La masa es una gran boca abierta en la que entran moscas y se atragantan líderes. Tiene dos dientes cilíndricos y macizos arriba. Dos simétricos abajo. Pero a diferencia del hipopótamo, no es vegetariana. Gusta de la carne humana. Pero si le tiran galletitas, “hace fiestas”. A veces -se suicida.
Giorsé Nabosky
El psicoanálisis, como cualquier otro discurso, en razón de no poder no tener efectos imaginarios, no puede no producir ideología. La que resulta, no es del psicoanálisis sino del psicoanalista. Cada cual propone su utopía. Mi “utopina” -tal como llamó a la suya el lapsus de un analizante, consiste en procurar que no se resignen, los habitantes del infierno cotidiano. Me conformo, con no resignarme.
Sergio Rodríguez
1) Empezaré por los mejores. Según lo declarado repetidamente por Emilio Rodrigué, salvaron a Freud y al psicoanálisis de desaparecer de nuestro país. Lo que es cierto, si se advierte que comienza a implantarse su reconocimiento en 1964 a través de la famosa conferencia de Oscar Masotta en el “Di Tella”, cuando ya hacía 5 años que una fuerte crisis afectaba a la APA, por entonces, única institución psicoanalítica en nuestros lares. Crisis de la que esta intentó hacerse cargo en el Symposium de 1959 sobre “Las relaciones entre analistas”. Y que finalmente desembocó en la ruptura de 1971, mucho más importante que lo que conserva el recuerdo social, ya que arrastró a varios de sus principales Didactas y abrió las puertas a que se fundara el Centro de Docencia e Investigación de la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental, que en 1976 (cuando contaba con 1.100 componentes) tuvo que disolverse bajo la amenaza mortífera de la dictadura y su política de desaparición de personas. La conciencia de la mayoría de los protagonistas de aquella ruptura la recuerdan como efecto de la politización revolucionaria de sus actores -absolutamente evidente- y que acompañaba al ascenso de la efervescencia social de esos años. Pero colijo que también se debió, al malestar, que tanto en la enseñanza como en la conducción de la mayoría de los análisis producía la hegemonía de un kleinismo simplificado para su vulgarización, por el estilo de su propia creadora y por la transmisión en caricatura hecha por algunos epígonos. Fenómeno que suele ocurrir con los grandes maestros (y del que Lacan no se salvó -todo lo contrario) por efecto de la necesariedad de lo imaginario, para anudar los tres registros: real, simbólico e imaginario, cuando se trata de escribir imaginariamente lo simbólico. Es así, que ni bien comenzada la enseñanza en el CDI -de las tres principales cátedras de psicoanálisis- Rafael Paz, Hugo Bleichmar y Santiago Dubcovsky, en las dos primeras se enseñaban postulados claves del Lacan que se iba conociendo en Buenos Aires (Estadío del Espejo, tiempos del Edipo). También Willy Baranger y Martinez Luque, enseñaban Lacan en APA. A la vez un grupo de lacanianos decididos, pero poco numeroso, aunque no por eso poco importante, llevaba a cabo en aquella institución, su enseñanza específica (de los que recuerdo: Nepomiachi, Sawicke, Cosentino, Maeso, Vegh, Domb)
2) La irrupción militar desperdigó ese proyecto. No obstante, una parte fue continuada en la Asociación de Psicólogos bajo la presidencia de nuestra querida Beatriz Perossio. Ahí prosiguió con orientación parecida a la anterior, la enseñanza de Rafael Paz dictando un seminario para docentes, y un grupo de lacanianos coordinado por Guido Narvaez, del que, entre otros, participábamos Verónica Cohen (actual AE de la Escuela Freudiana de la Argentina) Florencia Martinez Parera (hoy, miembro de Propuesta Sur) Adrián Scheinkestel (en la actualidad participante de la EOL) y yo. Grupo que continuó sus clases cuando muchos se borraron tras el asesinato de los Padres Palotinos y una seria de pasadas intimidantes de Falcons verdes que tiraron bombas de estruendo en las cercanías de la APBA, ubicada por entonces, en Juncal y Pueyrredón. Mientras, se afirmaba la primigenia Escuela Freudiana de Buenos Aires como efecto de la multiplicación geométrica de la cultura lacaniana implantada por Masotta a través de sus grupos de estudio y Roberto Harari fundaba Mayeutica en 1977. Como se ve, dicho desenvolvimiento no fue efecto de los militares, sino que más bien se produjo a pesar de ellos. No olvidemos el allanamiento violento y la detención en su consultorio de Hector Yankelevich, mientras enseñaba Althousser, Freud y Lacan (en la época de las “Tres A”). El desarrollo entonces, fue efecto de que las propuestas del maestro francés servían mejor a las finalidades del psicoanálisis, que el imaginario que encerraba a la APA en lo que ellos mismos llamaron, en las conclusiones del symposium nombrado anteriormente, Psicoanálisis Escuela Argentina. Lectura dominada por los clichés de un Kleinismo entontecido, que sabía antes de que el paciente hablara. En el que el psicoanalista ya sabía que todo era en el aquí, ahora y conmigo, que si se hablaba de cosas que no fueran íntimas, se estaba tratando de huir de la realidad, que había que deprimirse los fines de semana y en las vacaciones obligatorias de febrero, que no había dificultades económicas, sino de transferencia, que si no se aceptaba 3 o 4 sesiones semanales, era por que se resistía al análisis, y de tal manera que el fulano resultaba inanalizable. Así podría seguir con una larga lista de tonterías reinantes en el imaginario psicoanalítico porteño de las décadas previas a los 70.
