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El hombre real y concreto: el jugar, objeto, cuerpo y proyecto identificatorio

 

Introducción

Nunca he sido partidario del eclecticismo ni lo seré jamás. Creo firmemente en que las distintas posiciones, planteamientos y procederes que adopta un buen profesional deben tener congruencia epistemológica entre sí. Por eso, a la vez, me regocijo cuando descubro precisamente posiciones y planteamientos que se pueden integrar unos a otros en algunos terrenos porque, en el fondo, esas posiciones son hermanas desde el punto de vista epistemológico y de sus descubrimientos.

Quiero “ir directamente al grano”. Dentro de lo que acabo de expresar, pretendo escribir, principalmente, sobre los terrenos del cuerpo, el objeto, el jugar y el proyecto identificatorio, involucrando las posiciones y planteamientos de Donald Woods Winnicott, Lev Semiónovich Vygotski, Francoise Dolto, Esteban Levin, Piera Aulagnier y Georges Politzer. Comenzaré, sin más, esta travesía.

Nunca he sido partidario del eclecticismo ni lo seré jamás. Creo firmemente en que las distintas posiciones, planteamientos y procederes que adopta un buen profesional deben tener congruencia epistemológica entre sí

 

El jugar, objeto, cuerpo y proyecto identificatorio

En la psicología histórico – cultural de Vygotsky se concibe a la actividad como:

“un sistema dinámico de interrelaciones del individuo con el mundo que originan tanto procesos de generación, funcionamiento y estructuración de los procesos psíquicos individuales del ser humano, como también los procesos de objetivación y creación cultural permitiendo, de esta manera, una perspectiva del desarrollo histórico de la psiquis humana” (1)

El hombre es productor de sus herramientas, de sus medios de subsistencia, de su cultura, de sí mismo. Aunque aún de manera enajenada, el hombre produce su propia historia y en el transcurso de ella produce su propia psiquis

 El hombre es productor de sus herramientas, de sus medios de subsistencia, de su cultura, de sí mismo. Aunque aún de manera enajenada, el hombre produce su propia historia y en el transcurso de ella produce su propia psiquis.

Para Georges Politzer, el psicoanálisis se ocupa de los hechos en función del sujeto, a través de la interpretación se alcanza al sujeto concreto de la vida individual. El psicoanálisis da cuenta de la vida singular del sujeto deseante en su devenir histórico (Politzer, 1969). El psicoanálisis da cuenta del acto del sujeto concreto, de su drama, de su actividad histórica, puesto que, el sujeto deseante, aunque aún de manera enajenada, produce su propio drama, su propia historia, sus propios hechos psíquicos, se produce a sí mismo. Aquí encontramos ya de pasada una primera concordancia entre autores que no se conocieron: Georges Politzer y Piera Aulagnier. Ésta última también expresa este mismo autoconstruccionismo – construccionismo; una clara muestra de esto se puede apreciar en su noción de “proyecto identificatorio” pues este hace alusión a “el autoconstrucción continuo del yo por el yo, necesaria para que esta instancia pueda proyectarse en un movimiento temporal, proyección de la que depende la propia existencia del yo.” (2) Sobre este importante punto y su relación con Winnicott y Vygotsky volveré, por su complejidad, hacia los últimos desarrollos de este escrito.

 Karl Marx expresaba que el hombre produce, aún de manera enajenada, sus propios objetos, su propio mundo, se produce a sí mismo, y también su propia enajenación (Marx, 1846 / 1958), es decir, el estar precisamente sujeto al dominio de aquello que es producto de sí mismo: el mercado, el inconsciente, etc. Así, en todo este reflexionar personal que realizo sobre psicología histórico – cultural y psicoanálisis, también sostengo que para ambas corrientes es fundamental el relato histórico del paciente real y concreto, que ambas si dan cuenta de ese hombre real y concreto en donde hay corte, pues el hombre no está atado al mundo sino que, aunque aún de manera enajenada, o quizás  logrando asumir mucho más su propia autodeterminación, el hombre produce su propio mundo, sus propios objetos; por lo que para el hombre si existe la herramienta.

