El pánico es más contagioso que la peste y se comunica en un instante
Nikolaj Gogol, 1809-1852
Por los días en que este texto se va cerrando, ya hay más de 2 millones de muertos, y algo más de 106 millones de infectados de coronavirus en el mundo. En Argentina, la cifra asciende a 50.000 muertos y 2 millones de infectados. Más allá de las discusiones acerca de si se están magnificando los números, o de si hay tantos muertos como por otros virus menos difundidos; en primera instancia diremos que no es posible determinar con exactitud qué nos va dejando la pandemia Covid-19. Porque aún está instalada entre nosotros, porque hace tan solo un año que se ha hecho presente, porque somos todavía muchos los que estamos tratando de “hacer pie” o adaptarnos a la nueva realidad, por cierto, traumática, que se nos ha impuesto. Tan sólo vamos a compartir algunas sospechas e interrogantes, e intentar trazar algunas hipótesis probables, reforzadas por esta suerte de “clínica de trinchera”-en parte presencial, en parte virtual- que los trabajadores de la salud mental hemos comenzado a experimentar desde marzo de 2020. Podríamos comenzar refiriendo a La Incertidumbre, uno de los términos más repetidos (hasta un nivel de hartazgo que ya corre el riesgo de no decir nada). La falta de referencia, seguridad o certeza, que venimos viendo y viviendo, ya sea desde el advenimiento de la posmodernidad o incluso desde la combinación letal del neoliberalismo-neofascista de los últimos años; suponemos, que no es propiamente un rasgo distintivo de esta pandemia. Aunque sí es posible pensar que esta nueva máscara que adquiere esa misma incertidumbre de los últimos treinta años, realza otros elementos que, si bien estaban dados previamente, ahora parecen adquirir dimensiones más visibles. Estamos hablando de fenómenos masivos de regresión, activación de núcleos y ansiedades confusionales (Bleger), predominancia de fantasías de no asignación (Kaes), y un marcado riesgo de psicosis colectiva.2 Otras pandemias no fueron globales, ni tuvieron un nivel de cobertura mediática tan perversa, tan hipócrita, ni tan desentendida del bien común. Estamos ante una vivencia que podríamos definir como esquizofrenizante, pero ya no desde un proceso vincular-social espontáneo ante algo inesperado, sino como algo gestado artificialmente. La más que notoria escisión psicosocial o polarización que en Argentina hemos dado en llamar “grieta”, pareciera que en esta ocasión adquiere la forma de algo más arcaico y preocupante, nos referimos a toda una serie de fenómenos crecientes de fragmentación, tanto social como subjetiva.
Los núcleos confusionales abren paso en muchos casos a ansiedades catastróficas, y pacientes que habitualmente trabajan analíticamente comienzan a requerir dispositivos de mayor contención y/o interconsulta psiquiátrica
Estas aseveraciones, apuntan a una lectura general que es producto de intentar una elucidación crítica de lo que viene ocurriendo. Para esto, nos basaremos: 1) En la lectura de los aportes de ciertos especialistas que se han animado a definir los nuevos fenómenos que van apareciendo; 2) En los dinamismos que tienden a repetirse en la experiencia clínica y docente de quien suscribe; 3) En el análisis de la propia implicación desde vivencias personales-grupales, aunque comparadas y cotejadas con las del entorno más cercano e inmediato, tanto afectivo-familiar, laboral-profesional, barrial-institucional, comunitario, cultural, etc. Partimos de la base de que nadie sabe a ciencia cierta cómo se originó este virus, si surgió naturalmente, o si fue creado por el ser humano, muchos nos inclinamos a considerar esta segunda opción. Ahora, el punto es poder indagar si el virus se escapó de las manos de sus creadores, o si, por el contrario, fue liberado intencionalmente, ¿acaso como una deleznable estrategia de guerra? Si nos paramos lo más objetivamente que podamos ante cualquiera de estas tres posibilidades, incluso siendo conscientes que algunas de ellas abarcan el tan defenestrado “universo conspiranoico”, creemos que uniendo datos, repensándolos, y observando atentamente el día a día, quizá podamos encontrar o inventar el tan necesario hilo de Ariadna, para transitar con la mayor lucidez y protagonismo posible este Laberinto Planetario, que también se parece a una nueva Torre de Babel, donde, paradójicamente, toda la descomunal tecnología