3) La llegada de Lacan a nuestras costas, significó en primer lugar, la recuperación de las formaciones del Inconsciente como la palanca de Arquímedes para la conducción de la cura, a través de la formalización del descubrimiento freudiano de la función de la multivocidad de la palabra como asiento para síntomas, sueños, neurosis. Formalización especificada en la definición lacaniana y por lo tanto para la praxis del Inconsciente y no para la lingüística, del significante como lo que representa a un sujeto (se entiende que del Inconsciente) para otro significante y de la letra como lo que teniendo función de constituir significante, opera como litoral entre lo real (lo fuera de sentido) y lo simbólico, con potencialidad sobre lo no sabido de producir virajes a nuevos saberes. 3.1) Barrió con lo de comprender al paciente por empatía. O sea: con creer que -“a ud. le pasa, lo mismo que a mí”, que arrasaba con la singularidad del consultante y centraba la “terapia” en el yo del analista. Dicha barrida, llevó a este a renunciar a la arbitrariedad en la interpretación y a guiarse por las leyes del lenguaje. 3.2) Reordenó freudianamente la concepción de la transferencia, al definirla como “la puesta en acto de la realidad sexual del Inconsciente” y al plantear al analista como “semblant” “careteo” de objeto y no como objeto. De lo que resulta (entre otras cosas) que nos leamos en la transferencia de nuestros analizantes como simples restos diurnos de sus sueños y no como protagonistas de una epopeya inexistente y que en todo caso no es nuestra. La interpretación transferencial se torna entonces, como cualquier otra, puntual. No rutinaria y por lo tanto ineficaz (en el mejor de los casos) o fuente de agresividad o de enamoramiento/hipnosis (en los peores). 3.3) Restituyó la lectura del narcisismo como una de las fuentes de resistencia al Inconsciente a través de la función de desconocimiento del yo y de resistencia del sentido (significado). 3.4) Reubicó al analista en su responsabilidad, al afirmar (tal vez un poco petardista y exageradamente) que la única resistencia es la resistencia del analista. 3.5) Sacó a los psicoanalistas que atendieron sus enseñanzas y tensaron su arte, de la ritualización obsesiva, al formular los tres tiempos del tiempo lógico (instante de ver, tiempo de comprender, momento de concluir) que hace depender el final de las sesiones de la producción del Inconsciente y no de las manecillas del reloj. 3.6) Repuso en su lugar la función del deseo, dejada de lado por un psicoanálisis que se había centrado en la interpretación (?) de las defensas, las resistencias, las ansiedades, la descripción de las fantasías, vía por la que desembocaba en racionalizaciones e intentos de adaptación (?). Develó, a la realidad, como un sueño más. 3.7) A la vez que sostuvo freudiana y firmemente la función ordenadora falo-castración, repuso en su lugar a las pulsiones, al formalizar al objeto nominado a, en sus tres funciones: causa del deseo (por vía de la ausencia) como ya lo había planteado Freud en el Proyecto... y en la Negación, vestidura de la falta de objeto en la fantasía no reconocida (fantasma) y goce en lo real del cuerpo (particularmente sus agujeros). 3.8) Lo que lo llevó a reconocer en la pulsión de muerte (como empuje a la separación) la fuente de vida y por lo tanto al monismo pulsional (de muerte) como origen fundamental de las paradojas del ser parlante. 