Dar en el blanco: La mujercita vestida de gris. | Topía

Top Menu

Titulo

Dar en el blanco: La mujercita vestida de gris.

 
Relato de una subjetividad mal-tratada Intercambios entre derecho, psicoanálisis y desmanicomialización Editorial Eduvin, 90 páginas

Introducción.
Aclaraciones Preliminares

Nuestro trabajo intenta identificar a partir del testimonio de una historia de vida y los hitos biográficos que la construyeron, los diferentes esquemas de vulneración de derechos (legalizados o no) que atravesaron a esa vida, a esa persona, en su transitar, considerando que todos estos confluyeron al final en su padecimiento mental.

Ese sujeto, personaje principal de esa historia, resultó ser Marina.

Marina delata en los surcos de su rostro la expresión de un pasado doliente; sexagenaria de tez morena y pelo oscuro, posee una mirada limpia y cristalina. De transitar cansino, pero firme, su abultada fisonomía no parece coincidir con la suavidad de sus modos.

Aunque a veces le tiembla la voz, sabe de la espera y la escucha como sólo algunos (no demasiados), mas al hablar lo hace con la precisa tonalidad que reclama una historia bien contada.

Marina pasó poco menos de la mitad de su vida internada en una institución psiquiátrica. Antes, experimentó el abandono infantil, la decrepitud de la pobreza, la severidad del sometimiento marital y las demandas de la maternidad prolífica.

En la actualidad, recientemente egresada del hospital, se enfrenta con alternativas de reinserción que parecen luchar (internamente) contra la resistencia y reciclaje de la lógica manicomial.

Tomamos contacto con Marina en distintos momentos: Una, en su rol de psicóloga durante los primeros tiempos de la internación, y luego hacia el final, para acompañar el egreso manicomial. La otra, lo hizo en el marco de la búsqueda de historias de vida para la indagación prevista en una tesis doctoral. Así nos presentamos:

Cuando hace casi veintisiete años atrás trabajaba en la Sala de terapia a corto plazo del Hospital Colonia Santa María (de la provincia de Córdoba), ingresó allí Marina René Pérez (precisamente el 18 de mayo de 1988). Con sólo reparar en el tiempo de internamiento padecido por Marina (recientemente egresada -vid supra-) el nombre de esta sala resulta ahora un mal chiste; incongruencias mancomunadas del ámbito de la justicia y de la esfera de la salud mental lo permitieron, materializando así la confinación de lo que sin etiquetas demasiado rimbombantes y medicalizadas se nomina popularmente locura.

Trabajamos con Marina sólo por espacio de unos meses, puesto que primero fui trasladada a otra sala del mismo hospital y más tarde a un hospital general de nuestra ciudad capital.

En el camino Marina fue derivada a una sala “intermedia”, y a poco más de una década de espera en Santa María, ingresó finalmente al Hospital Colonia Emilio Vidal Abal (también de nuestra provincia, ubicado en la localidad de Oliva) donde aguardó quince años más antes del alta.

Me reencontré con ella a partir de coincidir con Natalia en su búsqueda de historias de vida para una tesis doctoral.

Cuando Natalia acudió a mí en busca de información, el recuerdo de Marina se hizo presente, y supe entonces, gracias a la información aportada por una ex compañera, que su externación de Santa María, no había sido más (como en no pocos casos) que un viaje a Oliva, un pase eterno al hospicio.

Me topé con Rosa y sus saberes (afortunadamente), sin sospechar cuánto sobrevendría.

Un día, mi director de tesis me sugirió asistir a una disertación sobre salud mental abierta al público. Me encontraba por aquél tiempo (a razón de mi tesis) inmersa en la búsqueda de personas que pudieran atestiguar el tránsito hospitalo-judicial como medida de seguridad curativa, y al oír a Rosa estimé que podría constituirse en una informante al respecto.

Al concluir su exposición la abordé relatándole de modo apresurado (y muy sintéticamente) el interés que me convocaba; fue así que pactamos un encuentro.

Lo que siguió fue un camino de enriquecimiento, sendero al que Marina me permitió asomar para re-escribir su tramo institucional (objeto de mi tesis), pero particularmente, en el que nos vimos tres personas como parte de un deseo, una empresa, un transitar común: lograr el alta hospitalaria.

En esa coincidencia y en la inquietud por develar, Marina quiso formar parte de esta trama hecha escrito “[...] para que les pueda servir a otros...” Otros considerados “pacientes” y otros considerados “sus tratantes”, entre los que psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, psicoanalistas, peritos, jueces y abogados, se inscribieron y se inscriben como parte de una misma operatoria.

“Después de veintiséis años de encierro en dos manicomios de la provincia, pude volver a sentirme libre. Pensé que me iba a morir ahí, ya no tenía esperanza, todo estaba dicho…

Pero apareció una luz en la oscuridad, Dios me envió un ángel que me decía que yo iba a salir de ese lugar, que podía ser libre, que podía hacerme libre.

Luego apareció otro ángel que me decía: ‘Marina está libre’.

Para mí los ángeles no son los ángeles que tienen alas; los ángeles somos las personas y Dios pone los sentimientos en su corazón para que se realicen. Porque creo en los milagros [...] [A mí] se me abrieron las puertas [...].

Yo sentía que me iba a morir ahí [en el hospital] y no tenía esperanza, por eso como Pedro me hundía, y entonces Dios me tendió la mano diciendo ‘Hombre de poca fe’. Porque Pedro era un apóstol de Jesús, y él en un momento se vio desesperado, estaba en el mar y sentía que se ahogaba, y veía a Jesús caminar por las aguas, y el dudó, ya perdía toda esperanza, y entonces pidió socorro a Jesús, y dijo ‘Perdóname Jesús’ y él le dijo ‘Ay, hombre de poca fe’...”

Para acabar en la creación colectiva que aquí se presenta, Marina fue narrando en el marco de conversaciones mínimamente estructuradas los diferentes tramos de su historia, atravesando así desde la infancia hasta el momento actual; con ello, fue marcando, trecho a trecho, los hitos más significativos de su vida.

Los encuentros se desarrollaron en el que por el momento era su actual lugar de residencia, una casa de medio camino perteneciente a la Dirección Provincial de Salud Mental de la provincia de Córdoba, y también en el espacio perteneciente a la Asociación Civil Casandra, Centro de Día al que concurre habitualmente; ambos lugares, ubicados en la ciudad de Córdoba.

La historia de vida de Marina encarna y refleja al mismo tiempo la historia de una persona al margen del derecho.

Nos enseña lo que es el padecimiento subjetivo sin definiciones pomposas, amén del derecho, la elección de vida y la escucha que requiere un trabajo sostenido con alguien que atraviesa por ese padecimiento.

Temas: 
 

Articulo publicado en
Noviembre / 2016

Ultimas Revistas