Homosexualidad: ¿Perversión o Sexualidad Diferente? | Topía

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Homosexualidad: ¿Perversión o Sexualidad Diferente?

 

Desde la perspectiva clásica del psicoanálisis, el modo en que se resuelve el complejo de Edipo traerá consecuencias en la elección de objeto, como así también en la identidad sexual del sujeto. A fin de tener opiniones actuales del tema, Topía Revista consultó a los psicoanalistas Irene Meler, Benjamin Resnicoff y Sergio Rodriguez realizándoles las siguientes preguntas:
1° - ¿Cómo se fundamenta desde el campo de la teoría psicoanalítica, si la
homosexualidad es una perversión o una sexualidad diferente?.
2°- ¿Qué factores considera fundamentales para que un sujeto devenga
homosexual?
3°- ¿Cuales son los recorridos y diferencias en la homosexualidad femenina
y masculina.

 

Irene Meler
iremeler [at] fibertel.com.ar

1)¿Cómo se fundamentaría, en el campo de la teoría psicoanalítica, si la
homosexualidad es una perversión o una sexualidad diferente?
No acuerdo con la formulación de la pregunta. La alternativa no se plantea entre el diagnóstico de perversión y la categoría de “sexualidad diferente”. El interrogante que me resulta más adecuado se refiere a preguntar si la homosexualidad configura una estructura psicopatológica específica, y mi respuesta a esa pregunta es negativa. La elección homosexual de objeto se encuentra en sujetos neuróticos, psicóticos, perversos y caracteriales. Lo mismo sucede con la elección heterosexual.
Por supuesto que existen determinantes que permiten comprender ese desenlace subjetivo para cada caso, pero lo que no es posible es una unificación de los homosexuales en una categoría específica. El deseo homosexual subyace a muchos casos de psicosis, como Freud comprobó en su estudio sobre el caso Schreber. En estos casos, es verosímil vincular la elección homosexual con una retracción de las investiduras libidinales. Los traumas experimentados en las relaciones con los objetos de amor, favorecen dirigir el amor hacia el self, y el semejante del mismo sexo sería entonces, un doble narcisista. Habría que evaluar en qué medida el repudio social hacia la homosexualidad masculina, que comenzó en el Medioevo, contribuye a la génesis de los sentimientos de culpa y a la creación de formaciones delirantes. Es conocido que en muchos delirios paranoides el enfermo escucha voces que lo acusan de homosexual.
El diagnóstico de perversión no se obtiene a partir del tipo de elección de objeto, sino de la estrategia mental que el sujeto despliega en sus vínculos. Si encontramos fijeza, la sujeción de la excitación erótica a un guión inamovible, seducción del partenaire a través de satisfacer su deseo de forma mimética y con el fin de inducirlo a brindar un tipo de satisfacción específica y prefijada y la aparición de odio destructivo cuando esta condición no se cumple, podemos pensar que estamos ante una personalidad perversa. El semejante es desconocido en su alteridad e instrumentado de forma reificante. A esta altura de la descripción, queda claro que muchos homosexuales no se ajustan a la misma, ya que son capaces de mantener vínculos emocionales afectuosos, establecer lazos de solidaridad y experimentar empatía. En cambio, existen heterosexuales que presentan esta modalidad vincular, por ejemplo los que cometen estafas emocionales, los coleccionistas de aventuras eróticas, que suelen ser considerados como exponentes de la virilidad heterosexual convencional. Otros homosexuales son neuróticos y hoy existe cierto acuerdo acerca de que eso es de lo mejor que le puede ocurrir a un sujeto. Esto sucede debido a que se ha extendido un cierto escepticismo acerca del concepto de salud mental, que en la actualidad es más un ideal normativo que un estado comprobable.

