“La política” de la luz radica en la sensualidad de los detalles,
actúa lo inaparente silenciado. Y presenta su paradojal evidencia:
nadie recuerda que es ella la que nos hace ver.
Satori, Héctor Freire
El 29 de mayo de 2003 ocurrió, en el Museo Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de Buenos Aires, un hecho muy comentado por los diarios. Mientras circulaban por las diferentes salas más de mil personas fue robada una escultura de Rodín ubicada en la sala de planta baja, frente a los baños, protegida por una campana de seguridad y cámaras de vigilancia. Tres meses después un cartonero la vendió a una anticuaria por cincuenta pesos. La obra, valuada en 10.000 dólares, fue nuevamente entregada a las autoridades del museo sin que nunca se supiera quiénes la habían robado.
Esta pequeña escultura de bronce, donada en 1970 por Mercedes Santamaría, tiene 15 cm. de altura y se conoce con el nombre de “El Secreto”. Son dos manos entrelazadas ocultando en su interior algo que no es visible. Pero en la propia obra también encontramos un secreto que solo puede ser descubierto por un observador muy atento: las dos manos son derechas. Este hecho produce una sensación extraña. Sabemos que el modo creativo de Rodín consiste en reunir formas idénticas para engendrar ritmos nuevos. Con esta obra enlazó dos manos derechas idénticas alrededor de un objeto que no se puede saber qué características tiene. Una primera interpretación nos está indicando la invisibilidad del secreto pero también que el secreto no pertenece a una sola persona sino a todos aquéllos que son representados por la otra mano. El secreto no puede ser exclusivamente individual siempre hay otro; puede pertenecer a uno u a otro pero los dos están implicados. Esta situación lleva a generar una gran fuerza entre aquellos que comparten el mismo conocimiento, así como la evidencia de la fragilidad de ese lazo cuando se devela el secreto.
El secreto al servicio de la autonomía
La palabra “secreto” viene del latín secretus y esta del verbo secernere que significa “poner aparte”. Es decir, los secretos se ponen en un lugar aparte donde no se pueden ver. El prefijo se denota separación y esta presente en los verbos separar, segregar, seleccionar. El verbo latino cernere significa analizar o distinguir. Entonces secernere no es solo poner algo a parte sino ponerlo donde no llame la atención o donde no se pueda distinguir o analizar. Es interesante señalar que la palabra “crimen” comparte la misma raíz que la palabra “secreto”. Quizás de aquí provenga la idea de que un secreto esconde siempre algo terrible. Sin embargo hay secretos que se llevan como una carga y otros que son vividos con una sensación de orgullo. De esta manera su objetivo y su función matizan el secreto al poder tener un origen positivo o negativo. Es positivo cuando el poseedor del secreto persigue un objetivo y es negativo cuando huye de algún peligro real o imaginario. Nuestra hipótesis es que hay secretos que velan algo del orden de lo siniestro, de la pulsión de muerte y otros cuyo velo esta al servicio de la autonomía del sujeto o del grupo, es decir de la pulsión de vida. Aunque siempre vamos a encontrar combinaciones entre ambos orígenes es importante tener en cuenta el entramado pulsional en las acciones que genera. Podemos encontrar secretos donde lo siniestro hace imposible la autonomía, al contrario el sujeto construye su vida alrededor de ese secreto; pero también puede haber secretos cuyos contenidos forman parte de la intimidad del sujeto, sin embargo son vividos imaginariamente con un peso y una carga que no puede tolerar.
El secreto refiere a algo que se puede decir y, por alguna razón se oculta. Sus efectos son el silencio que conlleva la construcción de una máscara para evitar que los otros develen algo que se considera oscuro; de allí su relación con la tragedia. Esto no tiene que ser necesariamente consciente como lo demostró Freud.
En la obra de teatro Edipo Rey Sófocles organiza la tragedia del personaje a partir de un secreto. Los oráculos habían predicho que Edipo se convertiría en parricida e incestuoso sin voluntad de serlo. El adivino Tiresias sabe el destino del protagonista: “Este secreto fatal se revelará por sí mismo… Este hombre que buscas, ese asesino que maldices, está en Tebas; pasa por extranjero, pero se verá que Tebas es su patria, y no podrá regocijarse por eso. Perderá la vista, perderá sus riquezas; ciego y pobre, errará por tierra extranjera, apoyándose en un bastón sus pasos vacilantes; será reconocido como hermano y padre de sus propios hijos, como hijo y esposo de la mujer que le dio la vida, como asesino de su padre que le manchó su lecho.” El destino trágico se cumplió.
