El psicoanálisis nunca estabilizó un paradigma en el sentido Kuhniano del término, o sea, una teoría o conjunto articulado de teorías coherentes que durante un tiempo significativamente prolongado permite la investigación dentro del concepto de “ciencia normal” o “investigaciones normales”.
Partamos de la base de que no hay acuerdo en el proyecto científico, que es en el que se inscribió Freud, por lo tanto, el psicoanálisis viene transcurriendo en una movilidad conceptual sometida a vendavales de los que no se salva ni la categoría de Inconciente, la que se supone que nos da origen, pero sobre cuyo contenido conceptual no hay acuerdo.
¿Qué podía pasar entonces con “intersubjetividad” que no es clásica y sobre la cual se producen sesudas diferenciaciones con “relación”, “vínculo” o “interpersonal”, cruzado todo esto por problemas filosóficos, como corresponde a un campo que no logra separarse de la llamada ciencia madre por su propia inmadurez, como la de toda la psicología.
“Subjetividad” es un término que acepto si se define “Sujeto” como lo definen André Green y Piera Aulagnier: Sujeto es igual al término Aparato Psíquico. Cualquier otra definición rompe con la estructura teórica freudiana, la que existe, aunque no sea paradigma exitoso como ordenador de la posteridad psicoanalítica, pero que va a ser durante muchísimo tiempo un fundamento difícil de corroer... a pesar de todo.
Acepto por lo tanto la categoría de intersubjetivo, alejándome de toda discusión sobre vincular, interpersonal etc., etc., etc.
¿Qué es entonces intersubjetivo? Es lo interintrapsíquico; es la interfase que se constituye en toda relación, sea de la cercanía o la lejanía que fuere, la interfase entre dos o más Aparatos Psíquicos. Esa interfase es la que comenzó a dar Freud en “Psicología de las Masas” cuando explicó que un colectivo, entre otras formas de constitución, puede organizarse, si los individuos comparten un mismo Ideal del Yo, en el que han investido al jefe o líder. Este se ha constituido como componente amalgamador que pone en interfase a todos los SuperYoes-Ideal del Yo individuales. En este caso el acuerdo que une es a través de una instancia en cada individuo.
Pero las intersubjetividades que constituyen los sujetos entre sí en muy diversas relaciones, comprometen, mientras más estables sean, a todas las instancias del Aparato Psíquico.
Tratando familias y parejas esto es claro.
Ejemplifiquemos con parejas en tratamiento: Esperamos como siempre el diálogo lo más libremente posible que puedan establecer las personas de la pareja que nos consulta y pronto comenzaremos a escuchar los acuerdos y desacuerdos, las identificaciones recíprocas, los rechazos recíprocos, los apoyos narcisistas que mutuamente se proveen y las heridas ídem que también se infligen, los pactos y los secretos, lo que sí se informan y lo que entre los dos callan, las defensas que los dos aplican para proteger el pacto conciente y las insatisfacciones que uno tiene con el otro, los deseos pulsionales y narcisistas de uno hacia el otro, satisfechos o no, la pugna en las limitaciones que se imponen mutuamente y las posibilidades que se ofertan.
Las bases de la técnica psicoanalítica no cambian en familia o pareja, pero el objeto empírico sí, es muy distinto al psicoanálisis individual, aunque en éste la interfase interintrapsíquica se juegue entre analista y paciente. Aquí también está el psicoanalista jugando su Aparato Psíquico, su subjetividad, su “conexión de inconciente a inconciente”, su reverberancia emocional, como igualmente se pone en juego su regla de abstinencia en la que se juega la ética del analista, pero también sus conocimientos Preconcientes-Concientes. La profundidad y coherencia de estos conocimientos forman también la ética del profesional.
Además de todo lo que conocemos clásicamente como constitución de la situación analítica, también está lo que aportaron Piera Aulagnier y André Green con dos categorías teórico-técnicas geniales: la de “Teorización Flotante” y la de “Pensamiento Clínico” que corresponden respectivamente a una y al otro. Esto también forma parte de la intersubjetividad puesta en juego en el análisis y lo que constituye la subjetividad del psicoanalista.
