Toda nominación es política e histórica. El poder oculta la historia de estas luchas para “naturalizar” sus ideas, que así consiguen algunas victorias. Pero sólo por un tiempo.
El campo que llamamos de Salud Mental (SM) tuvo a lo largo de la historia diferentes nombres. Hasta aproximadamente mitad del siglo pasado era el campo de la Psiquiatría. Sus sedes, los manicomios y los psiquiatras sus dueños. Pero luego con la instauración del Estado de Bienestar se comenzó a transformar la situación. Era un período del capitalismo en que era necesario que el Estado se hiciera cargo la Salud de la población para desarrollar la producción. La SM tuvo nuevos actores –psicólogos, psicoanalistas, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, etc.- y nuevas instituciones – desde Hospitales Generales y Centros de Salud hasta llegar a la comunidad -.Esto se produjo con varias luchas de quienes querían reformar manicomios que funcionaban como meros depósitos de pacientes. En la Argentina, esto se dio hacia fines de la década del 50 con la creación del Instituto Nacional de SM, la creación de las distintas carreras como Psicología, Sociología y los primeros Servicios de Salud Mental en Hospitales Generales. Hasta ese momento eran pocos los profesionales que trabajaban en ese campo y solían ir de mañana al Hospital y por la tarde en su consultorio particular. Pero luego de estos cambios, a fines de la década del 60, la inserción de otros profesionales y los movimientos sociales de esa época, llevaron a que se planteara aquello que los aunaba como trabajadores –a pesar de sus diferencias -, defendiendo sus derechos y apoyando un proyecto colectivo de Salud. Así se autodenominaron “Trabajadores de Salud Mental”. Fruto de este proyecto se creó en 1972 la “Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental”, en la cual participaban la Federación Argentina de Psiquiatras, la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, la Asociación de Asistentes Sociales y de Psicopedagogos. La derrota del proyecto político colectivo, - con la asunción de la derecha peronista durante el final de dicho período- , inició otra etapa en el país.
La última dictadura militar afianzó al capitalismo financiero, cuyo trabajo fue terminado por los últimos gobiernos. Esto implicó el ataque a las políticas de Salud en y SM. Es por ello que hubo exilios (internos y externos) y desaparecidos como Beatriz Perosio –la presidenta de la Asociación de Psicólogos- y Juan Carlos Rissau –secretario general de la FAP-, entre quienes defendían otro proyecto.
Al volver la democracia se pudieron retomar los proyectos de Salud Mental muy parcialmente, como lo que sucedió en trabajos comunitarios tales como el Plan Piloto Boca Barracas en la zona de los manicomios de Buenos Aires o la desmanicomialización en la provincia de Río Negro. A partir del menemismo el avance de los recortes en SM se dieron con prisa y sin pausa. Había llegado la dictadura del Mercado.
¿Qué pasó con quienes trabajamos en Salud Mental? Lentamente se comenzó a desmantelar la idea de SM y –acorde con las nuevas ideas del poder: los “nuevos tiempos” y el “fin de la historia”- se volvieron a considerar sólo los intereses profesionales, ahora “neoliberales”. Así muchos grupos de psiquiatras, psiconalistas y psicólogos lucharon por agrandar sus ganancias económicas merced a la lucha encarnizada por el Mercado de la SM. Fue así como los psiquiatras dejaron de ser “sociales” o “dinámicos” para convertirse en buenos administradores de negocios de Laboratorios, que financiaron sus conquistas. Por eso, por ejemplo, hoy se dejaron de llamar “Servicios de Salud Mental” en la provincia de Buenos Aires. Volvieron a llamarse “Servicios de Psiquiatría”. Pero no sólo sucedió entre los psiquiatras. La mayoría de los psicoanalistas y psicólogos también se convirtieron en profesionales “neoliberales”, luchando por agrandar sus feudos en cualquier territorio, disolviendo el proyecto común de SM en los intereses particulares por apropiarse de la hegemonía.
No podemos asombrarnos, la SM evolucionó como la Argentina. Esto implicó un enriquecimiento de un pequeño sector y un empobrecimiento de la mayoría, la cual debe trabajar por honorarios cada vez menores en Obras Sociales y Prepagas, a la par de altísimos niveles de subocupación y desocupación entre los más jóvenes y no tan jóvenes. Y ni hablar de los pacientes, que tienen cada vez menos recursos y que deben soportar desde listas de espera a sobremedicación (en un momento de aumentos exorbitantes), como muestra de tantos otros malos tratos.
Es necesario rescatar la nominación de Trabajadores de Salud Mental para discutirla y poder avanzar. Hay quienes apostamos a un nuevo proyecto colectivo que se oponga al de los profesionales “neoliberales”, que siguen en los negocios de sus feudos aumentando las pérdidas del resto de la población.
Alejandro Vainer
Psicoanalista
alejandro.vainer [at] topia.com.ar