montada al servicio de la comunicación, termina, por el contrario, incomunicando, confundiendo, alienando, enloqueciéndonos a todos los supuestos beneficiados. Resulta ineludible explicitar un dato contextual acerca de un virus pre-existente, ya referido. Un virus institucional con una multiplicidad de efectos notables: El Neofascismo, proliferante en los últimos quince años, la progresiva ascensión al poder de líderes clasistas, racistas, misóginos y homofóbicos, a través del voto popular. Fenómeno netamente masoquista, hasta el momento inexplicable. Y es sabido acerca de la lógica con que se manejan estas figuras donde -la eliminación de la población para ellos sobrante, la instalación de otro modelo monetario o productivo (de la mano del teletrabajo), la implementación de renovadas formas de control y vigilancia digital, y seguramente, la desmovilización popular- son y han sido parte evidente de los históricos intereses del mega-empresariado dueño del mundo. No pretendemos caer en el reduccionismo de ubicar como principal factor causal del Covid-19 al Virus Neofascista, pero sí, señalar la coincidencia de la aparición de uno, en medio de un contexto de base dado por el otro. Al fin y al cabo, un intelectual prestigioso como Byung-Chul Han ya ha referido a la estrategia de shock para instaurar nuevas reglas.
Podemos mencionar la presencia de por lo menos tres niveles de conflictividad: a) Nivel biológico: el virus en sí y el porcentaje de muertes que va dejando, b) Nivel Socioeconómico: la miseria a consecuencia del aislamiento obligatorio y las cuarentenas, c) Nivel Psicológico: los efectos resultantes en las conductas predominantes. Un apreciable incremento de la muerte, la miseria y locura, parecieran ser las primeras consecuencias. Habiendo enunciado estas condiciones iniciales, vamos a dar cuenta de algunas de las señales más notorias en el plano de las conductas dominantes, dentro de la población con la cual hemos podido trabajar durante el peculiar y desbordante año pasado.3
No sólo más disociados, sino también fragmentados, confundidos, asustados, aislados, la mayoría más empobrecidos en una sociedad con mayor desigualdad
Es claro que la enorme desigualdad social marca diferencias, no todos vivieron por igual esta nueva realidad. Si bien un factor común es la caída de la omnipotencia y el ascenso de lógicas ligadas a lo traumático (Kordon), los fenómenos regresivo-confusionales, derivaron en renovados mecanismos de disociación y/o fragmentación subjetiva.4
Sobre la base de una muestra diversificada de pacientes, fundamentalmente de clase media, podemos esbozar que han predominado el apego o confianza con visos de fanatismo acrítico hacia las posiciones oficiales y, por el contrario, la desconfianza absoluta con visos paranoicos, destructivos y auto-destructivos. Entre miedos y pánicos surgen y cobran entidad nuevas formas de fobia social y trastornos de angustia, ensimismamiento, prejuicios varios, agobio, malhumor y desasosiego. Se potenciaron obsesiones, estados depresivos y fantasías suicidas, trastornos del control de impulsos, alimentarios y del sueño, comportamientos adictivos, agresividad, violencias, conflictos de convivencia y de pareja, pérdida del registro de la corposubjetividad, nuevas y tiránicas formas de sobreadaptación. Los núcleos confusionales abren paso en muchos casos a ansiedades catastróficas, y pacientes que habitualmente trabajan analíticamente comienzan a requerir dispositivos de mayor contención y/o interconsulta psiquiátrica. En un plano más global, podemos referir a un marcado predominio del egoísmo, la avaricia y la especulación más extremos en los sectores con mayor desconfianza hacia la valoración del bien común, pero también de conmovedoras muestras de solidaridad y sensibilidad social en quienes sí siguen apostando al mismo. Como plantea Fabris, se daría una suerte de entrecruzamiento polar entre una ética del cuidado solidario, y otra ética (o antiética) del desprecio por la vida y la inducción al descuido. De contar con mayor espacio, podríamos mencionar acerca de la lentificación y sensación de neblina de los ex infectados-recuperados, del impacto diferenciado del aislamiento en niños, adolescentes, adultos y ancianos, de la aceptación del maltrato, órdenes confusas y acercamiento al trabajo esclavo en el sector docente, del desborde reinante en ámbitos de salud.
