las familias que se beneficiaron con la posesión de las tierras tras la campaña de Roca, accedió a más de dos millones de hectáreas. ¿Este también fue un exceso?, lo innegable es que si los inmigrantes aspiraban a la construcción de un marco cultural que los incluyera, la clase patricia llevó a cabo el suyo: hicieron el campo y su América, fue agrícola-ganadera.

La construcción de un “espacio vital” en las pampas, da cuenta a su vez del triunfo del ideario europeizante como de la imposibilidad de sacudirse el yugo colonial que impuso dicha cultura; el Otro lo será si se muestra como lo que no es y por su condición de nativo se lo vestirá de militar. Así, siguiendo esta lógica, es comprensible que un territorio poblado se viera como desierto. Rotker[7] señala que “la Argentina es el único país de las Américas que ha decidido, con éxito, borrar de su historia y de su realidad las minorías mestizas, indias y negras.”

Cabe preguntarse por el desplazamiento a que nos induce la palabra desierto, como aquello desalojado de vida, y aquí se vislumbra la eficacia desplegada para alcanzar su posesión, ¿de-cierto de aparecida verdad?

Mallea advierte la existencia de dos argentinas[8], una de las cuales era profunda y auténtica.

El proyecto apropiador de los hijos del enemigo tan temible, ¿habrá su idea anidado en la certeza del imperio inviolable de BIOS sobre Psique?, rémora de una eugenesia negativa nunca públicamente asumida, herederos tardíos del positivismo generado por los fundamentalistas centroeuropeos de comienzo de siglo, o a su vez, como lo plantea Da Silva Catela[9] lo que inspiró la idea de la apropiación fue el “querer dañar, arruinar la vida del otro, ya que la crueldad quiere arruinar la víctima ante sus propios ojos, hacerle lamentar el haber nacido, deconstruirla hasta en el vientre materno o fuera de él. El victimario ‘rehace’ a la víctima, es su creador en el dolor. El fin de la crueldad no es la muerte de la víctima, sino su nacimiento que debe ser deshecho.”

¿Cuáles subjetividades?... ¿La que da muestras de sus andanzas entre la frivolidad y el desenfado por las pantallas televisivas, devenidas nuevas miradas devoradoras sin empacho de los millones de ojos que diariamente se asoman a su rostro?, porque como lo expresa Berezin[10]: “La subjetividad es un proceso histórico que se realiza con los otros y en relación con los otros. No es posible pensar una subjetividad en el asilamiento narcisista, o en la absoluta soledad.”

Existen medios que son verdaderas usinas monopólicas de propagación de información, con el poder de transformar en estatuas de sal a sus seguidores, ¿cómo pensar una subjetividad alimentada a teta de shampoo o al ritmo de las imágenes transportando miedo, de “ese” miedo que, si tomamos lo que plantea Carpintero[11] responde a etiologías tan profundamente complejas como sólo lo pueden ser el “dar cuenta de la cuestión irresuelta de la inequidad social y ecológica en la cual se suscribe la subjetividad, (lo cual responde) apelar a la razón y a la verdad (…) como acto de reflexión en la búsqueda de respuestas (…) ¿Cuáles serán los efectos en dicha subjetividad? -continúa- la aparición o recuperación de niños nacidos en cautiverio, porque la muerte puede ser semejable a la nada o al paraíso o al infierno, pero no al vacío.”

Vacío generado por la vacancia del sentimiento de culpa -en lo individual- ya que los crímenes a que remiten -el parricidio y el incesto- se han puesto en entredicho al quedar bajo el alero protector de la impunidad -en lo grupal-. Lo ilegítimo en el proyecto perverso se acredita como legal.

Y a la hora de la protesta ¿cuál subjetividad?, la de la clase media mediterránea, la de los bordes provincianos, la de la frontera, la que se circunscribe en un barrio de la capital federal. ¿Una global que las incluya a todas como si esto fuera posible?, ¿la que se convoca puerta a puerta o en la referencia personal que se desprende de las redes sociales, donde lo mediático anónimo pasa a ocupar el rol protagónico de líder convocante?... Orwellianamente la multitud futura, ¿llegará a reclinarse frente al Gran Parlante, reproductor invisible de las palabras metálicas de un pequeño déspota?

