El guasón: ¿un analizador de la institución del esperpento neoliberal-fascista contemporáneo…? | Topía

Top Menu

Titulo

El guasón: ¿un analizador de la institución del esperpento neoliberal-fascista contemporáneo…?

 

"Esperaré en este lugar donde el sol nunca brilla,
esperaré en este lugar donde las sombras huyen de sí mismas..."

White Room, Cream

Los funcionarios no funcionan, los políticos hablan, pero no dicen, los votantes votan pero no eligen, los medios de información desinforman, los centros de enseñanza enseñan a ignorar, los jueces condenan a las víctimas, los militares están en guerra contra sus compatriotas, los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos, las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan, es más libre el dinero que la gente, la gente está al servicio de las cosas

“El Sistema”, Eduardo Galeano
 

En una nota anterior destacamos que, en parte, la pandemia Covid 19 ha dejado un más que apreciable incremento de la muerte, la miseria y la locura; como así también señalamos, que en medio de semejante contingencia, sería imprescindible que de lo verdadero emerja lo estrictamente necesario[1]. El estallido del principio de realidad resultante de la primera pandemia planetaria, pero, fundamentalmente, la fragmentación subjetiva a que ha venido dando lugar, tuvo como una de sus indiscutibles bases de sustentación social-política e histórica: el virus neo-liberal-fascista ya propagado desde antes por el mundo entero. Un virus que se vale, muchas veces, del mandato de la risotada, la burla y el sarcasmo, formas simuladas del humor. Si el humor es una forma de resistencia al horror, cuando el humor adulterado se impone como una cínica manera de resignarnos al espanto, hay algo que no cierra ni encaja. Caemos en los dominios del esperpento, al que se supo definir como un género literario caracterizado por la presentación de una realidad deformada, grotesca y degradada respecto de valores consagrados, pero siempre direccionados hacia situaciones ridículas. Nos proponemos poner aquí en cuestión el mandato latente de recurrir al humor para soportar una vida insoportable. Porque el verdadero humor es poder reír de uno mismo, más que del otro. Asumiendo y aceptando los propios límites. De ninguna manera, barriendo, arrasando, anulando y burlándose del otro y los otros, desde una aparente convicción de superioridad. El esperpento, pareciera haber aterrizado en el mundo desde hace por lo menos veinte años, cuando aquel recordado ataque a las Torres Gemelas, inauguró la aparente Guerra contra el Terrorismo, con la consecuente invasión por parte EEUU y sus aliados, a todos los países que ponían en duda, su más que dudosa concepción de la paz, la democracia y los derechos de los pueblos. Luego vinieron las nuevas conquistas de internet, la aparición de las redes sociales, la telefonía inteligente, el imperio de las pantallas a cien años de la Psicología Freudiana de las Masas…Sistemas de hipnosis colectivos digitados a larga distancia. Un mundo donde las personas seguimos bailando al compás del consumismo que se nos sigue imponiendo para seguir en carrera, a la vez que se nos hace creer que somos más libres que nunca por poder burlar el espacio y el tiempo, mientras pululan sujetos cada vez más disociados, más ansiosos, más desmemoriados, más masificados, claramente esclavizados ante lógicas distractoras permanentes y adictivas, con fuertes componentes masoquistas y de identificación con el agresor (porque en estos tiempos, gran parte de los trabajadores vienen tomando la costumbre de votar a sus propios verdugos), y además de todo eso, acorralados al mandato de tener que reír y ser felices de todo y por todo. Si el esperpento se vuelve norma, se vuelve ley, se vuelve costumbre, entendemos que la película Guasón ha sido un inmejorable analizador de la institución del esperpento que regía el mundo anterior a la pandemia, y suponemos que ahora que la pandemia estaría relativamente controlada, invitamos a los lectores a seguir revisando esta realidad que prosigue su raudo paso tanático, sumando nuevos bufones para los nuevos amos del mundo cercado entre tinieblas políticas, espejismos tecnológicos y luminarias pseudo-espiritualistas al servicio del mercado, que terminan cegando a la humanidad aún sobreviviente. Desandaremos algunas notas sobre la película, escritas poco después de estrenada, y trataremos de cruzarlas con este nuevo momento donde, como nos decía Eduardo Galeano[2], el dinero sigue siendo más libre que la gente, y la gente que se cree libre sigue estando al servicio de las cosas…