2)¿Qué factores considera fundamentales para que un sujeto devenga homosexual?
Me resulta imposible establecer una enumeración exhaustiva. En algunos homosexuales varones he encontrado en sus historias de vida la presencia de una franca seducción por parte de la madre. Esta situación pudo promover que el apego no resignado hacia ella se retuviera bajo la forma de identificación. Si a esto se agrega el feroz amedrentamiento por parte del padre, que en ocasiones coincide con el primer factor, veremos que el futuro homosexual evita competir por las mujeres permitidas, ya que todas caen bajo el tabú.
Las mujeres son vividas en algunos casos como “contagiosas” y su contacto como potencialmente castrador. (Esta actitud es parte de la masculinidad convencional, tal como lo evidencian ciertas prácticas del estilo de la “concentración” de los jugadores de fútbol). La identificación aquí es hipermasculina y la feminidad resulta repudiada. Los partenaires preferidos deben conservar como condición erótica su aspecto y actitud masculina, ya que si se feminizan, son rechazados.
En otros casos, fue la temprana depresión producto de carencias en el vínculo con la madre, lo que puede considerarse un factor determinante. Una madre percibida como desapegada, rechazante y pseudohipersexual, favoreció una identificación femenina en su hijo. En realidad, se trataba de una identificación materna, y el deseo que estructuraba su proyecto de vida era ser madre para otros. La práctica de la “fellatio” se encuadraba dentro de ese imaginario.
En otro caso, la muerte prematura de la madre y la depresión de la figura de reemplazo, promovió una identificación melancólica con el objeto perdido, lo que sentó las bases para una identificación femenina en un paciente varón.

3)¿Cuáles son los recorridos y diferencias en la homosexualidad femenina
y masculina?
Son múltiples. Si partimos del carácter asimétrico de la crianza, que hasta ahora ha sido ejercida predominantemente por mujeres en lo que se refiere a los cuidados primarios, vemos que tanto los varones como las niñas aman en primera instancia a sus madres, (con la excepción de las modalidades de crianza postmoderna, donde el padre participa desde el comienzo de la vida). Las mujeres lesbianas continúan entonces con su intenso apego preedípico con respecto de la madre, y no logran instalar lo que Freud denominó el “cambio de objeto”, o sea el pasaje hacia preferir al padre, que configura el sustento evolutivo para la actitud heterosexual en la adolescencia y adultez.
En algunos casos la identificación con la madre resulta inaccesible, debido a que ésta es una figura muy idealizada, ya sea por su belleza, prestigio o saber, y a la vez fría y distante. Esta circunstancia puede coincidir con un padre o figura paterna que resulte amedrentador, terrorífico o repugnante, sin que sea posible determinar en qué medida esta percepción deriva del apego de la niña respecto de su madre o de características reales del padre o cuidador masculino.
Las experiencias de abuso sexual en la infancia, respecto de las cuales las niñas son sus víctimas principales, pueden fomentar una identificación masculina realizada con fines defensivos, algo así como una identificación con el agresor. La condición femenina es experimentada como peligrosa para la integridad del self, y por lo tanto rechazada. La corriente heterosexual queda así reprimida. Las circunstancias que favorecen este desenlace subjetivo en las mujeres son diversas, y encontramos mujeres lesbianas hiperfemeninas mientras que otras se masculinizan. Cuando existe una identificación masculina en una mujer, en general resulta de la implementación de una defensa, por que la feminidad es la posición primaria para las mujeres, mientras que en el caso de los varones homosexuales, se regresa en ocasiones hacia la identificación primaria, que para los varones es femenina.
En términos generales, me parece que es necesario estudiar caso por caso, y lo que dificulta esa tarea es que está vigente entre nosotros un imaginario colectivo que sanciona la elección homosexual como patológica y al mismo tiempo inmoral. Esta circunstancia favorece que los psicoanalistas sean vulnerables ante la homofobia, con el resultado desdichado de inducir a errores diagnósticos, como el que la pregunta inicial sugiere.
Es útil recordar que existen en todos nosotros corrientes psíquicas hetero y homosexuales y que lo que marca la diferencia es la hegemonía que adquieren una u otra. Esto deriva de la existencia de identificaciones cruzadas con los progenitores del sexo opuesto, identificaciones que a veces contribuyen a la construcción del carácter y que en otros casos, afectan la dirección del deseo. También es cierto que los conceptos de masculinidad y feminidad son pasibles de deconstrucción y que es posible establecer una diferencia entre sujetos del mismo sexo, que no por eso resultan idénticos. La versión de la resolución edípica como el proceso mediante el cual adquirimos la representación de la diferencia sexual y generacional, es aplicada en muchos casos con un criterio estrecho y normalizante. Un sujeto puede haber adquirido una representación de la diferencia y sin embargo, desear lo semejante. Este deseo no se construye forzosamente sobre la fusión regresiva o la indiscriminación, sino que existen diferencias intragénero que sustentan la atracción, y semejanzas que fundan el deseo, no sobre la base de la carencia, sino de la identificación. La elección objetal y la identificación se entremezclan más de lo que el ordenado modelo edípico supone, y muchas veces elegimos objeto sobre el modelo de lo que fuimos o deseamos haber sido, como ya lo demostró Freud en 1914.
Por último, las representaciones sociales hegemónicas y también tendencias imaginarias alternativas, ofrecen los modelos posibles de ser pensados para organizar el magma de nuestras pulsiones parciales en identificaciones y elecciones objetales. No es entonces sobre el sustrato de una pulsión concebida de forma ahistórica, donde encontraremos las claves para comprender la dirección del deseo erótico, sino que debemos articular la dimensión pulsional con el estudio del narcisismo y contextualizar a los sujetos en los regímenes representativos y valorativos de su tiempo y espacio cultural.

