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Diagnósticos psicoanalíticos como herramientas para la cura

 

"-¿Cómo podría captarse toda actividad psíquica sino como un sueño, cuando mil veces cada día se oye esa cadena bastarda de destino y de inercia, de tirada de dados y de estupor, de falsos éxitos y de encuentros ignorados, que son el texto de una vida humana? "
Jacques Lacan: El Reverso del Psicoanálisis.

 

"Finalmente, a nivel de la objetivación o del objeto, se oponen lo conocido y lo desconocido. Porque lo conocido sólo puede ser conocido en palabras, lo desconocido se presenta como teniendo una estructura de lenguaje. Esto nos permite volver a plantear la pregunta de qué es lo qué ocurre en lo tocante al nivel del sujeto".
Jacques Lacan: La Ética del Psicoanálisis.

 

Herramientas para la eficacia clínica del psicoanálisis
La actividad del psicoanalista tiene una base y momentos accesorios, pero no por eso no relevantes. La base ocurre en la sesión: asociación libre, atención libremente flotante. Ésta resulta herida por disarmonías que aparecen en el discurso del analizante las que le dan noticia al analista de que ahí opera el Inconsciente. No todo es interpretable. Parte de lo que se dice no está disponible a la interpretación. Librándonos de todo condicionamiento imaginario, nos sometemos solamente al saber del texto que nos entregan en esas rupturas de armonía: las enunciaciones del analizante. Sus enunciados sólo valen, en función de dichas enunciaciones. Suspendemos cualquier otra referencia.
Otros momentos valiosos: las vecindades de cada sesión. Para mí, son parte de ella. También los llamados telefónicos. Cada vez que un analizante se dirige a mí en la circunstancia que fuese, el Inconsciente puede estar siendo puesto a funcionar.
Conjeturo en varias dimensiones. A largo plazo, sin “creérmela”, pero conjeturando direcciones y sentidos. Delineo también movimientos inmediatos. Sobre la base del retorno informativo que se va produciendo, incluidos los efectos de lo que opera, voy reajustando lo que vaya a hacer.

2 - El DSM IV: lo obsesional resiste, contra tratar los sufrimientos del alma.