La ruptura de los encuadres donde depositar las ansiedades más arcaicas lleva a la consecuente ruptura de la realidad conocida. Se alteran las coordenadas que permiten definirla, a saber: la espacialidad, la temporalidad y la distribución de roles
La ruptura de los encuadres donde depositar las ansiedades más arcaicas lleva a la consecuente ruptura de la realidad conocida. Se alteran las coordenadas que permiten definirla, a saber: la espacialidad, la temporalidad y la distribución de roles. El confinamiento de quienes prosiguen trabajando virtualmente, el hacinamiento de personas que conviven en ambientes reducidos, o la falta de desplazamientos más habituales (hacia el trabajo, la escuela, el gimnasio, el club, el centro cultural, los micros de corta y larga distancia, etc.); serían ejemplos en el caso de la espacialidad. Las rutinas de los estudiantes que al perderse, los llevan a jugar virtualmente muchísimas horas, incluso durante toda la madrugada, durmiendo luego la mayor parte del día, las pérdidas de tiempo para hacer compras en un mercado, trámites en un banco, o centros de venta o reparación de telefonía celular, recepción multiplicada de mensajes de mails, whatsapps, classroom en el sector docente; serían algunas muestras de la alteración de la temporalidad. En ese sentido, J. C. Volnovich ha hablado de “estar detenidos en un Presente Eterno”. Moffat ha referido a la pérdida de la idea de futuro, de la posibilidad de construir proyectos, que generalmente surgen en el vínculo con el afuera. Respecto a los roles alterados, podemos hablar de madres ejerciendo actividades docentes para las cuales no tienen preparación, miles de asalariados arrojados a un teletrabajo para el cual tampoco había entrenamiento, cuentapropistas impedidos de trabajar y subsistir. Toda esta ruptura de los parámetros de realidad conocidos, pudo ser mejor resuelta por quienes cuentan con acceso a internet o un aceptable nivel de conectividad, o bien por los empleados estatales. Vastos sectores de la población quedaron sumidos en la más cruda exclusión, teniendo que recurrir a la asistencia social o a la mendicidad. Podemos sumar el permanente dilema de no sólo no contagiarnos, sino también no contagiar, del cual surge la activación de obstaculizantes sentimientos de duda y culpa ante cualquier acción compartida posible. El show de la muerte mostrado diariamente desde los medios masivos de comunicación, también va haciendo mella en la dinámica confusional, donde se incentiva el miedo a la muerte, del cual resultan la multiplicación de los mecanismos regresivos que venimos advirtiendo.