No es raro, pues, que psicología histórico – cultural y psicoanálisis a la vez que pueden coincidir en concepciones como el hombre mismo y el objeto, también coincidan en otras concepciones como el cuerpo, el jugar y el proyecto identificatorio. Todo esto, también a la vez, que cada corriente matizaría de manera diferente pero paradójicamente coincidente a cada una de las concepciones. Este desarrollo de las concepciones que es coincidente, pero a la vez enriquecido desde diferentes ángulos, enriquece justamente a la clínica; llega a una integración real, sin eclecticismos, de lo uno con lo otro. Esto es lo que estaré defendiendo y exponiendo a lo largo de este artículo.

En el inicio de la vida, no habría intercambio entre el bebé y la madre puesto que, en términos psíquicos, el bebé se alimenta de un pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma parte de ella (Winnicott, 1960 / 2016). Desde la perspectiva de Winnicott, la madre debe ofrecer al neonato la oportunidad de sentir que el pecho es él, así tenemos lo que se ha llamado el objeto subjetivo que es:

“el producto de una experiencia de omnipotencia que permite al bebé crear exactamente lo que ya estaba creado y puesto allí para ser encontrado por él, situación que implica un dominio omnipotente y mágico de los objetos. Esta experiencia es la base de la creatividad primaria del bebé, creatividad que Winnicott ve indisolublemente ligada a la condición de sentirse vivo” (3)

Pero una buena madre no debe limitarse a esto, ya que, si bien debe ilusionar así a su pequeño hijo, también poco a poco deberá irlo desilusionando; esto deberá ser así para que se vaya rompiendo aquella unidad dual madre e hijo.

También en el inicio de la vida, Vygotski señala como en el bebé hay una fusión entre la percepción y la reacción motora. Toda percepción viene provocando actividad.

“Desde el momento en que una situación se comunica psicológicamente a través de la percepción, y que la percepción no se halla separada de la actividad motora y motivadora, resulta totalmente comprensible que, con el conocimiento estructurado de esta forma, el niño se vea limitado por la situación en la que se encuentra” (4)

Resulta deseable que aquella fusión percepción – actividad motivadora – actividad motora haga presencia, pero a la vez, un buen desarrollo del infante implica que poco a poco dicha fusión vaya deshaciéndose.

Aquellas unidades o fusiones de las que nos habla Winnicott y Vygotsky deberán romperse gradualmente; los cortes que son deseables que se produzcan deberán ser precedidos por el fenómeno transicional, de acuerdo con ambos autores.

Sobre el fenómeno transicional, regresando a Winnicott tenemos que:

“la madre adecuada es la que se aleja de manera gradual y sin violencia (del bebé), la que tolera y hace tolerable un cierto monto de desilusión, la que sabe retornar y ofrecer sustitutos apropiados con los cuales favorecer la paulatina y confiada investidura libidinal de los objetos, que de este modo comienzan a funcionar como objetos transicionales” (5)

Vygotski también vio en el jugar un fenómeno transicional. En el jugar el niño crea una situación imaginaria y es justamente en está donde se caracterizan las dos grandes etapas del jugar

 De este modo, los objetos transicionales son la separación de la madre, así como la unión con la madre. El objeto subjetivo era dominado por el bebé de manera mágica, pero el objeto transicional conlleva la manipulación del mismo, el inicio de la instrumentalización de los objetos; aquí el niño va experimentando el placer que brinda el erotismo muscular y el ejercicio de la acción coordinada. El uso de objetos transicionales encierra la unión de dos cosas ahora separadas, bebé y madre, en el punto del tiempo y el espacio de la iniciación de su estado de separación. En el espacio transicional, Winnicott ubica al jugar; para Winnicott el jugar es una forma creativa de vivir que se extiende en la experiencia cultural.

