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A propósito de Edipo Rey y las Traquinianas de Sófocles

 

Es significativo que de las siete tragedias que se conservan, de las ciento veintitrés, que escribió Sófocles, sólo tres o cuatro hayan tenido cierta divulgación: Edipo Rey (muy especialmente), Edipo en Colona, Antígona, Electra. Las tres restantes: Ayax o Ayante según las traducciones, Las Traquinianas o las Traquinias y Filoctetes son motivo de estudio, sólo de especialistas.

La impronta del mito de Edipo en toda nuestra cultura ha sido considerable. Aceptado, cuestionado, permanentemente se vuelve a él. Cada crítica refutada hace imperdonable una nueva.

Resulta pues muy temerario salir a la palestra como lo hace Franz Hinkelammert en “La Fe de Abraham y el Edipo occidental”, editado hace dos años en Costa Rica,(l988) para renovar la polémica. Un breve comentario del mismo, antes de abocarme a lo que el título del artículo indica, sólo propicia el interrogante, la confrontación, la posibilidad de que sin prejuicios se retome el mito.

F. Hinkelammert sostiene que tanto en época de Abraham, como en la de Edipo, la ley autorizaba al padre a matar al primogénito. El crimen ritual que Abraham debía cometer con Isaac era lo aceptado por la comunidad. Abraham rompe con la ley establecida al no matarlo, por lo cual debe exiliarse con toda su familia. Que se atribuya a la divinidad el cambio, no quita que Abraham inaugura un nuevo ciclo. No más filicidio, no más parricidio. Ni siquiera Absalón es castigado,por su padre, con la muerte, por querer matarlo.La muerte l provoca un súbdito del Rey..

Con el cristianismo, aparente religión del hijo, reaparece el derecho paterno a matar al primogénito y así Jesús paga con su vida. Este Edipo occidental diverge del griego. Pierde todo, para ganar todo. Acepta la muerte, ya no por un crimen personal, sino para redimir a la humanidad. En el “cielo” y con anuencia del padre, celebra sus bodas con la “santa madre iglesia”. Ambos, padre e hijo, la comparten. El Edipo occidental, extendido sobre el planeta por el cristianismo, deja su lugar a la versión secularizada del Edipo griego. Este lo tiene todo y pierde todo. Su tragedia aterroriza. Su ejemplo servirá para posibilitar la normativización de cada sujeto y la multiplicidad de cuentos que escapen a la tragedia.

Layo tampoco es cuestionado. Nadie lo acusa por intentar matar a Edipo, ya que la ley lo autorizaba. El culpable es Edipo, que no sabía. “La tradición de todas las generaciones muertas, que oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos” (Marx) hace su trabajo en Edipo.

 

Corifeo: Oh, tú que hiciste tal crueldad: dime cómo sufriste marchitar de tal modo tus ojos ¿qué espíritu te incitó?

Edipo: Apolo fue, amigos, Apolo fue el que ocasionó estos males, estos mis atroces dolores. Nadie hirió con su mano mis ojos: yo mismo fui, Porque ¿de qué me servía el ver, si nada agradable me era lícito ver?

 

Se deduce claramente como la ley mata, según lo expresado por Saulo de Tarso. Antígona sigue el camino de su padre y cumpliendo con la ley que dejaba impune a su abuelo Layo, también sucumbe.

Sólo Abraham apuesta por la vida al ir más allá de la ley y así sale de la encerrona trágica (con todas las connotaciones que le ha dado F. Ulloa para la situación de los afectados directos por el terrorismo de estado y sus familiares).

Deleuze y Guattari en “El AntiEdipo” edipizan a Abraham, del mismo modo que Freud necesita inventar el asesinato de Moisés contra toda evidencia. Justifica así, de alguna manera, los ataques contra su propio pueblo, que según él no aceptaba que había matado al padre. Freud no menciona a Abraham. Aceptar que Abraham había salvado a Isaac, producía una hiancia difícil de salvar. ¿Por qué aferrarse obsesivamente al Edipo griego? La prohibición puede jugar su papel, sin que la imponga una estructura fija, ni el terror obra del “destino”.

El nazi Heidegger, hacedor de hiancias, que convalidó la “solución final” decía que sólo a través del griego y del alemán se accedía al ser. La misma estructura férrea y fija, conducía a las cámaras de gas.

Frente al Edipo griego, es el mismo Sófocles que nos ofrece el Anti- Edipo en “Las Traquinianas”:

 

Heracles: ¿Conoces a la virgen Euritea?

Hillo (su hijo): Hablas de Iolas a lo que parece

Heracles: Caiste. Pues atiende a lo que digo:

a ésta, cuando yo muera, si piadoso

 eres, fiel al paterno juramento,

 tomarás por mujer. Cúmplelo hijo.

Ningún hombre, sino tú, tomar debe

a la que a mi costado tuve un día.

Tu mismo pues, de su tálamo cuida.

Obedece, lo mucho que en ti fío

te obliga a no desfiuciarme en cosa.

Hillo: Ay. Si malo irritar al padre enfermo ver lo que ahora el tal piensa, ¿quién sufre?

Heracles: No chistes contra lo que digo que se haga

(Previamente Heracles le pide a Hillo que lo mate, que termine con sus sufrimientos, quemándolo. De no hacerlo se transformará en bastardo.