La burocracia puso de moda al DSM IV que dice en su Advertencia:
"Los criterios diagnósticos específicos de cada trastorno mental son directrices para establecer el diagnóstico, puesto que se ha comprobado que su uso aumenta el entendimiento entre clínicos e investigadores.
/.../El propósito del DSM IV es proporcionar descripciones claras de las categorías diagnósticas, con el fin de que los clínicos y los investigadores puedan diagnosticar, estudiar e intercambiar información y tratar los distintos trastornos mentales."
Leyendo a la letra, captamos que el DSM IV sostiene una ética. Su fin principal: el entendimiento entre los técnicos; el secundario: "tratar los distintos trastornos mentales". Un fin, acorde con los medios que sustancialmente utilizan los laboratorios: cócteles de combinaciones químicas destinados a regular y reordenar la circulación y acción energética en el viviente. Al margen de las relaciones del sujeto con su real, en las que se alojan las causas del sufrimiento en más con respecto a las circunstancias. En esos párrafos y en todo el manual, insiste un significante: trastorno. Según el diccionario: "Molestia. Sinónimos: Alteración, complicación, confusión, desarreglo, desasosiego, inconveniente, perturbación." "Perturbación mental (como se ve, los del manual no han ido más lejos que el diccionario) Sinónimos: Chaladura, chifladura, excentricidad, extravío, guilladura, locura."
La mayoría de los significantes de la primera serie conducen a desarreglo -lo que haría suponer que hay un modelo de lo que es estar arreglado-. Para lo cual será el juicio del otro (el psiquiatra) el que dictaminará. Juicio que aparecería -cuando habla de excentricidad-, creyendo que algún ser parlante podría estar centrado. Desemboca en simples descripciones fenoménicas, que podrían ser hechas por cualquiera, sin necesidad de títulos académicos.
Es un manual que cree que todo puede tener un nombre. Obsesividad taxonómica originada en la creencia de que la lengua puede recubrir todo lo real.
Nacido el psicoanálisis con Freud y desplegado por la formalización y formulización de Lacan, el mejor destino para la psiquiatría residiría en auxiliar en el tratamiento de las dolencias del alma: administrando medicación y ordenamientos, cuando son imprescindibles para favorecer el tratamiento por la palabra.
Me considero amigo de algunos psiquiatras capaces y respetables que no se proponen ir más allá de sus incumbencias y en ellas, se lucen. No es sencillo manejar la medicación. Pero reconozco al psicoanálisis y la psiquiatría incumbencias diversas.
En aquél: prefiero lo que la clínica lacaniana suplementó y corrigió a la freudiana. Así como hay articulaciones muy fuertes entre Freud y Lacan en el terreno de la práctica, también hay separaciones importantes e innegables. No hace falta darle a Lacan prestigio con Freud, o a Freud con Lacan. Cada uno tiene valor suficiente por su cuenta. Lacan es un psicoanalista a ser usado y no simplemente declamado. Su trabajo con el ser parlante nos dejó como base la articulación entre los tres registros: real, simbólico e imaginario y con el cuarto nudo (entre síntoma y sinthome). Desde y con ellos trabajamos con lo que en discurso proviene del Inconsciente y de otros lugares de la estructura. En eso está la principal diferencia entre la clínica freudiana y la clínica lacaniana. El buen clínico freudiano, no iba más allá de la interpretación. Aunque también se puedan leer en Freud circunstancias en las que hizo más de lo que preconizaba hacer. Por ejemplo, cuando convida arenque al Hombre de las Ratas disparando un importante sueño. Pero no teorizó esos actos. Trabajamos escuchando lo que el Inconsciente dice a través de lapsus, fallidos, equívocos, etc. pero no sólo con eso. Se amplió el campo de percepciones utilizadas por el analista, también el de sus intervenciones. El resultado: ampliación de la eficacia de nuestra práctica.
Cuando se atiende sólo a generalizaciones para diagnosticar, se obstaculiza el arte del analista. Aún cuando hayan sido muy elaboradas, teniendo en cuenta etiologías de las neurosis, las perversiones, la psicosis, las melancolías y las esquizofrenias. Lo clasificatorio reniega de singularidades y movimientos de los casos.
La cura no recorre la ruta de la etiología en sentido inverso. No tiene otra posibilidad que la de trabajar con los andariveles significantes que tejió la historia singular del ser parlante en cuestión. Y desde los mismos y con su dotación, trabajar sus respuestas a las incitaciones reales, simbólicas e imaginarias del Otro.
Una corriente psicologista, excesivamente determinista supone que con un padre así, una madre tal, y un hermano como ése..., resultará tal sujeto. Eso no permite entender por qué se encuentran casos tan disímiles con una misma conformación parental. Lo que en razón de ese tipo de determinismo les queda por fuera, además de que cada padre es distinto con cada hijo, es la reacción del sujeto frente al Otro en sus tres dimensiones (R.S.I.1). Aquello que Freud llamó defensas en su sentido más básico y clave: represión, renegación, forclusión. El sujeto va, dentro de ciertos límites, en cierto modo y hasta cierto punto, eligiendo.
Otra variante usada por algunos colegas en la cuestión del diagnóstico consiste en no diagnosticar, con el fin de no quedar atrapado en el corsé imaginario que la tipología detalla para cada cuadro. Zafan de ese corsé, pero al precio de boyar sin brújula por rutas mal marcadas, al estarlo sólo por la letra o el significante de circunstancia.