 

Benjamín Resnicoff
bresnicoff [at] velocom.com.ar

 

La convocatoria a revisar el tema homosexualidad es una iniciativa pertinente y oportuna, es una discusión que está instalada en la sociedad toda, los propios homosexuales la han promovido sintiéndose, tal vez con razón, descalificados en sus preferencias sexuales por parte de nuestra ideología teórica y por “nuestros buenos deseos de enderezarlos y volverlos al buen camino”; esto nos lleva, entre otras cosas, a la autocrítica y a detectar si hubiere prejuicios infiltrados en nuestro pensamiento.
El primer punto de la encuesta es si la homosexualidad se incluye en las perversiones sexuales. El uso de la palabra perversión en psiquiatría está cuestionado (J. Mc Dougall propuso reemplazarla por neosexualidades) no sólo por peyorativa, sino porque el terapeuta que la emplee corre el riesgo de sentirse inclinado a intentar cambiar la sexualidad “perversa” del paciente. Para la mayoría de los homosexuales (y neosexuales) sus prácticas eróticas y elección de objeto son egosintónicas y conforme a sus deseos. Algunos querrían cambiar, pero es asunto de su elección. Para los más, nuestra tarea es ayudarlos a convivir con su condición o a resolver conflictos alternativos. Intentar cambiarlos también podría poner en peligro el núcleo de su identidad.
Segunda consideración sobre la palabra perversión, próxima a su etimología: pervertir, verter, derramar, desviar, tomar un camino alternativo a partir de una corriente naturalmente predeterminada por la programación genética que podría desviarse de su cauce. Pero recordemos el gran descubrimiento freudiano: la sexualidad humana no es biológica, su curso no está pautado de antemano, el objeto sexual no está definido por la naturaleza, lo produce la biografía del sujeto, las vicisitudes de su Edipo, de sus traumas y heridas narcisísticas infantiles; la heterosexualidad no es un punto natural de llegada, es un resultado posible entre otros. Toda elección de objeto, homo u hetero es una sustitución de los objetos originales, prohibidos y es una elaboración posible de los conflictos infantiles, una forma de curarlos. Hay salidas más o menos sufridas, más o menos logradas, todos somos supervivientes del Edipo. La elección de objeto es una formación de compromiso entre el objeto del deseo inconsciente y la represión; ésta podría hacer que un sujeto elija a una mujer que no se parece a su madre aunque tenga rasgos que la representen; en su inconsciente es su madre, es una elección criptotransgresiva, intenta burlar la censura. Una represión más intensa podría impulsarlo e elegir un varón con rasgos de su madre; mecanismo posible en algún caso de homosexualidad; aunque en esta situación el paciente es en el fondo heterosexual, tendencia que reprimió para burlar la censura y evitar angustia de castración.
Examinemos ahora la categoría “perversión” en su uso canónico, es decir el tradicional: el que designa a sujetos con prácticas sexuales diferentes a la norma, para algunos, con las neurosis y psicosis las perversiones constituyen el triángulo de lo que se ha dado en denominar la clínica freudiana. Cada una de esas categorías se describen como estructuras bien diferenciadas (las formalizaciones rigurosas, la descripción de estructuras bien delineadas, aunque epistemológicamente interesantes, no siempre son convalidadas por los hechos). Las perversiones en ese contexto nombran no sólo a una práctica sexual sino también a una supuesta estructura psicopatológica que la sustenta. Freud describió al fetichismo (descripción que sería luego tomada como el caso ejemplar que permitiría explicar las estructuras perversas en general) como la presentificación del falo imaginario de la madre que da lugar al fantasma de la madre fálica; su función en el psiquismo del paciente consiste en renegar de la castración de la madre, es decir un intento mágico de anular las diferencias entre los sexos. Pero no siempre un síntoma “perverso” tiene ese diseño; un cortador de trenzas, por ejemplo, podría estar hablando (con su síntoma) de castración, pero también de conflictos con su hermanita de hermosos cabellos y su deseo de estar en su lugar.