3.9) Al reconocer en las posiciones de Jones y M. Klein la punta de verdad que sostenían sobre la sexualidad femenina pudo, a la vez que no perder la brújula freudiana del ordenamiento falo-castración, reconocer el deseo en las mujeres de acceder a la femineidad. Esto sacó a dichos análisis, de la captura imaginaria en la envidia fálica y facilitó que de a una, hagan la elaboración del difícil camino de su vacío femenino, que causa no solamente deseo de hijo. 3.8) Al reconocer en el goce, otra de las fuentes de resistencia al deseo, que Freud discriminó en la resistencia del Ello y del Superyo, y que dicho goce se puede alojar en el parloteo de la palabra vacía, encontró en el corte de las sesiones contra aquel, y siempre que la transferencia presente las condiciones de posibilidad, una buena herramienta para el relanzamiento del deseo y del análisis. Anuladora de racionalizaciones pajeras, o sea “del goce del significante”. 3.10) Al plantear la función del analista como de “semblant”,” careteo” del objeto e ilustrararla en la “Tercera de Roma” con la del payaso, nos facilitó salir de la uniformización doctoral y obsesiva que la IPA le imprime a sus productos. El payaso no hace cualquier cosa, sino aquello que despierta lo que según la ética circense, debe ser despertado en el público para que se torne efectivamente participante. Y para eso es capaz de hacer “facha” de cualquiera de las diversas artes que en el circo se ponen en acto. Entonces, para trabajar según la ética del psicoanálisis, nos enseñó a aparentar ser adecuadamente payasos, para activar el “circo de la vida”.
4) Pongo como punto aparte su aporte al tratamiento de la psicosis por la importancia que tiene. Dicho brevemente. Fue en dos tiempos, como efecto de no ir más allá de lo que el estado de su elaboración le permitía. En el primero -Seminario III -de “La Psicosis” y “Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”- sobre la base de una rigurosa disección de la diferencia estructural que produce, que en vez de estructurar la represión o la renegación, lo haga la forclusión del Nombre-del Padre, advierte sobre lo iatrogénico de analizar con las técnicas habituales a los prepsicóticos y a los psicóticos desencadenados. Punto clave, pues la teorización de los núcleos psicóticos y de la táctica de impulsar la regresión hasta los mismos para conducir un posterior proceso reconstructivo de la personalidad, hacía estragos en ese tipo de pacientes, cuando caían bajo atención de analistas que manipulaban dicha estrategia. Lacan prefirió el camino de Winnicott, que los entendía como “pacientes que exigen cuidados”. Segundo tiempo: particularmente a partir de 1975 en su seminario del “Sinthôme” cuando descubre como, a Joyce, dos de sus mujeres, su obra literaria y el reconocimiento académico y cultural que le trajo, le habían permitido sostenerse en el vínculo social sin que se le desencadene una psicosis de cuya presencia larvada, subclínica, había indicios seguros. Eso lo lleva a presentar, a través de su topología nodal, una teorización sobre las posibilidades de tratamiento que muestra con el cuarto nudo. Consiste en buscar como, desde el déficit de estructura que el psicótico tiene y atendiendo a sus deseos, se exploran caminos que sin forzarlo a hacerse cargo de aquello que para él resulta imposible y en cambio estimulándolo en lo que de su deseo le resulta posible, facilitarle que se instale en posiciones de goce que no lo expulsen del discurso, del lazo social y que soporten su relación con el deseo. De este final de ruta, a través de la topología de los cuatro nudos, aportó una mostración de la articulación entre los tres registros: real, simbólico e imaginario, el lugar del objeto a y la tensión y fraccionamiento del sujeto entre aquellos, en su relación con deseos y goces. Dicha mostración facilita la artesanía del psicoanalista también con las neurosis, de manera de llevar lo más posible, o sea, hasta lo imposible, la confrontación del sujeto con su real sin quedar por fuera de discurso.