 

3 - La piedra fundamental

Dice muy bien el segundo epígrafe: Porque lo conocido sólo puede ser conocido en palabras, lo desconocido se presenta como teniendo una estructura de lenguaje. Esta idea clave, define en Lacan la primacía de la lengua y su puesta en acto como discurso a través de la función del significante.
El significante puede tener tres efectos diferentes:
a) Producir la creencia de que significa total y absolutamente a algo. Los señores del manual creen que hay nombres para todo. Es un efecto de su reducción a signo. Forja un imaginario al generar la creencia de un único sentido posible; excluye, por lo menos en ese momento, la posibilidad de que operen otros sentidos.
b) aislado de otras palabras y/o imágenes -no puede producir ningún sentido-, es: sin sentido; por eso Lacan habla del significante sin sentido. Doy un ejemplo: si dijera una palabra en chino, los que no son chinos me mirarían preguntándose, "¿a éste que le pasó?". Escucharían un sonido que se puede reproducir muchas veces, aprenderlo y repetirlo, pero que aparecería sin sentido. Si explico que esa palabra es como se dice en chino "no fumo", cuando escuchen a un chino decirla, van a decir "ah, éste no quiere fumar". Sólo a partir de su articulación a otro significante: "no fumo", puede producirles un efecto de sentido.
c) El significante articulado a otro u otros produce un resto sin significación. Algo seguirá siendo real. Nada de lo simbólico y de lo imaginario lo aprehenderá. Es lo contrario a la sensación de sentido absoluto explicada más arriba (punto a). Si esa producción, causa el deseo del sujeto (por ejemplo a seguir hablando) estamos ante lo que Lacan llamó objeto "a" en su función de resto2. Lo real, es lo que queda por fuera, pero que se le viene encima al sujeto. No todo es real, Lacan distingue naturaleza de real. Esto hay que tenerlo claro. Hay colegas que confunden la carne del cuerpo con real. Lo que hay de real en ella es lo que se escapa al saber del sujeto.
Como se puede advertir, es por su dependencia del lenguaje que el sujeto registra su experiencia en tres dimensiones. En este sentido reafirmo que hay primacía del significante.

 

4 - El analista en función
Recordemos que el sujeto no es sólo el del enunciado, engaño de la conciencia, ni tampoco su fragmentación. El sujeto es efecto y localizado por la articulación en discurso entre diferentes componentes: el significante que lo representa (S1) puro sin sentido; produce efecto de sentido por la significación que le otorga el significante que viene del Otro (S2) y que por ese hecho es el que "sabe" sobre él. No es que sepa algo, sino que por significarlo parece saber sobre el S1. Va a quedar dividido entre los dos significantes, el S1 y el S2, con un resto que queda sin significar. A la vez este resto que también divide al sujeto lo causa a seguir produciendo. Estas operaciones las discriminó con precisión Lacan en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis; luego le dio forma de matema en El reverso del psicoanálisis con el discurso del amo: S1/$ S2/a que funda al Inconsciente3. No es el discurso del Inconsciente como suele escucharse decir, es el que lo funda. Lo funda porque lo reprime: agente y otro quedan vinculados por un enunciado que vela a la enunciación. Cuando formula el matema del discurso del amo, Lacan plantea que el discurso es la estructura del enunciado. El enunciado reprime; la enunciación va a agujerear los enunciados y va a dar noticias y lugar, por articulación a elementos de éstos, para el desciframiento de lo inconsciente.
En consecuencia la operación analítica no consiste sólo en recortar y poner en evidencia el S2 que se manifiesta a través de cualquiera de sus modalidades de enunciación (formaciones del Inconsciente, giros discursivos, insistencias significantes, homofonías, insistencias pulsionales en los significantes utilizados, etc.) Consiste en la lectura de lo inconsciente que se va poniendo de manifiesto y de cómo ello va posicionando al ser parlante que está en análisis. Lo que indicará también el posicionamiento más conveniente del analista para la buena marcha del mismo.

