Jueves. Febrero. Ingenuamente, suelo pensar que el verano trae menos complicaciones. Error: la galaxia no duerme nunca. Por ende, nosotros, tampoco.
Cada día me convenzo más que la guardia es un portal cósmico al que llegan habitantes de planetas remotos. La única diferencia es que nosotros no somos Jedis y en lugar de Yoda, lo tenemos a Vizzolini. O sea, estamos claramente peor.
Entonces, llegan una abogada y un operador, acompañando a un adolescente. La mujer, una versión desmejorada de la madre de los mellizos Luke y Leia, saca una hojita que dice “Oficio” y que pide “evaluación física, psicológico psiquiátrica del joven para su ingreso a un hogar”. El operador es una versión reggetonera de Jar Jar.
Generalmente, cuando se requieren este tipo de evaluaciones, es porque el chico está en riesgo y no tiene adónde ir. No es éste el caso.
La abogada, con dos celulares en la mano y una carpetita, se acerca y me entrega la nota de pedido haciendo la siguiente aclaración:
-Es un caso grave. Piden la evaluación porque abusó de la hermana de diez años.
Me quedo dos segundos como en el aire.
-¿Qué edad tiene el chico?- reacciono.
-Dieciséis.
Lo busco. Está sentado en la hilera de sillas pegadas, más atrás. Muy flaco, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza gacha.
-Bueno, lo hacemos pasar y vemos- le digo.
Y ahí, en una entrada propia de personaje secundario, interviene Jar Jar:
-Mirá que éste… no tiene mucha recuperación, ¿eh? Está cagado, pobre pibe.
No sé por qué pero me acordé de la frase que alguien le dice al personaje de Jar Jar: “La capacidad de hablar no te hace inteligente”. Cerraría perfecto. Pero como yo tampoco soy una luz galáctica de la inteligencia, me limito a responder lo que hay que responder:
-Primero tengo que hacer la entrevista para verificar.
La abogada y Jar Jar asienten. Les encantan esos términos de mecánica de autos: verificar, chequear, controlar, revisar. Una se va acostumbrando a la jerga, hasta que sale automáticamente. Se llama institucionalización.
Llamo a la psiquiatra. Néstor no está y lo único que consiguió de reemplazo es a Eva, una mujer que nunca hizo guardias de psiquiatría, pero que trabaja en una “clínica de locos” en Banfield. Cuando me lo contó, me imaginé un lugar oscuro y a ella con un manojo de jeringas en la mano. Me dio miedo, para empezar.
Y cuando expresó sin tapujos que no había nada que hacer por los jóvenes adictos en situación de calle, que todo esto se debía a la falta de límites sociales y que, en el fondo, la gente quería de vuelta a los militares, sentí que la galaxia estaba en peligro. Y que mi espadita de Jedi estaba con poca pila para hacerle frente a la amenaza del fantasma.
Tenía casi veinte horas por delante con la versión femenina de Darth Vader. Y la certeza de que más que evaluación, iba a presenciar una sesión de tortura: la del pibe y la mía.
Pero la esperanza es lo último que se pierde.
-Eva, llegó este oficio para hacer la evaluación de un chico...parece que abusó de la hermana de diez años…- empecé.
Eva Vader respiró detrás de la máscara.
-Hijo de puta- dijo con los dientes apretados.
Como nunca, me iluminé.
-Si para vos es difícil, no te preocupes, lo hago yo.
Eva Vader se acercó más. Un aliento a pastillas de menta Halls me pegó en la nariz. Y me empezó a picar.
-Yo soy la psiquiatra y tengo que ver qué le pasa a este pibe.
Listo. Me quería ir. Era un hecho que se aproximaba una masacre y yo no quería ser parte de eso.
-Vamos- me dijo.
Es increíble la poca convicción que veces tengo para algunas situaciones.
Hicimos pasar al “hijo de puta” al único lugar disponible que tiene el Equipo de Salud Mental para hacer entrevistas: el consultorio de cirugía, un lugar realmente acogedor: camilla, agujas, algodones y un tubo de oxígeno que quedó del viejo hospital.
El pibe se sentó frente a nosotros. Nos miró. Esperó.
Eva Vader sacó un anotador y la hoja del oficio.
-Tu nombre es…Martín.
-Sí - respondió el pibe.
-Y tenés dieciséis años…
-Sí
-¿Sabés por qué estás acá?
Ahí vamos.
-Sí. Abusé de mi hermana.
Eso sí fue una sorpresa. De todas maneras, era la primera vez que entrevistaba a un pibe que confesaba ser el abusador de otro. Así que, además de una sorpresa era un enigma de Jedi iniciado.
-O sea que sos consciente de tus actos- tira Vader.
-Sí, lo hice yo.
-¿Por qué?
-No sé, se dio.
La máscara de Vader empezó a resoplar aliento a Hall’s.
-¿Se dio? ¿Eso es lo único que podés decir?
-Sí.