Si, como plantea Yeats[12], “cada período histórico tiene un locus o lugar de imágenes alegóricas construido dentro de arquitecturas mentales” -“subjetividades” diríamos aquí- las que responderían a los parámetros de esta época; ¿serían las que se refieren a las caracterologías resultantes de la traslación de lo privado en público, del diálogo en comunicado?

Si hay una pregunta que insiste miles de millones de veces lanzada por los conductos de la telefonía personal esa es; “¿dónde estás?”… evitando la ligereza interpretativa, parece referir la fórmula a los ecos del fantasma que nos acompaña, en tanto ES nuestra la experiencia cotidiana de convivir con desaparecidos. Seres que no se sabe dónde se hallan.

Este inquietante presente, la singularidad estética que asume la intuyo tejida con las mismas fibras con que se urdió la trama familiar de los Lugones, dónde, sucesivamente lo abyecto ocupó con esplendor el sitial a contraluz de lo íntimo, el incesto tuvo cabida a la manera de otro honroso vínculo, el suicidio un estilo esperable de sucumbir, la desaparición, la consecuencia que acarrea una existencia demasiado expuesta, el exilio, una forma de vivir juntos sin que los otros se enteren, el anonimato o el olvido para los que no se animaron, no se sabe a qué, pero no lo hicieron…y, para la remitente de las cartas eróticas del poeta, la indiferencia que para los argentinos fue y es, como la humedad, lo que mata.

El discurso de Lugones es taxativo. Nada en él sugiere la más mínima duda. Ese titubeo propio de la actividad reflexiva del pensante no tiene lugar en el suyo. La “duda”, como instancia introspectiva, será en los años ochenta definida por Aldo Rico, como la “jactancia de los intelectuales”. Es que lo que diseña Lugones es un arte-de-facto destinado a perdurar con pequeñas modificaciones epocales a lo largo del siglo XX argentino.

Llegados a este punto intentamos una síntesis; podemos sostener que una de las manos que forjó a golpe de pluma, tinta y viva voz el recurso teórico sobre el que se asentó y tomó forma definitiva, en la creencia del poder militar, sobre la certeza del destino que les había sido asignado por vía divina, en tanto elite, fueron las elucubraciones que surgieron de la inspiración del poeta, que en la contemplación de la espada como instrumento de combate, entrevió el léxico que articularía de diversas formas la vida del país de modo fundamental. Custodia es el nombre de su madre ultra católica. Custodio él mismo se presenta de un cuerpo en el que convergen los valores sagrados de la Nación.

La ocurrencia y los conceptos que se desprenden de sus proposiciones, encuentran en la mentalidad castrense de aquellos años, la fértil llanura para su abono. Es que las ideas de Lugones no suman a lo pensado, sino que generan a propósito de su aparición un pensamiento y, por ende, una alta razón, como puede ser el tomar conciencia de constituir la última reserva moral de la patria, y asegurar de este modo su incuestionable destino de grandeza.

“La hora de la espada”[13] en la voz del poeta, fue metáfora de la picana en las manos de su hijo, como hoy la “Seguridad” puede serlo de una modalidad de goce que genera la imagen del linchamiento de alguien que presumiblemente ha delinquido. Sólo parece haber cambiado el ámbito, del sótano secreto a la pantalla, escenario primordial al que se busca, aunque sea por segundos, ascender. Consideramos muy representativo de esto último, el film paraguayo “7 Cajas”.

“La hora de la espada” anuncia la primacía futura dentro del estamento armado, de la autoridad por sobre la ley. Señala Luis Fanlo[14] que “Lugones será el encargado de iniciar ese discurso, de darle su fundamento y su fuerza de convicción tanto dentro de los hombres de armas como hacia el conjunto de la sociedad argentina, con tal ímpetu y autoridad intelectual que rápidamente será adoptado como base de doctrina militar y convertido en “sentido común” en el seno de la subjetividad de los argentinos (…) Lugones vive su vida más como militar y con los militares que como civil. Los propios militares lo aceptan como a uno de ellos, empezando por el tradicional Círculo Militar que lo recibe como su intelectual orgánico.”