Lo último que digo parece un atajo respecto al tema de la intersubjetividad pero hablé de interfase y de interintrapsíquico, es decir, de situaciones relacionales en la que se pone en juego íntegramente el sujeto...o sea el Aparato Psíquico, esto es: Yo-Ello y SuperYo, como articuladores entre el cuerpo y lo histórico-cultural.
Remarco esto porque en el piélago profundo de la heterogeneidad teórico-clínica del movimiento psicoanalítico, es difícil mantener la complejidad de origen de nuestros términos o categorías, e “intersubjetivo” se convirtió en uno de los últimos caballitos de batalla presuntamente muy novedosos pero que, como suele suceder, viene a simplificar por lo menos en su vulgarización profesional la complejidad antes mencionada.
Con la timidez que lo caracterizó, a pesar de su gran inteligencia, André Green percibió que ya se estaba desbalanceando la complejidad a favor de un uso excesivo de lo “intersubjetivo”, pero más que por excesivo el problema que él ve es que se va tornando excluyente de lo metapsicológico, con lo cual termina siendo relacional todo y hasta superficial, con desvíos hacia la determinación mecánica en la relación, como he solido oír en reuniones clínico-científicas.
Aquí no estoy haciendo más que retomar ese punto marcado por Green cuando afirmo que lo intersubjetivo es interintrapsíquico, es decir: interfase de Aparatos Psíquicos, interfases metapsicológicas.
La misma simplificación ocurre cuando se desbalancea la intimidad producida entre analista y paciente a favor de una sentimentalidad que llega a extremos de desvalorizar los conocimientos y las teorías coherentes, lo cual también sustrae de tomar posición respecto a las variopintas producciones teóricas del psicoanálisis...que se traducen necesariamente en clínicas diferenciadas.
Pero desde el “Proyecto” el psicoanálisis ha sido fundado como intersubjetivo, cuando en la escena de satisfacción se graban psíquicamente, mnémicamente, al mismo tiempo las vivencias del propio cuerpo y el amor en los brazos de la madre, eso es intersubjetivo, y en la técnica lo es cuando desde el comienzo se propone como ineludible una “comunicación de inconciente a inconciente” sin actuaciones sentimentaloides y con la regla de Abstinencia como guardiana respetuosa de la diferencias entre el paciente y el terapeuta. El psicoanálisis lleva desde el inicio ese sello inconfundible de propugnar el cambio psíquico del analizando según sus posibilidades, deseos, creencias y valores. Pero esto sucede con la implicación subjetiva del psicoanalista.
Fue Freud el que, aún sabiendo que la historieta de la horda y el padre primitivo no eran ciertas necesariamente, sólo pudo hipotetizar el surgimiento de la humanidad sapiens-sapiens (Morin dice: Sapiens-demens) como la ejecución de hechos dramáticos, protagonizados colectivamente, que hicieron surgir socialmente la primera división del Aparato Psíquico cuyas modificaciones llegarían hasta nuestros días.
Como dije, la “so just story” de Freud, la historieta de la horda, no es cierta, hoy conocemos el delicado entramado, ramificado, de homínidos que nos precedieron, pero eso no quita la proeza intelectual de hipotetizar un origen colectivo para el alma individual del ser humano como lo hizo Freud con la historieta. Y esto es cierto.
En la sesión analítica ¿Cuál es la herramienta que usamos? No tenemos intervenciones protocolizadas como lo pretenden otras corrientes terapéuticas, no tenemos vademecum de interpretaciones, no tenemos indicios estandarizados lo cual no quiere decir que la organización de indicios sea meramente intuitiva. ¿Con qué contamos?
La única herramienta es nuestro Aparato Psíquico, nuestro ser Sujetos, nuestra subjetividad. Pero un Aparato Psíquico entrenado, entrenado ¿cómo?: con psicoanálisis personal, estudios que coherenticen teorías psicoanalíticas en nuestro Preconciente, el que funciona descriptivamente de manera inconciente. Con la transmisión del psicoanálisis que hayan efectuado los supervisores.