5) En lo que hace a la formación de los analistas, para su reconocimiento por parte de la institución y para su nominación como sujeto que en su análisis ha pasado de analizante a analista, reformuló y subvirtió los cánones tradicionales, poniendo los caballos delante del carro. Centró cualquiera de estos movimientos en la operación de retrosignificación y no en las provenencias de diván. Pasando las “pruebas de formación suficiente” y/o, el análisis de los testimonios que los demandantes dieran de su pasaje por los divanes. No obstante su formulación, comprensible en su contexto histórico, de que: “un analista no se autoriza más que de si mismo”, llevó agua al molino de inicios irresponsables, sin el análisis previo necesario, de lo que el propio Miller es un ejemplo vivo. Ciertamente un par de meses después, agregó “y de algunos otros”, lo que no arregló demasiado. Incluso acá en la Argentina, Masotta lo entendió como que “un analista sólo se debe a si mismo” de tal manera que, al empeorar la enunciación, se facilitó una interpretación megalómana y de encierro narcisistico del analista. Evidente en el porte cínico, “pillado”, y descalificador de aquellos que “se la creen”. Sostengo en cambio, que si leemos lo que dice a la letra, podemos captar una gran verdad. Reside en que no hay autorización institucional que haga trabajar bien, si el Inconsciente implicado (produciendo entre analizante y analista) no interpreta que este desde su función, interviene causado por el deseo que lo define (otro de los conceptos claves despejados por Lacan y de efecto muy positivo para la construcción de la posición de este).
6) Su concepción sobre la institución psicoanalítica sufrió diferentes peripecias según los avatares de la política en el movimiento psicoanalítico francés y en la IPA. Pero como inventos, además de los jurados de pase, promovió el de los cárteles como organismos de base que agruparan a no menos de tres y no más de cuatro analistas que podían requerir la colaboración deconstituyente, descongelante, de un más uno, cuando las discusiones se cristalizaran imaginariamente. Su misión era investigar, elaborar problemáticas psicoanalíticas, y su obligación -exponer públicamente el estado de dichos trabajos, incluidas las diferencias surgidas. No podían subsistir más de dos años, a los efectos de impedir su burocratización por vía del amiguismo o la formación reactiva. Pero a mi modo de ver las cosas, su aporte más importante fue la disolución de la Escuela Freudiana de París en enero de 1980. Ella hizo presente una vez más que su afirmación de que “entre los psicoanalistas y el psicoanálisis él elegía por el psicoanálisis” no era una balandronada sin consecuencias. Y que esa afirmación alude a un hecho de estructura más de una vez advertido por Freud con otras palabras y residente en que por la propia constitución de la subjetividad (anudada por lo imaginario) el psicoanálisis se sostiene contra las resistencias de los mismos psicoanalistas. Por lo tanto los psicoanalistas obligados éticamente a agruparse en instituciones que promuevan e investiguen al psicoanálisis, no deben anclarse a ellas, por la pasión narcisista de pertenecer. Afirmó así que disolvía para que el espíritu de grupo (de masas) no se sobrepusiera al discurso, o sea a los efectos de giros, que la castración produce en este. El rumor echado a correr por delfines defraudados, de que ella fue un hecho de Miller y no de un Lacan, afectado hacía unos años por la arterioesclerosis, no dice nada, pues no invalida la correspondencia estructural de la disolución con la teorización y la praxis del Maestro. La lamentable anulación obsesiva en que cae Lacan cuando al poco tiempo convoca “a sus más de mil” (¿ más de miller?) a seguirlo en la “Causa Freudiana”, nueva institución servida al yerno, tampoco. Lo único que hizo fue recordarnos que hasta su fin, fue tan humano (o sea de humus -barro) como cualquiera, cosa que muchos discípulos prefieren renegar (desmentir). No obstante, el efecto fue la actual fragmentación del movimiento lacaniano, intelectual y prácticamente mucho más productiva que la paquidermización unitaria de la IPA y sus regionales, en las que, fuerza es decirlo no crece más el pasto, salvo honrosas excepciones.