Si bien Tiresias conoce el secreto no sabe por qué se tiene que cumplir. Aún más el conocimiento que puede tener no sirve para evitar la sucesión de hechos que culminan en la tragedia. El secreto se descubre como la simple conclusión de un encadenamiento de circunstancias de las cuales Edipo no puede escapar.
Como bien sabemos, fue Freud quien planteó que este mito constituye el fundamento de la organización-desorganización del aparto psíquico. De allí el secreto que vela el origen del sujeto.
Las respuestas que los adultos dan a los niños referidas a su nacimiento contienen su parte de misterio y prohibición. Si antes era la “cigüeña” o el “repollo” y luego la “semillita” en la actualidad se transformó en una clase de anatomía. Sin embargo el acto sexual que forma parte de la intimidad de los padres sigue siendo incognoscible para los niños ya que el secreto proviene tanto de la explicación como de la duda que ellos comienzan a sentir. A partir de esta duda se instala una “pulsión de saber”. Esta búsqueda de un saber prohibido acerca de sus orígenes se realiza en secreto y está investida de fantasías donde vamos a encontrar “las teorías sexuales infantiles”. Como dice Claude Giraud: “El saber se confunde con el secreto y el secreto se muestra como prohibido. Es particularmente el caso de la sexualidad según Freud. El cuerpo infantil constituye a la vez la vía regia de acceso a la sexualidad y la materialización de lo prohibido hasta en lo que es vivido como siendo propio, es decir como perteneciente íntimamente a uno mismo. El cuerpo del niño es, en esta perspectiva, el medio más seguro para poner distancia crítica respecto de la fábula de los orígenes explicada por los padres… El secreto está así en el centro mismo del saber y de la sexualidad en su relación con lo prohibido. La pulsión crea la experiencia de lo prohibido cuando busca realizarse tanto como cuando es reprimida. El cuerpo aparece entonces como una envoltura extraña que impone sus propias `leyes` y como el espacio de realización del yo en sus diferentes dimensiones.”[1] Es decir, la “pulsión de saber” permite ir construyendo en secreto el espacio libidinal, imaginario y simbólico de su propio cuerpo.
Para finalizar este apartado debemos agregar que, cuando el niño va creciendo, construye su espacio de autonomía en relación a los adultos a partir de un secreto que, generalmente comparte con otro par, donde arma un universo que lo distingue de aquellos que no participan de ese secreto; esta situación es característica de la adolescencia.
El secreto que vela lo siniestro
El secreto es lo que se esconde. Lo que se pone detrás de las cosas visibles. Es lo que señala la doble vida de las cosas[2]. Debemos reconocer que la política se mueve en esa zona donde el secreto forma parte de las decisiones más importantes. En especial la política estatal utiliza el secreto como una de las variantes cuyo consenso no se cuestiona ya que el “secreto de estado” forma parte de la lógica política, de cualquier política. Cuando Jacques Derrida analiza el tema del secreto plantea que nadie puede imponer lo que se tiene que decir a excepción que afecte la vida de otros. De allí que asocia el secreto a la democracia y la libertad. Desde esta perspectiva critica la teoría del secreto de Alexandre Koyré ya que “parece considerar que todo secreto es por principio una amenaza a la res pública, y de hecho para el espacio democrático. Es comprensible y se ajusta bien a cierta esencia de la Politeia como fenomenalidad absoluta… Al rechazar entonces todo derecho al secreto, la instancia política obliga a cualquiera a comportarse primero y ante todo, como ciudadano responsable ante la lay de la Polis. ¿No hay allí, en nombre de un cierto tipo de verdad objetiva y fenoménica, otra semilla de totalitarismo con aspecto democrático?”[3].
La pregunta de Derrida es importante ya que alude a grupos, instituciones y organizaciones políticas donde el secreto permite mantener su autonomía ante el poder del Estado. Un ejemplo actual, en la defensa de este derecho, es el conflicto que mantiene el gobierno de EE. UU. con Julián Assange por la información secreta que Wikileaks ha hecho pública. Sin embargo cuando Koyré escribió el breve texto “Reflexiones sobre la mentira” publicado en 1943 su rigor argumentativo advierte sobre la amenaza de la expansión del totalitarismo. De allí que comienza: “Nunca se ha mentido tanto como en nuestros días. Ni de una manera tan vergonzosa, sistemática y constante… La palabra, el escrito, el diario, la radio, todo el progreso técnico estaá puesto al servicio de la mentira. El hombre moderno -también ahí pensamos en el hombre totalitario- se baña en mentiras, respira mentiras, esta sometido a la mentira en todos los instantes de su vida”[4].