Es el ministro de guerra del Gral. Roca, Pablo Ricchieri quien, a partir de 1901 funda las bases orgánicas, reglamentarias y disciplinares del Ejército y la promulgación de la ley de servicio militar obligatorio, el cual bajo la premisa de la preparación para la guerra -la instrucción militar- escondía el amansamiento de la población civil constituida mayoritariamente por inmigrantes de la babel europea, vía la acción directa mussoliniana y prusiana sobre la base del tratamiento psicofísico devenido, eufemismo mediante, “entrenamiento” , “disciplina” y “subordinación”.

Es destacable que aún después de conocido el rol exterminador de las FFAA durante los años de su mandato, la sociedad civil, mayoritariamente a través de las diversas instituciones representativas o auto convocadas, no pusiera en cuestión la vigencia de dicha obligatoriedad. Ni el desastre de Malvinas lo hizo, a pesar de que la mayoría de sus muertos eran civiles cumpliendo con la ley de conscripción, -sólo fue posible a partir del rechazo generado por el asesinato de un conscripto, años después-. Hoy por circunstancias abismalmente distantes de las que se analizan, suenan cargadas de odio las cacerolas al compás de la batuta que se agita mediáticamente y no como el resultante de un determinado pensamiento político expresado nominalmente. Este es un aspecto cualitativo de la subjetividad actual que podría asociárselo con aquello de una sociedad verticalizada a partir del dedo monarca, propio en la edad media. Entonces el ejercicio del Derecho en cuanto al poder punitivo también era otro; ¿no es el que propugnaba Lugones, ejecuta su hijo, ejerce el Gral. Uriburu -comienza su gobierno fusilando-, se continúa en el bombardeo de la plaza de mayo, persiste en los años de la dictadura y ahora se muestra bajo la máscara frívola del participar de cualquier cosa, pero de participar para ser, o sea, para no ser como los otros?... ¿O qué diferencia existe entre la figura del “degenerado habitué de la mala vida” y el “groncho peligroso de la villa?, que emana -en parte- de una intelectualidad de clase a veces pacata y otras mercenaria al modo en que lo fue Lugones, -y no porque necesariamente se vean retribuidos por sus servicios-. Quizá lo singular entre unos y otros resida en que los primeros poseían un capital cognoscitivo en que apoyarse. Fuera este cuestionable o no.

Pero es que la vida pública y privada de este hombre permite, en parte, a fuerza de riesgos imprevisibles, arriesgar la inferencia. Su postulado político fue un gigantesco oxímoron que cual Baal Moloch arltiano, lo devoró en las entrañas que él consideraba el refugio más seguro. ¿Acaso no resuena la contradicción de Lugones exaltando la pureza del patricio frente al anarquista peninsular, mientras su hijo hundía a los opositores en tachos llenos de excremento? … ¿acaso no establecía Videla[15] que es la “historia de la filosofía, una tarea noble y esforzada en el marco del respeto de las ideas encontradas, dentro de los límites de la reflexión y la serenidad”? Mientras ocultaba la verdad del destino de los cuerpos desaparecidos a la muerte y de los cuerpos muertos desaparecidos a la vida, entre ellos el de una de las monjas que había cuidado a su hijo discapacitado.

La ambigüedad de la palabra, contrahecha a marciales golpes de talón, homóloga no sólo lo incierto a lo verdadero -aunque toda verdad relativa lo sea- sino que hace de la falsificación de la realidad el arma más sofisticada de su accionar criminal. Según Sneth[16], “habrá que abordar la transmisión de este terror y sus memorias -entendidas éstas como significaciones presentes y operantes- en esta lengua que llegó a dotar de racionalidad a la muerte, una lengua que, con cierto ánimo bíblico podría describirse como lengua que devora a sus hablantes.”

Discursos que se alternaban, mientras en privado desde los aviones se los arrojaba a las aguas, en lo público el lamento por desconocer sus paraderos, ya que de lo contrario serían beneficiarios de recibir un tratamiento especial.

Tamaña capacidad de desarticulación del verbo, es la observada en Eichmann[17] quien, durante su estancia en la Argentina daba frecuentes charlas con el fin de explicar el papel principal que había ocupado en el diseño de la masacre, mientras en Jerusalén lograba convencer a una filósofa y observadora sagaz como Hannah Arendt, de que se trataba de un funcionario menor, tan común y corriente que fue capaz de convertir al Mal Radical, en un episodio banal.