7) Lacan nunca fue político. Preguntado, declaró no ser de izquierdas. Jamás se declaró de derecha, a la que sí criticó acerbamente por ejemplo, en su seminario sobre La Ética del Psicoanálisis. En carta a Winnicott declaró su pesar y su orgullo porque su hijastra Laurence Bataille padeciera persecución política debido a su participación en la lucha contra el colonialismo francés en Argelia. 7.1) Tuvo ilusiones limitadas en la Revolución Cultural China como lo testimonia el siguiente pasaje de su seminario “El Reverso del Psicoanálisis”: “En esto no voy a aventurarme, iré con prudencia, pero hay algo que me sorprende, por su énfasis, en la temática que se denomina maoísta - es su referencia al saber del manual. No pretendo en absoluto tener sobre esto una visión suficiente, pero hago tan sólo una observación que me ha llamado la atención. Esta vuelta a acentuar el saber del explotado me parece que está motivada muy de fondo en la estructura. La cuestión es saber si no se trata sólo de un sueño. En un mundo donde ha surgido de una manera que existe, que es una presencia en el mundo, no ya del pensamiento de la ciencia sino de la ciencia de alguna manera objetivada, quiero decir de cosas forjadas enteramente por la ciencia, simplemente esos trastitos, aparatitos y demás, que ocupan hoy el mismo espacio que nosotros, en un mundo donde ha ocurrido esta emergencia, ¿puede pesar todavía lo bastante el saber hacer de manual como para ser un factor subversivo? Así es como se plantea la pregunta para mi”. El desarrollo del capitalismo salvaje en los días que corren en la China continental, bajo la dictadura de la burocracia comunista, lamentablemente le ha respondido que no. 7.2) Retomó el concepto marxista de plusvalía e importándolo a su formalización del plus de goce indicó su centralidad para el funcionamiento del deseo y del goce y para la falla que mantiene los giros de los lazos sociales tramitados en discursos, o sea para el movimiento de la subjetividad. 7.3.) Captó por otra camino la irrecusabilidad del “eterno retorno” y caricaturizó a las revoluciones como “vueltas de 360º”. 7.4.) Por eso también, hizo equivaler a la histérica con la clase obrera en tanto obligadas por la estructura, cuando agencian el discurso, demandan y hacen producir algún saber a los amos. 7.5.) Llamó al marxismo nuevo evangelio, por sus ilusiones políticas de que la clase obrera alcance el paraíso con las manos e insistió en que no tenemos otro futuro que lidiar con el infierno en la tierra. 7.6.) Lo que no es pesimismo, sino realismo. O sea reconocimiento de la imposible eliminación de lo real y de su función de colocarse en cruz para dificultar que las cosas funcionen. Por lo tanto, en lugar de promover un mensaje de resignación, despierta al hecho de que quedarse dormido ante lo real significa pagar el precio de la hipnosis, de servir como autómata al goce del amo. 7.7.) En consecuencia, algunos que ya en los finales de los 60, inicio de los 70, habíamos quebrado nuestras esperanzas en las diversas variantes de socialismos y de populismos, cuyo fracaso la experiencia social evidenciaba, encontramos nuevas luces para conjeturar e intervenir sobre los movimientos sociales, la política y su praxis.
Los malos.
1) Los efectos de su obstinación en una retórica soberbia (en varios sentidos), barroca y con matices surrealistas, “contagió” a través de su letra a aquellos lectores que hicieron de ese rasgo causa identificatoria para su goce. Contagio que en muchos respondía más a la necesidad de repetir cuasi de memoria, lo que no alcanzaban a entender pero que se les evidenciaba con una enorme fuerza de verdad. Aunque como toda verdad, a medias. Mitad que se velaba o se vela en los que aún recitan, con reverencias de templo. Lacan dijo alguna vez que mejor que no lo entendieran porque así tendrían que explicarlo. También enunció que aspiraba a que por lo menos por diez años no transformaran su teoría en manual. No hay más que tratar de calmar la sed en algunos manantiales, o que ir a alguna cátedra universitaria de un poderoso psicopatólogo para comprobar que aquel deseo no se le cumplió. Nada protege al significante de su vertiente de sentido, de convertirse en signo. Sólo lo real con sus improntus, abre alguna esperanza paradojal contra el amortajamiento del tesoro de significantes que los Maestros dejaron. Mientras, a más de un lacanólogo, el cripticismo del maestro y la vieja treta de esconder las referencias, le ha servido para llenar la bolsa. Dicha retórica, aquí en la Argentina, contribuyó a rechazar a enormes clínicos psicoanalíticos exasperados con la soberbia napoleónica de cierto tipo de trasmisores. Lo que facilitó que la enseñanza de Lacan entrara a través de mejores o peores filósofos, lingüistas, literatos y otros, sin experiencia de diván en carne propia y sin responsabilidades en la conducción de análisis. Ese made in, le dió un tinte doctrinario y muchas veces arbitrario a dicha enseñanza. Así en lugar de los inútiles clichés kleinianos, aparecieron en muchos consultorios caprichosos juegos de palabras, puro goce del significante -en esas ocasiones- de parte de los supuestos analistas, e inadecuadas abstinencias ante la función de la transferencia.
