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Las intervenciones del analista

 

Los psicoanalistas intervenimos mucho más de lo que pensamos. Nos suelen enseñar que trabajamos sólo con la palabra. El paciente asocia con palabras y el psicoanalista escucha casi todo el tiempo, hace algunas preguntas y comentarios, y lo más importante, interpreta. Si el análisis fuera solamente eso, un análisis podría llevarse adelante por mail o chateando.
La palabra con la que trabajamos los psicoanalistas es una palabra pulsional en un encuentro cuerpo a cuerpo. Este encuentro, posibilitado por el pertinente dispositivo psicoanalítico acorde al diagnóstico clínico y de situación, es el que posibilita el despliegue de la transferencia, la resistencia, lo resistido y el inconsciente. En este contexto, el analista interviene siempre con su cuerpo como subjetividad. Esto implica que la intervención del analista es todo lo que él hace conciente o no, verbal y no verbalmente en el contacto con los pacientes.
Este trabajo cuerpo a cuerpo queda invisibilizado al asimilar el psicoanálisis a la escucha de un paciente tendido en un diván. Por lo contrario, a partir de considerar de otra forma el trabajo analítico se convierte en falsa la divisoria entre intervenciones verbales y no verbales del analista, ya que toda intervención es corpórea: tiene un tono de voz, un ritmo, un tempo,otros sonidos como la respiración y un clima a lo cual se suma una gestualidad cuando se incluye el registro de la mirada en el dispositivo clínico. El analista siempre interviene con actos, porque el escuchar mismo es un acto, tanto como su hablar. Es imposible reducir la intervención del analista a las palabras que dijo o al silencio que hizo. Es por ello que la comunicación de un caso clínico necesita esa dimensión estética que Freud inició en su escritura para poder transmitirlo. Lo mismo sucede con las intervenciones analíticas. Por algo Freud solía llamarlo el “arte interpretativo”. Las diferentes intervenciones del analista (desde silencios, preguntar, señalar, confrontar, informar, esclarecer, indicar hasta las distintas variantes del interpretar y el uso de las construcciones) son las herramientas de la artesanía del trabajo clínico psicoanalítico. Su complejidad deviene de esta corporeidad, los múltiples registros en el que trabajan y porque funcionan en un campo transferencia-contratransferencia, y en registros tanto conscientes como inconscientes.El hecho de restringir las intervenciones del analista a su escucha silenciosa y a sus intervenciones interpretativas tiene toda una historia que comienza en los tiempos de Freud. El concepto de interpretación es definido en La interpretación de los sueños. Allí interpretar es dar el significado latente al contenido manifiesto del sueño. En sus textos sobre técnica intentó ubicar el uso de la interpretación y sentar algunas bases para la técnica del trabajo psicoanalítico. Pero la institucionalización del psicoanálisis en el marco de la IPA tuvo como resultado legarnos el mito de un analista silencioso que puede llegar a asentir y muy eventualmente interpretar. Aunque Freud mismo no trabajaba de ese modo, el triunfo político de Ernest Jones y Max Eitingon en la dirección de la IPA tuvo también sus consecuencias clínicas, no sólo ordenó el trípode y el análisis didáctico, sino que se instaló un modelo de analista silencioso que algunas pocas veces interpreta a su paciente que asocia tendido en el diván. Esta idea es la que figura en el Diccionario de Psicoanálisis de J. Laplanche y J.-B.Pontalis. Allí, la interpretación “en la cura, (es la) comunicación hecha al sujeto con miras a hacerle accesible este sentido latente, según las reglas impuestas por la dirección y la evolución de la cura. La interpretación se halla en el núcleo de la doctrina y de la técnica freudianas. Se podría caracterizar al psicoanálisis por la interpretación, es decir, por la puesta en evidencia del sentido latente de un material.” A pesar de que aclaran que “la interpretación no cubre el conjunto de las intervenciones del analista en la cura (como, por ejemplo, el alentar al paciente a hablar, el darle seguridad, la explicación de un mecanismo o de un símbolo, las órdenes, las construcciones, etc.), todas ellas puedan adquirir valor interpretativo dentro de la situación analítica.” La casi totalidad de los textos sobre técnica psicoanalítica siguen esta premisa, dándole un largo desarrollo a los diferentes tipos de interpretaciones y algún breve espacio para las otras intervenciones, pero siempre desde una perspectiva “verbalista” del análisis.