Vygotski también vio en el jugar un fenómeno transicional. En el jugar el niño crea una situación imaginaria y es justamente en está donde se caracterizan las dos grandes etapas del jugar. Al comienzo de la actividad lúdica, se presenta el juego con evidente situación imaginaria y ciertas reglas de juego poco evidentes. Luego se dará paso a la etapa del jugar con reglas manifiestas y situación imaginaria poco evidente. En todo juego el niño ve una cosa, pero actúa prescindiendo de lo que ve, “el juego proporciona un estadio transicional cuando un objeto (por ejemplo, un palo) se convierte en el punto de partida para la separación del significado de la palabra caballo del caballo real” (6)

“La creación de una situación imaginaria no es un hecho fortuito en la vida del pequeño, sino más bien la primera manifestación de su emancipación de las limitaciones situacionales. La primera paradoja del juego estriba en que el niño opera con un significado alienado en una situación real. La segunda es que en el juego el pequeño adopta la línea de menor resistencia – hace lo que más le apetece, porque el juego está relacionado con el placer – y, al mismo tiempo, aprende a seguir la línea de mayor resistencia sometiéndose a ciertas reglas y renunciando a lo que desea, pues la sujeción a las reglas y la renuncia a la acción impulsiva constituyen el camino hacia el máximo placer en el juego” (7)

El juego del niño es el inicio de la desintegración de la fusión percepción – actividad motivadora – actividad motora. Durante el juego, el infante opera con significados separados de sus objetos y acciones acostumbradas, no obstante, esto solo es posible en conexión con la situación real del momento y reteniendo las propiedades de los objetos. Por ejemplo, un palo puede ser un caballo en el juego, pero una postal no podría serlo; para un adulto una postal si puede ser un caballo, puede valerse de la postal para simbolizar el caballo si, por ejemplo, quiere mostrar la situación de alguna cosa. Además, el niño hace del palo un caballo en tanto esto está ligado a la situación real de momento de juego. La actividad lúdica no es, pues, simbolización, sino que es la etapa transicional hacia la simbolización. “Esto caracteriza la naturaleza transicional del juego; es un estadio entre las limitaciones puramente situacionales de la temprana infancia y el pensamiento adulto, que puede estar totalmente libre de situaciones reales.” (8)

Para Winnicott, el objeto transicional es una transición hacia la simbolización, hacia la internalización de la madre (Winnicott, 1953 / 1993). Esta simbolización e internalización de la madre se logra junto con la del padre a partir del complejo de Edipo, pero esto no será nunca posible si hay fallas en la etapa transicional, en el objeto transicional. Se puede afirmar que para Winnicott, al igual que para Vygotski, los objetos del jugar son objetos transicionales, sin embargo, el objeto que siempre ha resaltado Winnicott como propiamente transicional tiene una función aún mayor a la de los otros objetos de juego; cuando se presenta el inicio de la separación madre e hijo, el objeto transicional le permite retener en esta separación, grieta e hiato, una parte de su propio ser y le permite soportar aquellos momentos de separación hasta la posterior nueva reunión con la madre. Así que, si los objetos de juego deben tener ciertas propiedades, el gran objeto transicional winnicottiano debe tener incluso propiedades especiales que no tendrían los restantes objetos de juego.

La magia omnipotente del objeto subjetivo es la base de la posterior capacidad de ilusionar, de ensoñación del niño, si el desarrollo marcha bien. El niño para revestir con ilusión un objeto de la realidad, “necesita tener suficientemente bien establecida y discriminada la categoría de lo externo y lo real, como también tomar suficiente distancia respecto de la creencia plena, primaria, en la omnipotencia de su pensamiento.” (9)

El psicoanálisis winnicottiano se dedicó al estudio de la creatividad, del ilusionar, del ensoñar, en tanto que la psicología histórico – cultural se enfocó sobre la imaginación