Había dicho, a fines del 2019, que este texto arrancaba con palabras más y menos mías, pero que elegía hacerlo con palabras que definían algunas sensaciones dominantes que emanan al ver este filme. Como ser, podía decirse que es un filme lacerante, incómodo, irritante, perturbador, triste, de una soledad avasallante, y que recién después sobreviene el Big Bang tan temido y tan deseado… Bastante es lo que había escuchado de pacientes, amigos, o algún que otro crítico, entre el día que la estrenaron hasta que pude ir al encuentro con la pasión de este ya inolvidable personaje llamado Arthur Fleck (nota aparte para la colosal actuación de Joaquín Phoenix); pero lo cierto es que esta inteligentísima historia nos ubica ante el enorme desafío de afrontar el terror, de tal vez tener que reírnos “en masa”, de algo, o ante algo, que no tiene la más mínima gracia.

El estallido del principio de realidad resultante de la primera pandemia planetaria, pero, fundamentalmente, la fragmentación subjetiva a que ha venido dando lugar, tuvo como una de sus indiscutibles bases de sustentación social-política e histórica: el virus neo-liberal-fascista ya propagado desde antes por el mundo entero

Lacerante es la palabra que elegí robarle a Javier Porta Fouz, que también refirió a energía podrida y modos cortantes, violentos, ásperos y contundentes…Y remató con una reflexión cuasi-infalible[3]: “Las risotadas del Guasón son la última protesta ante un mundo que le pide explicaciones al cine cada vez que intenta ser cine, un mundo que está por matar a la comedia de tanto reprimirla. Y la comedia reprimida, claro, suele terminar en tragedia”.

Michael Moore la definió como una obra maestra capaz de trascender la celebración del asesinato, y ante el rechazo prejuiciosamente iniciático de muchos sectores de la sociedad norteamericana, tuvo la lucidez de decir que el hecho que Donald Trump haya sido, por entonces, electo  Presidente de EEUU, es mucho más temible que esta película en sí misma[4]. Tuvo otro gran acierto al plantear que: “El mayor peligro para la sociedad puede ser que no vayas a ver esta película. La historia que relata y los problemas que plantea son tan profundos y necesarios que si apartás la mirada del ingenio de esta obra de arte, es posible que pierdas el regalo del espejo que nos ofrece. Sí, en ese espejo hay un payaso perturbado, pero no está solo, nosotros estamos justo al lado de él"

Nosotros… Qué nos dice de nosotros esta película de Todd Phillips ?

Podríamos decir que habla de los perdedores, y le habla a los perdedores. Pareciera referir a los siempre admirados loosers (sobre todo para los que siempre anhelaron ser norteamericanos), a los marginales y desposeídos, y también a los excluidos latentes del capitalismo mundial integrado propagador de barbarie. El que viene de la mano de la comicidad más pacata, y del mandato de alegría, de felicidad y la incuestionable meritocracia que permitiría llegar a la cima del mundo. La cima más lejana al vergonzante inframundo de la gente que se gana la vida “desde la infraestructura del más acá de bien abajo”. Pero las cimas, lo sabemos, son inhabitables. Las pruebas de la gran mentira hace tiempo que están a la vista, pero el Imperio siempre contrataca, cueste lo que cueste…