2) Su narcisismo no logró evitar la tentación de manejar a su movimiento autocráticamente, proponiendo una mala imago a la identificación de los sargentos. Debo conceder que se manejó en una historia difícil, donde la mediocridad no lo entendía y lo rechazaba por analfabetismo o lo seguía por la misma razón. Sus pares en otras disciplinas no alcanzaron a valorar el giro que en la ruta de Freud, sus propuestas significan para la Cultura, en particular la occidental. La mayoría de los grandes clínicos se le alejaban ante el maltrato provocador de la joven guardia milleriana, imprescindible (dicha joven guardia, no el maltrato) en función de la brillante producción lógica que le aportaban. El sentimiento de soledad lo abrumó, cosa evidente particularmente en muchos decires en sus seminarios. Optó por perder a los viejos clínicos que se dejaban estar teóricamente, en vez de usar el poder de su transferencia para mediar. Apretado por las deserciones, evidentemente decidió tomar a su cargo, casi sólo, la transmisión vía diván, inflando su consultorio a la cifra imposible de analizar de 500 pacientes. Ahí, post 1967, las sesiones ultrabreves toman el lugar de las de tiempo lógico. Lo que en mi opinión dejó dos desgraciados efectos. 2.1) Una imago, para la identificación de la masa que hizo y hace estragos en sectores del lacanismo, con la burocratización de las sesiones ultrabreves. 2.2) Una pléyade de curas de transferencia, desmoronadas no mucho tiempo después de su muerte empujando a reanálisis, o peor aún, muchos fracasos que andan dando vueltas por ahí, con aires de lacanes -petit mâitres- tasmitiendo la media mentira del Maestro que ya no puede hablar ni escribir.
3) No puso en cuestión la tradición médica de presentación de enfermos, imprescindible para una clínica centrada en la mirada, el tacto y la percusión, innecesaria para una praxis como la psicoanalítica, basada en la escucha, la lectura y la conjetura. Fue así que sus agudas, respetuosas en el hecho, pero no por eso menos espectaculares presentaciones de enfermos en Saint Anne, dejaron una marca que algunos recogieron sin cuestionamientos u otros tratando de “teorizar” la función del público como tercero, como benéfica para el tratamiento de la psicosis (?). Relato una anécdota. Cuando dirigía Psyche le hago un reportaje a uno de los lacanianos franceses más sólidos -lo digo sin ningún matiz de sorna- y le pregunto sobre el tema. Me da la explicación antes mencionada sobre la función del público. Entonces le digo: -ah! ¿Entonces seguramente ud. llevará a sus pacientes privados a presentaciones públicas?. Me contesta sorprendido y airadamente: -mais no...! . -¿Y... por que?. El tartamudeo y la mirada de quien se encuentra con un marciano, fue toda la respuesta. En mi opinión, quienes cultivan la presentación de enfermos, lo hacen solamente por identificación a un rasgo del Maestro, sin preguntarse en profundidad sobre si tiene el valor suficiente, como para justificar la violación del secreto profesional y la obscenidad a que se expone al afectado.
Dicho todo esto, no me parece superfluo (tomando la sugerencia de un amigo -Ignacio Lewcovickz) conjeturar los efectos concernientes al psicoanálisis francés, de la fuerte implantación en la Argentina de la enseñanza de Lacan. No me refiero al arraigo y la participación de excelentes psicoanalistas argentinos en diversos lugares de Francia, EE.UU., América Latina y otros países de Europa, especialmente España. Me refiero al deseo ardoroso que manifiestan por venir a hablar a nuestra tierra muchos colegas franceses. ¿Serán solamente intereses económicos?. Muchos vienen sin cobrar, otros apenas el viaje y la estadía. ¿Sólo lo harán por ver la fascinación de multitudes que en su país pocas veces o nunca encuentran?. A algunos puede serles necesario tanto trajín por un espejo facetado. Pero me inclino más a creer que a la mayoría les ocurre, lo que algunos de ellos en conversaciones personales declaran. Encuentran aquí interlocutores con un estilo distinto al de su terruño, que despiertan problemáticas que en la rutina francesa no aparecen. Lo mismo nos pasa a los argentinos cuando hablamos en otras latitudes. Lo que confirma el efecto benéfico de no mantenerse atado a provincialismos y por el contrario, propulsar el intercambio de elaboraciones, entre norte, sur, este y oeste.
Sergio Rodríguez
Psicoanalista