En el núcleo del sistema desaparecedor late el corazón inerte de Lugones, eco del coro que aplaude el inicio de la guerra en “La Fiesta del Hierro”, buena nueva que festejan las manos de todos los actores sociales imprescindibles para el asesinato masivo a que la magna empresa convoca: el sacrificio de los hijos. Es que el mal, en la fragua del exquisito malabar lingüístico, es un rasgo que invariable porta el Otro. Aquí, como en el incesto, el parentesco no constituye un límite, sino que el avasallamiento, es su plus de goce. En el estamento del discurso militarizado, el pacto ocupa el lugar de la ética.

Mientras escribo estas líneas, con fecha de hoy, seis de septiembre, significativa como pocas, una revista de divulgación cultural, anuncia en su tapa: Conadep, 30 años después. Y a título mayor: “Regreso al pozo de la historia.”[18]

Parece ser que lo pasado no fue más que una marca en la marcha indetenible del tiempo en pos del progreso, una historia sinónimo de calendario, renovándose de esta manera la embrutecedora, pero no ingenua, vuelta de calesita donde lo viejo luce como la primera vez.

¿Porque regreso?, porque está detrás, está antes, está pasado. Es lo que es hallable bajo una capa de treinta años, porque la historia tiene su pozo, su sótano, su encierro. Lo que pasó está hace treinta años, por eso fastidia a cierta subjetividad el que se la convoque como presente, porque alguna historiografía tiende a ubicar los hechos en una estación perdida en el campo del olvido, que es por donde ya no pasa el tren. Queda un resto de historia que por no rendir-se es vía muerta, curiosidad de turistas o entelequia de extraviados.

 

¿La historia tiene su propio pozo o el pozo es donde se pretendió demoler su vigencia?

 

Si como piensa Caviglia[19], “se parte de que acomodar el pasado al presente es una característica central del trabajo de la memoria, sea de determinada manera y si esa manera, esa formación, persiste tanto como aquellas condiciones que en ella se expresan y materializan, es decir, que la hacen posible, entonces algunas preguntas se vuelven urgentes. Pues ¿de qué condiciones presentes están hablando aquellas formaciones de la memoria en las que secuestrar, violar, incinerar, etc., es considerado igual que matar sólo que con más sufrimiento?, ¿de qué condiciones, aquellas en las que el terrorismo de Estado no es siquiera pensado como tal?, ¿de cuáles, aquellas que siguen sosteniendo la teoría de los dos demonios? (…) Es decir, ¿qué está diciendo sobre nuestra sociedad el hecho de que estos discursos sean posibles?” Sepa el lector disculpar esta extensa cita que consideré pertinente incluir.

La esencia del dogma de obediencia, la del proyecto de Lugones era éste; la entronización de la pureza por un lado y la confiscación del espanto para uso exclusivo del poder vertical. Lugones hijo parece ser la espalda de Lugones padre, juntos se completan. El padre no denuncia la tortura. Anuncia que tipo de hombre ha engendrado la razón de estado autoritario.

Se trata de algo más allá de la escisión yoica. Se trata de que en el nombre de la moral y las consabidas buenas costumbres, se efectiviza la utilización política de la crueldad.

Coincidiendo con Pradelli[20]; “estas historias son personales y subjetivas, pero nos involucran a todos porque cuentan el derrumbe de todo un país en manos de un Estado terrorista. Quiebre que el robo de niños significó en la vida de cada uno de ellos instalaba al mismo tiempo una fractura en la sociedad. La herida en el cuerpo y la subjetividad de las víctimas se cometía también en el cuerpo social.”