No obstante, el fantasma madre fálica, que es una noción muy fecunda; también suele estar presente en el inconsciente de algunos hombres homosexuales y obviamente en los travestis. Qué es un travesti (que no siempre es homosexual) sino una mujer fálica... o una pareja combinada de la que el niño está excluido y que se exhibe delante de él... o una madre caricaturizada que el sujeto imita vengativamente... no acepta la diferencia de sexos.
También un travesti podría estar disfrazándose de la niña que deseó tener su madre.
La dificultad de aceptar la diferencia de sexos es uno de los traumas del desarrollo infantil; hay un duelo a elaborar por el sexo perdido; por no poder ser como ambos padres, por no poder poseerlos completamente a los dos, por no poder tener niños (caso varón). Por no ser completo.
Resumiendo, algunas posibles situaciones implicadas en la homosexualidad: el deseo de los padres por un niño del otro sexo (y haber sido criado como si lo fuese, identidad de género); una fuerte angustia de castración (en el niño); formas de resolver el duelo imposible por la anhelada bisexualidad perdida; una forma de caricaturizar a una madre odiada y descalificada con quien el sujeto se identifica (algún caso de varón afeminado). Esto no agota ni mucho menos todas las situaciones.
Los homosexuales tienen muy poco en común entre sí, sólo comparten la elección de objeto, son tan variados como el resto de las personas entre sí, los hay afeminados, los hay que se trasvisten, los hay promiscuos, hay quienes se exponen a situaciones límites y peligrosas (policía, sida), los hay bisexuales. Los hay maduros, logrados, exitosos, los hay psicóticos; los hay activos, pasivos. También sus prácticas sexuales al igual que las de los heterosexuales son variadas.
Es difícil sostener la existencia de estructuras homosexuales o perversas diferentes de las neuróticas o de describir situaciones edípicas típicas de estas personas.
La elección de objeto es siempre un trozo de lenguaje que relata la historia personal del sujeto como en el síntoma. Los síntomas neuróticos nos hablan de Edipo, castración, traumas infantiles; los síntomas “perversos” nos hablan de las mismas cosas; la diferencia está en la expresión manifiesta, son como dos idiomas que hablan de lo mismo; en el “perverso” el contenido manifiesto es la sexualidad perversa que encubre los conflictos infantiles y los traumas de la sexualidad infantil; en las neurosis, los síntomas manifiestos son de otra naturaleza a veces no sexuales, pero lo latente es igual. Lo mismo vale para los homosexuales.
Resumiendo: si la homo es una perversión o una sexualidad diferente: todos tenemos sexualidad diferente, la sexualidad humana es perversa, no es natural; todo objeto debe reunir alguna condición fetichista, en el sexo no hay normalidad, sólo particularidades. Si por perversión o sexualidad diferente significamos patología o no, la respuesta es del sujeto, su actividad es egosintónica. No le compete al terapeuta juzgarlo moral ni médicamente por sus preferencias sexuales. Excepciones: las conductas verdaderamente “perversas”, malvadas, violaciones, pedofilia, abusos para con los demás, es decir tema de código penal, incluido el acoso.