Un año antes de la publicación de este texto, el mariscal de campo del Tercer Reich Hermann Göring autorizó al jefe de las fuerzas de seguridad alemanas Reinhard Heydrich a iniciar los preparativos para el exterminio definitivo de toda la población judía de la Europa ocupada. Con esta finalidad en enero de 1942 convocó a una reunión secreta a todos los representantes del partido nazi como de las SS. Esta reunión se realizó en un palacio de la ciudad de Wannsee. Allí se organizó y coordinó a las diferentes agencias gubernamentales del estado nazi para llevar a cabo lo que Adolf Eichmann había denominado “la solución final del problema judío”. Durante dos días se aprobaron nuevos diseños de “campos de la muerte” cuya tecnología aceleraba el genocidio. Si bien no existía el anonimato de sus ejecutores principales la idea era poner en funcionamiento un mecanismo sostenido por un ejecutante anónimo en el que cada uno actuaba mecánicamente como si no hubiera ningún responsable. De allí que al final de la reunión las notas tomadas fueron destruidas y la consigna fue que esa reunión no había tenido lugar y que, por lo tanto ellos no habían estado. Auschwitz fue creado en 1940, a partir de esa reunión aceleró su industria de la muerte: un millón y medio de personas -el 90% judíos- fueron asesinados en ese campo hasta el 27 de enero de 1945 en que fue liberado por el ejército soviético.
Podemos imaginar que en 1976, cuando se instaló la dictadura cívico-militar, hubo una reunión similar. Allí se dividió el país en zonas donde se instalaron 340 campos de concentración que fueron negados por las Fuerzas Armadas, y a los que los denominaron “Lugar de Reunión de Detenidos” (LRD). En esos campos a los detenidos se los torturaba para transformarlos en una cosa, un número y luego se los eliminaba. El término “desaparecido” implicaba la voluntad de encubrir el destino del secuestrado y la identidad de sus asesinos. Para los militares y sus cómplices civiles estas personas estaban vivas y para las autoridades “prófugas de la justicia”. Sin embargo, en esa época, el general Camps manifestaba: “Si exterminamos a todos, habrá miedo por varias generaciones… Todos… unos 20.000 y además a sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres”[5]. El horror perpetuado debía ser mantenido en la oscuridad del secreto. No había que dejar nada que pudiera visibilizar el genocidio. Nadie tenía que recordar. Los campos de concentración-exterminio mostraban la cara oculta de una sociedad sometida a la arbitrariedad de un poder totalitario donde la subjetividad atravesada por “el secreto de estado” solo podría generar miedo. De este secreto que velaba lo siniestro no se podía hablar. Para ello había que mantener una disociación entre lo que se sabía y lo que se decía. Sin embargo la memoria se mantuvo para transformarse en una política de la luz que hizo visible lo que no podía ser mostrado: la obscenidad de un poder totalitario.
Cuando el poder exhibe la obscenidad del secreto
La palabra “obsceno” viene del latín obscenus, la cual esta formada por la raíces ob (hacia) y caenum (suciedad). Es decir, esta palabra se refiere a algo indecente, sin pudor que ofende los sentidos, en especial referido a la sexualidad. Pero también la palabra obscenus viene de ob (hacia) y scenus (escena) que significa “fuera de escena”, es decir cosas que no se muestran, lo cual permite extender su uso.
Lo que es considerado obsceno difiere según las culturas, entre las distintas comunidades dentro de las mismas culturas y entre los sujetos de esas mismas comunidades. Es algo rechazado al mismo tiempo que vuelve bajo distintos disfraces. Lo obsceno se mantiene en secreto en tanto revela algo del orden de lo siniestro. Constituye el límite del erotismo en tanto vamos a encontrar el juego de la muerte.[6] Históricamente la obscenidad estaba ligada a la sexualidad, en especial al cuerpo desnudo, que no es en sí mismo obsceno pero una cultura lo volvía algo que debía ser ocultado en tanto hería el pudor.