Son los grandes objetos transicionales winnicottianos los que se revisten de ilusión, de ensoñación, más que de imaginación, cual es de lo que se reviste los restantes objetos de juego. El psicoanálisis winnicottiano se dedicó al estudio de la creatividad, del ilusionar, del ensoñar, en tanto que la psicología histórico – cultural se enfocó sobre la imaginación. Ambas, ensoñación e imaginación, son potencialidades igualmente imprescindibles para el hombre, para su buen desarrollo. Aclarado esto, en realidad no hay un por encima del objeto transicional winnicottiano sobre los restantes objetos del juego; sólo emplee estos términos para llegar a explicar la distinción entre unos y otros objetos transicionales. Una perspectiva puesta solo sobre la creatividad, la ensoñación, es tan incompleta como una perspectiva puesta solo sobre la imaginación; pero lo grandioso es que ambas perspectivas aquí expuestas son increíblemente coincidentes y a la vez integradoras. Ambas perspectivas pueden formar una clínica no ecléctica donde el abordaje de las discapacidades psíquicas y/o físicas no se encuentra divorciado del abordaje de las neurosis, las psicosis o quizás la depresión; más aún, una clínica donde estos abordajes no se divorcian de la búsqueda de autenticidad (si queremos usar un término de Winnicott). Como ya se ha ido entreviendo a lo largo de este artículo, la base de ésta clínica integradora es el jugar y, por razón de esto, enlazaré ahora, vía el jugar, al tema del cuerpo en ésta clínica de integración.

A través del tema del cuerpo, una tercera perspectiva, sin contar los valiosos aportes de fundamento que nos aportó Politzer y Aulagnier, se suma a ésta clínica integradora: los trabajos referentes a la imagen inconsciente del cuerpo en los que se inscriben Francoise Dolto, Esteban Levin, y en buena medida la misma escuela lacaniana justamente por los fructíferos diálogos que existieron entre Dolto y Lacan.

El cuerpo, como diferenciado de la mera carne, es psíquico. El cuerpo abarca la consciencia corporal y la imagen inconsciente del cuerpo. La consciencia corporal, de acuerdo a Julio Bernardo De Quirós y a Orlando Schrager, se compone de esquema corporal, imagen corporal, captación corporal y concepto corporal (De Quirós y Schrager, 2001).

El esquema corporal comprende las actividades de recepción, registro y formación de engramas en los niveles más elevados de la corteza cerebral. La imagen corporal implica la configuración representativa consciente de nuestro propio cuerpo que cada uno forma a nivel mental. Por último, la captación corporal es el conocimiento consciente, pero a la vez no verbal del cuerpo, lo que conforma el comienzo del concepto corporal que vendría siendo, justamente, el conocimiento verbalizado que una persona tiene de su propio cuerpo.

Toda ésta “parte consciente del cuerpo” clínicamente se trabaja de manera idónea desde la perspectiva de la psicología histórico – cultural por la vía del jugar y la mediatización del lenguaje. Incluso el desarrollo de grandes destrezas físicas se adquiere de manera óptima por este camino de la mediatización del lenguaje.

La imagen inconsciente del cuerpo clínicamente también se trabaja teniendo como base al jugar, pero apelando a medios como la puesta en escena, la presentificación del Otro, el ofrecimiento de un nuevo marco del espejo. Éstos son los medios de la clínica de la imagen inconsciente del cuerpo usados por Esteban Levin, quién parte de la conceptualización fundante de Dolo al respecto y armoniza con conceptualizaciones lacanianas como el Otro, el estadio del espejo, goce, etc. Es, desde luego, justo aclarar que una concatenación entre una clínica del jugar y una noción doltoniana de la imagen inconsciente del cuerpo se ha hecho posible por la obra de Esteban Levin, puesto que Dolto desestimaba el jugar y privilegiaba el dibujo y la modelación con arcilla; Dolto consideraba que estos dos últimos medios no eran “interfirientes o transgresores” del desenvolvimiento del niño (Dolto, 1997).

Dolto puntualizó su concepción fundante de imagen inconsciente del cuerpo en estos términos:

“…la imagen del cuerpo, es propia de cada uno: está ligada al sujeto y a su historia. Es específica de una libido en situación, de un tipo de relación libidinal. […] La imagen del cuerpo es eminentemente inconsciente; puede tornarse en parte preconsciente, y sólo cuando se asocia al lenguaje consciente, el cual utiliza metáforas y metonimias referidas a la imagen del cuerpo, tanto en las mímicas, fundadas en el lenguaje, como en el lenguaje verbal. Es la síntesis viva de nuestras experiencias emocionales: interhumanas, repetitivamente vividas a través de las sensaciones erógenas electivas, arcaicas o actuales” (Dolto, 1997, p. 21)

