En octubre del año pasado el torturador y asesino ex comisario Etchecolatz tuvo un incidente con un paciente del psicoanalista Rubén Efrom. Luego de este hecho, Efrom recibe una citación judicial por amenazas al torturador. Esto motiva una reunión, en la que participan diferentes profesionales y asociaciones, donde se decide difundir y repudiar esta justicia que castiga a la víctima y no al victimario. Topía revista participó de la misma y colaboró en su difusión. En especial, a través del Foro de discusión en nuestra página de Internet. En él se desarrolló un debate que queremos continuar con las exposiciones que hemos solicitado a los psicoanalistas Rubén Efrom, Mario Buchbinder y Alfredo Grande.
El día 3 de octubre de 1998 un joven estudiante se dirige a su sesión de análisis y antes de entrar al edificio donde tiene el consultorio su psicoanalista, observa en el edificio contiguo al comisario Echecolatz. Su aspecto era muy reconocible porque la agrupación Hijos( de jóvenes hijos de desaparecidos , y otros jóvenes afectados por la dictadura militar) había hecho varios operativos de escrache( actos masivos en la puerta de su casa donde se lo identifica ante la comunidad ,en este caso como torturador y asesino ) que incluían la exhibición de su foto en los días previos. Aparte había intervenido en un programa de televisión en el que había asumido y defendido su trayectoria.
Es conveniente recordar que Echecolatz es tal vez uno de los exponentes más repugnantes de la dictadura militar y que había sido condenado a 23 años de prisión por haberse demostrado su participación en 93 casos de tormentos. Luego quedó en libertad porque se benefició con la ley de obediencia debida.
El joven le dice asesino y Echecolatz ordena a su custodio oficial ( con uniforme de la policía federal) que lo identifique y detenga. El joven protesta , se niega e intenta entrar al edificio de su psicoanalista. Este, advertido por una vecina llega hasta el lugar donde se estaban suscitando los hechos, ya en ese momento en el interior del edificio, se identifica y solicita al policía que libere al joven que venía a su sesión. El policía se niega y se inicia un increíble focejeo que cesa después que el joven se libera ayudado por su psicoanalista y el policía se retira seguramente advertido de que estaba violando el domicilio.
Frente a esta circunstancia y dado que no se había proporcionado la identidad del paciente( es decir no había a quien acusar) Echecolatz en combinación con la policía montan una denuncia mentirosa probablemente en connivencia con el juez en la que se imputa al Dr Efron por amenazas al torturador.
En realidad la dilucidación del carácter de la implicación judicial del Dr Efrón se establece un mes después de los hechos, razón por la cual dado que en un principio la suposición fue que la citación judicial era como testigo, la problemática que se abría era la del secreto profesional.
Las vicisitudes clínicas en el desarrollo de esta cura son absolutamente indisociables de las circunstancias jurídicas, políticas y también mediáticas ,ya que tanto la prensa escrita , la radio y la televisión le dieron al hecho una trascendencia significativa.
Esto determinó dos momentos claramente diferenciados. El primero de ellos estuvo centrado en la problemática del secreto profesional y del eventual develamiento de la identidad del paciente (Hay que recordar que en esta primera etapa la principal suposición era que la justicia quería conocer la identidad del paciente).
El acuerdo de no revelamiento de la identidad no era un mero acto administrativo. Implicaba una posición ética por un lado y una zona de serios interrogantes por la otra.
Este pacto analista-analizante, porque de eso se trataba, organizaba una distribución asimétrica de la responsabilidad, en tanto el analista asumía en forma exclusiva ante el dispositivo judicial el sostenimiento del secreto. Esta asimetría no solo reproducía la asimetría inherente a los lugares convencionales del analista y del analizante en el marco analítico, sino que añadía un plus de saber-poder, obviamente del lado del psicoanalista.
Esto llevaba a la siguiente pregunta ¿ En qué medida la asunción exclusiva por parte del analista de la preservación del secreto no desresponsabilizaba y al mismo tiempo y como consecuencia de ello desubjetivaba?
De otra manera ¿Porqué no considerar que la dirección de la cura debía tomar como un eje central contribuir a la asunción del analizante de la responsabilidad de su acto, justamente descentrando al analista de un potencial lugar amo ?
¿Qué identidad, o mejor aún que zonas inconcientes de la identidad se borraban a partir del pacto?
¿Qué mecanismos de complicidad se establecían para generar el ocultamiento con efectos impredecibles y de difícil abordaje pero seguramente que no contribuían al proceso de develamiento de la verdad que está en el centro del psicoanálisis?
Estos interrogantes quedaron desdibujados porque los acontecimientos le hicieron perder vigencia y quedaron privilegiadas otras facetas, pero la problemática de la responsabilidad dejó una marca que atraviesa y seguirá atravesando todo este recorrido.