Era mi turno de intervenir, por lo menos para correrla del homicidio.
-Hola Martín, mi nombre es Laura.
Brillante. Era para el Oscar del bolo. Eva volvió a intervenir:
-¿Cuánto tiempo estuviste cometiendo el acto de abuso?
-Un tiempo.
-Un tiempo cuánto…
-Un año, dos… no sé. Estoy un poco mareado.
Le ofrecí agua. Aceptó. Cualquier cosa antes que seguir con aquella densitud.
-¿Martín -me metí de vuelta- contanos con quién vivís?
-Con mis tíos y mis primos. Mi mamá se murió de cáncer hace cuatro años y mi papá en un accidente cuando yo era chico y mi hermana bebé. La que nos crió fue la hermana de mi mamá.
La pregunta obvia fue la mía:
¿Y en ese tiempo hubo alguien que abusara de vos? ¿Algún adulto?
-No- contestó muy seguro.
-¿Y lo que hiciste con tu hermana te parece gracioso, mal, bueno…?- retrucó Vader que acababa de sacar la espada de la fuerza oscura.
Era mi turno de nuevo. Pero el bolo me quedaba chico: era hora de que Obi wan Kenobi entrara en acción.
-Quizás estas preguntas resulten incómodas, Martín, pero queremos tratar de entender algo de la situación, que debe ser complicada no sólo para tu hermana, sino para vos también.
-Sí, ya sé, lo que pasa es que estoy sin dormir desde hace tres días.
-¿Tres días?
-Es que hace una semana mi hermana le contó a la novia de mi primo lo que pasaba y así se enteró mi familia. Entonces mis primos me encerraron en el sótano del almacén.
Momento: no sólo estaba junto a Vader en una entrevista… la galaxia peligraba por la presencia de “justicieros de la mano propia”.
-¿Podrías contarnos un poco más sobre ese episodio?- insistí.
¿Qué le iba a preguntar? ¿Qué onda abusar de tu hermana?
-Ellos tienen un almacén y hace dos años que yo los ayudo, me dan algo de plata y me dejan quedarme con las propinas. Tienen un sótano para guardar la mercadería y cuando se enteraron de lo de mi hermana me encerraron ahí hasta ver que hacían conmigo.
-¿Y ese encierro duró tres días?
-Ajá.
Eva V. volvió al ataque:
-¿Y durante esos días no dormiste?
-No.
-¿Flashbacks?
El pibe nos miró con cara de “aclarame el término”.
-Lo que la doctora quiere decir es si además de no poder dormir te venían recuerdos o imágenes que no podías parar…
-Sí, me sentía muy mal, muy angustiado. Mire, no sé por qué lo hice pero yo a mi hermana la quiero. Pasó que una siesta estábamos acostados en la cama de ella viendo tele y la empecé a acariciar y bueno…
-¡Y bueno qué!- casi le gritó Eva en la cara.
El pibe y yo nos corrimos para atrás de un saltito.
-Martín está tratando de contar los hechos…- traté de frenarla.
-Es claro que se trata de un TEPT. Estrés postraumático por estrés.
-¿Y eso es…grave?- preguntó el pobre pibe.
-Muy, voy a buscarte algo para que puedas dormir.
Y así, sin más, Vader se fue.
No quedamos mirando la puerta. Era la primera vez que alguien se iba en el medio de una entrevista.
Lo curioso es que no volvió.
Quizás era lo que Martín necesitaba para hablar, sobre cómo los primos “justicieros” lo tuvieron con la ración justa de agua y comida, privado de la luz y en un catre improvisado junto a la pared, al lado de las cebollas.
-No sabía si era de día o de noche, no tenía idea del tiempo. Se enojaron mucho conmigo, bajaban y me pegaban en la cabeza, en el estómago. Y yo no podía decirles nada, pero después que se iban me dolía acá, en el pecho y no podía dormirme. Me daba miedo que volvieran a pegarme y me mataran.
-¿Volviste a hablar con tu hermana?
-No, no quiere verme o no la dejan, no sé. ¿Estoy loco, doctora?
Pregunta grande has tenido, Jedi…¿responderla podrás?
-¿Vos pensás que estás loco?
-No sé, pero sé que lo que pasó no está bien…todo pasó todo muy rápido. Mi familia no quiere verme más y no tengo a nadie.
-Esta evaluación no es para saber si estás loco pero sí para ver cómo ayudarte. Y también a tu hermana. Y por lo pronto que estés en otro lugar que no sea un sótano.
Cuando terminé la evaluación, busqué a mi compañera Eva V. pero sólo la vi al día siguiente antes de ir al pase, al que por supuesto, nunca voy. Parece que ella tampoco tenía intenciones de concurrir, porque se calzó unos lentes oscuros, me saludó rápido con un “fue un gusto” y desapareció tan rápido como el día anterior.
Extraña la galaxia es.
Laura Ormando
Psicóloga
lauromando [at] hotmail.com.ar