En el caso del “niño Juan” podemos apreciar un claro ejemplo de cómo Esteban Levin armoniza con gran maestría la conceptualización fundante de Dolto con conceptualizaciones lacanianas (Levin, 1995)

Juan, un niño de 8 años con discapacidad motriz, sobre todo para la marcha, llega acompañado de su padre al consultorio de Esteban. Al poco tiempo, Esteban nota como a Juan le apasiona los elevadores: “arriba”, “arriba”, “abajo”, “arriba”, gritaba constantemente Juan. Esteban toma como escenario de trabajo al elevador y encarna, a la vez, el papel del elevador (como Otro) y su propio lugar como Esteban; así se crea una puesta en escena donde participan el Otro, Esteban y Juan. Como de la “nada”, las escenas son abruptamente interrumpidas por Juan que se le arroja a Esteban para pellizcarlo una y otra vez mientras algunas veces grita “pellizco Rodríguez” o “pellizco Esteban”. Ante estos sucesos, Esteban pregunta a los padres de Juan acerca de quién es Rodríguez y ellos responden que fue el primer neurólogo que atendió a Juan. Seguidamente, los padres de Juan comentan que, ante la insensibilidad al dolor del pequeño Juan, Rodríguez les recomendó que pellizcaran a su hijo Juan para “irlo sacando de su anestesia”; desde entonces, Juan se abalanza desenfrenadamente sobre la gente para pellizcarla.

Esteban ya había notado, tiempo atrás, que en el jugar infantil está el deseo del niño de ser otro (un maestro, un bombero o, quizás, un policía), y que en este deseo de ser otro hay un marco de espejo a partir del cual el niño se va identificando de una manera u otra, a según el marco del espejo, como él mismo. Así pues, Juan estaba atado a una figuración de ser pellizco, estaba en un goce puramente desde lo real.

En una ocasión en que Juan se iba a abalanzar sobre Esteban para pellizcarlo, Esteban detiene con sus manos y firmeza a Juan y le dice mirándolo a los ojos: Estás manos tuyas se ven muy diestras para el dibujo, ¿puedo yo dibujarlas? Al instante, Juan se distiende y Esteban le pregunta ¿Qué quieres que te dibuje?, a lo que Juan responde “nene”. Tras haberle dibujado Esteban a Juan un nene en el dorso de su mano, Juan presenta el dorso de su otra mano y exclama “mamá”. Esteban dibuja la mamá de Juan en este otro dorso de la mano de Juan y luego de esto Juan toma la mano de Esteban como queriendo dibujar en su dorso. Ante la pregunta de Esteban de si quiere dibujar sobre su dorso, Juan exclama “Juan” y con ayuda de Esteban se autorretrata en el dorso de la mano de Esteban. Es así como las manos de Juan pasaron del gesto pellizco al gesto de inscripciones, de dibujos, donde se daba una interacción entre Esteban, los padres de Juan y el mismo Juan, teniéndose un nuevo marco del espejo que era Esteban y ya no más Rodríguez. Aunque la discapacidad motriz de marcha de Juan era incurable, Juan cambio su figuración de “pellizco” por otra figuración y una imagen de un Juan que dialogaba e interactuaba abiertamente y despreocupadamente con sus padres y Esteban. Todo este cambio se dio en el marco de la puesta en escena, en el marco del jugar.

Regreso a la cuestión que había dejado desarrollada acerca del proyecto identificatorio postulado por Piera Aulagnier. Resulta apenas necesario resaltar que la creatividad winnicottiana también es concordante con el autoconstructivismo – constructivismo politzeriano y aulagnieriano; para Winnicott, el infans se construiría a sí mismo y a sus partes constitutivas desde el mismo objeto subjetivo y, como ya mencioné en este escrito, el objeto subjetivo es la base de la creatividad constitutiva del individuo. Esta última concordancia señalada entre Donald Winnicott, George Politzer y Piera Aulagnier se evidencia en otra muy particular: la que se encuentra entre la magia omnipotente del objeto subjetivo y la figuración autoengendradora como registro correspondiente al proceso originario postulado por la misma Piera Aulagnier en su obra La violencia de la interpretación. (Aulagnier, 1975/ 2007).