 

Sergio Rodríguez
srodriguez [at] icatel.net

 

Una cuestión metodológica
El psicoanálisis al escribir como efecto de su praxis de escucha, lectura, interpretación e intervención acerca de los sujetos, se topa con una paradoja que no debe ser perdida en ninguna circunstancia. Tampoco cuando se responde un cuestionario.
Dicha paradoja reconoce como vertientes, diversas variables que se entrecruzan cuando se pasa al acto de trasmisión (psicoanalítico, de escritura, o de enseñanza).
Una de esas variables es efecto de que el ordenamiento en comunidad de los sujetos, se realiza a través de discursos que trasmiten imágenes y significados que producen la apariencia de que la mayoría respondemos a modelos generales. Esa apariencia es tan pregnante, que la mayor parte del tiempo creemos que todo funciona así. De esa creencia no suelen escapar las ciencias y muchas corrientes del psicoanálisis, así como la mayoría de los integrantes de todas sus corrientes. Estoy hablando de la consecuencia de uno de los registros constituyentes del ser parlante, que Lacan discriminó y llamó Imaginario. Registro imprescindible para participar de los lazos sociales pero que genera desconocimientos, fascinaciones, identificaciones y agresividades. Son resultado de ese registro y de la necesidad de su soporte, todas las clasificaciones (con excepción tal vez, de la Biblioteca de Babel de Borges). No se excluyen de ese resultado los agrupamientos nosológicos que propone el psicoanálisis en cualquiera de sus escuelas. Ningún discurso psicoanalítico es capaz de no producir sentido y como consecuencia ideología. Las nosologías suelen estar imbuidas de alguna manera, del sentido común (sic) de cada época.
Otra vertiente de esta paradoja reside en que el psicoanálisis es tributario de que su práctica lo ha obligado a reconocer que no hay otro universal que la castración, o sea un conjunto vacío. El acto del psicoanalista toma eficacia de soportar la singularidad del que lo lleva a cabo (el psicoanalista a través de su discurso) y de la singularidad de lo que queda bajo los efectos del mismo –las enunciaciones que perforan los enunciados del analizante– (comúnmente llamado paciente). De alguna manera, se podría decir que el psicoanalista trabaja con singulares que son causados por un universal vacío, pero que no deja de tener sus singularidades para cada uno. Desde aquí, respondo la primer pregunta.

Ubicación y fundamentación sobre la homosexualidad
La palabra perversión, en el uso psicoanalítico, no deja de tener su dignidad significante. En consecuencia hay que observar en qué contexto es utilizada, para determinar sus efectos de sentido. Cuando en Tres ensayos... Freud se refiere al infans como perverso polimorfo no está estableciendo una categoría psicopatológica, ni mucho menos moral. Se está refiriendo a un destino del instinto en su viraje a la pulsión, como efecto de la erogeinización proveniente del campo del Otro. Algo similar hay que entender cuando habla de perversión en referencia a los homosexuales. Con ese significante se refiere a lo que les acontece en su identidad sexual, como posición diferente a la media de los poseedores de un mismo órgano sexual. Además no debemos olvidar, que lo refería a un tipo particular de homosexuales que se caracterizan por el horror al genital femenino. Hay muchos otros tipos de homosexualidad en los que ese horror no se haya presente con igual dimensión (heterosexuales que dan el salto, bisexuales, homosexuales temporarios, etc.). También sabemos que, inconscientemente, se haya presente con diferentes repercusiones y modalidades de resolución en todos los heterosexuales. En consecuencia, y para evitar confusiones moralizantes, prefiero hablar de destinos de la sexualidad. Y siguiendo a los planteos de Lacan en Encore... preguntarme sobre qué relación tiene el sujeto que está transcurriendo un análisis (sea anatómicamente hombre o mujer) con el lado macho o el lado hembra de la sexuación.