El show de la muerte mostrado diariamente desde los medios masivos de comunicación, también va haciendo mella en la dinámica confusional, donde se incentiva el miedo a la muerte, del cual resultan la multiplicación de los mecanismos regresivos
Retomando la consigna de revisar que nos va dejando esta pandemia, por lo que venimos analizando, parece estarnos dejando no sólo más disociados, sino también fragmentados, confundidos, asustados, aislados, la mayoría más empobrecidos en una sociedad con mayor desigualdad, y en el medio de todo esto, con algo acaso mucho más preocupante, la aparición de figuras bizarras que no sólo confunden y tergiversan la noción de Libertad y de Ser Libertario, sino que también se atreven a insinuar en medio del caos, la necesidad de represión o golpe de Estado. Tampoco podemos dejar de ver por donde resisten los potenciales de salud. Más allá de la espera ante la efectividad de las vacunas, aún en medio de los rumores de mutación del virus; consideramos fundamental buscar la creación de nuevos espacios-soporte y apoyaturas confiables donde volcar las ansiedades que se han quedado sin lugares de depósito y continencia; resulta importante hacer un ejercicio permanente de discriminación entre la verdad y la mentira, definir mejor a quiénes les creemos, para lo cual no estaría demás, como lo ha dicho Alicia Stolkiner, pensar la necesariedad de un código de ética para medir la responsabilidad de comunicadores propagadores de mayor pánico y confusión. No podemos omitir el loable desempeño de los trabajadores de la salud, ni de las organizaciones solidarias, que tan bien han promovido el cuidado sin perder el sentido crítico. Resulta primordial aprender de la experiencia de los recuperados, el cuidado especial de nuestros abuelos, cuidar los espacios de trabajo y reconsiderar el tan mencionado impuesto a las grandes riquezas. Estar atentos para desmantelar el doble vínculo a que hemos sido expuestos por los formadores de opinión y los intereses de quienes les pagan, y entre cinismos escépticos e inconducentes y misticismos oportunistas, “jugar a ganarnos el alma” (como pensaba Bernard Shaw), pero haciendo algo útil mientras estemos en este único mundo que tenemos. Para ello, suponemos que será necesario recuperar algunas máximas spinozianas: la potencia de los cuerpos que accionan y producen signos desde la pasión, desde los efectos de las acciones sobre sí mismos y sobre otros. Cuerpos que afectan y son afectados por el colectivo social que busca y anhela seguir ejerciendo el derecho a la vida (E. Carpintero). Acaso para poder seguir revitalizando a los cuerpos aquietados, aislados y atrapados entre pantallas y escenarios bidimensionales, lo que necesitemos sea desarrollar la imaginería y crear nuevos preceptos. Tomar del lenguaje de las artes, todo aquello que la ciencia no puede proporcionarnos de momento. “Transformar lo siniestro en maravilloso”, diría Pichon. Instrumentar “el goce estético en el acto de curar”, decía H. Kesselman, cuando nos invitaba a recepcionar el auxilio de nuestros heterónimos para salir de las diferentes escenas de captura a que nos somete la tenebrosa realidad estallada. Entendemos que bucear entre la diversidad de personajes internos que nos habitan, se volverá una tarea imprescindible para sacar a la luz lo peor y lo mejor de todos y de cada uno, en estas difíciles horas que nos tocan transitar. Es de suponer que, de lo verdadero, saldrá lo estrictamente necesario.
Ricardo Silva
Psicólogo
Psicólogo Clínico (UNMDP). Docente Universitario (UAA), filiales Mar de Ajó, Mar del Plata, Dolores.
rfsilva66 [at] hotmail.com
Notas
1. Psicólogo Clínico (UNMDP). Docente Universitario (UAA), filiales Mar de Ajó, Mar del Plata, Dolores.
2. A cien años de que Freud publicara Psicología de las Masas y Análisis del Yo, entendemos que esta temática recobra una indudable vigencia.
3. Las referencias enunciadas parten de la base de haber trabajado fundamentalmente con pacientes empleados estatales, comerciantes y empleados de comercio, docentes de todos los niveles, trabajadores de la salud y del arte, periodistas de medios gráficos, radiales y digitales, abogados, ingenieros y técnicos, empleados del transporte y casineros, madres y padres de familia, estudiantes universitarios. Siguiendo a Hernán Kesselman, más allá de seguir la palabra de los especialistas, cada paciente bien puede ser “una suerte de Marco Polo”, que nos viene a aportar nuevos datos sobre el mundo real dentro del cual vamos montando nuestros respectivos dispositivos.
4. Pro-Cuarentena versus Anticuarentena, Pro-Vacuna versus Anti-Vacuna, Pro-temporada de verano en ciudades turísticas versus Anti-temporada. El que sale a la calle es visto como un perverso, el que no sale y denuncia es visto como un autoritario. La encerrona trágica se multiplica ante la imposibilidad de comunicación y encuentro, y la anomia resultante lleva a situaciones que ya ingresan en el nivel de la fragmentación suicida (La marcha convocada el 17/08/20, el sepelio de Diego Maradona, las fiestas clandestinas, la quema de barbijos, serían algunos ejemplos posibles).