Durante la segunda guerra mundial fueron varios los países (Alemania, Japón, la URSS, Estados Unidos) que hicieron experimentos secretos y crueles sobre la población de prisioneros de guerra. Son también conocidas las atrocidades que se cometieron, en forma sistemática y ordenada, en los campos de concentración de la Alemania nazi, con el emblemático Auschwitz como ejemplo más significativo. Pero quizá no es tan conocida la historia de la Campaña de Eutanasia para exterminar a los enfermos mentales que se desarrolló entre el año 1939 y el año 1941. El plan consistía en la eliminación de aquellos componentes de la sociedad “degenerados” que contaminaban la pureza aria. El terreno estaba allanado por una serie de leyes y un clima social, no solo en Alemania, que interpretaba a los enfermos mentales como una carga social que no era admisible de tolerar para una sociedad que necesitaba crecer en forma saludable. En los Estados Unidos a comienzo del siglo XX, con el aval de la Corte Suprema de ese país, se habían llevado a cabo miles de intervenciones de “esterilización forzada” a minorías raciales, personas con malformaciones congénitas, enfermos mentales y delincuentes. En un hecho histórico casi inadvertido, el nazismo copió del mundo anglosajón las prácticas de esterilización forzada que llevaban a cabo países como Gran Bretaña y los Estados Unidos mucho antes del surgimiento del régimen. Eugenio Zaffaroni en su genial texto “La cuestión criminal” (2011) brinda ejemplos de científicos y expertos en leyes que brindaron su apoyo a la aniquilación de las “razas inferiores” porque consideraban que contribuían, de esta manera, a un bien común y al mejoramiento de la raza. En Alemania el antecedente más importante fue la sanción de la Ley de Prevención de Descendencia con Enfermedades Hereditarias (1933). Como señal premonitoria se redujo drásticamente el presupuesto de los hospitales que alojaban pacientes con problemas psiquiátricos. El régimen nazi convirtió a la esterilización en la primera aplicación de la imaginación biomédica destinada a la muerte colectiva. Cerca de 120 mil personas fueron esterilizadas, débiles mentales, trastornos bipolares, ceguera hereditaria, alcoholismo, delincuentes y homosexuales. Se establecieron “Tribunales de Salud Hereditaria”, especialmente para tomar decisiones sobre esterilización y a todos los médicos se les requería legalmente que informaran a los funcionarios de salud si encontraban pacientes con estas características. Frente a un clima hegemónico que ejercía una gran presión, fueron pocas las voces en contra de la esterilización, algunos psiquiatras de renombre como Karl Bonhoeffer, Ewald de Göttingem y funcionarios no médicos como Gerhard Braune (y su célebre “Memorándum Braune”), protagonizaron una escasa y marginal resistencia.
El nazismo copió del mundo anglosajón las prácticas de esterilización forzada que llevaban a cabo países como Gran Bretaña y los Estados Unidos mucho antes del surgimiento del régimen