Perversiones
Para las perversiones, me pregunto qué relación tienen con la identificación o no a alguna de las excepciones: 1)Madre fálica (cuando las cosas andan bien temporariamente cualquier madre, pero no sólo ellas. En este no sólo ellas, está una de las formas de las perversiones). 2)Padre de la horda. Estas dos posiciones reniegan (en la traducción de Etcheverry: desmienten) la castración que introduce para el lenguaje y en consecuencia para todo sujeto, lo real, como aquello que siempre resta por fuera del saber. Quienes se identifican a alguna de estas dos posiciones (con excepción del resultado temporario en toda madre, por una parte en función de su fantasma, y por otra, debido a tener que lidiar con el nada sabe, nada puede, de los recién nacidos) quedan ligados a identificarse con un poder desde el que se apoderan del deseo de los partenaires, de su voluntad de goce.
Nueve Reinas, una excelente película argentina (¡al fin!) presenta claramente al perverso (Marcos) como, en el momento en que cree tener todo el poder sobre su víctima, actúa para someterlo absolutamente a su voluntad sin ningún tipo de escrúpulo ni culpa. También muestra que el perverso no siempre gana, contrariamente a lo que el neurótico suele suponer. El perverso lo es, porque lleva sistemáticamente al acto de dominio absoluto sobre el deseo y la voluntad de goce del otro, lo que para el neurótico no sale del terreno de la fantasía con excepción de algún acto sintomático.

Vertientes de la homosexualidad masculina
La vertiente más generalizada de la homosexualidad masculina, es la tributaria del dominio de la madre sobre el padre, que suele conllevar el funcionamiento del niño como posesión fálica de aquella, más allá del tiempo de la castración (el padre no funcionó como privador). Otra, resulta de un padre que con relación a ese niño ha funcionado como lo metaforizó Freud con el padre de la horda, feminizándolo, sin que la madre haya podido limitar dicha arbitrariedad del macho mayor (o sea, suele ser el resultado de alguna forma de perversión en alguno de los padres o en ambos). Otra vía suele ser la no-resolución del complejo de Edipo negativo, lo que deja al sujeto fijado a un amor erotizado al padre, que pasa a ser actuado por transferencia con subrogados homosexuales. Demás está decir que estas causas pueden converger sobredeterminando, y que mucho depende también de la respuesta del sujeto infantil a lo que le viene del Otro. Nadie es inocente de su destino y todos tenemos nuestra responsabilidad en su forjamiento. Todas estas variantes, suponen alguna forma de renegación de la diferencia que produce la posesión de diversos órganos genitales, o sea de renegación de lo que los psicoanalistas llamamos la castración.

Sobre la homosexualidad femenina
En la homosexualidad femenina suelen converger el desafío al padre como consecuencia de haberse sentido rechazada por él (prototípicamente Un caso de homosexualidad femenina descrito por Freud) y un duelo retenido por la pérdida del amor de la madre. Al igual que en la homosexualidad masculina, también suelen aparecer prácticas homosexuales en sujetos que han quedado fijados en posiciones previas a la castración y en los que esas prácticas no son el resultado de cómo resolvieron su posición ante la misma, sino de una indiscriminación sexual proveniente del anclaje a dichas fijaciones.
En muchas de ellas la renegación de la castración funciona más por cómo se metaforizan como sujetos, que porque ignoren el valor del pene como órgano en sus prácticas sexuales. Declaran añorarlo, buscan sustituirlo (haciendo uso de consoladores). La problemática está mucho más centrada en la denuncia del desfallecimiento fálico de los hombres y en la búsqueda de ser amadas como mujeres.

 

Producción: Alfredo Caiero y Susana Toporosi
 

 
Articulo publicado en
Mayo / 2001