Desde los descubrimientos del mismo Freud el ideal del yo y la identificación secundaria siempre han implicado la temporalidad y la perpetua construcción (Freud, 1923 / 1991). El proyecto identificatorio, cuya definición ya asenté en este artículo, no deja perder de vista éstas particularidades de las nociones freudianas y nos pone de manera evidente una particularidad del yo que se deduce: Su continuo autoconstrucción y autohistorización. También cabe recordar que dentro de la conceptualización freudiana la identificación es inseparable de lo vincular, de lo relacional (Freud, 1921 / 1991) y esto nuevamente nos lleva a que el proyecto identificatorio formulado por Aulagnier es inseparable de las relaciones, de los vínculos. Piera Aulagnier escribe acerca del “área de los posibles relacionales” cual delimitante de la autoconstrucción y autohistorización de los particulares y singulares “yo” de todos nosotros (Hornstein, 1991). Desde mi propia concepción, el “área de los posibles relacionales” es, dentro de su marco referencial, una “zona de desarrollo próximo en el plano inconsciente”. De esta forma, me remito a recordar la definición de Vygotsky de zona de desarrollo próximo que, desde luego, pertenece a un terreno muy diferente, al terreno del desarrollo cognitivo y de destrezas físicas:

“distancia entre el nivel real de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con un compañero más capaz” (11).

Si bien, como ya lo consigné, el área de los posibles relacionales y la zona de desarrollo próximo pertenecen cada cual, a terrenos muy distintos, ambos conceptos aluden a un área o zona potencial que delimita y que, si bien siempre están presentes, tanto en la clínica de Aulagnier como en la de Vygotsky se interviene u opera sobre dichas áreas.

Quiero, pues, finalizar este artículo advirtiendo como Vygotsky, Winnicott y buena parte de la llamada “escuela francesa de psicoanálisis”, involucrando también a Piera Aulagnier, comparten una esencia en diversas concepciones teóricas

 

Consideraciones finales

Quiero, pues, finalizar este artículo advirtiendo como Vygotsky, Winnicott y buena parte de la llamada “escuela francesa de psicoanálisis”, involucrando también a Piera Aulagnier, comparten una esencia en diversas concepciones teóricas, a la vez que imprimen su propio sello sobre esas concepciones, lo que hace que los matices de las concepciones se enriquezcan mutuamente. La magnífica concatenación clínica de las concepciones se puede presentar sobre un terreno común de intervención de estas perspectivas: el jugar. Aun dentro de la misma teorización de Aulagnier, aunque no se hable del jugar, sí existe una alusión a una noción tal vez no muy alejada del jugar: el azar del devenir que entra justamente “en juego” con las “áreas de los posibles relacionales” (Hornstein, 1991). Es mi parecer que, una clínica integradora del jugar es una contribución, o un camino, hacia ese seguir produciendo nuestro mundo y propio ser, pero con la balanza inclinada más hacia el lado de la libertad y la autodeterminación que hacia el lado de la enajenación. El jugar conlleva la producción de nosotros mismos y de nuestro mundo más del lado del libre juego de nuestra actividad, potencialidades y fuerzas, que, del lado de estar produciendo bajo dominio o sujeción de nuestros propios productos, a saber, sojuzgados por nuestro propio inconsciente, nuestro propio lenguaje o actividad cual no las ejercemos como mediatizadoras, etc. Expresando esto último también en otros términos acordes a Winnicott: Una clínica integradora del jugar sería una contribución a la riqueza de nuestro espacio transicional.