Y ahí los Lugones, con sus suicidados, incestos[21], desaparecidos, amores, engaños, secretos, solidaridades y olvidos parece concluida y en realidad puja por romper el vidrio del escaparate mediático a donde se destinan los relatos incómodos, porque es una historia que de tan real es imaginaria y de tanto existir es posible sólo cuando se la recuerda; la intelectual desaparecida, el adolescente suicidado, la jovencita exiliada, la amante muda… el padre al alba se hace servir por una sirvienta un whisky al que agregará cianuro, ya no rubricará con semen poemas de amor y le dice “Basta” a su historia de Roca, su hijo a la hora del derrumbe absoluto , el padrastro, Marcos Victoria[22], quién será el primer Director de la Carrera de Psicología de la UBA, a la vez que somete sexualmente a su hijastra de doce años, escribe textos como “Ensayo Preliminar sobre lo cómico” o el prólogo a la obra de Jung, “Conflictos del alma infantil”, donde recomienda “poner en su justo lugar los problemas personales de las niñas.”[23]

Y las otras mujeres, observando tras los visillos de la liturgia atardecida.

Y nosotros que al decir de Pradelli[24], “estamos atravesados por las experiencias que vivimos pero, además, por las historias que nos contaron. Aunque hay que decir que los relatos que nos ocultaron o nos silenciaron también nos configuran (…) somos memoria porque somos sujetos que pueden narrar.”

Y nosotros -como ellos- también hacedores, intentando a diario ese mínimo triunfo sobre la alteridad del amo: decir presente ante cada nombre vuelto baldosa, vuelto fecha, vuelto paso. Duro porvenir volviendo.

 

Notas

 

[1] Benjamin, Walter, Tesis sobre el concepto de Historia. Discuros Interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1973.

[2] Arlt, Roberto, Aguafuerte: El conventillo en nuestra literatura, 21-12-28.

[3] Merkin, Marta, Los Lugones. Una tragedia Argentina, Sudamericana, Bs. As., 2004.

[4] Amery, Jean, Mas allá de la culpa y la expiación, Pre-textos, Valencia, 2004

[5] Hassoum, Jacques, Los Contrabandistas de la memoria, De la Flor, Bs. As., 1996

[6] Seoane, Maria y Muleiro, Vicente, El Dictador, Sudamericana, Bs. As., 2001.

[7] Rotker, Susana, Cautivas. Olvidos y memorias en la Argentina, Ariel, Bs. As., 1998.

[8] Mallea, Eduardo, Historia de una pasión argentina, De Bolsillo, Bs. As., 2010.

[9] Da Silva, Catela Ludmila, “Lecturas del presente. Un juego de espejos: Violencia, nombres, identidades”, Revista Telar, N° 2-3.

[10] Berezin, Ana, La Oscuridad en los ojos, Homo Sapiens, Bs. As., 1998.

[11] Carpintero, Enrique, “La Exhibición Obscena del Secreto”, Revista Topia, N° 63, Nov. 2011.

[12] Yeats, Frances, El arte de la Memoria, Siruela, Barcelona, 2011.

[13] Lugones, Leopoldo, Discurso de Ayacucho, en http//biblioteca.educ.ar.

[14] Fanlo, Luis, Emergencia de la matriz militar-discursiva argentina: El Discurso de Leopoldo Lugones, en www.elortiba.org/pdf/Fanlo_Lugones.pdf

[15] Videla, Jorge R., “Discurso de Clausura del Tercer Congreso de Filosofía”, Bs. As., Del 13 al 18-X-80, en Revista Dialektica, Agosto 2010, Ed. Digital. www.rebelión.org/docs/112739.pdf

[16] Sneth, Perla, Palabras para Decirlo. Lenguaje y exterminio, Paradiso, Bs. As., 2012

[17] Stangneth, Bettina, Adolf Eichmann, Edhasa, Bs. As., 2014

[18] Revista Ñ, de Cultura, Nro. 571. 6-IX-14, Bs. As.

[19] Caviglia, Mariana, Dictadura, vida cotidiana y clases medias, Prometeo libros, Bs. As., 2006

[20] Pradelli, Angela, En mi Nombre. Historias de identidades restituidas, Paidós, Bs. As., 2014

[21] Peralta, Lugones, Tabita: Cuervos de la Memoria. Los Lugones, luz y tinieblas, De la Flor, Bs. As., 2014.

[22] Victoria, Marcos, Ensayo preliminar sobre lo cómico, Losada, Bs. As. 1958.

[23] Victoria, Marcos, “Prólogo” de Conflictos del alma Infantil, Carl Jung, Paidós, Barcelona, 1991.

[24] Pradelli, Angela, Ídem 20.

 
Articulo publicado en
Abril / 2015