Esta visión implica dejar de lado aportes y discusiones clínicas que son necesarias retomar para poder pensar todo lo que intervenimos cuando trabajamos como psicoanalistas. Por ello rastrearemos antecedentes y aperturas a esta perspectiva a lo largo de la historia:
Sandor Ferenczi introdujo la discusión sobre la “técnica activa”, donde en determinadas situaciones el analista no se limitaba a interpretar, sino que da indicaciones que van desde órdenes a prohibiciones. Vale recordar que fue impulsado por el propio Freud en los inicios de sus investigaciones y que su trabajo iba en contra de ese modelo de analista pasivo que sólo interpretaba. A pesar de que el mismo Ferenczi terminó desestimando su aplicación, su obra demuestra un analista en la búsqueda de avanzar en el trabajo clínico por fuera de ese molde del analista distante que interpreta como un oráculo.
Los estudios de Wilhelm Reich, que tenía a cargo el Seminario de Técnica Psicoanalítica en Viena durante la década del 20 del siglo pasado, incluyen el señalar la existencia de la transferencia negativa latente al principio del análisis y postular la coraza caráctero-muscular. Lo importante de estas dos resistencias en el análisis es que Reich observa no sólo las palabras, sino también el comportamiento del paciente y resalta la importancia del enfoque económico en el tratamiento psicoanalítico. Sus implicancias clínicas llevan más allá de las interpretaciones, porque implican señalamientos y confrontaciones sobre aquello que el paciente no dice con palabras.
Otto Fenichel, en sus investigaciones sobre técnica psicoanalítica también retoma la idea que la labor de análisis no pasa sólo por las palabras: “una de las labores importantes y constantes del analista estriba en trazar un rumbo entre la Escila de hablar en vez de experienciar y el Caribdis de un ‘libre flotar’ carente de sistema, que corresponde al ‘actuar’ del paciente y que no es comprendido por la inteligencia, ya que ésta tiene en perspectiva metas ulteriores... El temor a la Escila de la discusión teórica ha llevado a la sobrevaloración de las explosiones emocionales y a no reconocer que tales ‘abreacciónes’ también pueden servir a la resistencia. Ya en la década del 30 Fenichel decía lo poco que se hablaba sobre técnica psicoanalítica, cuestión que sigue siendo actual, ya que poco es lo que se dice sobre ella, una vez que fue elevada a “teoría de la técnica”, estandarizada y no problematizada.
En los años siguientes, el debate entre los llamados analistas “clásicos” (que seguían más a Anna que al propio Freud) y kleinianos sobre este punto no ponía en cuestión el lugar central del interpretar, sino, tal como decía Heinrich Racker, “el cuándo, el cómo, el cuánto”. Pero los desarrollos a partir del trabajo clínico con pacientes graves que llevaron a tener que repensar los dispositivos, las intervenciones y la teoría misma. Pusieron en cuestión el tipo y el lugar de las interpretaciones debido a la estructura psicopatológica del paciente. Para muchos de estos autores lo central del trabajo analítico puede no pasar por la interpretación, sino por las acciones y el vínculo analítico.
Desde otro punto de vista, los aportes de David Liberman van en el sentido de tomar lo que llamamos la corporeidad del intercambio verbal. Liberman se dedicó a investigar los estilos comunicacionales de los pacientes. Su gran pregunta es por qué muchas veces los analistas podemos tener hipótesis correctas pero nuestras interpretaciones no llegan a los pacientes. Entonces se ocupó no sólo de lo que decían los pacientes y analistas, sino también cómo lo decían, los ritmos, el tempo, y lo que provocaban en el analista. A partir de ello llegó a la conclusión de que el analista era más efectivo si trabajaba con el estilo complementario al del paciente. Su preocupación es cómo poder tener en cuenta mejor lo que sucede en el encuentro psicoanalítico. Los desarrollos de David Maldavsky continúan y profundizan esta línea de trabajo desde una perspectiva freudiana.
Desde diferentes marcos teóricos vemos como fue necesario considerar que el análisis y las intervenciones analíticas van más allá de la comunicación verbal. Poder instalar un dispositivo analítico adecuado a cada caso implica “escuchar” varias cuestiones. No sólo el diagnóstico clínico y de situación, sino también los diversos registros de ese encuentro intersubjetivo que parece superficialmente sólo un “diálogo analítico”. Para ello es importante considerar que el análisis es muchísimo más que eso. Creer que los analistas trabajamos exclusivamente con las palabras es tan estrecho como un pianista que diga que únicamente toca el piano con los dedos.