Otro cantar en este momento es quienes son o somos esos formadores-transmisores. Reconozco que al desorden teórico técnico le corresponde otro desorden formativo que no remedia ninguna institución. Pero el entrenamiento sigue siendo ese que dije con enormes responsabilidades individuales, personales, en la formación.
Un Aparato Psíquico entrenado se pone en interfase con el Aparato Psíquico sufriente del analizando, reverberamos emocionalmente con él, pero los intercambios y las conexiones, obviamente, son muy distintos a los que describí que ocurre entre los miembros de la pareja, porque parte del entrenamiento es respetar la Regla de Abstinencia que empieza por la obligación de no abrumar al paciente con nuestra subjetividad, pulsiones actuadas o emociones sin procesar, o ignorancias sin reconocer, lo que implica un cuidado permanente por la diferencia yo-no yo por parte del psicoanalista en la sesión. La puesta en juego de nuestra subjetividad tiene restricciones legítimas que, obviamente, no son las de otras relaciones humanas. La calidez y la compasión psicoanalíticas son un fenómeno amoroso como lo es la transferencia positiva sublimada del paciente, esa que no es hostil ni erótica y a la que no tenemos que señalar permanentemente porque es el ambiente benéfico en el que transcurre el análisis. Aún recuerdo algo que no creo haber leído en libros, pero que sí me dijeron psicoanalistas experimentados cuando recién me inicié: el trabajo en sesión es una permanente dialéctica identificación-desidentificación con el paciente, identificación para comprender y desidentificación también para comprender y poder interpretar. Green no desarrolla demasiado su concepto de pensamiento clínico pero sí como para saber que es un pensamiento específico de los psicoanalistas en sesión, Green no prosiguió suficientemente la idea como para desarrollar que si hay un pensamiento clínico tiene que haber otro pensamiento cuando no estamos en sesión, cuando escribimos, el Pensamiento constructor de teorías, el estabilizador de conocimientos, el pensamiento puesto en juego cuando Freud escribía “Lo Inconciente” o “El Yo y el Ello” que no era evidentemente igual al pensamiento puesto en juego para descubrir qué le pasaba a Dora o al Hombre de las Ratas. El que pongo en juego acá escribiendo sobre intersubjetividad y que no es el de la analista en juego en algunos historiales que he publicado. Este es el pensamiento teorético del “Proyecto” único lugar en el que Freud se ocupó del desarrollo cognitivo y de lo que sería la configuración o conformación del Preconciente. El pensamiento teorético es el pensamiento capaz de volver críticamente sobre sus fundamentos. Pero crítica no es siempre echar por borda los fundamentos porque, por ejemplo “son viejos” o “porque todo cambia”, crítica es también revisar y reconocer la validez de los fundamentos, si resisten a las anomalías presentadas, y defenderlos más allá de las modas. La física de las micropartículas nunca ha tirado por la borda a Newton, ha logrado construir más allá de Newton. Sin aprender Newton no hubiera logrado ensanchar el campo de la física. Es decir que en el pensamiento teórico también, como era de esperar, hay una implicación subjetiva y un sentimiento de deber para con la humanidad, que es la ética de la razón y la de la búsqueda de la verdad, tan vilipendiada por el pensamiento posmoderno. Aquí también hay un entramado intersubjetivo una relación con las generaciones que, indudablemente, pone en juego una pasión, quizás no distinta a la de todos los que han sentido que deben testimoniar verdades y no éxitos. Hay una notable diferencia entre ser testigo de las verdades y tener éxito.
Isabel Lucioni
Psicoanalista
ilucioni [at] fibertel.com.ar
Bibliografia
Aulagnier, Piera (1975) La Violencia de la interpretación Del pictograma al enunciado, Amorrortu, Buenos Aires, 1991.
Freud, Sigmund (1921): “Psicología de las masas y análisis del yo” en Obras Completas, Tomo XVIII, Amorrortu Editores, Buenos. Aires., 1979.
Freud, Sigmund (1929): “El malestar en la cultura”, en ibídem, Tomo XXI.
Green André: (2002). El pensamiento clínico, Amorrortu, Buenos Aires, 2010
Lucioni Isabel: “Hablarán las piedras”, Revista por Internet “Psyciencia”