Si bien el tema de la responsabilidad singulariza este análisis, tal vez permita sacar algunas conclusiones que trasciendan la especificidad y la excepcionalidad acá desarrolladas
Freud se pregunta(1) “¿De qué me serviría ceder a mi vanidad moral pretendiendo decretar que en cualquier valoración ética de mi persona me estaría permitido desdeñar todo lo malo que hay en el ello sin responsabilizar al yo por esos contenidos? La experiencia me demuestra que asumo esa responsabilidad que de una u otra manera me veo compelido a asumirla”.
Desresponsabilizar es ceder a la vanidad personal.
El segundo momento se delimita a partir de la impronta mediática y tiene como característica el centramiento en el acto del analista, lo que contribuye en el marco de la cura a la configuración de un eje ambiguo y hasta engañoso porque sugiere una equivocada actitud pasiva por parte del analizante.
Es fundamentalmente por la vía de ubicar el hecho como un acto protagonizado por dos que se puede reintroducir la situación en el dispositivo de la cura psicoanalítica y no como una acción de salvataje. El analizante se resiste a ser detenido, el analista acude para su liberación. Es un acto que resulta de dos posiciones activas.
Tal vez la noción de interpretación pueda servir como referencia, cuando aun proviniendo del analista esta se constituye a partir de las propuestas(asociaciones) del analizante no por el sentido unívoco que cierra sino por lo que despliega.
Una de las líneas de despliegue se puede formular al modo de algunos interrogante.
¿Puede un acto contribuir a la construcción de una nueva historia?
¿Un análisis se encuentra fortuitamente con un acto , o este es la consecuencia de una historia que lo precedió?
Dicho de otra manera es la historia que precedió al acto lo que le da a éste tal carácter por un efecto de resignificación.
Los diferentes momentos que se configuran en el devenir de la cura se pueden hilvanar alrededor de considerar al psicoanálisis como una experiencia de discurso, discurso atravesado y que atraviesa el cuerpo.
Ruben D. Efrom (Psicoanalista)
Bibliografía
(1) Freud, Sigmund “ La responsabilidad moral, por el contenido de los sueños” 1925
Rubén nos dio y nos da una lección de ética. No es extraño que por ello lo enjuicien.
Que se escandalicen porque un analista protege a su paciente de la represión política, tiene que ver, por un lado con que des-anuda algo de la verdad del psicoanálisis, del aspecto de subversión de la palabra, y por el otro hace presente, desenmascara, las veces en que el consultorio nos sirvió de cueva frente a los golpes de lo real. Es que ser analista implica en sí un acto político. Es una política acerca de la subjetividad en su entramado con lo socio-cultural, como no puede ser de otro modo.
La abstinencia como aspecto básico de la técnica psicoanalítica pone en interdicción a la acción del analista, favoreciendo el despliegue del relato y del inconsciente del analizando.
La acción, esquemáticamente en sus extremos, puede ser acto analítico o acting. Como acto analítico creador o generador de condiciones de simbolización (la historia, el pasado, el futuro, se condensan, se metaforizan en la atemporalidad del ahora de la sesión); como acting, la acción es opuesta a la rememoración y a la simbolización.
La acción de Rubén fue extraordinaria. No es lo habitual en la práctica analítica. Al mismo tiempo es reveladora de parámetros del encuadre.
Se la puede pensar como una acción generadora de condiciones para el despliegue del análisis.
Lleva a enfrentarse a las resistencias / temor a la acción.
Si la "talking cure" (cura a través de la palabra) pone entre paréntesis a la acción, no debe olvidarse que esto es un imposible, es una ilusión y al mismo tiempo es una acción con un determinado monto de energía que el analista ejerce para el mantenimiento del encuadre.
La escucha implica una política: dar espacio para la escucha por sobre las exigencias de determinados aspectos del yo y la cultura.
Es ineludible una política en la especificidad del campo.
Hubo momentos en la historia del país en que algunos analistas embanderaban explícitamente el consultorio y transformaban a éste en sede del debate político. Perdían el centro de la política del psicoanálisis.
La puerta que abre y cierra Rubén para hacer entrar al paciente y dejar afuera al asesino es por un lado una situación extraordinaria y al mismo tiempo es una toma de partido habitual que hace el analista frente a las opciones que le plantea el analizando.
Es que el psicoanalista en distintas situaciones de su práctica, pone ciertas condiciones como por ejemplo no consumir droga en el consultorio o no hacer transas en la sesión grupal.
El hospital público plantea también una política general y en su especificidad; algunas puertas se abren otras se cierran y en otras no hay puertas sino una "cortina virtual"
Sigo a Ulloa cuando subraya la diferencia entre neutralidad y abstinencia.
El analista no puede dejar de no ser no neutral. Se relaciona con lo que denomino: una política de la especificidad del psicoanálisis.
Pero también no puede dejar de no ser abstinente, en el sentido de permitir la escucha y no interferir sobre ella como sobre las decisiones de la singularidad del analizante.
A raiz del acto de Rubén un juez le inicia una causa judicial.
Este intento de sanción tiene una lógica compleja.
Hay algo de la identidad del psicoanalista en particular pero también del profesional en general que se desenmascara con ese acto de Rubén.