Notas

 

Este trabajo y el cuestionario siguiente avanza en los desarrollos del Suplemento Topía en la Clínica Nro. 5, de julio de 2000 titulado “Con la interpretación no alcanza”, en www.topia.com.ar.

Para poder seguir un desarrollo conceptual sobre cuerpo, subjetividad y nuevos dispositivos psicoanalíticos se pueden encontrar en los diferentes textos de Enrique Carpintero, especialmente en Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, Ed. Topía, Bs. As., 1999.

Freud, Sigmund, “El uso de la interpretación de los sueños en psicoanálisis” (1911), en Obras Completas, Amorrortu Editores, Bs. As., 1979.

Para ampliar este tema se puede consultar Roazen, Paul, Cómo trabajaba Freud,Paidós, Bs. As., 1998. La cuestión del “analista silencioso” se puede ver en las hipótesis de Theodor Reik, que escribió sobre el valor del silencio en el análisis. Reik, Theodor, “La significación psicológica del silencio”, en Cómo se llega a ser psicólogo,Hormé, Bs. As., 1945.

Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand, Diccionario de Psicoanálisis, Editorial Labor, Bs. As., 1971. El subrayado es nuestro.

Se podrían listar varios textos sobre técnica psicoanalítica, desde los textos de Freud. Es importante considerar la pluralidad de escuelas psicoanalíticas y sus referentes. Quizá Los fundamentos de la técnica psicoanalítica (1986) de Horacio Etchegoyen y Teoría y práctica del psicoanálisis (1989) de Helmut Thoma y Horst Kachele e Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano de Bruce Fink (2007) puedan cubrir el abanico de los libros de técnica de “los psicoanálisis” en la actualidad.

Ferenczi, Sandor, Sin simpatía no hay curación. El diario clínico de 1932,Amorrortu Editores, Bs. As., 1997.

Reich, Wilhelm, Análisis del carácter,Editorial Paidós, Bs. As., 1957.

Fenichel, Otto, Problemas de técnica psicoanalítica, Ediciones Control, Bs. As., 1973.

Es necesario mencionar que los aportes más importantes sobre la técnica psicoanalítica en los 20 y 30 provengan de los integrantes de la Izquierda Freudiana como Reich y Fenichel. Esto va en contra del imaginario de que los psicoanalistas marxistas poco se ocuparon del trabajo clínico. Es exactamente lo contrario, la preocupación por la praxis es una cuestión fundamental para quienes consideran la subjetividad desde el marxismo y el psicoanálisis.

Racker, Herinrich, Estudios sobre técnica psicoanalítica,Editorial Paidós, Bs. As., 1960.

Llevaría todo un trabajo poder abordar las intervenciones analíticas con pacientes límites y pacientes psicóticos. Por ello sugiero al lector abordar el cuestionario sobre la interpretación que sigue a continuación.

Liberman, David, La comunicación en terapéutica psicoanalítica,EUDEBA, Bs. As., 1962.

Madavsky, David y otros, La intersubjetividad en la clínica psicoanalítica,Lugar Editorial, Bs. As., 2008.

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2008