Más adelante Hillo pregunta: ¿No me mandas, oh, padre, ser impío?

Heracles: No hay impiedad, si el corazón me alegras.

 

Como se ve Heracles, el padre, se alegra si su hijo lo mata y se casa con su amante, por lo cual Deyanira, mujer de Heracles y madre de Hillo, presa de locos celos terminó envenenándolo, sin quererlo, a Heracles y degollándose a sí misma.

Heracles, del que Lacan habla al seguir la tragedia “Alcestes” de Eurípides, pero sin mencionar al de Sófocles. Bueno es recordar como Nietzche alertaba contra el espíritu antidionisíaco de Sócrates y su alter ego Eurípides.Lacan no prestó atención al contenido de Las Traquinianas,las cita al pasar en su trabajo sobre Antígona y se le escapa lo fundamental

Sería bueno al meditar sobre el mito edípico volver a los griegos, pero no a las versiones místico platónicas o plotinianas, sino a las dialécticas de Heráclito y Demócrito, seguidas luego por Epicuro, Lucrecio, más adelante Hegel y finalmente Marx, que por suerte nunca abandonó el núcleo racional de Hegel, pese a las quejas de Althusser.

Termino releyendo la “Introducción a la Dialéctica” de A. Llanos, una muy buena guía para el necesario recorrido de la Dialéctica, con algo que señala y que resulta oportuno: “en determinadas condiciones los contrarios pueden cambiar de lugar y transformarse uno en el otro”.

 

A PROPÓSITO DE EDIPO REY Y DE LAS TRAQUINIANAS DE SÓFOCLES

( agregado al texto anterior)

 

La impronta del mito de Edipo en la cultura occidental ha sido de suma importancia. Expresado en el “Edipo Rey” de Sófocles, ha quedado en la sombra, relegado, olvidado o desconocido la versión del anti- Edipo que aparece también en Sófocles, pero en “Las Traquinianas”. Cumpliéndose así lo que señala Alfredo Llanos en su “Introducción a la Dialéctica” que muchas veces no se tiene en cuenta que “en determinadas condiciones los contrarios pueden cambiar de lugar y transformarse uno en el otro”.

Freud lo incorpora y así el mito, a través del Psicoanálisis pasa a jugar de modelo de normativización de cada sujeto, como si ésta sólo pudiera llevarse a cabo por esta vía que aterroriza.

Significativamente el mito de Edipo, al reaparecer con Freud y el Psicoanálisis, desplaza al de Ifigenia con sus numerosas variantes en la antigüedad y en el Iluminismo (Ver “Guillermo Tell” de Schiller, la “Ifrigenia” de Goethe o “El Príncipe de Homburgo” de Von Kleist).

Es el tema del asesinato del hijo/a que pesa mucho más en la cultura hasta Freud. Precisamente Franz Hinkelammert a quien sigo en su “La Fe de Abraham y el Edipo Occidental” y su continuación recién aparecida “Sacrificios Humanos y Sociedad Occidental: Lucifer y la bestia” quien tematiza esta problemática.

El crimen ritual que Abraham debía cumplir con Isaac era lo aceptado por la comunidad. Abraham no cumple con la ley establecida y debe exiliarse con su hijo. Del mismo modo nadie cuestiona a Layo por haber decidido la muerte de Edipo. A Agamenón sólo lo condena la “enloquecida” Clitennestra, sobre la cual recae la condena y muerte por sus hijos, que justifican al padre. La misma Ifigenia, en las distintas versiones y caricaturescamente en Goethe acepta el sacrificio para que de esa manera Grecia triunfe sobre Troya.

Abraham apela a su libertad y va más allá de la ley, eligiendo la vida. Inaugura un hecho fundante que Freud no tiene en cuenta para nada en su “Moisés y el Monoteísmo

Si la ley mata como ocurría en el Imperio Romano, el pecado, la falta es cumplir la ley. Teología de Jesucristo, explicitada por San Pablo, que en el siglo XI, con San Anselmo y la construcción del Imperio católico se subvierte totalmente. Entonces el pecado, la falta, pasa a no cumplir con la ley y la deuda debe ser pagada de todas maneras, inclusive con sangre. En nuestros días, de nuevo cumplir con la ley que mata y eso es lo que implica el pago de la deuda externa, es estar en falta. Lo justo es estar con la vida y no con la ley perversa.

El tema de la deuda y de la culpa tomado por el Psicoanálisis, sobre todo en la versión de Lacan y sus discípulos, confunde la Teología de San Pablo con la de San Anselmo y así alguno de ellos como Pommier en “¿”Freud, apolítico?” muestra como la deuda es impagable, como una cuestión de estructura de la que no se puede escapar. Laico y psicoanalítico coincide con lo clerical más reaccionario.

Sería bueno al meditar sobre el mito edípico volver a los griegos, pero no a las versiones místico platónicas o plotinianas, sino a las dialécticas de Heráclito y Demócrito, seguidas luego por Epicuro, Lucrecio, más adelante Hegel y finalmente Marx, que por suerte nunca abandonó el núcleo racional de Hegel, pese a las quejas de Althusser.

 

 
Articulo publicado en
Julio / 2014