En la actualidad -como afirmamos en otro texto- la vida privada se ha privatizado. Esta es importante en la medida que puede ofrecerse como una mercancía. Es en el espacio público donde tenemos que encontrar los valores de nuestra intimidad mediados según las leyes de la economía de mercado. De esta manera las relaciones humanas se miden como una mercancía y sus actividades se anuncian como un buen o un mal negocio. Allí vale todo. La sexualidad de un secreto pasa a ser un preciado objeto de consumo transformándose en una sexualidad evanescente fácil de ser intercambiada en el mercado de las relaciones sociales.[7] Las redes sociales a través de Internet facilitan este reality show donde el éxito es efímero. Esta situación ha llevado que “Hoy en día, lo obsceno, ya no se encuentra vinculado con la presentación sin afeites del cuerpo, sino más bien con la muerte. Esto no significa que su dimensión haya menguado: sencillamente se ha desplazado del sexo al cadáver. Bastante lógicamente, lo obsceno ha venido a habitar el lugar con el que nada queríamos tener que ver; pues, si la desnudez se exhibe en las paredes de nuestras ciudades, la muerte se ve rechazada fuera del campo de visibilidad pública, refugiada en el secreto del espacio privado de la casa o en el anonimato del hospital”.[8]
En esta perspectiva el poder político ha mutado de ser el que daba la muerte a mostrarse como el que administra la vida y hace vivir a los ciudadanos a cualquier precio: incluso torturando y asesinando.
La Edad Media es un ejemplo de la exhibición obscena del poder de la Iglesia que justificaba en nombre de Dios los abusos a los que sometía a la población. La tortura y las ejecuciones públicas eran espectáculos con los cuales se disciplinaba a los que no seguían el orden establecido. La Revolución Francesa, con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, no impidió que las ejecuciones continuaran siendo públicas. Aunque debemos reconocer que el señor Guillotín inventó su máquina para humanizar esas ejecuciones. Debimos esperar el desarrollo de la democracia capitalista para que estos métodos dejaran de ser públicos; se siguieron usando pero se invisibilizaron ya que la acción política del poder forma parte del “secreto de estado” desde el cual permite desmentir toda denuncia. Esta situación comenzó a cambiar, a partir del supuesto beneficio de garantizar la seguridad, con la aprobación de la mayoría de los ciudadanos. Los héroes de las películas de Hollywood se transformaron. No es la ética lo que sostiene su accionar frente a “los malos”. Todo vale para asegurar la vida de la población: mentiras, asesinatos, torturas. El héroe paradigmático es el agente de los servicios de informaciones Jack Bauer que, en la serie de televisión 24, no duda en asesinar y en torturar con la aprobación del presidente de EE. UU.
Es evidente que estas películas tratan de generar consenso al naturalizar estas prácticas en nombre de la lucha contra lo que se denomina “el Mal”. De esta manera no es extraño que en algunos países se haya legalizado la tortura, los asesinatos y la detención de prisioneros en campo de concentración como Guantánamo. Las luchas casi religiosas entre lo que caracterizan “el eje del Bien y del Mal” devienen en un fundamentalismo que muestra los límites de un pensamiento democrático que deja de lado principios fundamentales sobre Derechos Humanos. Pero en una época de crisis periódicas del capitalismo el poder necesita exhibir obscenamente lo siniestro de su dominación como una forma de disciplinamiento. Una foto que circuló por todos los medios periodísticos del planeta ejemplifica lo que venimos afirmando. En ella podemos observar al Premio Nobel de la Paz y Presidente de EE. UU., Barack Obama, al Vicepresidente Joe Biden, a la Secretaria de Estado Hillary Clinton y a otros miembros de los servicios de seguridad mirando una pantalla donde se trasmite la operación contra Osama Bin Laden. Nunca sabremos qué vieron, ya que esas imágenes fueron mantenidas en secreto. Sin embargo nos damos cuenta cómo el espectador de lo obsceno experimenta algo que lo divide y lo molesta. Por ello se deja llevar por su cuerpo que se pone a la defensiva ya que no puede impedir cierta repulsión. Todos los que están de pie tienen los brazos cruzados poniendo una barrera entre su cuerpo y la pantalla. Obama en un rincón sentado y acurrucado da la sensación de que quisiera esconderse, pasar desapercibido. A la derecha, Hillary Clinton tiene una mano en la boca conteniendo una expresión de rechazo. Trasmitir esas sensaciones es el objetivo de esa foto. Por ello, una operación que se maneja como “secreto de estado”, se muestra públicamente para afirmar que el poder es dueño del secreto que esconde la crueldad de la muerte[9]. Según los analistas esta foto fortaleció la imagen de Obama. Sin embargo su resultado fue que hayan surgido en el Partido Republicano candidatos a presidente que defienden con orgullo que el estado de Texas sea el record nacional de presos ejecutados. Esta extrema derecha del Tea Party representa una parte importante de la población de EE. UU. Su política es aislacionista, niega la ciencia en tanto cree que el ser humano fue creado por Dios, se cierra a la inmigración e incluso pone en duda el sistema político democrático.