El hombre real y concreto es el hombre que se construye a sí mismo y a su mundo. Cuando está construcción está más del lado de la enajenación, diversas disciplinas y tendencias conciben cada cual a su hombre y son concepciones aisladas y divorciadas entre sí; en contraste con esto, aquí se plantea los primeros esbozos de una clínica integradora del jugar a desarrollar  y que se sustentaría sobre la coincidencia paradójica de diversas corrientes; paradoja que rescataría la concepción del hombre de múltiples fragmentaciones y divorcios a la que es sometida, a la vez, que sustenta y promueve las diversos matices y particularidades de diversas tendencias, y que contribuyen a un continuo enriquecimiento de una concepción no tan segregada. Dicho sea de paso, que la paradoja como base o suelo filosófico – epistemológico en el psicoanálisis fue arduamente defendida por el mismo Winnicott, autor que también fue el pionero en abordar toda una serie de problemáticas en el campo del psicoanálisis desde la noción y práctica del jugar; el énfasis de Winnicott en torno a la paradoja se hizo más evidente hacia 1971 (Winnicott, 1971 / 1993).

Si el psicoanálisis da cuenta de la vida singular del sujeto deseante en su devenir histórico, como afirmaba George Politzer, si el psicoanálisis lleva al sujeto o individuo hacia un mayor ejercicio de su autodeterminación y autoconstrucción, según la perspectiva de diversos analistas (Winnicott, Lacan, Aulagnier, Levin, etc), entonces, dentro del espacio transicional, el psicoanálisis se ocuparía del problema de la identificación, en tanto que, dentro del mismo espacio transicional, la psicología histórico - cultural se ocuparía de la problemática de operar con signos y símbolos desde el desarrollo de destrezas cognitivas y físicas. El espacio transicional, ese perpetuo entre el yo y el otro, ese espacio mismo del jugar, la cultura, la ciencia, el arte, etc., une en fraternidad al psicoanálisis y a la psicología histórico – cultural. El espacio transicional, colijo, es la base de que las nociones presentadas en este artículo comporten una misma esencia tanto para el psicoanálisis como para la psicología histórico – cultural; no está de más decir que diversas “semejanzas y diferencias” entre Lev Semiónovich Vygotsky y Donald Woods Winnicott ya han sido notadas por otros autores, como, por ejemplo, Francisco Ramírez y Antonio Castilla, en su artículo, “Zona de transición. Entre Vygotsky y Winnicott” (Castilla y Ramírez, 2008). Tampoco estaría de más hacer notar, aunque sea por el momento de paso, como la conocida contestación de Vygotsky a Piaget en torno a la naturaleza social del egocentrismo del niño postulado por el último (Montealegre, 2016) es coincidente en diversos puntos con la noción de narcisismo de Winnicott que se remite al objeto subjetivo mismo (Anfusso, Indart y Krecl, 1999), con tintes de lo social en tanto en potencia contiene la noción de “entre”, y que difiere tanto del narcisismo primario anobjetal de Freud, como del rechazo de la concepción de narcisismo primario por parte de Melanie Klein.

Quiero mencionar en torno a este artículo dos puntos más. El primero es que, además de la coincidencia de forma, ya señalada, entre las nociones de zona de desarrollo próximo y área de los posibles relacionales, habría que notar también que esa coincidencia de forma hace que ambos concepciones sean concebidas de una manera metonímica o con carácter de desplazamiento; en ambas nociones, cuando se ha alcanzado el nivel que era alcanzable de manera potencial, este mismo hecho es la aparición de una nueva zona de desarrollo próximo o un área de los posibles relacionales, o sea el desplazamiento de esas zonas y áreas, apuntando hacia un nivel más a alcanzar con respecto a lo que competa. El segundo y último punto es que la compatibilidad que también ya se mencionó en este artículo entre la creatividad winnicottiana y la figuración autoengendradora como registro del proceso originario, postulados por Piera Aulagnier, sugerirán, colijo yo, a un futuro, una relación entre la clínica integradora del jugar que en este trabajo apenas estoy esbozando, con los trabajos de Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis sobre creatividad, creación, inconsciente escindido (Zukerfeld y Zonis, 2003) y sobre tercera tópica freudiana (Zukerfeld, 1996). No se debe olvidar que los mencionados trabajos de Zukerfeld y los de Zonis pasan por la teoría winnicottiana y la de André Green. La creación como proceso terciario relacionado con lo inconsciente escindido, con lo no – representable, con lo impensable (relacionado con inscripciones en el proceso primario desde el proceso originario aulagnieriano), y la creatividad como proceso terciario que alude a la flexibilidad intrapsíquica entre procesos primarios y secundarios (Zukerfeld y Zonis, 2003) armoniza con la postura de autoconstruccionismo sustentada en el presente artículo; así, siendo más precisos con esta armonización, corrijo ahora y me refiero a la creación (en lugar de creatividad) aludiendo a el proceso originario aulagnierieano y al objeto subjetivo winnicottiano.