Si la palabra realidad proviene de real, la cual hace referencia a la mirada del rey (se lo escuché decir a Enrique Symns la única vez que lo fui a ver). Y teniendo en cuenta que la Edad Media aparentemente fue, ya no tendría demasiado sentido hablar de la mirada de los reyes, sino de los poderosos. Y siempre los bufones del rey de turno, formaron parte de esta historia sin fin…Pero acá asistimos no sólo a la producción de los bufones más contemporáneos, bufones producto del horror de resignarnos al Imperio del dios Dinero, bufones por la fuerza ante un mundo que no cesa de enviarnos en serie el mandato hipócrita de ser felices, o de reír de la manera que sea (aunque los otros revienten, por los siglos de los siglos); también asistimos al surrealista advenimiento de la rebelión de los renovados bufones del Big Brother, en un mundo tenebroso donde el exceso de realidad sigue produciendo muchos más monstruos[5] que el mismo inconsciente, ya sea freudiano, ya sea junguiano o deleuziano…

Podríamos decir que la fotografía, el diseño de arte, la puesta en escena, las estéticas son fabulosos. Podríamos decir que el ritmo de la película es implacable, que nos pasa por arriba, y nos obliga a meternos en la trama, que no nos da la más mínima tregua, que nos atrapa, nos conquista, y nos deja fuera de combate. Podríamos decir que tiene puntos de contacto con Taxi Driver, con V de Venganza, con Midnight Cowboy, con alguna buena versión de Frankestein, La Casa de los Espíritus, hasta con Jesús de Montreal, o con la historia del último disco de Peter Gabriel con Génesis (El Cordero se acuesta en Broadway). Todas historias donde el espanto exterior transmuta seres, que sobreviven como pueden, aunque estén muertos (sobre todo para la mayoría de los demás sobrevivientes, supuestamente algo más a salvo). Todo lo anterior, podríamos decirlo, pensarlo, escribirlo, callarlo, pero lo que es Es lo que Es: ¡LA MAGISTRAL ACTUACIÓN DE JOAQUIN PHOENIX! Un actor que no vi mucho, o que hacía mucho no veía, que me costó reconocerlo, pero que tuvo un trabajo descomunal. Por momentos me hizo acordar al gran Danny Day Lewis, o a Robert de Niro (que también forma parte de esta enorme obra de arte), pero no. Aquí Joaquin Phoenix es Joaquín Phoenix, y se erige en un animal de teatro, de cine, de arte. Una suerte de Antonin Artaud infiltrado en una decadente Ciudad Gótica de los años 70’, pero proyectada al futuro que ya llegó. Un trabajo conmovedor, descollante, que todo el tiempo transmite una suerte de sensación de explosión inminente, de miedo bordeando el terror, pero también, curiosamente, de soledad abrumadora, de una inconmensurable tristeza, desesperación, desasosiego. Estos últimos sentimientos, son los que le dan base al espanto que deviene cuando el mundo transforma a Arthur Fleck en un asesino. Y a pesar del horror, lo entendemos todo… Lo entendemos todo cuando a nadie le importó, ni le sigue importando, cuando al mismo personaje (que somos o podríamos ser tantos miles) lo podrían haber asesinado, o desde todo su previo e irrefutable rosario de desgracias, burlado, explotado, traicionado, maltratado, vejado, abandonado, violentado de múltiples formas, y prácticamente por todos. Desde su madre, su padre, sus allegados, compañeros de trabajo, empleadores, el servicio social estatal que margina al discapacitado, o la gente de la calle, más o menos joven, más o menos exitosa, más o menos viva o muerta.

Hay escenas memorables. Como alguien dijo por ahí, el final tiene amagues o guiños épicos. Me quedo con la imagen del pobre Arthur Fleck descendiendo y a la vez ascendiendo al infierno (¿o acaso tomando el cielo por asalto, ante la sincrónica rebelión de todos los bufones hartos de reír por no poder llorar…?), en el patrullero que lo lleva a la cárcel, a continuación del espantoso asesinato que cometió en vivo y en directo para la televisión… ¡Y Cream! Los acordes de “White Room”, sonando más sublimes que nunca, y a escasos días de la partida de Ginger Baker.