La imagen- máscara del psicoanalista con músculos flojos, instalado detrás del paciente-analizando con un pensar agudo sobre la interioridad del paciente es una máscara que salta con esa acción de cuidar de su paciente.
La acción del Dr. Efrom desenmascara la identidad del profesional burgués sujeto a una especificidad. Hace presente otra identidad que recupera una postura ética esencial del psicoanálisis en la que la praxis y la relación con el otro es determinante del encuadre.
Mario J. Buchbinder (Psicoanalista, psicodramatista y director del Instituto de la Máscara)
Rubén Efrom se ha constituido, bien que seguramente le pese, en un analizador espontáneo. En una publicación recientemente presentada1 construí un analizador con la figura del juez Baltasar Garzón. Entiendo que determinados episodios se constituyen en la vía regia para el desciframiento del inconsciente político-social-histórico que constituye el fundamento de nuestra subjetividad. En los denominados períodos calientes de la historia, los analizadores bullen como las burbujas del agua hirviendo. La historia actual se está recalentando , a pesar de las glaciales profecías del filósofo Fukuyama.. La historia del psicoanálisis también se entibia con episodios donde la realidad irrumpe, para los cuales la técnica clásica y moderna, tiene que dar paso a reflejos de autoconservación (propia y de los pacientes, que con la escasez que hay no es cosa que cualquier afiebrado se los lleve) El analizador Efrom nos informa que no se puede psicoanalizar viviendo con el enemigo. La Villa Freud y sus diversas periferias, puede estar saturada de vecinos nucleares que , análogamente a las minas personales, estallan al ser pisados o mirados. El analizador Efrom nos informa que el fascismo (macro y micro) siempre ha sido cívico militar, que ninguna dictadura obvió la complicidad de partidos políticos, organizaciones empresarias, obreras, culturales, clericales...A pesar de la expulsión que los “bichitos colorados”2 realizaron de Suarez Mason, supongo que el deporte en general tampoco fue neutral. Curioso país la Argentina porque no tiene izquierda organizada ni tampoco derecha. Solo hay centro y fascismo. (Hablar de centro izquierda o centro derecha tiene que ver con los carriles, no con la autopista) El fin del milenio nos encuentra unidos (es decir, globalizados que es lo mas parecido que se puede encontrar) y dominados (es decir, globulizados, que es lo mas parecido a los efectos en la subjetividad de la pedagogía del opresor). En un sentido profundo, aunque no único, el paciente de Efrom realizó un “escrache” in situ, de visu, y sin planificación anterior. El trauma del encuentro fue una miniaturización de una neurosis de guerra. Felizmente, el psicoanalista utilizó la potencia del acto, porque no era el momento de recurrir al “¿a usted que le parece?”, y forcejeando llevó al paciente al consultorio. Ahora bien: el “democratismo de estado” en el cual sobrevivimos es apto para la aparición de estos analizadores espontáneos, entre los cuales destacamos el cachetazo propinado al ángel rubio. La ley de punto final, obediencia debida y el indulto son mas bien efectos que causas de esta atonía ideológica que hoy padecemos. Los desaparecidos de la democracia también se cuentan a millares. Es la hegemonía del modo de producción superyoica de la subjetividad, que produce su propia positividad que he denominado “ideales del superyó”. Cuando Freud señala que la pulsión de muerte es muda, quiere decir que habla por boca de Eros. Es la positividad de la “vuelta contra si mismo” y la “transformación en lo contrario”. De genocidas a senadores vitalicios, o gobernadores, o intendentes, o legisladores, o funcionarios, todos blanqueados por las diferentes formas del “laverap democrático”. El analizador Efrom nos informa que si bien no hemos pactado con el diablo, toleramos que el diablo siga haciendo pactos. Aunque para los psicoanalistas esos pactos se llaman cientificismo, sectarismo, eclecticismo, neutralismo, hegemonismo.... Por eso el analizador Efrom permite el análisis de la implicación del psicoanalista, que con los conceptos de ideal del superyó y sexualidad represora, he denominado psicoanálisis implicado. Esta es la positividad erótica del analizador. El insulto como última forma de la verdad. El paciente de Efrom es al inconsciente político lo que Ana O. fue al inconsciente libidinal. Por eso Echecolatz vuelve a ser nombrado por sus atributos esenciales. En esos segundos del encuentro, volvió a estar en la superficie lo que la democracia se esfuerza en encubrir. De cordero, el lobo solo tiene la piel. Pero desde este analizador, le será mas difícil transcurrir como simplemente un vecino.
Alfredo Grande (Médico Psiquiatra. Psicoanalista. Director Médico de ATICO Cooperativa de Trabajo en Salud Mental.)
Notas
1. Grande, Alfredo. “Derechos humanos: de la tenencia al ejercicio. El analizador Baltasar y la épica de los Jueces Magos”. En: Derechos Humanos en el final del Milenio: una conmemoración crítica. Golini, Jorge (compilador) Ediciones Instituyente. 1998.
2. Que no panda el cúnico que no me refiero a diminutos guerrilleros sino a la cuna de Maradona, el club Argentinos Juniors.