Naranjo Orozco, Julián Andrés*
 j1naranjo [at] hotmail.com
*Maestro en clínica psicoanalítica, Centro Universitario Emmanuel Kant
Doctorando en Investigación en psicoanálisis, Centro Universitario Emmanuel Kant

 

 

Notas

 

(1) Klimenko, Olena. Revista Iberoamericana de Educación “Las dificultades en la autorregulación asociadas al TDAH y los aportes de la teoría histórico – cultural para su abordaje intracurricular”, 49 (8), pág. 1. 2009 https://doi.org/10.35362/rie4982039 

(2) Hornstein, Luis. Cuerpo, Historia e Interpretación. Editorial Paidós. Buenos Aires, 1991.

(3) Anfusso, Adriana; Indart, Verónica. y Krecl, Vera. Donald Winnicott en América Latina (Teoría y clínica psicoanalítica).  “El objeto subjetivo según Winnicott”. Coor. Outeiral, J.  y Abadi, S. Colección de psicología integrativa, perspectivista e interdisciplinaria. Argentina, 1999, pág. 177.

(4) Vygotsky, L. El desarrollo de los procesos Psíquicos superiores. Editorial Crítica S.A. Barcelona, 1979, pág. 147

(5) Zak de Goldstein, Raquel. Donald Winnicott en América Latina (Teoría y clínica psicoanalítica).  “El objeto transicional de Winnicott, ¿una nueva categoría objetal en la teoría y en la clínica?”  Coor. Outeiral, J. &Abadi, S. Colección de psicología integrativa, perspectivista e interdisciplinaria. Argentina, 1999, pág. 194.

(6) Vygotsky, L. El desarrollo de los procesos Psíquicos superiores. Editorial Crítica S.A. Barcelona, 1979, pág. 149.

(7) Vygotsky, L. El desarrollo de los procesos Psíquicos superiores. Editorial Crítica S.A. Barcelona, 1979, pág. 151.

(8) Vygotsky, L. El desarrollo de los procesos Psíquicos superiores. Editorial Crítica S.A. Barcelona, 1979, pág. 150

(9) Zak de Goldstein, Raquel. Donald Winnicott en América Latina (Teoría y clínica psicoanalítica). “El objeto transicional de Winnicott, ¿una nueva categoría objetal en la teoría y en la clínica?”  Coor. Outeiral, J. &Abadi, S. Colección de psicología integrativa, perspectivista e interdisciplinaria. Argentina, 1999, pág. 188.

(10) Dolto, Francoise. La imagen inconsciente del cuerpo. Paidós. Argentina, 1997, pág. 21.

(11) Vygotsky, L. El desarrollo de los procesos Psíquicos superiores. Editorial Crítica S.A. Barcelona, 1979, pág. 133.

 

 

Bibliografía

 

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Zak de Goldstein, Raquel. Donald Winnicott en América Latina (Teoría y clínica psicoanalítica) “El objeto transicional de Winnicott”, ¿una nueva categoría objetal en la teoría y en la clínica?” Coor. Outeiral, J. &Abadi, S. Colección de psicología integrativa, perspectivista e interdisciplinaria. Argentina, 1999

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Klimenko, Olena. Revista Iberoamericana de Educación “Las dificultades en la autorregulación asociadas al TDAH y los aportes de la teoría histórico – cultural para su abordaje intracurricular”, 49 (8), 1 - 10. 2009 https://doi.org/10.35362/rie4982039

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IMÁGENES

Fotos de Winnicott, Donald y  Vygotsky, L. Madre amamantando niño.  Imagen de un cuerpo.

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Articulo publicado en
Enero / 2021