Hablábamos de loosers, de soledad, de tristeza, de psicopatologías que oscilan entre la esquizofrenia, algún trastorno neurológico específico, y la ira congelada oculta tras la depresión, en todo momento a punto de estallar. Hablábamos del abandono de los servicios sociales donde nada funciona, del abandono paterno, materno, de una violencia extrema y fundante, de abuso, de marginación, del tráfico de armas, de la indiferencia, de la muerte en vida. ¿Y, además, si consideramos que esto que aquí es ficción, a la vez que todos sabemos (los norteamericanos estimo que lo saben también), que es solo una mínima parte de la gran realidad global actual…Qué quedaría para Sudamérica y el resto del Tercer Mundo entonces? Estimo que una versión sudaca de Guasón con Darín o Rodrigo de la Serna, o mi coterráneo marplatense Esteban Padín, quizá Benicio del Toro, podría llegar a impactar muy fuerte también. Pero lo que es Es lo que Es…

Me acordé de César Romero, me acordé Jack Nicholson, me acordé de Heath Ledger, me acordé también de Mauricio Macri, de Jair Mesías Bolsonaro y de Donald Trump, y de sus votantes…Prefiero a Joaquín Phoenix, pero lo que más siento son deseos de ir a leer sobre el verdadero origen de este personaje, tan pero tan magníficamente recreado, por la genialidad de Tood Phillips. Decía el Dr. Enrique Pichon Riviére, acerca de la importancia de transformar lo siniestro en maravilloso dentro de la aventura del proceso creador productor de aquello que algunos entendemos por salud mental. Un discípulo de Pichon llamado Hernán Kesselman, dijo algo más. Algo más que es más que importante recordar acá. Refirió a algunas ideas de Pichon proyectadas hacia el Psicodrama, y se centró en el posible pasaje de lo patético a lo lúdico-estético[6]. Una suerte de exorcismo alquímico, cuando los mecanismos que intervienen en el arte se hacen presentes, y nos dan la posibilidad de ser otros, de ver lo que no podíamos ver, de acercarnos a otras profundidades, de sumergirnos en dimensiones insondables donde confluyen o no los opuestos. Bueno, algo de todo eso, entendemos que acontece con esta película. Estimo que es desde ahí, que muchos no podíamos parar de hablar de ella. Y también desde ahí se entiende, que los cultores del neofascismo, que enmarca el momento en que esta obra de arte llegó al mundo, estén o hayan estado tan preocupados por lo que pudiese pasar si mucha más gente siguiera viéndola. Como decía el texto escrito del pobre Arthur Fleck: “Quizá la muerte final redima tantas vidas miserables”, o algo por el estilo. Ojalá quede algo de tiempo, para corregir lo que se pueda corregir. Mientras tanto, la otrora guerra contra el terrorismo, la globalización neofascista, los efectos del cambio climático y lo que quede después de la primera pandemia planetaria, seguirán poniendo a prueba la inagotable capacidad humana de supervivencia al esperpento viralizado e instituido desde hace ya un buen tiempo.

Ricardo Silva
Psicólogo Clínico (UNMDP), Docente Universitario (UAA), filiales Mar del Plata, Mar de Ajó, Dolores.

 

IMÁGENES

El guasón / centros de compra / shopping/ consumo

 

[1] Silva, Ricardo: “2020: El estallido del principio de realidad”, Revista Topia N° 91, abril de 2021.

[2] Galeano, Eduardo: “El libro de los abrazos”, Ed Siglo XXI, 1989.

[3] Porta Fouz, Javier: “El Guasón: una comedia trágica e inolvidable hecha con sangre e inteligencia”, La Nación Espectáculos, 3 de octubre de 2019.

[4] El Mostrador-Cultura: “The Jocker: la apasionada defensa de Michael Moore del filme protagonizado por Michael Phoenix”,10 de octubre de 2019.

[5] Carpintero, Enrique: “La alegría de lo necesario”, Editorial Topia, 2003.

[6] Pavlovsky Eduardo-Kesselman, Hernán- Fridlewsky Luis: “Escenas temidas del coordinador de grupos”, Editorial Galerna, 2007.

 
Articulo publicado en
Enero / 2022