 

5 - Claves para el diagnóstico
La conceptualización de los diagnósticos resulta un tema subordinado al básico: el funcionamiento del analista en la sesión. Que reside en cómo posicionarse mejor, para hacer una apariencia, semblant, que cause el deseo de analizarse.
Dicho de otra manera: siempre se nos presentan sueños, ficciones, mitos, que el anudamiento borromeico4 en que el analizante está atrapado teje para su entendimiento y/o desconocimiento. Los analistas los escuchamos desde nuestro propio anudamiento. Nosotros también somos anudados. Cuando las cosas andan bien, el deseo del analista nos lleva a abstenernos, a no tomar partido y a colaborar con el analizante para que pueda ir asfaltando el camino a su propio deseo, separando y discriminando ideales de objetos, encontrando sus más genuinas posiciones de goce, sublimación y creatividad. En las ficciones que se nos narran atendemos a las manifestaciones del discurso inconsciente. Se van tejiendo, nos lo propongamos o no, nuestras propias ficciones sobre el analizante. El arte residirá en no creer que son realmente verdaderas, también en no rechazarlas: tomarlas como provisorias para ir adoptando posición y apariencia conveniente, estrategia probable, táctica indicada.
En Pollerudos, libro que escribimos con Ricardo Estacolchic5, todos los casos que presentamos tienen claramente estructura de ficción.
Para concluir. Para diagnosticar son puntos muy importantes a tener en cuenta en el discurso inconsciente del analizante:
- Si entra o no en discurso. Es un punto clave. No tenerlo en cuenta puede desencadenar psicosis. En cambio, a muchos incapacitados por una enfermedad X para entrar en discurso, se puede generarles un lugar, un dispositivo, un tratamiento eficaz.
- También hay que observar en qué discursos entra predominantemente . De qué manera lo hace, a qué lugares y en qué funciones.
- Cómo se posiciona ante la sexuación, ante el falo y la castración..
- Cómo percibe la relación que no hay entre los sexos. Dicho de una manera más sencilla, es muy importante captar cómo afectan al sujeto las dificultades de relación entre los sexos y cómo se ubica en ellas. Dificultades que responden a la cuestión de que no hay proporción establecible entre los sexos.

Sergio Rodríguez
Psicoanalísta
srodrig [at] ciudad.com.ar

 

Notas
1.  Real: lo que incide sobre la experiencia del sujeto, sin ligazón dentro de algún significado, y/o sin que logre ligarlo con la dotación significante de que dispone en el tiempo de la incidencia. Simbólico: el acerbo de representantes (significantes), capaces de funcionar buscando dar significación a lo incidente. Imaginario: acerbo de representaciones (imágenes y sentidos) que “abrochan unívocamente”, hechos de la experiencia del sujeto. Sinthôme o cuarto nudo: Lacan, continuando su elaboración topológica con nudos, advirtió en 1975 (Seminario El sinthôme) que el nudo de tres excluía la falla, lo que resultaba contradictorio con sus construcciones sobre la relación del sujeto con los tres registros. Planteó entonces, que había que concebir un cuarto nudo que permitía al sujeto mantener articulados los tres registros anudando aquél lugar, donde se registrara la carencia en relación al Nombre del Padre. En la vida de los sujetos la relación con el oficio, con la pareja, u otras, juega esa función de hacerse un nombre propio.
2.  Razón por la que convoca al sujeto a a seguir hablando para tratar de encontrarle significación a lo insignificado. De ahí que funcione como causa del deseo, de los sueños, de las fantasías. Es una de las funciones en la conceptualización de lo que Lacan llamó objeto a y cuya elaboración la comenzó a partir del objeto transicional de Winnicott.
3.  S1 S2 agente otro A la izquierda las letras, a la derecha los lugares de los discursos. $ a verdad producción.
En el matema se puede observar que el agente, al disponer aparentemente del significante emisor y el otro, del que le da significación a dicho S1, constituyen un enunciado que reprime la verdad del amo como sujeto y deja la producción como resultado de quien le sirve. Por reprimir, funda al Inc.
4.  Los tres redondeles se cruzan de tal manera, que si uno es desanudado se desanudan los tres. La restitución de la “falla”, como expliqué en otro pie de página supra, exigió la aparición de un cuarto nudo que la “surza”.
5.  Estacolchic, Ricardo y Sergio Rodríguez. Pollerudos; destinos en la sexualidad masculina. Buenos Aires, Ed. de la Flor, 1999.
Autor del libro “En la trastienda de los análisis”, editorial Letra Viva (setiembre 2001).
 

 
Articulo publicado en
Julio / 2002