En el capitalismo mundializado la preocupación por la seguridad adquiere particularidades propias de cada región. Lo que queremos destacar son sus efectos en la subjetividad. En este sentido, es importante transcribir lo que sostiene Pablo Bindi cuando analiza las causas del acoso y maltrato que se dan en las escuelas de nuestro país: “En una investigación de reciente circulación, elaborada por la Universidad de Columbia, el científico Robert Faris, concluye en señalar que las situaciones de acoso y maltrato entre niños y adolescentes, están sostenidas y alentadas por el reconocimiento que obtiene aquel que maltrata”.
Esto quiere decir que quien es “malo” con el otro, en general es considerado por los demás. Posee una capacidad anhelada. Quien hace sufrir es admirado, reconocido, se vuelve popular. Es así como se logra tener un lugar frente a los otros, muchos desean parecerse. Quien suele ser agredido, es aquel que muestra algún rasgo de lo que se considera una “fragilidad”.
Ahora bien, no es nuevo en la historia de la humanidad que, alguien considerado débil, reciba humillaciones, que algunos se reúnan para ejercer algún daño sobre otros. Esto es algo que puede rastrearse en todos los tiempos. Lo que nos conmueve en la actualidad, es la naturalización de estas lógicas relacionales, y la resignación de otras propuestas para vincularse. Conjeturamos que esto se ha instalado entre niños y jóvenes a partir de la expectativa de los adultos sobre ellos. Lo han recibido como mensaje.”[10]
A partir de lo que venimos afirmando parece que nada funciona sin secreto. Las relaciones entre los sujetos, las parejas, las familias, los grupos, las instituciones, las relaciones sexuales, las organizaciones políticas, empresarias, sindicales, educacionales, militares, religiosas y podemos seguir con una larga lista. Todas tienen sus zonas secretas; sus zonas oscuras. Aún más, podemos decir que el grado de pertenencia e implicación de sus miembros esta referido a ese secreto que constituye a la organización. Pero no todos los secretos son iguales. No son lo mismo los secretos que guarda el Vaticano sobre la virgen de Fátima que los secretos de los servicios de informaciones. El secreto de un violador que el de una mujer violada. Los “secretos de estado” en relación a las decisiones políticas de un gobierno que los secretos referidos a una política represiva donde se tortura y asesina gente tratando de legitimar todo tipo de extralimitaciones en la supuesta defensa del orden y la seguridad del Estado. Estamos viviendo una época donde los secretos salen a la luz pero muchos no son para iluminarlo ya que su objetivo es ensombrecer las condiciones éticas que nos permite vivir en comunidad. De allí que el velo de lo siniestro, con su sombra que habla del horror de lo silenciado, o el velo al servicio de la autonomía, de la vida, nos indica los matices que están en el centro de lo que se oculta.
[1] Giraud, Claude, Acerca del secreto. Contribución a una sociología de la autoridad y del compromiso, editorial Biblos, Buenos Aires, 2006.
[2] Labourdette, Sergio, “Secreto y poder en la vida social”, revista Orientación y Sociedad, Vol. 5, enero/diciembre de 2005, La Plata
[3] Derrida, Jacques, “Historia de la mentira: prolegómenos”. Conferencia dictada en Buenos Aires en 1995 organizada por la Facultad de Filosofía y Letras y la UBA, se puede leer en http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/mentira.htm
[4] Alexandre Koyré, "Reflexiones sobre la mentira", en http://www.ddooss.org/articulos/textos/Alexandre_Koyre.htm
[5] Carpintero, Enrique y Vainer, Alejandro, Las huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la argentina de los ’60 y ’70. Tomo II (1970-1983) Topía editorial, Buenos Aires, 2005.
[6] Bataille, George, El erotismo, editorial Tusquet, Barcelona, 1979.
[7] Carpintero, Enrique, “La sexualidad evanescente La perversión es el negativo del erotismo”, revista Topía Nº 56, agosto de 2009, se puede consultar en www.topia.com.ar
[8] Maier, Corinne, Lo obsceno, editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 2005.
[9] Carpintero, Enrique, “La crueldad del poder en Saverio el cruel”, revista Topía Nº 38, agosto de 2003. Se puede leer en www.topia.com.ar
También La Alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, editorial Topía, Buenos Aires, segunda edición, 2007.
[10] Bindi, Pablo, “Acoso y maltrato como ´valores` culturales”, Revista Novedades Educativas, Nº 247, julio de 2011.