En una nota anterior destacamos que, en parte, la pandemia Covid 19 ha dejado un más que apreciable incremento de la muerte, la miseria y la locura; como así también señalamos, que en medio de semejante contingencia, sería imprescindible que de lo verdadero emerja lo estrictamente necesario[1].
El estallido del principio de realidad resultante de la primera pandemia planetaria, pero, fundamentalmente, la fragmentación subjetiva a que ha venido dando lugar, tuvo como una de sus indiscutibles bases de sustentación social-política e histórica: el virus neo-liberal-fascista ya propagado desde antes por el mundo entero.
No es por la puerta del psicoanálisis por la que saldremos del mundo. Ya sea que aceptemos o evitemos hacernos presentes en el campo de la política, estaremos desde un principio en este campo, nos guste o no, por la simple razón de que no hay otro campo en el que podamos estar. Digámoslo en tres palabras: no hay metalenguaje. No hay lugar para el discurso que no esté atravesado y estructurado por la política.
Es como si el Estado de Derecho únicamente sirviera para disimular que la propiedad sigue siendo lo más determinante, que los seres humanos continúan siendo cosas y que la economía no deja gobernar la política.
“Nos presentamos al mundo como una ciudad amigable de cara al segmento gay. Sabemos que se trata de un público con buen nivel adquisitivo y cultural, con alto nivel de compras, y nos parece un interesante nicho a captar a nivel turístico.”
De esta forma se expresaba Rodrigo Herrera Bravo, director ejecutivo del Ente de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires entre 2007 y 2009 en la introducción de “BA Gay, La guía total de Buenos Aires 2008-09”. Estas palabras resultan aun más sugestivas si advertimos que la mayoría de los legisladores del partido político del que forma parte este funcionario votó en contra de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo e incluso tuvo entre sus filas a algunos de sus más fervientes detractores como son las actuales senadora Gabriela Michetti y diputada Silvia Majdalani.
A principios del siglo XIX, el socialista Charles Fourier, decía que el progreso de una sociedad podía medirse en función del desarrollo que alcanzaran las mujeres. Flora Tristán se hizo eco de este criterio, que luego también utilizaron Marx y Engels. Transcurrida ya una década del siglo XXI, cuando la democracia capitalista constituye el régimen político más extendido del globo, ¿es posible “medir” el desarrollo alcanzado por las mujeres y definir, a partir de ello, el progreso social? ¿Hemos avanzado en minimizar las crueles consecuencias de la opresión patriarcal o, por el contrario, el patriarcado ha sido reforzado por la explotación y la opresión propias del sistema capitalista?
EDITORIAL: La cólera neofascista y la trama corposubjetiva en la que se desarrolla el miedo. Enrique Carpintero
DOSSIER: LA POTENCIA DE LA ALEGRÍA EN TIEMPOS DE CÓLERA Cristián Sucksdorf, Tom Máscolo y César Hazaki Además escriben:Ariadna Eckerdt, Juan Duarte, Mabel Bellucci
Trotsky y el psicoanálisis. Helmut Dahmer
ÁREA CORPORAL: Signos de identidad. Tatuajes, piercings y otras marcas corporales. David Le Breton
TOPÍA EN LA CLÍNICA: EL PSICOANÁLISIS A DISTANCIA TRAS LA PANDEMIA. Eduardo Müller, Marina Calvo, Lucía Plans y Agostina García Serrano
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra